Estos días, inevitablemente, me hallo meditando sobre la cuestión del racismo. No solo el racismo asesino sino el racismo de fondo, de actitudes , que alimenta esos asesinatos. El ser humano, creado a imagen de Dios pero proclive a prestar oído a las tentaciones de la serpiente, somos capaces de bondad sublime y maldad espantosa. Podemos ser extraordinariamente solidarios y altruistas, capaces de sacrificarlo todo, hasta la vida, por los demás. Podemos ser también egoístas, manipuladores y crueles para utilizar a los demás para complacer nuestros propios deseos y aspiraciones. En mi opinión, una de las claves de la bondad de la que somos capaces, es la capacidad de empatía , de ponernos en la piel del otro, imaginarnos en su situación, y sufrir por hacer nuestro el sufrimiento que vive el otro. Para que eso sea posible hace falta imaginación, por supuesto, pero una forma específica de imaginación. La de imaginar que lo que vive y siente el otro, importa. Todos podemo...