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Mostrando entradas de enero, 2024

LA PASTORAL DEL MIEDO. La doctrina del infierno, de Leonardo Boff a Karl Barth | Alfonso Ropero

Hace años que el reputado historiador francés Jean Delumeau , uno de los mejores exponentes de la renovación que supuso la historia de las mentalidades en el último tercio del siglo pasado, escribió una obra dedicada a analizar el papel del miedo en nuestro mundo occidental[1], en la cual desarrolla el concepto de «pastoral del miedo» como una herramienta ambivalente al servicio de la Iglesia para combatir temores y controlar a los creyentes.

'La vida cotidiana de los primeros cristianos' de Fernando Rivas. Reseña| Alfonso Pérez Ranchal

Qué se sabe de... La vida cotidiana de los primeros cristianos , Fernando Rivas, Editorial Verbo Divino, 2011, 250 páginas  El creyente medio que se acerca a la lectura de las Escrituras lo hace desde su propio contexto vital, desde su cultura, desde lo que constituye su vida cotidiana. Es desde aquí que entiende el texto bíblico e intenta extraer ideas y pensamientos que le puedan servir de inspiración y dirección. Lo mismo puede decirse de los ministros dedicados a exponer la Palabra. Si bien es cierto que esto puede ser considerado como algo natural y lógico -nadie puede escapar del tiempo y el lugar en el cual le ha tocado vivir- también lo es que de esta forma tanto el creyente como el ministro dejan de comprender, en buena medida, el contexto primero en el cual fueron dichas y escuchadas estas mismas palabras que después se pusieron por escrito y que forman parte de nuestras Biblias. Hablo de contexto primero a cómo fueron entendidas en medio de su día a día por aquel

¿Qué hacemos con el Antiguo Testamento? | Juan María Tellería

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos. (Hebreos 4, 12a RVR60) Puede parecer tal vez que titulamos esta reflexión de hoy con una pregunta sin demasiado sentido en un medio evangélico, pero no lo es. La experiencia nos ha venido confirmando año tras año de forma bastante tenaz que los treinta y nueve libros de la primera parte de la Biblia constituyen un problema no pequeño para muchos creyentes reflexivos, desde niños y jóvenes de nuestras escuelas dominicales hasta los pastores que han de leer, meditar y estudiar los textos que preparan para la predicación, pasando por tantos miembros de nuestras iglesias a quienes su lectura desconcierta o llega incluso a herir profundamente la sensibilidad en pasajes e historias muy concretas. Por un lado, a nadie se le oculta que el Dios del Antiguo Testamento parece estar muy lejos —y muy por debajo— del Padre Celestial que encontramos en el Nuevo, tanto por su frecuente intrascendencia