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¿Cómo afecta a las mujeres la teología de la prosperidad de algunas iglesias evangélicas? - Por Sharo Rosales

 


Se debe entender la vida cotidiana de las mujeres desde una sociedad que promueve la desigualdad. Se espera de las mujeres carencia y, en nombre de la bondad o ser buena mujer, se les ha enseñado, desde pequeñas, a servir sin pago alguno, perdonar cualquier agravio, someterse, apoyar los intereses ajenos en nombre de la solidaridad, ser dadivosas, renunciar a aquello que por justicia les pertenece y, cuando acuñan algún dinero, muchas entienden que Dios las prospera para darles a otros.

Estos comportamientos socialmente esperados en las mujeres y que representan obstáculos muy poderosos para su sano desarrollo se replican y refuerzan en las iglesias; comportamientos anclados en “imaginarios religiosos de género”.

Pero ¿qué son? Los imaginarios religiosos de género son representaciones sociales que están en el inconsciente colectivo hablándonos de aquella construcción, de características que se ha asignado a mujeres y hombres ya no solo en función de su sexo, sino en nombre de la voluntad de Dios. Estos imaginarios religiosos dictan cuál es la supuesta voluntad de Dios para la actuación de las mujeres en el mundo: un lugar de sometimiento, obediencia, sacrificio y renuncia.

Dicho esto, la realidad de las mujeres es desventajosa, entre otras muchas razones porque:

- Las tierras habitables en el mundo no les pertenecen ni están a su nombre.

- No son sujetas de créditos por carecer de garantías hipotecarias o constancias de sueldos fijos.

- Su acceso al estudio es menor en relación con el de los hombres.

- Sufren acoso sexual por parte de docentes y compañeros en su proceso de desarrollo educativo y académico.

- Son calificadas con mayor rigurosidad (y descalificadas con más facilidad).

- En el hogar, se les recarga con el cuido y educación de hijos e hijas y, en ocasiones, tienen personas mayores o enfermas (o hasta dependientes) que cuidar.

- Mujeres jefas de hogar trabajan en su mayoría en el sector informal, sin garantías laborales ni pensión, endosando la maternidad, donde pocas de ellas gozan de pensión del padre de hijos e hijas.

- Reciben sueldos menores por realizar las mismas funciones que sus compañeros hombres.

Muchos de los relatos de mujeres miembros de iglesias que viven bajo el paradigma teológico de la prosperidad, describen el uso de la fe en sus congregaciones y muchas son formas para explotarlas económicamente. La culpa para las mujeres es un sentimiento muy conocido, al compararse a diario con los estándares idealizados de bondad y perfección que se espera de ellas.



La violencia experimentada por muchas mujeres feligresas, cuyo único deseo es agradar a Dios, es alta, pero desapercibida, al estar camuflada de bondad.

Una mujer, en una congregación de Alajuela, me contó: “En la iglesia, nos dieron un dinero semilla a un grupo de mujeres que no teníamos plata que dar. Teníamos que pensar en la forma de invertirlo y multiplicarlo para poder sembrar las ganancias en la iglesia y, así, dejarnos el préstamo inicial para seguirlo multiplicando… Algunas hicieron repostería para vender en su barrio, otras hicieron manualidades… Cada quien según para lo que era buena, y les fue bien… Pero recuerdo a una hermana que tenía mucha necesidad y se gastó el dinero y nunca más pudo volver a la iglesia”.

Hacer uso de fe para explotar económicamente a las personas es muy perverso y no reconocer la necesidad del prójimo y aprovecharse de ella…, peor. Así, fácilmente, las mujeres aceptan cargar con una culpa más en la iglesia: no tener prosperidad por estar mal por falta de fe.

La recitación insistente en los estudios bíblicos del relato de la viuda pobre (Marcos 12:41-44), que de su pobreza dio todo lo que tenía sin pensar en ella o en las necesidades que tendría mañana o ese mismo día, ha sido utilizado como un ejemplo de comportamiento esperado de las mujeres de fe. Esta es una pobre lectura del pasaje que exalta solamente el sacrificio de la mujer, ignorando la manera en que Jesús está visibilizando en un mundo androcéntrico a una mujer que, además, es una viuda pobre… Jesús le otorga protagonismo particular comparado con los hombres poderosos y ricos, así que el estrellato de esta historia se lo lleva (en palabras de Violeta Rocha) “una mujer, viuda y pobre, tres dimensiones de opresión” (1), pero que igualmente es una mujer atrevida que se está moviendo en un espacio público que estaba destinado a ser ocupado por hombres.

Como dato importante, las mujeres son quienes conforman el grueso de las congregaciones pentecostales y, a pesar de ello, no les ofrecen ninguna herramienta de empoderamiento, suelen trabajar de manera gratuita en ellas y son disminuidas y encasilladas en los roles tradicionales de género.



Tolerar este tipo de control encubre otros problemas que se ven reflejados en distintas áreas, desatando consecuencias como:

·        -  Se da poca importancia a la deficiente formación bíblica y teológica de sus líderes, en el tanto tengan “unción” (que, a veces, no resulta en más que una gran capacidad de manipulación).

·         - Carencia de diálogo teológico abierto sobre cualquier tema doctrinal que afecte el poder y el negocio.

·      -    Asociar estar mal con maldición o con ser mala persona y asociar estar bien económicamente con santidad y, por esta razón, a estos traficantes de la fe no les da pena brillar con artículos ostentosos o de poder.

·       -   Sentir culpa por no ser beneficiario del favor de Dios por falta de fe.

·      -    Negación de la realidad, confesando cosas que son ajenas a la misma (“estoy sano”).

·      -    Pensamiento mágico de disparate absoluto que mantiene la inmadurez espiritual a los creyentes, pues aparte de la violencia y abuso económico a los que están sujetos, les están engañando ofreciendo castillos en el aire que nunca se van a concretar, con promesas o con culpa.

·      -    Los estándares de éxito cristiano ya no son los valores del Reino, sino la plata. “Estos líderes religiosos predican una teología que refuerza pragmáticamente las propuestas básicas de una economía de consumo y, con ella, justifican bíblicamente el consumismo y el goce pleno y egoísta de los bienes terrenales” (2).

·      -    Los valores imperantes de estas iglesias son la rentabilidad para ellas y la promesa de inmediatez para los seguidores ingenuos que buscan soluciones mágicas a sus necesidades.

·      -    Cada actividad debe contribuir al lucro sustentado (todo se cobra: retiros, manuales, capacitaciones para poder servir gratis, prédicas grabadas, entre otros). Se validan a sí mismo para hacer otros negocios lucrativos dentro de las iglesias. “Estos líderes religiosos (…) producen bienes, como corbatas ungidas para la buena suerte, agua bendita para sanidad, pulseras del pacto, entre otros productos religiosos con poderes mágicos” (3).

Como bien dicen el padre jesuita Antonio Spadaro y Marcelo Figueroa: “El peligro de esta forma de antropocentrismo religioso, que pone en el centro al hombre y su bienestar, es el de transformar a Dios en un poder a nuestro servicio, a la iglesia en un supermercado de la fe y la religión en un fenómeno utilitarista y eminentemente sensacionalista y pragmático” (4).

Al final, de lo único que se trata es de una iglesia acomodada para gente acomodada, donde los pobres solo tienen lugar para servir. Al final de cuentas, ¿qué es la teología de la prosperidad sino poder?

 

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1)   Violeta Rocha. “Una ofrenda que amenaza la vida: Entregar la vida en el mundo religioso”, en Género y religión: Sospechas y aportes para la reflexión. San José: Editorial SEBILA, 2009, 91.

(2)   Segura, “Imperios religiosos ticos”.

(3)   Ibid.

(4)   Spadaro y Figueroa, “Teología de la prosperidad: el peligro de un ‘evangelio diferente’


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Sharo Rosales es gestora en desarrollo organizacional y Consultora de Género. Comunicadora de formación, con estudios en Defensa internacional de Derechos Humanos y en Derechos Humanos de las Mujeres. Desde 1992 participa en organizaciones basadas en la fe y en diversas iglesias en Costa Rica, Panamá, Honduras, Bolivia, Perú, México, Puerto Rico, República Dominicana, Chile y New York. Activista por los Derechos Humanos de la Mujeres. Directora de Rosarce Consultoría Empresarial. Presidenta de la ASBL, Universidad Bíblica Latinoamericana. Miembro del Observatorio centroamericano de medios de comunicación y género, GEMA.

 

 


Comentarios

  1. Me parece que victimiza a la mujer donde no lo es, todo lo que supone en un inicio son ideales generales para todos en las iglesias, cito: "servir sin pago alguno, perdonar cualquier agravio, someterse, apoyar los intereses ajenos en nombre de la solidaridad, ser dadivosos, renunciar a aquello que por justicia les pertenece y, cuando acuñan algún dinero, muchas entienden que Dios las prospera para darles a otros." ¿Acaso no son estos los paradigmas cristianos en la mayoría de iglesias? al menos donde yo he crecido si lo son... esto no implica que esté correcto o que sea justo, comparto el abuso y el "reino" de muchos pastores y organizaciones que se lucran de la fe. Pero reducir esto a patriarcado y cuestión de genero me parece que es reducir una problemática general para hacer victima a solo un sector. Reduccionista.

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