El caso de Beth Moore[1]
me ha traído a la memoria un libro que leí hace un tiempo, donde apuntaba a un
mal incipiente en las iglesias y que hoy es celebrado y compartido por la
mayoría blanca evangélica estadounidense y sus homólogos en Latinoamérica: la
versión fundamentalista de un nacionalismo cristiano de corte derechista.
En 2005 Gregory A. Boyd publicó un libro polémico: The Myth of a Christian Nation: How the Quest for Political
Power Is Destroying the Church (El
mito de una nación cristiana: cómo la búsqueda del poder político está
destruyendo la Iglesia). Lo que Boyd denunciaba en esta obra es hoy una
realidad alarmante. Boyd es un tipo interesante, uno de esos líderes evangélicos
que, por su peculiar forma de ser y predicar el evangelio, alcanzan fama
internacional: pastorean una gran iglesia; escriben libros, que se traducen a
varios idiomas; dan conferencias y ofrecen retiros en mil y un lugar…, hasta
que un día se topan con algo,
cualquier cosa, en este caso con la política. Precisamente por ser famoso,
popular, atraer multitudes, multitudes que, debidamente aleccionadas, pueden
hacer que, con su voto, gane un candidato u otro. En 2004 fueron las elecciones
presidenciales de Estados Unidos. En ellas se enfrentaron George W. Bush, por
el partido Republicano, y John F. Kerry, por el Demócrata.
Como Bush Jr., no era precisamente un
candidato sobrado de carisma, pero sí hijo de su padre, sus organizadores de
campaña se dedicaron a pescar votos en las iglesias evangélicas, no muy
exigentes en cuestiones de justicia social, política internacional y derechos
humanos (el único derecho del humano pecador es el infierno). Por este motivo
acudieron a Gregory Boyd; tenía que movilizarse, le dijeron muy cortésmente, a
favor del candidato republicano, ya que representaba los valores y los
principios de los cristianos blancos estadounidenses. Boyd se rascó cabeza, no
era un palurdo inculto, había estudiado en Yale y Princeton, y esto le daba
derecho a exigir un tiempo de reflexión para evaluar la proposición. Parece que
los chicos de Bush fueron un poco más allá de la sugerencia y le presionaron un
poquito para que se decidiera a respaldar a su candidato, él y su iglesia.
Gregory A. Boyd
Gregory Boyd no se inmutó; echó mano de sus libros de historia colonial y
política y, como licenciado en Filosofía y doctor en Teología, amén de pastor
principal de su iglesia, se propuso ilustrar a sus miembros sobre todos esos
temas a los que los cristianos blancos estadounidenses llevaban décadas
dándoles vuelta, como el hecho de ser una nación elegida por Dios para llevar a
una cabo una misión cristiana y liberadora entre todas las naciones
insuficientemente democráticas e ignorantes del Dios de la Biblia, el de los
Diez Mandamientos, del Juicio Final y del Castigo Eterno. Así es como comenzó a
predicar a su iglesia una serie de sermones que creyó necesarios para ilustrar
a su rebaño sobre la manera de ejercer el voto de manera inteligente y
responsable a la luz de las Escrituras y de la historia reciente.
La mayoría de los evangélicos apoyaron
públicamente a George W. Bush y terminaron desempeñando un papel importante en
su reelección, pero Gregory A. Boyd había elegido otro camino, que no tenía
nada que ver con los postulados de la derecha. Por eso, en lugar de respaldar a
Bush como presidente, pidió a sus fieles que adoptaran un enfoque más humilde
hacia esa política triunfalista y supremacista del llamado “nacionalismo
cristiano”, “una nación bajo Dios”, etc., instándoles a tener cuidado de no
alinearse con ninguna ideología política en particular, sino a centrarse en
seguir a Jesús y encarnar los valores que él enseñó.
Boyd narra en su libro The Myth of a Christian Nation, las consecuencias de su toma de
postura y argumenta los motivos de su oposición a la política derechista,
supuestamente basada en valores cristianos. Muchos miembros de su iglesia,
domingo tras domingo, conforme Boyd predicaba sobre estas cuestiones, comenzaron
a abandonar la iglesia por motivos de conciencia y por sentirse ofendidos en lo
que entendían como una ataque a sus convicciones políticas y patrióticas.
Otros, los que quedaron, lloraron literalmente de gratitud confesando que
siempre se habían sentido como extraños en la comunidad evangélica por no seguir
los pasos de la mayoría políticamente conservadora. Algunos contaron que, como
resultado de los mensajes del pastor Boyd, sus ojos se abrieron y se dieron
cuenta de cómo la agenta política y nacional había oscurecido su visión de la
belleza del reino de Dios.
“Creo —escribe Boyd‑ que un significativo
sector de evangélicos estadounidenses es culpable de idolatría política y
nacionalista. Pienso que los evangélicos han confundido el reino de Dios con
una versión propia del reino de este mundo hasta un grado terrorífico […] Creo
que muchos evangélicos estadounidenses han permitido que nuestra comprensión
del reino de Dios esté manchada con agendas, temas y tendencias políticas”[2].
Y lo más fuerte para el orgullo de los
evangélicos patriotas a quienes se ha enseñado a pensar que Dios es el
fundamento de la nación desde sus primeros inicios, se sintieron
desagradablemente descontentos cuando el pastor Boyd se alejaba de la visión
dorada la Biblia patriótica americana[3].
Para Boyd, América no es en este momento, ni nunca lo ha sido, una nación
cristiana. “El mito de América como una nación cristiana, con la iglesia como
su guardián, ha sido, y continúa siéndolo, perjudicial tanto para la iglesia
como para el progreso del Reino de Dios”[4].
La religión siempre ha jugado un papel muy
importante en Estados Unidos, pero después del 11-S, el lenguaje religioso ha
pasado a ocupar un primer plano intensificándose el mito de ser una nación
cristiana, como hace ver Burton L. Mack, profesor de
cristianismo primitivo Claremont School of Theology[5].
En
este ambiente se entiende la popularidad de Donad Trump entre el
conservadurismo evangélico. Auténtico héroe de la Religious
Right, que cada día da más miedo a más gente[6]. ¿Cómo
un libertino, que carece incluso del conocimiento más básico de la fe
cristiana, gana el 81 por ciento del voto evangélico blanco en 2016? ¿Y por qué
los evangélicos blancos se han convertido en los partidarios más acérrimos de
un réprobo presidencial? A esta cuestión trata de responder en su reciente y
demoledora obra la profesora de Calvin University, Kristin Kobes Du Mez: Jesús
y John Wayne. Cómo los evangélicos blancos han corrompido la fe y fracturado la
nación[7]. En
ella documenta el trabajo de zapa de algunos líderes evangélicos
estadounidenses que a lo largo de las últimas décadas han ido reemplazar el
Jesús de los Evangelios por un ídolo de masculinidad fuerte y nacionalismo
cristiano, o en palabras de un capellán moderno, "un rudo
espiritual". Como explica Du Mez, la clave para comprender esta
transformación es reconocer el papel de la cultura popular dentro del
evangelicalismo estadounidense moderno, al tiempo que los líderes evangélicos
conservadores han ido promocionado los valores autoritarios y patriarcales
reflejados en su representante más notorio: Donal Trump. Es lo que abiertamente
defiende Todd R. Gould en su obra John Wayne,
Jesus Christ and Other Faded Icons.
Sus fines son sencillos y directos: “Este libro trata
sobre los hombres, la hombría y la masculinidad. No tiene la intención de ser blando
(slight)
con las mujeres. Hoy, la masculinidad tiene mala reputación. Las fuerzas que
han tenido éxito en la destrucción de la familia se están movilizando ahora
contra los cimientos de la hombría. Mi propósito es hacer que los hombres
regresen a una comprensión bíblica tradicional de su papel como protector,
proveedor y patriarca del hogar en obediencia
al mandato de Pablo de "actuar como hombres, ser fuertes" (“portaos varonilmente, y esforzaos”, 1 Corintios 16:13)”[8].
Es alarmante observar
cómo se utiliza y manipula la Biblia con fines partidistas, y lo que es más
grave, como herramienta para fomentar un discurso de odio que deja al
cristianismo muy mal parado. La incultura bíblica se une aquí a los prejuicios
patriarcales, xenófobos y raciales que durante siglos se han resistido a ser
regenerados por el mensaje de gracia y libertad introducido por el cristianismo
en el mundo. Si el apóstol Pablo hablaba de una nueva creación, ante la cual se
derribaban todos los muros, vallas y fronteras creados por el egoísmo y la
particularidad nacionalista (cf. Ef 2:14; Col 1:20), hoy vemos que el
evangelicalismo se está convirtiendo en una fuerza más de esas posturas
retrógradas y divisorias que impiden avanzar hacia una auténtica fraternidad
universal que el cristianismo siempre propuso. Es evidente que el reino de
Cristo no es de este mundo y que sus iglesias le han enmendado la plana compitiendo
políticamente para ser contados entre los poderosos de las tribus, reinos y
naciones de este mundo. Los cristianos, como dice Gregory Boyd, deben una lealtad total al Reino de Dios y
deben rechazar los métodos y medios coercitivos, violentos e injustos
utilizados por los reinos del mundo. Los cristianos no están libres de ser involucrados
de una manera u otra en la esfera política, pero no deben usarla como un medio
para transformar una sociedad, cuya mano necesita de una mano experta y
misericordiosa que opere esa radical cirugía del cambio de un corazón de piedra
por un corazón de carne (Ez 36:26).
Este es un tema que requiere un tratamiento largo y externo, pero baste esta nota para reflexionar seriamente sobre el mismo, los interesados pueden consultar la bibliografía. El futuro del cristianismo está en juego.
Notas:
[2] Boyd, The Myth of a Christian Nation, p. 11.
[3] Richard G. Lee, ed., The American
Patriot´s Bible. The Word of God and the Shaping of America. Thomas
Nelson, Nashville 2007.
[4] Boyd, The Myth of a Christian Nation, p. 13.
[5] Burton L. Mack, Myth and the Christian Nation. Routledge, 2014. Cf. Steven K. Green, Inventing a Christian America. The Myth of the Religious Founding. Oxford University Press 2017.
[6] Katherine Stewart, The Power Worshippers: Inside the Dangerous Rise of Religious Nationalism (Bloomsbury Publishing, 2020); Sarah Posner, Unholy: Why White Evangelicals Worship at the Altar of Donald Trump (Random House, Nashville 2020); Tony Keddie, Republican Jesus: How the Right Has Rewritten the Gospels (University of California Press 2020); Chris Hedges, American Fascists: The Christian Right and the War on America (Free Press, 2008); Anthea Butler, White Evangelical Racism: The Politics of Morality in America (University of North Carolina Press 2021).
[7] Kristin Kobes Du Mez, Jesus and John Wayne: How White
Evangelicals Corrupted a Faith and Fractured a Nation. Liveright Publishing Corporation 2020
[8] Todd R. Gould, John Wayne, Jesus Christ and Other Faded Icons. Todd Gould 2019.
Bibliografía:
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Jacques Berlinerblau, Thump It. The use and abuse of the Biblie in Today´s Presidential Politics. Westminster John Knox Press, Louisville 2008.
George A. Boyd, The Myth of a Christian Nation: How the Quest for Political Power Is Destroying the Church. Zoondervan, Grand Rapids 2005.
Charles Colson, God and Goverment. An inside view on the Boudaires beteween Faith & Politics. Zondervan, Grand Rapids 2007.
Michelle Goldberg, Kingdom Coming: The Rise of Christian Nationalism. W.W. Norton & Company, 2007.
Philip Gorski, American Covenant: A History of Civil Religion from the Puritans to the Present. Princeton University Press, 2019.
Steven K. Green, Inventing a Christian America. The Myth of the Religious Founding. Oxford University Press 2017.
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Kristin Kobes Du Mez, Jesus and John Wayne: How White Evangelicals Corrupted a Faith and Fractured a Nation. Liveright Publishing Corporation 2020.
Kevin M. Kruse, One Nation Under God: How Corporate America Invented Christian America. Basic Books, 2016.
Burton L. Mack, Myth and the Christian Nation. Routledge, 2014,
Sarah Posner, Unholy: Why White Evangelicals Worship at the Altar of Donald Trump. Random House, Nashville 2020.
Corwin E. Smidt, ed., In God we Trust. Religon and American Political Life. Baker Academic, Grand Rapids 2002.
Katherine Stewart, The Power Worshippers: Inside the Dangerous Rise of Religious Nationalism. Bloomsbury Publishing, 2020.
Andrew Whitehead Samuel y L. Perry, Taking America Back for God: Christian Nationalism in the United States. Oxford University Press, Marzo 2020.
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Alfonso Ropero, historiador y teólogo, es doctor en Filosofía (Sant Alcuin University College, Oxford Term, Inglaterra) y máster en Teología por el CEIBI. Es autor de, entre otros libros, Filosofía y cristianismo; Introducción a la filosofía; Historia general del cristianismo (con John Fletcher); Mártires y perseguidores y La vida del cristiano centrada en Cristo.
Gregoy Boyd ha sido un autor que me ha ilustrado bastante con sus libros, y al que en conciencia, no estoy de acuerdo en incluir, como muchos lo hacen, entre los exponentes del teísmo abierto. No estoy en todo de acuerdo con él, pero le debo, sin embargo, el haberme permitido comprender y conciliar temas teológicos bíblicos pastoralmente difíciles, relacionados con la apologética y el problema del mal, desde posturas heterodoxas contrarias al establishment evangélico norteamericano, en el que he ido abandonando cada vez a quienes en otro tiempo consideré referentes, justamente por lo que usted denuncia muy acertadamente aquí Dr. Ropero y con lo cual me identifico, así como aplaudo la decisión de Beth Moore y me solidarizo con ella. Lo que está sucediendo en Estados Unidos me hace recordar cada vez más lo sucedido en la Alemania nazi con los cristianos alemanes.
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