El Señor Jesús, al comparar a una mujer cananea -que le pedía sanidad para su hija- con los “perrillos” domésticos (Mt. 15:21-28), ha sido frecuentemente malinterpretado a lo largo de la historia. La famosa frase que recoge Mateo (“no está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos”) permite deducir que los perros eran los paganos, mientras que los hijos representaban al pueblo de Israel. En base a esto, algunos exégetas antiguos -como Jerónimo en el siglo V d. C.- dijeron cosas tan hirientes y desafortunadas como que “antes, los judíos eran hijos y los paganos perros; ahora es al revés”. No cabe duda de que tal comentario era el reflejo de una animadversión contra los hebreos. Otros intérpretes de la Escritura, sin embargo, llegaron incluso a negar que tales palabras hubieran salido de la boca del Maestro. ¡Cómo iba el Hijo de Dios a llamar “perra” a una pobre mujer que le pedía humildemente ayuda! Y, si realmente Jesús pronunció esta frase, ¿cuál...
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