Los veintisiete escritos que componen el Nuevo Testamento fueron leídos e interpretados por la Iglesia prácticamente desde el mismo momento en que vieron la luz, pues encontró en ellos la culminación de la revelación de Dios en la persona y la obra de Jesucristo, así como el mensaje de salvación que había de ser proclamado al mundo. De este modo, los cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las epístolas paulinas y las universales y el libro del Apocalipsis se convirtieron en centro de interés de eruditos y estudiosos cristianos y pronto comenzaron a emerger corrientes diversas de pensamiento que buscaban su correcta comprensión, así como cuanto tuviera que ver con sus orígenes, autorías y destinatarios, temas no siempre fáciles de dilucidar ya en la propia Antigüedad. Es así como se inició una exégesis del Nuevo Testamento rudimentaria en sus comienzos, si bien apasionante, que persistió a lo largo del tiempo hasta que en la segunda mitad del siglo XVIII dieron comi