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La Biblia y sus dificultades. ¿Podemos confiar en la veracidad de las Escrituras? - Por Alfonso Ropero




El que más y el que menos, pronto en su lectura de la Biblia se topó con pasajes “duros”, hard, como dicen los ingleses, difíciles de entender, a veces casi contradictorios. Esta ha sido y es una experiencia inquietante de los cristianos de todas las latitudes y convicciones y de todos los tiempos. Si a alguien no le ha ocurrido, el tal es un bendito de Dios. Por Orígenes sabemos que en su día muchos perdían la fe en los evangelios, como si no fuesen verdaderos ni escritos inspirados debido a las discrepancias que encontraban entre el Evangelio de Juan y los Sinópticos[1]. Justino en su diálogo con el judío Trifón nos cuenta que este pretendía ponerle en un aprieto al propósito de las contradicciones de la Biblia, a las que Justino solo podía responder:
  

Jamás me atreveré a pensar, ni a decir que las Escrituras presentan contradicciones entre sí; y si alguna Escritura me pareciera tal, más bien confesaré que no entiendo su significado y trataré de convencer a todos aquellos que sospechan que en las Escrituras existen contradicciones, que adopten mi forma de pensar[2].

A lo que añade Ireneo:
Si no podemos encontrar una solución a todas las dificultades que aparecen en la Biblia, sería la más grande impiedad tratar de hallar un Dios distinto del que es. Deberíamos confiar tales cosas a Dios que nos ha hecho, reconociendo que las Escrituras son perfectas por haber sido pronunciadas por la Palabra de Dios y por su Espíritu[3].


Busto de Domingo de Baltanás y Mexía

 Porque las discrepancias, aparentes o reales, se dan en el texto bíblico en todos los períodos de la historia de la Iglesia los escrituristas mejor informados han dedicado un gran esfuerzo a clarificar esas diferencias. En España tenemos un memorable precedente en el dominico Domingo de Baltanás y Mexía, nacido en Villanueva del Arzobispo, por amor a mis amigos jienenses lo especifico, en el año 1488 y muerto en Alcalá de los Gazules (Cádiz) en 1560. Fue rector de la Universidad de Sevilla y un gran amante de la Biblia, animado por un espíritu muy semejante a los «luteranos» sevillanos, según Marcel Bataillon[4], lo que le causó problemas con la Inquisición. Esta le abrió un proceso en su contra por haber criticado la labor pastoral de los obispos a los que consideraba alejados de su rebaño, defensa de los conversos, propagación de la comunión frecuente y publicación en lengua vulgar de textos religiosos, sobre todo, referidos a la Biblia[5]. Pues, bien, Domingo de Baltanás publicó una erudita Concordancias de muchos pasos difíciles de la divina historia (Sevilla 1556); y unos años después, el humanista y teólogo Pedro López de Montoya (1542-c.1569), De Concordia Sacrarum Escripturarum (Madrid 1600).

Del campo protestante podemos citar la voluminosa obra del teólogo luterano Michael Walther der Ältere (1593-1662), Harmonia Biblica sive Conciliatio lecorum Veteris & Novi Testamenti apparenter sibi contradicentium (Estraburgo 1620), de más de 1 200 páginas; y la de Joannes Thaddaeus, S. S. Scriptura, à se nec diversa, sibi nec adversa: hoc est, Conciliatiorium Biblicum (Amsterdan 1633).

La existencia de estos y otros muchos libros similares, muestran las dificultades que el texto bíblico puede ofrecer al lector por más fiel que sea a la autoridad de la Escritura, y libre de intoxicaciones liberales, o racionalistas. Una de las obras más recientes en el campo evangélico, y quizás más completo, sea el escrito por Walter C. Kaiser, Peter H. Davids, F.F. Bruce y Manfred T. Brauch, Dichos duros de la Biblia[6] (800 páginas), toda una enciclopedia y comentario explicativo de todos y cada uno de los libros de la Biblia, deteniéndose en los aspectos y versículos más problemáticos. Sin olvidar otras dos obras que siguen siendo de utilidad en nuestros días. En primer lugar, me refiero a Examen de aparentes discrepancias bíblicas, escrita por John W. Haley (1834-1927)[7], pastor congregacionalista y profesor de lenguas bíblicas en Andover Theological Seminary. Esta obra fue traducida al español, adaptada y ampliada por Santiago Escuain[8].
Ningún estudioso sincero e inteligente —escribe Haley— de las Escrituras negará que en ella aparecen numerosas “discrepancias”, esto es, afirmaciones que, tomadas a primera vista, entran no infrecuentemente en conflicto entre sí. Este hecho ha sido reconocido, en mayor o menor grado, por eruditos cristianos en todas las edades[9].

Admite, y no está solo, que las aparentes contradicciones bíblicas son numerosas, hasta que el punto que, como decía Charles Hodge, «se precisaría no de un volumen, sino de varios para considerar todos los casos de pretendidas discrepancias»[10]. El problema es serio, pues si pudiera descubrirse que existen verdaderas contradicciones en la Biblia, habría que decir que esta no proviene de Dios, lo cual nos obligaría a revisar nuestra doctrina sobre la Biblia divinamente inspirada.
«Naturalmente, sería inútil pretender que los escritores sagrados eran infalibles, si de hecho erraran. Nuestra postura acerca de la inspiración tiene que quedar determinada por el fenómeno de la Biblia además de por sus declaraciones didácticas»[11].

 

Ante una cuestión tan seria como esta, que pone en peligro todo el edificio de la fe, ciertamente tenemos que ponernos en guardia contra esa manera de pensar que dice que si nosotros no podemos dar solución a ciertas dificultades, las tales son por ello mismo irresolubles.
Esta deducción, a la que son especialmente susceptible ciertos temperamentos, huele demasiado a autosuficiencia y a dogmatismo, y resulta totalmente repugnante al espíritu de la verdadera erudición. Como en todos los departamentos de crítica sacra, también en el tratamiento de las discrepancias se precisa de una reverente e inamovible exhaustividad y fidelidad[12].


La otra obra a tener en cuenta es la Enciclopedia de dificultades bíblicas de Gleason L. Archer (1916–2004)[13], pastor presbiteriano con una excelente formación lingüista, dominaba unos 30 idiomas entre antiguos y modernos (yo mismo tuve correspondencia con él en español). Estudió en la Universidad de Harvard y en el Seminario Teológico de Princeton. Fue Profesor de Idiomas Bíblicos en el Seminario Teológico de Fuller; y del Antiguo Testamento y Lenguas Semíticas en Trinity Evangelical Divinity School. Fue Miembro del Concilio Internacional de Inerrancia Bíblica, y como tal un firme defensor de las Escrituras, infalibles e inerrantes. El enfoque su obra es lingüístico y cultural, y como es natural, admite que algunas respuestas que apunta se ofrecen como soluciones plausibles, no definitivas, porque todavía “sabemos y conocemos en parte”. El profesor Alvah Hovey, hacía notar en la introducción de la mencionada obra de Haley, que la cuestión de las discrepancias de la Biblia es un cuestión de interpretación y difícilmente se puede esperar que dos personas estén de acuerdo siempre en el método o manera de reconciliar afirmaciones que parecen ser contradictorias[14].

El problema con las obras mencionadas, importantes como son, es que se limitan a las dificultades que presenta el texto bíblico mismo, tratando únicamente las afirmaciones que parecen entrar en conflicto con otras. Los casos en los que la Biblia, confiesa Haley, parece estar en contradicción con la historia secular y con la ciencia lo he dejado para personas más capaces[15]. Esto lo decía hace 150 años, precisamente el tiempo que coincide como la mayor revolución y avance del conocimiento histórico y científico, que ha puesto seriamente a la Biblia contra las cuerdas. Afortunadamente se están escribiendo obras muy importantes al respecto, aunque fuera del campo evangélico, pues, una vez más, la inerrancia se introduce en el debate y lo vicia desde el principio, con prevenciones y amonestaciones que no facilitan la tarea, ni aportan ninguna solución factual.

Tengamos cuidado con la manera de tratar los aparentes errores en la Biblia, advierte el profesor Matthew Leighton: «Quienes limitan la inerrancia hacen que la Biblia diga menos de lo que Dios quiso decir por medio de ella, restando autoridad a algunas o muchas de sus enseñanzas»[16]. Pero lo mismo se puede decir en sentido contrario: Quienes limitan la Biblia mediante la inerrancia hacen que la Biblia diga menos de lo que Dios quiso decir por medio de ella, y encima la meten en un callejón sin salida. Estamos plenamente de acuerdo con Kevin Vanhoozer cuando dice que «la Palabra de Dios es plenamente fiable; sus intérpretes humanos, no tanto». En este punto nos viene bien un toque de humildad y un sano ejercicio de dudar de nuestras preconcepciones y seguridades tradicionales.






¿Podemos todavía creer en la Biblia?


La imagen que la ciencia nos ofrece del mundo hace muy difícil conciliarla con las que nos presentan los autores bíblicos; por otra parte, la crítica bíblica, las diversas búsquedas del Jesús histórico, el estudio de las fuentes y tantos otros avances que se dan en las ciencias bíblicas nos sumen en problemas difíciles de resolver si no es de la mano de especialistas en disciplinas correspondientes; serios y responsables ante lo que está en juego.

La apelación a la inerrancia como si fuera una panacea para los temas en discusión, por sí misma no soluciona nada, no resuelva las dificultades, sino más bien parece una coartada para demonizar las cuestiones críticas, tildadas de infieles y erróneas. Toda persona honrada que quiera mantener la importancia de la Biblia para la Iglesia sin renunciar a su confianza de que es confiable y verídica en lo dice no puede dar la espalda a los estudios críticos modernos; al contrario, será el primero en estudiarlos y, desde ellos realizar un examen detallado de la crítica y fenomenología de la revelación, a fin de poder desarrollar una doctrina adecuada con los hechos.

Eso es lo que más o menos trató de hacer en su obra Craig L. Blomberg, profesor de Nuevo Testamento en Denver Seminary y autor de Jesus and the Gospels, and The Historical Reliability of the Gospels, en su obra Can We Still Believe the Bible?[17] Blomberg es un escriturista de una pieza, muy preparado para abordar esta cuestión, tanto por su formación académica como por su experiencia personal, sobre la cual nos cuenta este detalle:

Me crie en una rama bastante liberal de la antigua Iglesia Luterana en América, antes de la fusión que creó la actual ELCA. Recuerdo muy bien que me quedé muy desconcertado en la clase de confirmación cuando me enseñaron/mostraron cómo los relatos sinópticos de la Última Cena se contradecían entre sí como una ilustración de cómo nuestra doctrina de las Escrituras debe centrarse en los puntos principales y los pensamientos básicos del texto, pero permitiendo las contradicciones en los detalles. Incluso en la escuela secundaria, me parecía que había formas plausibles de combinar los textos en un todo armonioso y ver cada uno como un extracto parcial de una narración más amplia, pero nuestro pastor no aceptaba esa opción.
En la universidad, en una escuela de ELCA, los cinco profesores de nuestro departamento de religión eran ministros luteranos ordenados, pero ninguno de ellos creía que Jesús dijera o hiciera más que una minoría significativa de las cosas que se le atribuyen en los evangelios canónicos[18].

Sabiendo del tipo de enseñanza impartida en Trinity Evangelical Divinity School, más en la línea que él esperaba encontrar respecto a la Biblia sin prejuicio del rigor académico, decidió ingresar en ese seminario. La decisión no pudo ser más acertada, fue para él una época maravillosa en la que encontró muchas más respuestas creíbles a los enfoques escépticos con los que había interactuado en la escuela secundaria, el instituto y la universidad. «Y la erudición evangélica creíble no ha hecho más que florecer en cantidades bastante sorprendentes desde entonces». Después de casi toda una vida dedicada a la fiabilidad histórica de las Escrituras, los de géneros literarios presentes en la Biblia, la hermenéutica, la teología y la exégesis del Nuevo Testamento en el Denver Seminary, Blomberg mantiene una postura que más que débil, podemos considerar «dura».

Personalmente —dice—, creo que si inerrancia significa “sin error según lo que la mayoría de la gente de una cultura determinada habría llamado error”, entonces los libros bíblicos son inerrantes en vista de las normas de las culturas en las que fueron escritos. Pero, a pesar de que la inerrancia es la piedra de toque de la organización mayoritariamente estadounidense llamada Evangelical Theological Society, hay innumerables evangélicos en Estados Unidos y especialmente en otras partes del mundo que sostienen que las Escrituras son inspiradas y autorizadas, aunque no sean inerrantes, y no se deslizan por ninguna pendiente resbaladiza de ningún tipo. No puedo evitar preguntarme si el hecho de que los evangélicos inerrantistas hagan de la inerrancia el punto de inflexión para tantas cosas no ha contribuido, involuntariamente, a peregrinaciones como la de Ehrman»[19].
Blomberg acepta la noción de inerrancia hasta el punto que rechaza aquella versión que la reduce al campo de lo religioso, identificándose así con la enseñanza de su profesor Paul Feinberg (1938-2004), para quien la inerrancia significa que cuando se conozcan todos los hechos, las Escrituras en sus autógrafos originales y debidamente interpretadas se mostrarán totalmente ciertas en todo lo que afirman, ya sea que tenga que ver con la doctrina o la moral o con las ciencias sociales, físicas, o biológicas. Con esta declaración de principios respecto a la inerrancia bíblica, es asombroso saber que se ganó la crítica de autores como Bob Wilkin, Director de Grace Evangelical Society, quien al reseñar Can We Still Believe the Bible?, encabeza su artículo con este título: ¿Podemos seguir confiando en los profesores del Nuevo Testamento? Wilkin, doctorado del Dallas Theological Seminary, acusa a Blomberg de socavar la fiabilidad de la Biblia y de enseñar una visión errónea de la inerrancia[20]. Acusación más sorprendente todavía, sabiendo que Blomberg era y es miembro de la Evangelical Theological Socity, que exige la creencia en la inerrancia, lo cual acepta sin reservas mentales, pues está convencido que la negación de la inerrancia siempre tiene graves consecuencias.

A la crítica de Wilkin hay que sumar la del veterano Norman L. Geisler (1932-2019), significativamente uno de los pocos teólogos evangélicos en abrazar el tomismo como el método más correcto de tratar la relación fe-razón[21]. Al parecer, Geisler era un poco combativo y así no tiene nada de extraño que adoptara la inerrancia como un shibolet[22] en su batalla contra los no-inerrantes, entre los que incluye a Blomberg. La duda surge al percibir desde fuera del debate que Geisler parece criticar a Blomberg no de no creer en la inerrancia, sino de no creer en su concepto particular de la misma, o al menos de lo prescripto por el Consejo Internacional de Inerrancia Bíblica (ICBI). Esto suscita una cuestión interesante: ¿se puede no estar de acuerdo con la definición del ICBI y seguir siendo inerrante? ¿Reside la infalibilidad en la Escritura o en las declaraciones sobre de la misma?

Durante mis 34 años de pertenencia a la Sociedad Teológica Evangélica —escribe Blomberg—, he reconocido constantemente dos subculturas bastante diferentes dentro de ella: los que hacen de la inerrancia algo por lo que hay que luchar constantemente y los que creen en ella, pero reconocen (como subraya incluso la Declaración de Chicago, artículo 13) que debe entenderse de manera muy diferente según el género bíblico de que se trate, que no excluye ningún método hermenéutico a priori y que no es ni mucho menos un criterio tan eficaz para evaluar la aceptabilidad de las posiciones teológicas o exegéticas como se ha pensado a menudo[23].

¿Cuáles pueden ser los motivos que han podido dar pie a acusar a Blomberg de negar, o comprometer la inerrancia bíblica? Los motivos no son declaraciones positivas expresadas por Blomberg, sino su opinión sobre afirmaciones que pueden mantenerse, sin por eso dejar de ser inerrantista, por ejemplo, creer en la evolución teísta[24]; que Adán y Eva son «símbolos» y no figuras históricas[25]; que las «profecías» de Daniel fueron escritas por un grupo de personas después de los acontecimientos que describen bajo la «apariencia» de profecías[26]; que Jonás se encuentra entre la pura ficción y la pura historia[27]; que Isaías no fue escrito por Isaías, y ni siquiera es una obra única, sino una obra compuesta por dos o tres autores[28], y otras cuestiones, que, ciertamente van en contra del espíritu que animó a los redactores de la Declaracón de Chicago sobre la inerrancia, y que han sido y siguen siendo motivos de debate y rechazo[29]. Esto explica la crítica de Wilkin, que, como defensor ortodoxo de la inerrancia, no puede tolerar las concesiones de Blomberg a la crítica moderna por considerarlas totalmente irreconciliables con la concepción conservadora de la inerrancia.

Hoy en día, el término inerrancia, para la mayoría de los profesores del Nuevo Testamento, carece esencialmente de significado en la mayoría de las principales escuelas conservadoras, incluido el Seminario Teológico de Dallas. Casi cualquier cosa de la Biblia podría ser inventada. Eso incluye el relato de la creación, el diluvio universal e incluso las propias palabras de Jesús[30].


Al parecer Blomberg no tuvo en cuenta este tipo críticas totalmente previsibles, confiado como estaba en la ortodoxia de su metodología, y su interés en hacer un llamamiento a los responsables de las instituciones encargadas de la enseñanza teológica evangélica a permitir a sus académicos inerrantistas «la libertad de explorar las diversas opciones literarias sin represalias»[31].

Una vez más, Blomberg parece no advertir que en estas cuestiones existe una línea roja imposible de cruzar, so pena de caer en las represalias que él menciona, eficaces e inmediatas en la mayoría de los casos, lo que coloca a las academias e instituciones docentes evangélicas en una situación complicada y contraria a la investigación libre propia del mundo universitario:

«Si los cristianos son llamados ante una especie de inquisición porque quieren explorar una opción, entonces hemos llegado a un día peligroso para el cristianismo. Ya no podemos decir que somos gente de la verdad si tememos mirar a dónde creemos que nos puede llevar la evidencia»[32].

Carlos Bovell, en su libro Rehabilitando la inerrancia en una cultura del miedo, propone, más que una rehabilitación, una reformulación de la inerrancia. Sin embargo, sobre esa nueva fórmula no dice nada, ni siquiera sugiere cómo cree que debería ocurrir, lo único que hace es una súplica para que otros hagan el esfuerzo, pues al parecer este un dilema semejante a la fábula de los ratones: ¿Quién se atreve a poner el cascabel gato? Pedir, como hace Bovel, que quienes se inclinan a criticar cada aventura creativa de repensar la inerrancia a la luz de las ciencias, suspendan el juicio por una vez y den a los estudiantes la oportunidad de arriesgarse, cometer errores, reformular, y así contribuir genuinamente a la solución de este problema[33], es como pedir peras al olmo; pues los rectores de este tipo de academia están más bien para conservar el legado de sus fundadores que para incursionar en aventuras peligrosas[34].

La verdad es que reformular la inerrancia a la luz de un estudio fenomenológico de la revelación y su registro en la Escritura[35], es una tarea imposible según los parámetros de la doctrina de la inerrancia al uso y el peso del colectivo tradicional[36]. Esta es una cuestión que dejamos para un próximo artículo.


Notas:
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[1] Orígenes, Comentario al Evangelio de Juan, vol. I. Ciudad Nueva, Madrid 2020.
[2] Justino Mártir, Diálogo con Trifón. CLIE, Barcelona 2020.
[3] Ireneo de Lyon, Contra las herejías. CLIE, Barcelona 2020.
[4] Bataillon, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI, pp. 543-545. FCE, México 1998, 6ª ed.
[5] Véase Gianclaudio Civale, “Domingo de Baltanás, monje solicitante en la encrucijada religiosa andaluza: Confesión, Inquisición y Compañía de Jesús en la Sevilla del Siglo de Oro”, Hispania Sacra, LIX 119 (2007), 197-241.
[6] Kaiser, Davids, Bruce y Brauch, Hard Sayings of the Bible. IVP, Downers Grove 1996.
[7] Haley, An Examination of the Alleged Discrepancies of the Bible. Dickinson and Higham, Londres 1875 (original 1872).
[8] Haley y Scuain, Diccionario de dificultades y de aparentes contradicciones bíblicas. CLIE, Barcelona, nueva edición 2020.
[9] Haley, Diccionario de dificultades y de aparentes contradicciones bíblicas, p. 13.
[10] Hodge, Systematic Theology, vol. I, p. 169. Thomas Nelson and Sons, Nueva York 1872. Trad. cast., p. 114, CLIE, Barcelona 2010.
[11] Hodge, Teología sistemática, p. 114.
[12] Haley, Diccionario de dificultades y de aparentes contradicciones bíblicas, p. 15.
[13] Archer, Encyclopedia of Bible Difficulties. Zondervan, Grand Rapids 1982, reeditada como New International Encyclopedia of Bible Difficulties, en 2001.
[14] Hovey, “Introduction”, An Examination of the Alleged Discrepancies of the Bible, p. iv.
[15] Haley, An Examination of the Alleged Discrepancies of the Bible, p. vii.
[16] Leighton, ¿Cómo tratar con los aparentes errores en la Biblia?, https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/como-tratar-con-los-aparentes-errores-en-la-biblia-preguntas-biblicas/
[17] Blomberg, Can We Still Believe the Bible? An Evangelical Engagement with Contemporary Question. Brazos Press, Grand Rapids 2014.
[18] Justin Tylor, An Interview with Craig Blomberg, https://www.thegospelcoalition.org/blogs/justin-taylor/interview-with-craig-blomberg/
[19] Tylor, An Interview with Craig Blomberg, https://www.thegospelcoalition.org/blogs/justin-taylor/interview-with-craig-blomberg
[20] Wilkin, Can We Still Trust New Testament Professors?, http://www.faithalone.org/journal/2001i/wilkin.html.
[21] Geisler, Thomas Aquinas: An Evangelical Appraisal. Baker, Grand Rapids 1991.
[22] Ver A. Ropero, La inerrancia como shibolet en la batalla por la Biblia, https://www.lupaprotestante.com/la-inerrancia-como-shibolet-en-la-batalla-por-la-biblia-alfonso-ropero/
[23] Blomberg, Rehabilitating Inerrancy in a Culture of Fear, https://denverseminary.edu/the-denver-journal-article/rehabilitating-inerrancy-in-a-culture-of-fear/
[24] Blomberg, Can We Still Believe the Bible?, p. 151.
[25] Id., p. 152.
[26] Id., p. 163
[27] Id., p. 159.
[28] Id., pp. 160-163.
[29] «La Declaración de Chicago sobre la Inerrancia Bíblica es muy recomendable, pero está cargada de suposiciones sobre lo que es la Biblia y cómo debe interpretarse», Michael F. Bird, Five Views on Biblical Innerrancy, p. 147. Zondervan, Grand Rapids 2013.
[30] Wilkin, Can We Still Trust New Testament Professors? https://faithalone.org/grace-in-focus-articles/trust-nt-professors/
[31] Blomberg, Can We Still Believe the Bible?, p. 178.
[32] Nick Peters, In Defense of Craig Blomberg, https://deeperwaters.wordpress.com/2014/04/14/in-defense-of-craig-blomberg/
[33] Bovell, Rehabilitating Inerrancy in a Culture of Fear. Wipf & Stock, Eugene 2012.
[34] «El Consejo Internacional de Inerrancia Bíblica (CSBI) ha acabado siendo una especie de colonialismo teológico, una exigencia estadounidense de que todo el mundo debe aceptar esta articulación particular de las Escrituras o, de lo contrario, ser culpable de ofensa» (Michael F. Bird, Five Views on Biblical Innerrancy, p. 154). El CSBI es muy influyente y ha creado límites entre insiders y outsiders» (John R. Franke, Five Views on Biblical Innerrancy, p. 260)
[35] «El problema para la inerrancia es la propia Biblia, así que necesitamos prestar mucha más atención a lo que la Biblia dice sobre la verdad y cómo habla antes de que podamos tener algo que se acerque a una inerrancia bíblica». K. Vanhoozer, Five Views on Biblical Innerrancy. Zondervan, Grand Rapids 2013.
[36] Véase A. Ropero, La inerrancia y el peso de la tradición, https://www.pensamientoprotestante.com/2022/06/inerrancia-biblica-y-el-peso-de-la.html




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Alfonso Ropero, historiador y teólogo, es doctor en Filosofía (Sant Alcuin University College, Oxford Term, Inglaterra) y máster en Teología por el CEIBI. Es autor de, entre otros libros, Filosofía y cristianismo; Introducción a la filosofía; Historia general del cristianismo (con John Fletcher); Mártires y perseguidores y La vida del cristiano centrada en Cristo.











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