Luego de meses de pasar de la cama de mi casa a la cama de un hospital, pude apreciar la importancia del afecto y la preocupación de quienes compartían mi fe. Claro está que mi amada esposa y familia, se sacrificaron mucho para entregarme las mayores y más generosas atenciones para mi bienestar. Junto a ellos amigas y amigos con quienes compartimos el caminar se daban el tiempo y la molestia de apartar un momento en su agendas para visitar a este frágil y complicado enfermo. Dolores, tratamientos complejos y un mundo de incertidumbres, pueden llevar a cualquier ser humano a la demencia total. Pero sentir la compañía de Dios, el apoyo de mi familia y la contención cristiana de las amistades hicieron posible salir adelante en fe, convicción y esperanza.
Un lugar abierto a la reflexión