«Unos fariseos le preguntaron a Jesús: ¿Cuándo vendrá el reino de Dios? Jesús les dijo: El reino de Dios no va a venir en forma visible. La gente no dirá: "Está aquí" o "E" allí. En realidad, Dios ya reina entre ustedes.» Lucas 17:20-22 Palabra de Dios para todos.
Los cristianos desarrollamos la vida entre el “ya, pero todavía no”, esa es una tensión no reducida al pensamiento teológico, es una tensión que es parte importante de la vida cotidiana. Experimentamos ya el reino en algunas señales, pero la plenitud de ese reino está pendiente.
La persona que tiene oídos para escuchar y ojos para ver la realidad salvadoreña, puede constatar que es una realidad dolorosa para el desarrollo de la vida con dignidad. Los hechos que se oponen al reinado de Dios son de características escandalosas: daño al ecosistema con la aprobación que permite la minería metálica, no hay fuentes de trabajo y si las hay los salarios no alcanzan para cubrir las necesidades básicas, muchas personas forzadas a abandonar el país ya sea por situaciones económicas o por persecución política, madres con hijos inocentes en cárceles o muriendo en ellas, muchas personas despedidas de espacios gubernamentales al fin del 2024, algunas todavía siguen siendo despedidas, aumentando los índices de pobreza, vendedores ambulantes perseguidos, comerciantes desalojados de sus espacios de trabajo.
A lo anterior se suma el régimen de excepción que se volvió permanente y que se utiliza para dañar al más vulnerable. Intentamos sobrevivir en un ambiente en que todo está “patas arriba” en el que “lo malo es bueno y lo bueno es malo” vivimos tiempos muy parecidos a los que vivieron generaciones anteriores en la época de monseñor Romero, o con paralelos a la situación que vivieron otros cristianos en las épocas de las dictaduras militares en América Latina. Monseñor Romero dijo: “El mal es muy profundo en El Salvador, y si no se toma de lleno su curación, siempre estaremos -como hemos dicho- cambiando de nombres, pero siempre el mismo mal” (Homilía 23 de octubre de 1977, I-II p. 285).
En esta realidad uno puede preguntarse: ¿Dónde está? ¿Cuándo llegará?, el reino de Dios.
A pesar de la difícil situación, día a día presenciamos señales del reino de Dios: una mirada de respeto, una sonrisa, un niño o niña que nos dice algo o hace algo que nos da alegría, la mano de alguien que ayuda, en la atención desinteresada, en el amanecer y ocaso de cada día, en la presencia de familiares, amigas y amigos, en el plato de comida, en la bolsa de pan, en las manos que te dan una caricia, en la naturaleza, las plantas, las flores, la hierba, el canto de los pájaros, en las madres que rezan y buscan con esperanza a sus hijos desaparecidos, injustamente encarcelados o refugiados en otros países, acciones de misericordia ante situaciones injustas, en las personas que a pesar de las amenazas, trabajan apasionadamente en la defensa y promoción de los derechos humanos, en los que trabajan por la paz con justicia. En todos esos hechos y en cada uno, se está dando a conocer el reino de Dios.
Que sea Dios quien nos sostenga en sus manos, para vencer la oscuridad que caracteriza esta época, y recordemos lo que dijo el profeta mártir, monseñor Romero:
“Fuera de la Iglesia también todo hombre que lucha por la justicia, todo hombre que busca reivindicaciones justas en un ambiente injusto, está trabajando por el reino de Dios, y puede ser que no sea cristiano. La Iglesia no abarca todo el reino de Dios. El reino de Dios está más afuera de las fronteras de la Iglesia y, por lo tanto, la Iglesia aprecia todo aquello que sintoniza con su lucha por implantar el reino de Dios. Una Iglesia que trata solamente de conservarse pura, incontaminada, eso no sería Iglesia de servicio de Dios a los hombres” (Homilía 3 de diciembre de 1978, VI pp. 13-14).
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Héctor Antonio Fernández Espino
Teólogo. Investigador y profesor universitario.
San salvador, El Salvador Centroamerica. 03 de febrero 2025
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