Descartando que la actual pandemia del Covid-19 sea un castigo divino por nuestras muchas maldades, no me parece del todo sabio ignorar la transcendencia de lo que estamos viviendo estos días y el mensaje que nos llega de más allá de nuestro campo de visión. Tampoco podemos encausar a Dios por su silencio y su no intervención en nuestro socorro. No podemos hacerlo porque entonces perderíamos la perspectiva y no aprenderíamos nada. Dios, por decirlo en términos humanos, está tan afectado, o más, por esta pandemia que nosotros mismos, pues la sufre en la vida de aquellos que ama y en su mismo carácter de providente y sustentador de cuando existe. Más aún, el sufrimiento de Dios es anterior, viene de largo. Lo que estamos pasando no es un castigo de Dios, pero tampoco accidente de la vida , algo que ha ocurrido como por azar. La actual pandemia obedece a causas naturales alteradas en las que la mano del hombre es el único responsable y convicto de juicio. No el virus en sí mismo...