A menudo he podido comprobar como los conceptos de pecado, ira, castigo divino y afines provocan posturas polarizadas bien sea ignorándolos o, por el contrario, incidiendo en ellos de una manera desproporcionada. Es innegable que, si nos centramos en Jesús, su predicación estuvo saturada de compasión, de misericordia y de esperanza. Pero, a la par, también sostuvo que aquellas personas que de alguna manera impedían y resistían este mensaje tendrían que sufrir serias consecuencias.
Un lugar abierto a la reflexión