En mi entrada anterior en este blog, propuse que la doctrina de inerrancia y perspicuidad de la Biblia bien puede ser cierta, pero que a todos los efectos prácticos, es sin embargo inútil. Son innumerables, al fin y al cabo, las convicciones diferentes y contradictorias que sostenemos la multitud de personas que leemos la Biblia. No todo puede ser cierto a la vez, y por tanto se constata que el error es posible aunque se lea la Biblia. Llevo toda la vida —por lo menos todo mi medio siglo en el ministerio cristiano— insistiendo que la Biblia en sí es perfecta, que es una guía infalible en el sentido de que si la empleamos correctamente, no equivocaremos el camino. He dedicado estas cinco décadas a estudiar la Biblia, aprender a sentirme cómodo con las lenguas en que primero se escribió, y predicar, enseñar en clase y escribir en libros, lo que yo entiendo que son interpretaciones correctas de lo que «dice» la Biblia.