La encarnación es Dios convirtiéndose en humano, no simplemente un hombre haciéndose Dios… Karl Barth La fe, en cuanto tiene su origen y dependencia en una dimensión suprasensible, atemporal y ahistórica, la cual Platón sistematizó en su teoría de las Formas, y cierto cristianismo en el término de “mundo espiritual”, ha carecido siempre de una sustancia más terrenal, ligada al mundo de la vida. Por otro lado, la facticidad entendida como el contexto vital que delimita los márgenes dentro de los cuales los seres humanos habitamos y operamos, y el sustrato que antecede nuestra existencia y mediante el cual estamos en una constante relación dialéctica con la naturaleza, ha sido históricamente mal vista por la fe. Ante esto, ¿no es un contrasentido hablar de la facticidad de la fe ? Si nos remitimos a las interpretaciones dominantes del cristianismo sí lo es. No obstante, la fe cristiana posee una naturaleza fáctica, que se puede rescatar y vislumbrar apelando al Aconteci
A pesar de las cosas malas que existen en el mundo, es innegable que éste está también repleto de belleza e intencionalidad. Desde el brillo centelleante de las estrellas en la Vía Láctea, el abigarrado colorido y movilidad de los arrecifes de coral, el fantasmagórico color de las auroras boreales o las inmensas llanuras pobladas de animales del Serengueti africano, todo nos habla de grandeza, belleza, poder, equilibrio y propósito. Además, la precisión y singularidad de las leyes físicas, las particulares propiedades químicas que hacen posible la vida en millones de formas diferentes y la perfecta interrelación existente entre todos los ecosistemas de la biosfera reflejan que detrás del cosmos existe una mente creadora providencial. Hay que tener el corazón entenebrecido y los razonamientos envanecidos para no verlo, tal como escribía ya el apóstol Pablo hace más de dos milenios. Este es precisamente el primer mensaje de la Biblia que las religiones monoteístas aceptan co