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EL CASO DE JOEL OSTEEN Y LAKEWOOD | José Luis Avendaño



Algunas personas me han estado preguntado últimamente mi opinión respecto de Joel Osteen, sus mensajes, su ministerio y, por supuesto, el fenómeno de su Mega Church de Lakewood. Mi respuesta hasta el momento había sido que carecía de una opinión al respecto, por la sencilla razón de que jamás había oído algunas de las pláticas que el Osteen pronuncia desde su anfiteatro en Lakewood y, que según me entero ahora, se ha convertido en un fenómeno mundial, tal como en la década de los 80s lo fueron los servicios televisados de Rex Humbard o del mismo Jimmy Swaggart, entre otros. Una respuesta no del todo certera, pues quienes hemos invertido ya algún tiempo en conocer las coordenadas de la “American Religion” y de sus exponentes más señeros, reconocemos perfectamente bien los contenidos de los que esta se nutre, por más, desde luego, que de tiempo en tiempo, varíen sus rostros visibles y sus dinámicas exteriores. Pues bien, estas dos últimas semanas he dejado algún tiempo cada día para escuchar varios sermones del Rev. Osteen, de modo que ya puedo esbozar algunas conclusiones. No definitivas, por supuesto, ni con pretensión doctoral, pero sí al menos con la experiencia, repito, de venir indagando ya por años los orígenes y la dinámica del evangelicalismo de los Estados Unidos, a saber: 

1) Contra las invectivas parafernálicas: Me opongo a todas aquellas invectivas y anatematizaciones que desde un sector del pueblo evangélico, y especialmente por FB, se hace en contra de la persona de Osteen. Por supuesto, puedo reconocer que muchas de estas enconadas diatribas poseen un fondo de veracidad. Sin embargo, lo que me produce hastío no es sólo la actitud de pose que acompaña a estos ataques “ad hominem”, sino el que la mayoría de las personas que emprenden estas embestidas, se hallan apercibidas de que representan y promueven la pureza en su grado más aséptico de la fe y los contenidos teológicos más caros a la Reforma, cuando, a decir verdad, no conocen más que versiones trasnochadas de la ortodoxia protestante en su modalidad de “reortodoxias usamericanas”, carentes de toda solidaridad con la historia del pensamiento cristiano y filosófico, de sentido de la verdadera ecoumene y del misterio, elementos insustituibles para la inteligencia de la fe, no sólo protestante, sino cristiana primeramente. Es decir, se trata de feroces imprecaciones pero que, valga la paradoja, se mueven dentro de los universos simbólicos de la misma religión americana a la que pertenece Osteen. Pero, además, también me opongo a estos ataques tan aparatosos, por medio de afiches, videos, y condenaciones, porque en este tipo de denunciaciones hay que ser siempre muy cuidadoso, en este caso el fondo y la forma van casi juntos, y uno podría muy fácilmente ofender con tanta parafernalia posera a personas que con toda honestidad piensan y creen que este tipo de predicadores han sido de gran contribución para sus problemas. Obviamente, no se trata de guardar silencio, la crítica y la denunciación debe ser hecha, pero pienso que debe ser construida desde otra plataforma. Aquí solamente puedo avizorar algunos de los elementos más débiles y preocupantes del discurso y del entorno de Osteen:

2) Charlas motivacionales y no sermones bíblicos: En efecto, los discursos de Osteen se resienten de una dramática pobreza de recursos y fondo bíblico que apoyen su exposición. Sencillamente, y en el caso en que se eche circunstancialmente mano de un algún testimonio bíblico, este se hace de forma desperdigada, fuera de contexto, y sin que los mismos ocupen lugar gravitante en el desarrollo de la charla. En otras palabras, se trata de charlas motivacionales, que sólo ocupan un fondo muy general y difuso de fondo bíblico. Pero, incluso, como mera charlas motivacionales, el enfoque de Osteen es absolutamente superficial y propagandístico, carente de metodología, de un análisis más holístico de la realidad humana y social de su auditorio. Todo lo cual, puede llevar a las personas, sobre todo a aquellas más vulnerables, y que asumen este discurso como palabra y modelo definitivo a seguir, a una mayor fragmentarización de su identidad, desconexión con su realidad, y a una negación muy peligrosa de su circunstancialidad.

3) Centralización exclusiva en el ser humano y su obsesión por la auto-realización: Osteen conoce bien los latidos del corazón de su cultura usamericana. Sabe bien que existe aquí un deseo envolvente y desquiciado por la auto-realización, por el hedonismo a toda costa, por la promesa del ser feliz aquí y ahora, una encandilación por lo grande, lo rápido, lo bello, lo divertido, lo eternamente juvenil, como, por otra parte, bien advierte también, se trata de una sociedad que hará cualquier cosa por negar el dolor, que se incomoda frente al misterio, la iconografía, el símbolo. Por lo tanto, su discurso es una afirmación de todo lo primero, y un decir que lo segundo no tiene lugar. Se trata de un discurso motivacional centrado exclusivamente en el ser humano, que parte del ser humano y termina en el ser humano, y que lo presenta como eje de la atención de Dios. Un discurso de autocomplacencia que raya en lo grotesco y jamás por lo menos por mí oído, en donde Dios se reduce no más que a un empleado y mandadero de los deseos y caprichos humanos, y en donde el evangelio no se transforma en nada más que en una versión religiosa de la “American way of life” y sus contenidos más simplones y hedonistas.


4) Un auditorio carente de de recursos críticos y embriagado de los fetiches de su propia cultura: Es impresionante ver la cantidad de gente que se reúne en el anfiteatro de Lakewood. Sin embargo, y aunque pueda haber gente con bastante dinero, y que dona grandes cantidades de dinero al proyecto de Osteen -¡ya lo creo!-, daría casi mi firma y creo que no me equivocaría demasiado, si dijera que en su inmensa mayoría se trata del estadounidense medio, sin mayor formación humanista, filosófica, en otras palabras sin mayores recursos críticos ni un fondo de cultura de mayor envergadura para realizar un análisis más quieto y reposado de toda esta tamaña enajenación mental que discurre frente a sus narices. Por supuesto, está de más decir, que se trata de un auditorio sin ninguna formación teológica, eso se dan por sentado. Creo que se trata de gente que anhela con desesperación que le den por fin la receta mágica que por tanto tiempo ha buscado para lograr ser feliz, encontrar la sanidad a sus dolencias, o que le digan, simplemente, que se puede ser un buen cristiano, exitoso, alegre y próspero, sin tener que pasar por el escándalo de la cruz, la duda, el sufrimiento, la contradicción, en otras palabras, la noche oscura del alma

5) Conclusión: La gente cuando sufre, cuando le azota alguna terrible enfermedad, cuando atraviesa por el tiempo del dolor, el abandono y la soledad, se halla en un tiempo de extrema vulnerabilidad. Sus defensas intelectuales y racionales de debilitan –¡cuánto más si éstas han sido siempre pobres!-, y llega a ser sólo emociones, sentimientos, pulsiones. Esta gente estará dispuesta a ir a cualquier lugar, a hacer cualquier cosa, a pagar lo que fuera por hallar alivio a ese dolor, por poner fin a ese tiempo de infortunio, por llenar su soledad y sinsentido ante la vida. Y, en este caso, los personajes como Joel Osteen, fieles y señeros representantes de la “American Religion”, siempre sabrán sacar nuevos dividendos de estas condiciones. Pero, esto, desde luego, no tiene nada que ver con el verdadero evangelio y el llamado de Jesús a tomar su cruz y a seguirle. Contra este tipo de discurso tan falaz y peligroso, debemos recordar que Jesús nunca nos prometió una vida auto-realizada, una vida carente de problemas, enfermedades, tribulaciones y en donde todos nuestros sueños se hagan realidad, sino, más bien, estar con nosotros en medio de todo aquello e infundirnos su paz. El camino del seguimiento pasa por la cruz, sin cruz, solo queda un discurso autocomplaciente, un sedante temporal a nuestros males, pero no el único mensaje que puede conducirnos a la vida eterna.


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José Luis Avendaño, es Doctor en Teología y Filosofía (PhD), por la Universidad de Toronto. Ha servido también como pastor de la ELCA (Evangelical Lutheran of Church in América). Es autor de los libros Camino de la Cruz: Análisis crítico-redaccional del evangelio de Marcos y La sombra religiosa americana.







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