De las cuatro posturas en las que resumía la controversia entre ciencia y teología, ya indicamos que la que nos resultaba más convincente era la cuarta, la integradora, pero en la línea de proponer una teología de la naturaleza, orientada a presentar la razonabilidad de la fe desde los datos más actuales de las diferentes ciencias. No se trata, ya lo decía, de resucitar o mantener la ya periclitada teología natural y sus pretensiones de demostrar la existencia de Dios con la ayuda exclusiva de la razón, con el peligro de mantener un concepto de Dios tapa-agujeros , que es permanente devaluado y tiene que retroceder a medida de que una nueva teoría científica halla una explicación natural a lo que hasta ese momento se consideraba un misterio inexplicable sin echar mano de Dios. Se trata, más bien, de seguir los planteamientos de una filosofía de la naturaleza, que respeta y se apoya en los datos científicos, no tanto para probar y demostrar las verdades de fe, sino para algo más modest...