Actualmente se
produce en todo el mundo un aumento creciente del conservadurismo y de
fenómenos fundamentalistas que se manifiestan por la homofobia,
xenofobia, antifeminismo, racismo y todo tipo de discriminaciones.
El fundamentalista está convencido de
que su verdad es la única y todo lo demás son desviaciones o está fuera de la verdad. Esto
es recurrente en los programas televisivos de las distintas iglesias
pentecostales, incluyendo a sectores de la Iglesia Católica, pero también en el
pensamiento único de sectores políticos. Piensan que solo la verdad, la de
ellos tiene derecho. El error hay que combatirlo. Este es el origen de
los conflictos religiosos y políticos. El fascismo empieza con este modo
cerrado de ver las cosas.
¿Cómo vamos a hace frente a ese tipo de
radicalismo? Hay muchas
formas y creo que una de ellas consiste en rescatar el concepto bueno de
relativismo, palabra que muchos no quieren oír. Pero en él hay mucha verdad.
Debe ser pensado en dos direcciones: En
primer lugar, lo relativo quiere expresar el hecho de que todos estamos de
alguna forma relacionados. En la perspectiva de la física cuántica, la
encíclica del papa Francisco insiste sobre cómo cuidar de la Casa Común: « todo
está íntimamente relacionado; todas las criaturas existen y dependen unas
de otras» (n.137; 86). Por esta interrelación todos somos portadores de la
misma humanidad. Somos una especie entre tantas, una familia.
En segundo lugar es importante comprender
que cada uno es diferente y tiene valor por sí mismo, pero está
siempre en relación con otros y sus modos de ser. De aquí que sea importante
relativizar todos los modos de ser; ninguno de ellos es absoluto hasta el punto
de invalidar los demás. Se impone también una actitud de respeto y de
acogida de la diferencia porque, por el simple hecho de estar ahí,
goza del derecho de existir y de coexistir.
Es decir, nuestro modo de ser, de
habitar el mundo, de pensar, de valorar y de comer no es absoluto. Hay otras
mil formas diferentes de ser humanos, desde la forma de los esquimales
siberianos, pasando por los yanomamis de Brasil, hasta llegar a los habitantes
de las comunidades de la periferia y a los de las sofisticadas Alphavilles,
donde viven las élites opulentas y temerosas. Lo mismo vale para las
diferencias de cultura, de lengua, de religión, de ética y de ocio.
Debemos ampliar la comprensión de lo humano mucho más allá de nuestra
concreción. Vivimos en la fase de la geosociedad, sociedad mundial, una,
múltiple y diferente.
Todas estas manifestaciones humanas son portadoras de valor y de verdad.
Pero son un valor y una verdad relativos, es decir, relacionados unos con los
otros, interrelacionados, ya que ninguno de ellos, tomado en sí mismo, es absoluto.
¿Entonces no hay verdad absoluta? ¿Vale
el "everything goes" de algunos posmodernos? ¿Vale todo? No
vale todo. Todo vale en la medida en que mantiene relación con los otros,
respetándolos en su diferencia y no perjudicándolos.
Cada uno es portador de verdad pero
nadie puede tener el monopolio de ella, ni una religión, ni una filosofía, ni un partido
político, ni una ciencia. Todos, de alguna forma, participan de la verdad, pero
pueden crecer hacia una comprensión más plena de la verdad, en la medida en que
se relacionan.
Bien decía el poeta español Antonio
Machado: «No tu verdad. La verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya,
guárdatela». Si la buscamos juntos, en el diálogo y en la relacionalidad
recíproca, entonces va desapareciendo mi verdad para dar lugar a nuestra
Verdad, comulgada por todos.
La ilusión de Occidente, de Estados
Unidos y de Europa, es imaginar que la única ventana que da acceso a la verdad,
a la religión verdadera, a la auténtica cultura y al saber crítico es su
modo de ver y de vivir. Las demás ventanas solo muestran paisajes
deformados.
Pensado así se condenan a un fundamentalismo visceral que los hizo, en otro tiempo, organizar masares al imponer su religión en América Latina y en África, y hoy haciendo guerras con gran mortandad de civiles para imponer la democracia en Iraq, Afganistán, Siria y en todo el Norte de África. Aquí se da también el fundamentalismo de tipo occidental.
Debemos hacer el buen uso del
relativismo, inspirados, por
ejemplo, en las artes culinarias. Hay una sola culinaria, la que prepara los
alimentos humanos, pero se concreta en muchas formas y en las distintas
cocinas: la minera, la nordestina, la japonesa, la china, la mejicana y otras.
Nadie puede decir que solo una es la verdadera y sabrosa, por ejemplo, la
minera o la francesa, y que las otras no lo son. Todas son sabrosas a su manera
y todas muestran la extraordinaria versatilidad del arte culinario.
¿Por qué con la verdad debería ser diferente? La base del
fundamentalismo es esa arrogancia de que su modo de ser, su idea, su religión y
su forma de gobierno es la mejor y la única válida en el mundo.
Publicado originalmente en https://www.religiondigital.org/
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