«…porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren» (Evangelio según Juan 4: 23b-24) Ciertamente, hay muy pocas ocasiones en que Jesús hable sobre adoración y esta es sin duda su declaración más contundente al respecto y, me atrevería a decir, casi su palabra final sobre el tema. A diferencia de cómo han cargado las tintas todas las tradiciones cristianas a lo largo de la Historia (de las sacratísimas y, a menudo, onerosas liturgias orientales a los pretenciosos y vacuos «adoradores profesionales» modernos), no deja de llamar la atención lo muy poco que Jesús habló sobre la adoración. Pareciera que casi zanjó el tema en dos o tres sentencias bastante tajantes y jamás volvió a considerarlo. Caso resuelto y pasemos a otra cosa. No deja de ser llamativo que Jesús nunca apelara a que las masas «adoraran a Dios» ni organizara nunca con los suyos, que sepamos, ningún tipo de acto d
Un lugar abierto a la reflexión