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'La misión cristiana en el mundo moderno' de John Stott. Reseña | Alfonso Pérez Ranchal


Algunas de las cuestiones que se debaten en el seno de algunas iglesias o entre ellas en ocasiones uno se pregunta cómo se ha llegado hasta allí. Parecería que esas cuestiones estarían más allá de toda duda, que se habría llegado ya hace mucho tiempo a una opinión aceptada por todos y ello sin mayor problemática. Todavía es más sorprendente cuando lo discutido es de una enorme trascendencia y no ya para las creencias históricas del cristianismo, sino para la misma vida física y psicológica de las personas a las que implica. 
Se cae en una terrible trampa cuando se anteponen dos elementos esenciales y se obliga a escoger uno de ellos. Las posiciones opuestas se llenan de argumentos, de citas bíblicas, y no faltan los que acusan de poco cristiano al contrario.

La obra que tenemos entre manos (ampliada por Christopher J. H. Wright) se considera clásica. La misma surgió de la pluma de Stott tras el importante Congreso de Lausana en 1974. En el mismo se le pidió que realizara la conferencia de apertura con el tema de la naturaleza de la evangelización bíblica y que tocara cinco elementos como eran: misión, evangelización, diálogo, salvación y conversión. Es este el material original que en el presente volumen es comentado por Wright en respectivos capítulos que van tras cada uno de los de Stott con lo cual tenemos un total de diez.

Para el ya fallecido anglicano, el debate entre la evangelización y la acción social era artificial. No se trataba de una cosa o la otra, sino de ambas. Aquellos que defendían, y todavía lo hacen, el que la evangelización, esto es, dar a conocer el mensaje de salvación, es lo más importante, suelen ser los creyentes más conservadores, en tanto que los que realizan el énfasis en la acción social se alinean en el polo opuesto.
Stott sostenía que la misión de la iglesia hacia el mundo que lo rodeaba debía tener como punto de referencia a Jesús. Por supuesto, el Maestro dio a conocer el mensaje de salvación a todos aquellos con los que contactó, esto es indiscutible y es una labor irremplazable, pero el Galileo no se quedó solo ahí. Él dio de comer a la multitud, criticó a aquellos que acumulaban riquezas, a los que abusaban de su poder, sanó enfermos, consoló y restauró vidas. Esto evidenciaba su compromiso en la lucha a favor de la dignidad humana, al alivio del sufrimiento del prójimo. Él habló, pero también actuó. 

La misión de la iglesia debe ser integral, por eso las Escrituras nos llaman a amar al otro, y esto no es decirle que le amamos y que Dios también lo hace, sino que hay que demostrarlo con acciones, con hechos. Es esta la posición de Stott. Con ello se logra que la iglesia nunca pierda su identidad y a la par se den respuestas a las necesidades de la persona en su totalidad. No somos almas que van volando de aquí para allá, ni tampoco cuerpos huecos movidos por instintos.
Centrarse solo en el mensaje de salvación es un reduccionismo condenable por su falta de corazón aunque se vista de piedad sosteniendo que lo más importante es la salvación del alma de la persona; por el otro lado, casi olvidar este mensaje en pos del activismo social es diluir las palabras divinas hacia una humanidad que se encuentra extraviada y perdida. 

Algo también relevante para Stott era que el contenido evangélico debía ser adaptado a cada contexto cultural para que así pudiera ser comprendido por su necesaria actualización, pero para ello siempre debía mantener lo central del mismo. La médula es la obra de Jesucristo, el llamado al arrepentimiento y el consecuente nacimiento de la fe. Lo contrario no sería una adaptación necesaria, sino la pérdida de lo vital de ese mensaje. Es esto precisamente lo que significa ser sal y luz en medio de sociedades diversas y que experimentan grandes cambios culturales y políticos.

John Stott escribe de forma brillante, destacando su claridad y la consideración de todos los elementos que la Palabra de Dios nos indica al respecto. Esto último significa que su texto posee equilibrio y un total sostén bíblico. Los comentarios de J. H. Wright son también muy adecuados y van en la misma línea.

Tristemente, este debate no está zanjado, por lo que el contenido de este es plenamente vigente. Además, al ser la cuestión de la misión de la iglesia algo tan enormemente relevante, la lectura de este volumen es muy aconsejable. En castellano hay un refrán que reza: «A Dios rogando y con el mazo dando», pues eso pero adaptado a nuestro tema.







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Alfonso Pérez Ranchal posee una Diplomatura en Teología Pastoral por el CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas), una Licenciatura en Teología y Biblia por la Global University y una Maestría en Teología por la FTCR (Facultad Teológica Cristiana Reformada). Es autor del libro La vida, la muerte y el más allá a través de la Biblia de la editorial Clie. Vive en Cádiz.






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