Podríamos definir las Experiencias Cercanas a la Muerte o ECM, como fenómenos o vivencias profundamente impactantes que muchas personas, a nivel mundial, han experimentado al encontrarse en situaciones críticas o al borde de la muerte. En la mayoría de los casos, estas personas han sentido y percibido de forma vívida y profunda una alteración del tiempo y del espacio; un estado de paz y felicidad indescriptible; han llegado a tener una experiencia extra corpórea, es decir, han salido de su cuerpo y se han visto desde arriba, siendo conscientes de su entorno y de su propia muerte en ese instante; se han reencontrado con amigos o familiares ya fallecidos, además de otros seres espirituales y paisajes celestiales; muchos han descrito la entrada en un túnel en dirección a una luz brillante; finalmente, en contra de su voluntad han regresado al cuerpo físico. Después de la ECM, muchas de estas personas han visto cambiar sus vidas, valorando cada momento, perdiendo el miedo a la muerte y otros cambios psicológicos importantes. Sin dudas, toda una experiencia fascinante e inolvidable. Por el contrario, para otras personas la ECM ha sido muy desagradable, pero el porcentaje es mínimo.
Muchos investigadores han señalado que estas situaciones pueden ser debidas a la tensión, tanto fisiológica como neurológica, de ese estresante momento. En otras palabras, ante un paro cardíaco o un accidente grave, la falta de oxigeno en el cerebro, la liberación de ciertas endorfinas y otros fenómenos disociativos, pueden desencadenar este tipo de sensaciones extremas. Sin embargo, entre estos científicos no existe un consenso absoluto. En cambio, para otros investigadores como Bruce Greyson, Raymond Moody, Cherie Sutherland, Félix Fernández Palacio, Rafael Santandreu y algunas asociaciones y fundaciones, las ECM son estados especiales de conciencia subjetivos pero profundamente trascendentales, realistas, transformadoras y llenas de significado.
Aquí en España, especial atención tiene para mí el Dr. Manuel Sans Segarra, reputado médico y cirujano que comenzó a investigar las ECM documentando varios casos clínicos de sus pacientes en el hospital de Barcelona. En su libro sobre las ECM (La supraconciencia existe: vida después de la vida) asegura tener pruebas objetivas y con base científica para afirmar que la muerte física no es el fin de nuestra existencia, sino que pasamos a otra dimensión energética a la que llama supraconciencia, un punto final de evolución, un estado futuro donde la conciencia humana y la totalidad del universo confluyen en un único ser, una conciencia primera, un encuentro con Dios que representa el fin último y la plenitud de la existencia.
Para llegar a “contactar” con dicha supraconciencia, el Dr. Segarra manifiesta que hay que ir evolucionando, eliminando nuestras impurezas, pero ese proceso actualmente está obstruido por nuestro ego, que es nuestra falsa identidad, el responsable de nuestra ignorancia, la afección por lo material, el egoísmo y el miedo. Nuestro ego, por sí solo no es malo, pero si dejamos que progrese, evita que se manifieste nuestra auténtica identidad. Para conocer nuestro ego y poder controlarlo, el Dr. Segarra señala las virtudes de una herramienta que nos va a sonar mucho: la meditación.
El Dr. Segarra, en sus obras y numerosas entrevistas, define la meditación como una forma de enfocar nuestra mente de manera que elimina toda distracción de nuestro entorno social que condiciona a nuestro cerebro y centrarlo solo en un pensamiento. Hace una mención particular sobre la técnica oriental Raja Yoga, cuyo propósito es el entrenamiento y dominio de la mente para lograr la autorrealización y la liberación espiritual que incluye preceptos morales, control de la respiración, control de los sentidos, concentración y el estado final de contacto con la supraconciencia. Al llegar a este punto la persona no tendrá conciencia de su cuerpo; notará una gran sensación de paz, de armonía, de gozo… la misma percepción que las personas con ECM.
No obstante, el Dr. Segarra no ha llegado a estas conclusiones sobre la supraconciencia -al menos no solamente- desde la disciplina médica, sino introduciendo un concepto innovador: la física cuántica. Una rama de la física que se ocupa del comportamiento de partículas a escalas muy pequeñas, como átomos y partículas subatómicas. Para Segarra, resumiendo mucho, si se aplica la mecánica cuántica en una interpretación antropológica del ser humano, proporciona nuevas posibilidades de comprensión que justifican los fenómenos trascendentes, especialmente las ECM.
A sus 82 años, el Dr. Sans Segarra -aunque ya jubilado- sin dudas es un profesional extraordinario, una persona amable y sabia, sin necesidad de ganar (más) dinero, ni fama. Yo le creo, al menos en parte. Nos está hablando de la realidad de una supraconciencia (Dios) cuyos atributos son el amor, la verdad, la justicia, la belleza, la paz, la eternidad, etc. pero en el fondo su “misticismo cuántico” rezuma budismo, universalismo y Nueva Era (New Age) por los cuatro costados.
Budismo, por cuanto sus fieles practicantes no buscan en realidad dar gloria a un Dios todopoderoso sino que buscan y anhelan un estado eterno de paz y armonía mediante prácticas espirituales y ciclos de vida y renacimiento (reencarnación, que no resurrección). Universalista, por cuanto es un producto que se vende muy bien y para todos, su base moral reside en el bienestar total y completo del ser humano ¿Quien no compraría esto? De nuevo, el centro es el hombre, no Dios. Nueva Era, por cuanto adquiere muchas de las prácticas y pseudo-creencias espirituales de dicho movimiento que creció rápidamente en la década de 1970 cuya doctrina máxima era que el hombre puede ser un dios sin Dios. Todo esto aderezado, como ya hemos explicado antes, por la teoría de la física cuántica para darle un aire de sofisticación científica.
En los textos budistas no sé, pero en la Biblia, ese libro de libros que se ha puesto en jaque a lo largo de toda la historia y creemos ha sido inspirado por nuestro creador, existen varios ejemplos de ECM. Resurrecciones, al fin y al cabo. Señalemos algunos: el hijo de una viuda de Sarepta (1 Reyes 17:17-23); el hijo de la sunamita (2 Reyes 4:31-37); la del joven Eutico (Hechos 20:7-12); la del famoso Lázaro (Juan 11:38-44) y, por supuesto, la resurrección de Jesucristo mismo, figura central de la fe cristiana (Mateo 28; Marcos 16; Lucas 24; Juan 11).
La diferencia es que en las resurrecciones o ECM bíblicas intervino la acción directa de profetas o apóstoles (Elías, Eliseo, Pablo, Jesús… Dios mismo en el caso de Cristo) y en las ECM “modernas”, por así nombrarlas, no lo sabemos, es un misterio. Bien es cierto que en las Escrituras, tampoco sabemos por qué razón, no se registran los detalles del trance, mientras que en las ECM actuales los afectados son mucho más gráficos y descriptivos. El caso es que, por imposible que parezca, estas ECM son reales, todo lo explicado le sucede de verdad a la persona que la experimenta. Aunque no sean exactamente iguales, comparten un patrón común. De hecho, la ciencia está intentando profundizar en ellas para poder explicarlas y entenderlas mejor. Un estudio realizado en 2011 por investigadores de la Universidad de Virginia estimó que entre el 10% y el 20% de las personas que sobreviven a situaciones de riesgo vital han experimentado una ECM.
Por todo lo expuesto, personalmente creo que el tema de las ECM va mucho más allá de la comprensión humana y, por supuesto, mucho más allá del sincretismo o “rebujina cuántica” que nos quiere despachar nuestro respetado y apreciado Dr. Sans Segarra, por muy buena voluntad que tenga. Por ello, mientras el misterio y la incógnita de las ECM continúa, a mi entender debemos ser cautos y prudentes en este asunto tan incomprensible. Sería bueno, por tanto, recordar y hacer nuestra la recomendación del apóstol Pablo a los efesios:
“hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Efesios 4:13-14).
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Diego Iglesias Escalona. Ldo. Teología (Southern California Seminary, Sevilla (España)
creerycomprender.com/las-resucitaciones-clinicas-y-las-ecm
ResponderEliminarApreciado Diego, creo que para no prestarnos a equívocos, debemos reservar el termino "resucitaciones" y no "resurrecciones" para los ocho casos claros de "resucitaciones" indiscutiblemente milagrosas que Dios llevó a cabo y que la Biblia registra (tres en el AT; tres en los evangelios, y dos en el libro de los Hechos), pues "resurrección" como tal hasta ahora solo ha habido una: la de nuestro Señor Jesucristo, el "primogénito de la resurrección".
ResponderEliminarPor supuesto, totalmente de acuerdo con la aclaración. Saludos!
Eliminarse podrìa entender la experiencia relatada por Pablo como una ECM? aunque no haya sido en el contexto de una enfermedad o situaciòn que lo haya acerdado a la muerte, sino por la descripciòn que hace? me estoy refiriendo a cuando expresa haber sido llevado al tercer cielo.
ResponderEliminarPablo tuvo también otros tipos de éxtasis (Hch. 22:17-21). Pero en este caso, como Pablo mismo afirma, solo me atrevería a decir: "Dios lo sabe" (2 Co. 12:2). Lamentablemente, creo que no hay más información bíblica.
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