El caso de Noruega Hasta principios del siglo XX la negación del infierno en las iglesias en general era algo extraordinario y muy atrevido. Había un consenso general en admitir la doctrina del tormento eterno como parte del justo castigo del pecador impenitente. Naturalmente, había muchos pastores y sacerdotes que en su fuero interno eran escépticos e incrédulos al respeto, pero corría un dicho que resumía bien la situación: «creer en el infierno y predicarlo es de brutos, no creer y decirlo, es de necios». Los pensadores ilustrados fueron los primeros en sembrar la duda sobre la existencia de un infierno horrendo post mortem al tiempo que criticaban socialmente la aplicación de tormento en los casos judiciales y lo condenados a pena de muerte. Por esa época se puso de manifiesto la inhumanidad de la tortura y del maltrato a los reos. Con la Ilustración filosófica y política comienza a introducirse una nueva sensibilidad en Europa, aparece una nueva conciencia a la hora de valorar
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