De
todas formas, ha sido mi experiencia que lo que nos hace los santos de Dios no
es nuestra capacidad para ser santos, sino la capacidad de Dios para trabajar a
través de los pecadores. El título «santo» siempre se confiere, nunca se gana.
Nadia Bolz-Weber
Nadia Bolz-Weber es una controvertida pastora luterana que no pasaría un examen de ortodoxia, ni de buenas maneras y muchos menos de bien hablada. Ello ha hecho que los ortodoxos, los de buenas maneras y los bien hablados, le hayan dicho de todo, desde hija de Satanás hasta mandarla por toda la eternidad a que sufra en el infierno. Sin embargo, ha sido en otros lugares en donde este libro se ha hecho sentir. El mismo fue bestseller del New York Times. Esto nos indica que la espiritualidad en muchas personas está muy viva, lo que ocurre es que en no pocas ocasiones se encuentra en donde uno no esperaría… como el subtítulo de este volumen nos indica.
Debo reconocer que este libro me ha sacudido. Lo más
importante no es lo que cuenta, que también, sino su sinceridad hiriente… hiriente
porque en ocasiones te ves reflejado. ¿Significa esto que estoy de acuerdo con
todo lo que dice y cómo lo dice? No. Menos mal.
Han existido, y existen, tantos excesos por la parte más
conservadora del cristianismo que es un auténtico milagro que alguien como
Nadia, que se crio en una familia fundamentalista, pueda volver a la fe. Una fe
que se basa en la Gracia. Nadia es
una pecadora, ella lo sabe, no hace falta que nadie se lo diga, no pretende
esconder nada. Pero esto también significa que sabe lo que es la gracia, no
hace falta que nadie le hable de ella, la ha encontrado en el rostro de Jesús.
Es esto precisamente lo que cautiva de este libro. En realidad no hay grandes
argumentos, no podemos encontrar algo así como un tema que se va desarrollando
a través de los capítulos. Sin embargo, te hace pensar y mucho ante alguien que
no esconde su fallos, sus errores, este es el «gran argumento» que, además,
posiblemente no sea intencional.
Lo que vendría a continuación en una reseña «como Dios
manda» sería una breve presentación del contenido del libro, apuntar lo
esencial de cada capítulo para que el lector se haga una idea general, pero en
un libro como el presente no hace falta. Se trata de experiencias, de sus
experiencias y de cómo encontró a Dios en las personas equivocadas. Por ello, podría destacar las páginas 51 y 52 y las
que van desde la 78 a la 80 en donde habla de su vida, de sus traumas desde la
niñez y de cómo la iglesia supuso para ella todavía más dolor y hundimiento.
También podría apuntar la historia de Jim el homosexual que se relata a partir
de la página 68, o de cuando habla de las treinta y tantas personas que
componían al principio su iglesia, la mayoría con estrés postraumático por los
excesos vividos, como ella misma, en iglesias fundamentalistas, cerradas y
legalistas. Para conocer más historias deberás comprar el libro.
Esta luterana es alguien que lucha a diario con su
adicción al alcohol, y aunque sabe cómo mantenerla a raya también conoce que no
puede bajar la guardia. Es alguien a la que le persigue la depresión hasta tal
punto que la llamó «Frances», y que tiene problemas de ira. Esto contrasta con
el mundo religioso en el cual nació y que al presente no ha cambiado en casi
nada. Personas de buenas maneras, que rara vez alzan la voz (salvo en las redes
sociales), aseadas, con apariencia de piedad y defensoras de la «sana
doctrina». Es por ello que para tanto «santo» y «justo» que asiste a este tipo
de iglesias este libro no es recomendable. Seguramente quedarán escandalizados.
Esta malhablada ministra les chocará, al igual que algunos de sus comentarios
sobre determinados temas. Sin embargo, creo que ha experimentado mucho mejor la gracia,
el amor de Dios, que todos los anteriores juntos. Solo alguien que ha caído muy
bajo conoce el poder sanador y restaurador de Dios en la persona de Jesús, esa
es Nadia.
¿La desligitima todo lo hasta aquí dicho para ser ministra del evangelio? En absoluto, todo lo contrario. En realidad, solo alguien así puede llegar a personas que han pasado por lo mismo, sentir lo que ellas sienten y desde ahí ayudarlas. Por eso a su iglesia iban tantos pecadores y tan pocos justos.
A medida
que ella se va exponiendo coloca al lector en una posición muy incómoda. No
somos tan limpios y puros como nos pensamos. Es posible que tengamos secretos
que jamás diremos a nadie, apariencias que guardar, por ello, al desnudar su
interior en realidad se trata de un acto de tremenda valentía. Evidencia que
además posee una conciencia fina y sensible.
Inventamos excusas –nos dice- para evadir compromisos, o culpamos a otras personas por el hecho de que no podemos llegar. Pero a veces creamos pantallas de humo para desviar la atención de la verdad de nuestras propias decisiones y defectos. A menudo incluso nos engañamos a nosotros mismos con estas excusas, pero hay ocasiones en que la verdad no nos deja ir. Claro, yo puedo evitar el escrutinio de otras personas contándole mi lado tonto de la historia una y otra vez a cualquiera que lo escuche. Pero yo sé la verdad. Y a veces ella me atrapa por la noche cuando me acuesto... (p. 31).
Nadia Bolz-Weber nos presenta su día a día como pastora luterana, pero también y a la par como una mujer corriente con sus luchas, sus
dudas y sus certezas. No busca la absolución, sabe que ya la tiene, Dios se la
ha regalado, pero lo que sí hace es que el lector sea una especie de confesor,
nos hace partícipes de los baches de su alma.
También muestra que la realidad es a veces muy compleja.
En ocasiones, defendemos una postura hasta que nos toca a nosotros pasar por
esa misma circunstancia. Entonces, tenemos dos opciones: o reconocer nuestro
error, o comenzar a dar excusas, acudir a las disculpas propias y a mirar para
otro lado.
…todo lo que pude hacer fue estar de pie en mi cocina y llorar. Llorar por todas mis inconsistencias. Por mi feligrés y madre de dos hijos, Adrea Gutiérrez, quien me dijo que las madres de niños de piel oscura y negra sienten ahora que sus hijos pueden convertirse legítimamente en blancos de tiro en las calles de los suburbios. Por una nación dividida: cada lado odiando al otro (p. 42).
Concluyendo, el título Santos accidentales. Encontrando a Dios en
las personas equivocadas se convierte en un llamado a dirigir la vista precisamente
en esta dirección para comprobar cómo es allí, y en ellas, en donde Dios
manifiesta su amor y compasión de forma escandalosa. No me extraña que a Jesús
lo llamaran amigo de pecadores.
Lee este libro y ten siempre
un ejemplar de más preparado para regalar a cualquier vida rota que se te cruce en tu camino. Existe crueldad tanto dentro como fuera de las iglesias, pero hay
alguien que jamás se escandalizará de ti ni te tratará con desprecio. Es
alguien que también sufrió desprecio e ignominia, venía de Nazaret, y sí, de
Nazaret puede salir algo bueno, de hecho, muy bueno.
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La Gracia no sólo está en la justificación, -que parece ser el argumento base-. También lo está en la regeneración por la acción del Espíritu Santo. No olvidemos esto. La justificación por gracia es la iniciativa de Dios. La regeneración por esa gracia es la iniciativa del hombre. Las dos hacen a la salvación, y una sola no es posible sin la otra. Sin embargo es posible "justificarnos" en la gracia y no acceder a la regeneración. No corramos el riego de esto último, que resta peso de la obra de Jesús.
ResponderEliminarHay tantas maneras en las que conocemos a Dios.
ResponderEliminarElla lo encontró en las personas equivocadas pero lo hizo , incitas a leer el libro ha despertado mi curiosidad.
Buen blog
Muchas gracias desde Pensamiento Protestante.
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