Yo mismo salvaré a tus hijos (Isaías 49, 25b BTX) Mientras compartimos con todos nuestros amables lectores esta reflexión, no dejan de venirnos a la mente recuerdos e imágenes de ciertas situaciones que hemos vivido o hemos presenciado y, todo hay que decirlo, nos han hecho daño, moralmente hablando. Rememoramos en primer lugar a aquella señora de edad, creyente convencida y miembro de una pequeña congregación rural de nuestro país, que atravesaba por unos momentos de gran desánimo debido al reciente deceso de su esposo (también creyente) por suicidio, tras un largo proceso de profunda depresión; pero el desaliento de aquella hermana en la fe aún se había acentuado cuando el pastor de su iglesia, joven y recién llegado allí, lo primero que había hecho al saludarla y conocer la situación por la que estaba atravesando fue asegurarle, con gran vehemencia teológica y una salva interminable de versículos bíblicos, que su esposo estaba irremisiblemente condenado por su cobardía y
Un lugar abierto a la reflexión