La historia de Job es la de un hombre que, ante el eterno problema del mal, se encuentra con las clásicas y fáciles explicaciones en boca de sus amigos: si sufres es porque has pecado. Como estas explicaciones no le convencen, porque su experiencia las desmiente (los buenos sufren muchos males, mientras que a los impíos todo parece irles bien, o para decirlo con palabras de nuestro protagonista: “Dios destruye igual al culpable y al inocente, se ríe de la angustia del inocente”), Job pide explicaciones a Dios. Al final de un desgarrado diálogo, Dios toma la palabra. Pero Dios no responde a las preguntas de Job. El Dios que habla con Job desautoriza a los amigos de Job que pretendían justificar a Dios: no han hablado bien de él. Más aún: da la razón a las protestas de Job. Pero este Dios no ofrece una explicación alternativa al mal. Lo que hace es abrumar a Job mostrándole la belleza de lo creado: el mundo, tal como Dios lo ha hecho, no es absurdo, a pesar del mal. Pero el m...
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