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Jesús va a una boda – ¡y se divierte! | Gary S. Shogren

Esta es la homilía que di en la boda de nuestra hija Vikky con Chris, el 29 de junio del 2019.

Juan 2 dice que “hubo una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Tanto Jesús como sus discípulos fueron invitados a la boda”. En el evangelio de Juan, el primer milagro de Jesús fue transformar el agua en vino, y lo hizo en una recepción de la boda. Como dice una ceremonia tradicional: “El Señor Jesucristo honró el matrimonio con su presencia y el primer milagro en las bodas de Caná”.

Caná era un pequeño pueblo, y probablemente todo el pueblo fue a la boda; habría sido el evento social de la temporada. Caná estaba a medio día de camino de Nazaret, así que Jesús, sus discípulos y su madre fueron allí a pie. Tal vez era un primo o un amigo de María que se iba a casar.

Y, el vino se acabó. (Debo mencionar que el contenido de alcohol del vino en aquellos días era muy bajo; se podía emborrachar con él, pero requeriría un verdadero esfuerzo). ¿Cómo pudo suceder esto, que se agotaran? Bueno, en aquellos días el banquete de bodas duraba siete días enteros, toda la semana, mañana, mediodía y noche. La gente dormía donde podía; los hombres, como decimos, se arrojaban en cualquier sofá que encontraban. Así que, predecir la cantidad de comida y vino para una recepción de siete días no era un cálculo pequeño. Y esta vez, contaron mal y se quedaron sin vino. Y así, al convertir el agua en vino, Jesús señaló que esta recepción de la boda era importante y debía continuar.

Encuentro asombroso que Jesús, que estaba constantemente activo, siempre viajando, y que tuvo una ventana muy corta de oportunidad – tres años – para hacer todo su trabajo en la tierra, que tomara la decisión de tomarse una semana entera para caminar hasta Caná y decir, ¡detengan todo, esto es importante! Esta boda, esta recepción, esta fiesta, todo esto es bueno, y correcto, y una alegría. Jesús anticipa lo que el apóstol Pablo escribiría algunos años más tarde en su carta a los romanos, que debemos “alegrarnos con los que se alegran” (Rom 12:15).

Había música instrumental, cantos y danzas. Se veían viejos amigos, se hacían nuevos, se reía, se lloraba, se contaban historias y, sobre todo, se honraba el matrimonio.

Cristo nos llama a ser santos porque es la mejor forma de vida. Pero no caigamos en la trampa de imaginar a Jesús como ese tipo sombrío, que aparece en la boda con un montón de reglas y reglamentos para poner freno a la diversión. En mi imaginación, él es el que sonríe a las historias, el que se oye reír a dos mesas de distancia. Y por su interacción con los niños en los evangelios podemos imaginarlo diciendo a los padres más jóvenes, “¡Vengan aquí y saluden a su tío Jesús! ¿Cómo has estado?”

El rabino Jesús vivió así, y nos invita a hacer lo mismo. Jesús nos está llamando a una vida de alegría, satisfacción y rectitud con Dios y con los demás.







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Gary Shogren es PhD en Nuevo Testamento, Profesor en Seminario ESEPA, San José, Costa Rica.






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