Hace ya varios años, el P. Antonio Salas, desgraciadamente ya fallecido, decía en una de sus conferencias en las que yo era asistente, lo siguiente: “Si yo me pusiera a repartir a ustedes caramelos, y quisiera ser justo, debería dar a todos el mismo número de ellos. Algunos, seguramente dirían: no gracias, no quiero. Otros dirían: no gracias, no puedo, por el azúcar. Otros, tomarían los caramelos y se los guardarían en el bolsito, y, probablemente, ahí se quedarían por tiempo indefinido. Otros, en cambio, los tomarían, les quitarían el envoltorio, se los meterían en la boca para degustarlos, saborearlos y disfrutarlos”. Pues bien, creo que esto mismo es lo que ocurre con eso que llamamos Gracia ; demasiadas veces la hemos guardado en nuestros bolsillos y nos hemos olvidado de ella ; y cuando hemos querido saborear el caramelo, el envoltorio estaba tan pegado a él que ya era imposible disfrutar de su sabor. Los reformadores enfatizaron de manera extraordinaria la salvación por
Un lugar abierto a la reflexión