TERCERA PARTE:
VI. Líneas de trabajo para comunidades y agentes:
de la convergencia a la praxis
El ecumenismo se vuelve creíble cuando pasa del plano de las declaraciones a la forma de vida de las iglesias. Tras el largo ciclo de clarificación doctrinal —de Nicea a Constantinopla y, en la modernidad, de Lima [1982] a La Iglesia: hacia una visión común [2013]— disponemos de una gramática compartida suficiente para traducir convicciones en prácticas. No se trata de añadir programas a una pastoral ya sobrecargada, sino de reconocer que la unidad y la apologética común forman parte del modo ordinario de anunciar el Evangelio. El horizonte no es la uniformidad, sino una convergencia confesante que permita a las comunidades «respirar» con hábitos de lectura, celebración y testimonio compatibles con la fe que proclamamos juntos.
1. Credo y pedagogía de la fe
El primer paso, el más sencillo y a la vez el más decisivo, es devolver al Credo su función pedagógica. Allí donde el Símbolo es realmente la gramática de la catequesis y de la predicación, decrece la inercia de malentendidos que alimenta tanto el apologetismo defensivo como la sospecha mutua. La recepción de Lima —Bautismo, Eucaristía y Ministerio— mostró que la instrucción bautismal puede articularse sobre acuerdos reales y diferencias reconocidas, sin caricaturas ni silencios tácticos: el bautismo como incorporación al Cuerpo de Cristo; la Eucaristía como banquete y sacrificio de alabanza; el ministerio ordenado al servicio de la comunión.
Credo como gramática. Enseñar el Credo devuelve claridad doctrinal y desactiva caricaturas: BEM y La Iglesia: hacia una visión común son manuales de núcleo común para catequesis y formación.
La experiencia de iglesias que han dialogado con BEM sugiere itinerarios de formación en los que el «mínimo común» no empobrece, sino que abre a la riqueza de acentos de cada tradición, preparando mejor a los fieles para un encuentro honesto con el otro y para una defensa pública de la fe sin sectarismo ni renuncias básicas¹.
2. Unidad desde la oración y la comunión
El segundo frente es litúrgico–espiritual. La unidad se aprende rezando: orar por la unidad no es un gesto conmemorativo, sino una práctica que forma el corazón de las comunidades en la lógica de la reconciliación y en la vigilancia frente a las reducciones de la fe.
Unitatis redintegratio insistió en la conversión del corazón como presupuesto de toda aproximación teológica. Desde un corazón transformado la oración aparece como el nervio vivo del ecumenismo. De esta manera, la línea maestra conciliar sobre el ecumenismo afirma que la conversión interior y la santidad de vida, «junto con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos», deben considerarse «el alma de todo el movimiento ecuménico»; por eso, en determinadas circunstancias, no solo es lícito, sino «deseable» que los católicos recen con otros cristianos².
La oración común no sustituye los diálogos ni la clarificación doctrinal, pero los precede, los sostiene y los purifica; educa a las comunidades en la reconciliación y dispone el corazón para recibir la unidad como don, en continuidad con la llamada previa del decreto a la conversión y a la vida evangélica³. Ut unum sint retomó este hilo, señalando que la oración compartida, la escucha de la Palabra y el ejercicio de la caridad en común constituyen el humus donde el diálogo rinde fruto.
Oración que forma comunión. La oración por la unidad, la lectio compartida y la caridad conjunta no son actos simbólicos: forjan el corazón ecuménico.
En esa clave, muchas parroquias y centros académicos han integrado lecturas ecuménicas de los evangelios, vigilias y semanas de oración, y colaboraciones caritativas que hacen visible lo que ya creemos juntos: que el Hijo, consustancial al Padre, convoca a un único pueblo. No hay aquí estrategia, sino disciplina evangélica.
3. Pastoral desde y para la unidad
La pastoral ordinaria es el tercer lugar de verificación. Buena parte de las heridas ecuménicas no se producen en comisiones teológicas, sino en los pasillos de la pastoral: catequesis que ignoran a los otros, manuales que repiten tópicos, homilías que utilizan a la «otra confesión» como contraejemplo. La conversión pastoral pide superar el analfabetismo mutuo con recursos accesibles: módulos de formación del clero y del laicado que presenten, con lealtad, tanto las convergencias como las cuestiones aún abiertas; bibliografías básicas compartidas; lectura comentada de La Iglesia: hacia una visión común, texto que organiza con lucidez la relación entre misión, comunión y sinodalidad en clave trinitaria.
Conversión pastoral. Superar el analfabetismo mutuo: módulos breves para clero y laicado, bibliografías compartidas, lectura guiada de TCTCV; menos tópicos, más lealtad.
La Charta Oecumenica europea insistió en la cooperación en la vida pública —justicia, paz, creación— como expresión natural de esa comunión en gestación⁴. En una sociedad plural y a menudo polarizada, ese trabajo con otros cristianos a pie de calle es ya un acto de apologética: el cristianismo aparece como bien común, no como identidad defensiva.
Cuarto: la comunicación pública. Si en la plaza pública el cristianismo se percibe fragmentado, su palabra se debilita. La convergencia alcanzada permite posicionamientos conjuntos en cuestiones donde el núcleo de la fe está en juego o donde la dignidad humana exige una voz unida: la unicidad salvífica de Cristo sin triunfalismos, la libertad religiosa sin ambigüedades, la inviolabilidad de la persona, la tutela de los débiles, el cuidado de la casa común. Esa voz compartida no sustituye a las legítimas tomas de posición propias, pero ofrece al mundo un rostro reconocible de la fe. Para ello existe ya un instrumental magisterial que conviene recibir: el Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo [1993] y, para los obispos, el Vademécum ecuménico [2020], que traducen criterios en orientaciones operativas⁵. Su lógica es pedagógica: claridad doctrinal, prudencia pastoral y hospitalidad bien discernida; a partir de ahí, cada iglesia particular puede elaborar protocolos que eviten improvisaciones y gestos unilaterales que hieren la comunión.
Quinto: el frente universitario y cultural. En un clima de pluralismo real y, a veces, de secularismo áspero, la apologética ecuménica no es una suma de apologéticas parciales, sino un arte de proponer juntos la razonabilidad de la fe. Aquí convergen tres tareas: narrar la historia de la doctrina evitando mitologías polémicas; mostrar la inteligencia de la confesión cristológica nicena —engendrado, no creado; consustancial— sin tecnicismos estériles; y traducir la gramática trinitaria en claves éticas y sociales comprensibles. Cuando facultades de teología y centros superiores organizan seminarios y publicaciones conjuntas a partir de BEM y TCTCV, el fruto es doble: se desactiva la sospecha y se entrena una voz común capaz de responder al pluralismo religioso y al naturalismo reductivo sin renunciar a la novedad cristiana⁶.
Todo lo anterior requiere gobernanza eclesial que no tema la cooperación. El ministerio episcopal tiene un papel insustituible: velar por que la búsqueda de la unidad no se reduzca a gestos simbólicos ni se confunda con sincretismos, y a la vez favorecer que cada diócesis disponga de un itinerario estable —no episódico— de formación, oración, cooperación y comunicación.
El Directorio lo recuerda con sobriedad: el ecumenismo es responsabilidad de todo el Pueblo de Dios, pero necesita criterios y discernimiento para que la caridad no pierda la verdad ni la verdad eclipse la caridad⁷. Si la unidad es don y tarea, como repiten los textos de referencia, su traducción pastoral exige ritmos, prioridades y evaluación.
En suma, la traducción práctica del ecumenismo se reconoce por tres signos: catequesis con Credo, liturgia que ora la unidad y caridad que coopera; sobre esa base se levantan la comunicación pública compartida y la propuesta cultural de una fe que, sin dejar de ser confesional, es capaz de hablar en nombre de «lo esencial» recibido en común. A modo de regla de lectura para todo el capítulo: lo que confesamos juntos debe poder vivirse juntos al menos en sus formas primeras —enseñar el Credo, orar, servir—; y lo que no podemos aún vivir juntos debe poder confesarse con verdad y paciencia, sin renuncias ni prisas, mientras seguimos trabajando para que la convergencia alcanzada se haga vida.
VII. «Cláusula nicena» y diversidad reconciliada:
un itinerario posible
El 1700.º aniversario de Nicea ofrece una ocasión privilegiada para pasar del consenso doctrinal básico a una comunión practicable. Si el Credo niceno–constantinopolitano expresa el núcleo de la fe cristológica y trinitaria, proponemos reconocerlo como cláusula de comunión: allí donde las iglesias confiesan la divinidad de Cristo y la fe en el Dios uno y trino, puede establecerse una diversidad reconciliada que garantice plena aceptación y defensa —no mera tolerancia— de valores, formas de gobierno, disciplina y liturgias propias de cada tradición, sin exigir uniformidad ni renuncias identitarias. Esta propuesta no parte de cero: el Consejo Mundial de Iglesias se funda en una base trinitaria y cristológica («confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador, según las Escrituras»), que ha servido durante décadas de umbral compartido⁸; el texto de Fe y Constitución, La Iglesia: hacia una visión común (TCTCV) [2013] ofrece, además, una gramática sólida común para articular misión, comunión y sinodalidad⁹.
1. Cláusula nicena y diversidad reconciliada
Sobre ese cimiento, la «cláusula nicena» no sería una exigencia maximalista, sino el mínimo confesional verificable que muchas familias eclesiales ya asumen: católicos, ortodoxos, anglicanos, luteranos y reformados profesan el Símbolo; e incluso plataformas evangélicas globales —como la Alianza Evangélica Mundial— formulan una fe abiertamente trinitaria y la deidad de Cristo en su declaración doctrinal, convergente con el contenido niceno¹⁰.
La recepción histórica del Cuadrilátero de Chicago–Lambeth es aquí significativa: la Escritura, el Credo niceno, los dos sacramentos dominicales y el episcopado histórico como bases de una unidad posible¹¹. En el mismo sentido, la recepción internacional de Bautismo, Eucaristía y Ministerio (Lima, 1982) ha mostrado cómo una convergencia sustancial permite avanzar en reconocimientos mutuos sin borrar diferencias ni distinciones¹².
La diversidad reconciliada no disuelve la identidad; la ordena. Se trata de reconocimiento recíproco (de bautismo, de ministerios y de la autenticidad de la vida eclesial), acompañado de acuerdos diferenciados en materias troncales. Ahí encaja el paradigma de consenso diferenciado que ha dado frutos como la Declaración conjunta sobre la Doctrina de la Justificación [1999], hoy firmada por luteranos, católicos, metodistas, anglicanos y reformados: unidad en lo esencial del Evangelio de la gracia, con expresiones legítimamente diversas¹³. En el ámbito protestante europeo, la Concordia de Leuenberg [1973] inauguró una comunión de iglesias que reconoce ministerios y mesa, preservando perfiles confesionales: un laboratorio de diversidad reconciliada que ha madurado en la Comunión de Iglesias Protestantes en Europa¹⁴.
¿Qué añade la «cláusula nicena»? Un umbral objetivo para el «quién» de la fe (Cristo verdadero Dios y verdadero hombre) y para el «cómo» de la vida cristiana (en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo). A partir de ahí, la unidad visible se verifica en tres planos: confesión pública (recitación del Credo, recepción de TCTCV y de BEM), celebración (hospitalidad eucarística y sacramental, allí donde los umbrales lo permitan, con la mirada puesta en su ampliación gracias a la «conciencia eclesial» sujeta nada más a la autoridad divina) y misión compartida (testimonio conjunto en la plaza pública). Documentos como la Charta Oecumenica han mostrado que este trípode puede traducirse en compromisos operativos —oración, Palabra, diaconía, cuidado de la creación— sin necesidad de uniformar estructuras¹⁵. Y el Toronto Statement recordó que el WCC no es una «superiglesia», sino un instrumento para expresar la unidad dada en Cristo y buscar su forma visible en la vida y en el trabajo comunes¹⁶.
2. Hospitalidad eucarística y acogida comunitaria
A propósito de la hospitalidad eucarística —todavía en ciernes por las reservas normativas y los hábitos de desconfianza— conviene dar un paso más: no se trata solo de permitir que un cristiano de otra tradición se acerque a la comunión, sino de acogerlo comunitariamente como hermano en la misma fe, sin el rótulo de «separado». La mesa del Señor no es un trámite; es signo y escuela de comunión.
Allí donde hay bautismo trinitario, confesión del Credo niceno y recta disposición, la hospitalidad ha de expresarse como reconocimiento mutuo: no una concesión puntual, sino un gesto eclesial que dice quiénes somos y hacia dónde caminamos.
Esta acogida pide ordo y discernimiento: claridad doctrinal, criterios compartidos y un uso responsable de la conciencia eclesial —personal y comunitaria— para que la caridad no degrade la verdad ni la disciplina se convierta en obstáculo a la gracia. El horizonte es nítido: unidad sin uniformidad, fraternidad sin confusión y una práctica que, paso a paso, haga visible lo que ya proclamamos juntos.
Para que ese horizonte se haga verificable en la práctica, conviene precisar una categoría de trabajo: la «conciencia eclesial». No es subjetivismo, sino el juicio ante Dios, formado e informado por la Iglesia, que en la Iglesia católica —dentro del marco canónico vigente y acompañado por el ministerio— abre cauces concretos de hospitalidad sin degradar la verdad ni bloquear la gracia.
Lo que vengo en llamar «conciencia eclesial» es, en definitiva, la conciencia personal formada e informada eclesialmente, lugar donde, ante Dios, el fiel miembro de cualquier confesión cristiana discierne en verdad y caridad el acceso a la comunión. No equivale, pues, a subjetivismo: presupone comunión de fe (Credo niceno), recta disposición y deseo efectivo de unidad. El concilio Vaticano II recuerda que la conciencia es el «sagrario» donde resuena la voz de Dios, llamada a buscar la verdad y a adherirse a ella; el Catecismo de la Iglesia Católica precisa que allí el hombre descubre una ley inscrita que no se dicta a sí mismo¹⁷.
Desde esta base, la disciplina católica ilumina y ordena la communicatio in sacris: el c. 844 CIC prevé, de modo extraordinario, la administración o recepción de sacramentos por parte de fieles de otras iglesias «en peligro de muerte u otra grave necesidad» y bajo condiciones estrictas (imposibilidad de acudir al propio ministro, petición libre, fe católica en el sacramento y debida disposición)¹⁸. El Directorio ecuménico [1993]concreta tales supuestos para Eucaristía, Penitencia y Unción (nn. 130–132) y ofrece criterios prudenciales para pastores y ordinarios¹⁹.
La tesis que aquí proponemos mantiene este marco, pero lo ensancha en clave de discernimiento: el juicio último coram Deo (foro interno) de la conciencia eclesial —debidamente acompañada— ha de contar de modo más explícito en la hospitalidad eucarística. Ello no suprime la verificación ministerial ni la responsabilidad del obispo o responsable ministerial; antes bien, pide un protocolo pastoral sobrio: (a) profesión explícita de la fe nicena y del sentido de la Eucaristía; (b) catequesis breve y examen de conciencia; (c) diálogo con el ministro responsable; (d) acogida comunitaria sin estigmas; (e) revisión periódica por parte del ordinario para cuidar la recepción. Así, la caridad no degrada la verdad, la disciplina no bloquea la gracia, y la mesa del Señor comienza a expresar —sin uniformar— la comunión real que ya confesamos y, en parte, vivimos espiritualmente, llamada a plasmarse también de modo visible en la práctica eclesial.
VIII. Itinerarios y autores para una defensa común de la fe
Defender la fe juntos —sin diluir identidades ni rebajar la verdad— exige una gramática compartida, voces representativas de las diversas tradiciones y una narrativa histórica que explique por qué lo cristiano es razonable, bello y verdadero. Tras Nicea y su recepción, el siglo XX aportó textos de convergencia que hoy permiten pasar de la cooperación episódica a un trabajo intelectual estable. El punto de partida no es un mínimo inerte, sino un núcleo confesante que puede exponerse con rigor, ensayarse en común y comunicarse en el espacio público.
1. Bautismo, Eucaristía y Ministerio | La Iglesia: hacia una visión común
El primer itinerario se apoya en los documentos que ya funcionan como lenguaje común. Bautismo, Eucaristía y Ministerio (Lima, 1982) articuló acuerdos reales y diferencias honestas en torno a la iniciación cristiana, la celebración del misterio pascual y el ministerio ordenado; su recepción ayudó a reconocer, con precisión, cuánto compartimos y dónde conviene seguir dialogando. La Iglesia: hacia una visión común [2013] ofreció después un cuadro eclesiológico convergente —trinitario, misionero y sinodal— apto para la catequesis superior, el seminario y los foros universitarios. Con ambos textos, la apologética deja de ser disputa de trincheras y se vuelve testimonio razonado desde consensos verificables, útil para responder a objeciones clásicas (¿quién es Cristo?, ¿qué es la Iglesia?) y contemporáneas (pluralismo religioso, diálogos y cooperación, sospecha frente a la institución)²⁰.
2. Itinerario ortodoxo
El segundo itinerario convoca a pensar con otras tradiciones. En la estela ortodoxa, Georges Florovsky mostró que el ecumenismo serio exige un anclaje dogmático y una lectura histórica sin romanticismos: Ecumenism I. A Doctrinal Approach y Ecumenism II. A Historical Approach siguen siendo ejemplares porque unen la regla de la fe con el examen crítico de las separaciones, evitando tanto la nostalgia como la amnesia²¹. En el eje reformado–ortodoxo, Thomas F. Torrance editó los materiales de un diálogo que probó, con método, cuánto puede avanzarse cuando se examinan cristología, Trinidad y ministerio sin caricaturas previas: una escuela de honestidad teológica que nutre la defensa común mejor que cualquier eslogan²². En la tradición anglicana, Paul Avis ha descrito una eclesiología «católica y reformada» que, sin renunciar a su perfil, se muestra porosa al consenso, clara en su comprensión de la autoridad y atenta a la misión; su utilidad apologética radica en que traduce la convergencia en categorías eclesiales comprensibles para la cultura contemporánea²³.
3. Itinerario protestante | católico
El tercer itinerario ofrece la gran narración histórica de la doctrina. Jaroslav Pelikan mapeó con maestría el desarrollo dogmático; su The Christian Tradition, y en especial el volumen sobre la modernidad (Christian Doctrine and Modern Culture [since 1700]), permite entender por qué la fe cristiana ha debido dar razones de sí misma en cada época sin perder su sustancia: la continuidad que describe Pelikan es clave para desarmar la acusación de arbitrariedad doctrinal²⁴. En clave católica, Hans Küng —con El cristianismo: esencia e historia— propuso una síntesis amplia que, más allá de acuerdos o reservas puntuales, sirve a nuestro propósito ecuménico por su capacidad de mostrar lo común sin ocultar las diferencias: herramienta valiosa para cursos de introducción y para lectores formados y no formados²⁵.
El cuarto itinerario atiende a la divulgación con densidad. Entre los autores que han sabido exponer un «mínimo confesante» compartible por diversas tradiciones, C. S. Lewis ocupa un lugar singular: Mere Christianity —traducido como Mero cristianismo— ha sido puerta de entrada para generaciones de lectores a una apologética sobria, centrada en la figura de Cristo y en la razón práctica. Su eficacia ecuménica no depende de resolver las cuestiones que dividen, sino de ensanchar el espacio de lo creíble con una propuesta que prepara para el diálogo teológico²⁶. En paralelo, Kallistos Ware ha ofrecido una presentación de la ortodoxia situada, cordial y exigente; La Iglesia Ortodoxa sigue siendo el mejor umbral para comprender desde dentro la tradición oriental y para desactivar prejuicios en ambientes occidentales: la apologética común necesita también esta hospitalidad intelectual²⁷.
Estos itinerarios no compiten; se entrelazan en programas de estudio, seminarios clericales, cursos universitarios y grupos parroquiales. Funcionan especialmente bien cuando se ordenan en tres tiempos: primero, aprender el lenguaje común (Lima; Hacia una visión común); después, pensar con otros (Florovsky, Torrance, Avis); por último, narrar la continuidad y divulgar con solvencia (Pelikan, Küng, Lewis, Ware). La defensa común de la fe se verifica así en tres escenarios: en el aula, donde el estudiante descubre que el consenso tiene espesor; en la plaza pública, donde el cristianismo habla con voz reconocible; y en la pastoral ordinaria, donde catequesis y homilía dejan de oponer «mi tradición» a «la del otro» y, en cambio, proponen juntos el núcleo recibido de la Iglesia indivisa.
Notas
1 WORLD COUNCIL OF CHURCHES, Baptism, Eucharist and Ministry (Faith and Order Paper 111), Lima 1982,
2 WORLD COUNCIL OF CHURCHES, Baptism, Eucharist and Ministry (Faith and Order Paper 111), Lima 1982, recurso oficial y ediciones de consulta.
3 CONCILIO VATICANO II, Unitatis redintegratio (21 de noviembre de 1964), criterios espirituales y teológicos del ecumenismo.
4 CONFERENCIA DE IGLESIAS EUROPEAS (CEC) / Consejo de CONFERENCIAS EPISCOPALES DE EUROPA (CCEE), Charta Oecumenica [2001], líneas de cooperación en la vida pública.
5 PONTIFICAL COUNCIL FOR PROMOTING CHRISTIAN UNITY, Directory for the Application of Principles and Norms on Ecumenism [1993], texto y orientación práctica.
PONTIFICAL COUNCIL FOR PROMOTING CHRISTIAN UNITY, The Bishop and Christian Unity. An Ecumenical Vademecum [2020], presentación oficial.
6 WORLD COUNCIL OF CHURCHES, Baptism, Eucharist and Ministry (Faith and Order Paper 111), Lima 1982, recurso oficial y ediciones de consulta.
7 PONTIFICAL COUNCIL FOR PROMOTING CHRISTIAN UNITY, Directory for the Application of Principles and Norms on Ecumenism [1993], texto y orientación práctica.
8 WORLD COUNCIL OF CHURCHES, Constitution and Rules of the WCC (Ginebra: WCC, 2022), I. Basis («…confess the Lord Jesus Christ as God and Saviour according to the scriptures…»).
9 COMISIÓN DE FE Y CONSTITUCIÓN (CMI), La Iglesia: hacia una visión común (Faith and Order Paper 214), 2013.
10 WORLD EVANGELICAL ALLIANCE, «Statement of Faith» (s. f.), §§2–3: un solo Dios, Trinidad, y deidad de Jesucristo.
11 CHICAGO–LAMBETH QUADRILATERAL [1886/1888]: «The Nicene Creed as the sufficient statement of the Christian Faith».
12 Baptism, Eucharist and Ministry (Faith and Order Paper 111, «Lima Text», 1982), síntesis y recepción ecuménica.
13 Joint Declaration on the Doctrine of Justification (Augsburgo, 1999), con adhesiones posteriores metodista, anglicana y reformada.
14 Leuenberg Agreement [1973] y documentación de la Communion of Protestant Churches in Europe.
15 Charta Oecumenica (CEC/CCEE, 2001), Guidelines for the Growing Cooperation among the Churches in Europe.
16 WORLD COUNCIL OF CHURCHES, «Toronto Statement (1950): The Church, the Churches and the World Council of Churches».
17 CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes (7 de diciembre de 1965), n. 16; CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA [1992], n. 1776.
18 CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO [1983], c. 844 §§1–4. Es razonable respetar la fe propia del comulgante acerca del sacramento; por ello, convendría revisar el c. 844 del CIC y sustituir la cláusula «fe católica en el sacramento» por una formulación que reconozca la fe sacramental conforme a la propia tradición eclesial que confiesa el Credo niceno, manteniendo los demás requisitos (petición libre, recta disposición e imposibilidad de acudir a su propio ministro). Así se salvaguarda la conciencia eclesial sin desproteger la verdad del signo.
19 PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS, Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo (25 de marzo de 1993), nn. 130–132.
20 WORLD COUNCIL OF CHURCHES, Baptism, Eucharist and Ministry (Faith and Order Paper No. 111), Lima 1982.
WORLD COUNCIL OF CHURCHES, The Church: Towards a Common Vision (Faith and Order Paper No. 214, 2013).
21 GEORGES FLOROVSKY, Ecumenism I: A Doctrinal Approach y Ecumenism II: A Historical Approach, The Collected Works of Georges Florovsky, vols. 13–14 (Vaduz: Büchervertriebsanstalt / Nordland, 1989).
22 THOMAS F. TORRANCE (ed.), Theological Dialogue Between Orthodox and Reformed Churches, vol. 1 (Edinburgh: Scottish Academic Press, 1985).
23 PAUL AVIS, The Identity of Anglicanism: Essentials of Anglican Ecclesiology (London/New York: T&T Clark, 2008).
24 JAROSLAV PELIKAN, The Christian Tradition: A History of the Development of Doctrine, vol. 5, Christian Doctrine and Modern Culture (since 1700) (Chicago: University of Chicago Press, 1989; paperback 1991).
25 HANS KÜNG, El cristianismo: esencia e historia (Madrid: Trotta, 1997.
26 C. S. LEWIS, Mero cristianismo, trad. Verónica Fernández Muro (Madrid: Ediciones Rialp, 1995; nueva ed. rev., col. «Biblioteca C. S. Lewis», 2017).
27 KALLISTOS WARE, La Iglesia Ortodoxa, trad. Francis García (Buenos Aires: Editorial Ángela / Arquidiócesis Ortodoxa Griega de Buenos Aires, 2006).
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JUAN G. BIEDMA, teólogo protestante, ecumenista, ha sido diácono permanente de la Iglesia católica romana [1986–2025]. Es Diplomado en Ciencias Bíblicas por la Escuela Bíblica de Madrid, adscrita a los Agustinos de El Escorial (Madrid); Diplomado y Licenciado en Ciencias Religiosas por el Instituto Superior de Teología y de Ciencias Religiosas y Catequéticas San Dámaso (Madrid), dependiente de la Pontificia Universidad de Salamanca; Estudios Teológicos del Diaconado Permanente de la diócesis de Madrid–Alcalá (un curso escolar en el Seminario Conciliar de Madrid) Diplomado en Teología Ecuménica y Diálogo Interreligioso y en Religiones y Sectas/NMR en España, por el Centro Ecuménico «Misioneras de la Unidad» de Madrid; Diploma Curso «El fenómeno de las Sectas y los Nuevos Movimientos Religiosos», de la Fundación S.P.E.S. (Argentina);. Diploma Curso «Raíces religiosas y espirituales del fenómeno sectario», Cultus Formación y RedUne (San Sebastián); Diploma Curso «Religión y Fe en un mundo plurisecular» e Introducción a la Ciencia y Fe, SEUT, Facultad de Teología, Fundación Federico Fliedner (Madrid); Historia y Teología del Ecumenismo (asignatura de 4º curso del Bachillerato en Teología/Grado del ISTIC sede La Laguna–Tenerife; Máster en Teología Dogmática Protestante por el Instituto Superior de Teología y Centro de Investigación Bíblica (CEIBI) —FEREDE—, La Laguna–Tenerife.


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