A pesar de las cosas malas que existen en el mundo, es innegable que éste está también repleto de belleza e intencionalidad. Desde el brillo centelleante de las estrellas en la Vía Láctea, el abigarrado colorido y movilidad de los arrecifes de coral, el fantasmagórico color de las auroras boreales o las inmensas llanuras pobladas de animales del Serengueti africano, todo nos habla de grandeza, belleza, poder, equilibrio y propósito. Además, la precisión y singularidad de las leyes físicas, las particulares propiedades químicas que hacen posible la vida en millones de formas diferentes y la perfecta interrelación existente entre todos los ecosistemas de la biosfera reflejan que detrás del cosmos existe una mente creadora providencial. Hay que tener el corazón entenebrecido y los razonamientos envanecidos para no verlo, tal como escribía ya el apóstol Pablo hace más de dos milenios. Este es precisamente el primer mensaje de la Biblia que las religiones monoteístas acepta...
Un lugar abierto a la reflexión