¿Matar a Dios? La pregunta suena a algo absurdo entendida en su sentido más literal, sobre todo si se plantea en un entorno de creyentes monoteístas, ya sean cristianos, judíos o musulmanes. Carece de lógica pretender asociar la idea de la muerte con el Dios Eterno, el único ontológicamente inmortal (1 Tm. 6:16). Sin embargo, durante siglos se ha designado paradójicamente a los judíos en medios cristianos como “el pueblo deicida”, vale decir, “el pueblo que mató a Dios”, en relación con la crucifixión de Cristo, proporcionando así un buen subterfugio ideológico al antisemitismo europeo. Y por no cansar al amable lector, solo añadimos la célebre declaración del filósofo alemán Nietzsche “Dios ha muerto. Nosotros lo hemos matado”, basada en el aforismo 125 de su obra La gaya ciencia , y que tantas interpretaciones ha tenido desde que se escribiera, muy alejadas en ocasiones de su significado y su propósito originales.
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