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FRANCIS SCHAEFFER, CRUZADA CONTRA EL ABORTO Y REBELIÓN SOCIAL | Alfonso Ropero




Según Barry Hankins, profesor de historia en la Baylor University, Francis Schaeffer (1912–1984) fue probablemente la mayor influencia intelectual en los jóvenes evangélicos americanos de las décadas de 1960 y 1970, cuya influencia se extendió por toda Europa desde su centro de estudio y misión en Suiza. Fue precisamente en Europa donde descubrió el arte clásica, y al instante captó su importancia para la transmisión de la fe. Dirigiéndose a una juventud desorientada en un tiempo de explosión de movimientos juveniles y culturales tratando de vivir y experimentación un mundo nuevo. Schaeffer se hizo eco de esas inquietudes y desde ese contexto de crítica cultural, revolución juvenil, activismo político y defensor de la fe cristiana, se enfrentó a todos los que acudían a él de muchas partes del mundo para confrontarlos con la cosmovisión bíblica de la vida, la espiritualidad y la sociedad. Muchos jóvenes, unos ya creyentes en el borde de la increencia, otros agnósticos confesos, encontraron abrigo, refugio, en sus mensajes, confiriéndoles la alegría de ser cristianos espirituales y a la vez inteligentes. Estos jóvenes a su vez se convirtieron en propagandistas y misioneros de la visión recibida en L´Abri. No exagera Barry Hankins cuando afirma que «es imposible comprender el mundo intelectual del evangelicalismo contemporáneo sin Francis Schaeffer»1.  

Se han escrito muchos libros sobre los diversos aspectos de su vida y su pensamiento, y a ellos me remito, pero hay una parte a la que se ha dedicado muy poca atención, y es a la que quiero remitirme en este escrito, me refiero a la cuestión política y la importante influencia que tuvo Schaeffer a la hora de involucrar al mundo evangélico en la política nacional. 





Los evangélicos van a la política


Los evangélicos no fueron en principio un bloque político demasiado especial e influyente en Estados Unidos, básicamente porque no tenían un motivo que aglutinara y unificara el dividido y heterogéneo mundo evangélico que todos conocemos. El primer conato de actividad política tiene que ver con el sistema de enseñanza al verse confrontado con las nuevas leyes estatales contra la segregación racional, o dicho de una forma más clara, contra el racismo, el pecado capital de la sociedad estadounidense. En muchos estados del sur proliferaban multitud de colegios religiosos privados, regentados por evangélicos, que solo admitían blancos en sus aulas. En 1969, un grupo de familias negras en el condado de Holmes (Missisippi), llevó a juicio al Gobierno federal, hasta de que tres academias privadas alegaran su condición de «organizaciones sociales sin ánimo de lucro» mientras se negaban a admitir a estudiantes de color. El Supremo dictaminó que una escuela privada que discriminara por motivos de raza no podía gozar de exenciones fiscales (Green contra Connally, 1971). El presidente Richard Nixon ordenó al Servicio de Impuestos Internos que revocara las exenciones fiscales de cualquier escuela segregada. Jerry Falwell y otros líderes evangélicos se indignaron. De un solo golpe, los herederos de los esclavistas se convirtieron en los descendientes de los bautistas perseguidos.

Esto hizo que se encendieran todas las alarmas entre los líderes evangélicos, que tenían, casi sin excepción, un próspero negocio de «academias» libres de impuestos para servir las necesidades del viejo racismo sureño. Un administrador de la universidad fundamentalista Bob Jones, que acudió a los tribunales y pasó años en una batalla legal por la decisión de Green, dijo que la lucha por la exención de impuestos fue «el principal asunto» que atrajo a la comunidad escolar cristiana, formada por evangélicos conservadores, a la política.


Los abogados les aconsejaron que en vez de hablar sobre «segregación», hablasen sobre «libertad religiosa», y alegasen que era inadmisible la intromisión federal en cómo estudiar a sus hijos. Pero este no era motivo suficiente para atraer al pueblo. Era además tóxico en unas elecciones generales2.  

Entonces es cuando interviene Francis Schaeffer de la mano de Jerry Falwell. Gracias al activismo católico contra el aborto, se dieron cuenta que este podía ser el motivo que estaban necesitando. Hasta ese momento, el aborto nunca fue un tema de reprobación entre los evangélicos, de hecho, la Convención Bautista del Sur en 1971 adoptó una resolución en la que pedía a sus compañeros bautistas que trabajaran para hacer legal el aborto bajo ciertas condiciones, a saber, «violación, incesto, pruebas claras de deformidad fetal grave y pruebas cuidadosamente comprobadas de la probabilidad de daño a la salud emocional, mental y física de la madre». En 1973, W. A. Criswell, ex presidente de la Convención Bautista del Sur y pastor de la Primera Iglesia Bautista de Dallas (Texas), expresó su satisfacción por la sentencia del caso Roe contra Wade:


«Siempre he pensado que sólo después de que un niño naciera y tuviera una vida separada de su madre se convertía en una persona individual, y por tanto siempre me ha parecido que se debe permitir lo que es mejor para la madre y para el futuro»3.


Desde la década de 1960 y hasta finales de la de 1970, la gran mayoría de los evangélicos y fundamentalistas se mostraban ambivalentes sobre la cuestión y, para la mayoría, el aborto se consideraba una cuestión personal, no política. Daniel K. Williams, que ha estudiado a fondo la opinión de los evangélicos sobre el aborto afirma que en 1970, una encuesta de Baptist View mostró que mientras el 80% de los pastores baptistas del sur se oponían al «aborto a petición individual», el 70% estaba a favor de permitir el aborto para proteger la salud física o mental de la mujer, y el 64% pensaba que las leyes estatales debían permitir el aborto en casos de deformidad fetal. El 71% no tenía ninguna objeción al aborto en casos de violación e incesto4.

En 1968, Christianity Today publicó un número especial sobre anticoncepción y aborto, que resumió el consenso entre los pensadores evangélicos de la época. En el artículo principal, el profesor Bruce Waltke, del conocido conservador Seminario Teológico de Dallas, explicó que la Biblia enseña claramente que la vida comienza al nacer:


«Dios no considera al feto como un alma, sin importar cuánto haya avanzado la gestación. La Ley claramente exige: “Si un hombre mata cualquier vida humana, será condenado a muerte” (Lv 24:17). Pero según Éxodo 21:22-24, la destrucción del feto no es un delito capital… Claramente, entonces, a diferencia de la madre, el feto no se considera un alma».


Los estrategas conservadores y los líderes religiosos que fueron los artífices de la Derecha Religiosa no aprovecharon el aborto como tema político activador hasta que quedó claro que la segregación (es decir, el racismo dicho en plata) ya no sería un tema aceptable en torno al cual organizar a la gente. La cruzada contra la integración escolar liderada por Jerry Falwell y apoyada por Paul Weyrich —un influyente estratega conservador y fundador del think tank conservador Heritage Foundation— fue importante para activar su base, pero fue perdiendo apoyo entre un público general que estaba llegando a aceptar la integración escolar y los derechos civiles como la nueva norma. Un movimiento basado en el mantenimiento del privilegio de los cristianos blancos buscó un nuevo tema que atrajera a los devotos fundamentalistas y convirtiera a un número cada vez mayor de conservadores culturales en una base que pudiera ser aprovechada para apoyar a los candidatos y las causas republicanas.



Con la ayuda de hijo Frank, en 1976 Schaeffer produjo y apareció ante la cámara en dos series de películas documentales: How Should We Then Live? The Rise and Decline of Western Thought and Culture, seguida, en 1979, de Whatever Happened to the Human Race? En la primera Schaeffer critica la influencia del Renacimiento, la Ilustración y Charles Darwin por conducir al relativismo moral, al nihilismo y a la erosión de los valores absolutos de la civilización occidental. En la segunda, presenta un fuerte alegato contra el aborto y la eutanasia según la doctrina bíblica. La serie fue proyectada en las iglesias de todo el país, pero en principio no tuvo el éxito esperado, hasta que intervinieron los políticos republicanos, como narra Frank Schaeffer:


«Los evangélicos que habían asistido a nuestros seminarios por decenas de miles cuando lanzamos la primera serie simplemente no estaban interesados en el tema del aborto. Al principio, nos encontrábamos con asientos vacíos en lugares como el Grand Ole Opry que habíamos llenado unos años antes. Costó mucho trabajo cambiar esa apatía sobre el “tema”. Y curiosamente, lo que al final le dio credibilidad a la serie fueron los líderes políticos republicanos que vieron la oportunidad de sacar provecho del tema. El hecho de que comenzaran a prestarnos atención a papá y a mí despertó la pasión de los líderes evangélicos: ¡codiciaban nuestro nuevo acceso al poder!

Por ejemplo, el congresista Jack Kemp presentó una proyección de nuestra película en el Edificio Rayburn en Washington D. C. Asistieron más de 50 senadores y congresistas. Y el Washington Post publicó un artículo sobre nuestra película. De repente, los evangélicos —que padecen un complejo de inferioridad que odia a los “medios liberales seculares” y anhela su atención— se sintieron intrigados: Francis Schaeffer estaba recibiendo la atención de los líderes en Washington y los “medios seculares” incluso estaban tomando nota»5.


A partir de ese momento todos los líderes evangélicos querían participar. Además de Jerry Falwell, Pat Robertson se unió a la iniciativa y James Dobson, de Focus on the Family, emprendió su primera gran cruzada política. Al parecer Francis Schaeffer logró convencer a su público evangélica de que tenían el deber, de hecho, la obligación moral, de dejar de lado su antigua aversión a la política y entrar en ella. Fue entonces cuando Jerry Falwell aprovechó el momento para fundar la Moral Majority (Mayoría Moral), con el objetivo de movilizar el voto evangélico a favor de los republicanos6.  Apoyados por el pensamiento y la filosofía de Schaeffer, los evangélicos marcharon a las urnas y votaron abrumadoramente por Ronald Reagan en 1980 y George W. Bush en 2004. Así es como se consumó el matrimonio entre el Partido Republicano y la comunidad evangélica «pro-vida». La profunda ironía de todo esto es que Reagan había firmado en 1967, cuando era gobernador de California, la ley sobre el aborto más permisiva del país.

También llama es digno de destacar el cambio radical que se produjo en uno de los protagonistas, Frank Schaeffer. Tal como escribe en su libro de memorias:


«El movimiento evangélico antiaborto de la década de 1970, que papá, C. Everett Koop (quien sería el director general de servicios de salud de Ronald Reagan) y yo ayudamos a crear, sedujo al Partido Republicano. Lo convertimos en un partido extremista de extrema derecha, fundamentalmente antiestadounidense. No habría existido el Tea Party sin las bases que construimos. La diferencia entre ahora y entonces es que entonces éramos fanáticos religiosos que llamaban a la puerta de los líderes políticos tradicionales. Hoy, los fanáticos son los líderes políticos.

No se puede entender por qué el Partido Republicano tuvo tanto éxito recuperando ambas cámaras del Congreso en 2014 y desbaratando gran parte de lo que Obama había intentado hacer, a menos que se entienda lo que hicimos entonces»7.


Y lo que hicieron fue el establecimiento de una hegemonía conservadora en la política estadounidense desde Reagan hasta Bush (incluso Clinton tuvo que adoptar una línea moderadamente conservadora). «Ese giro a la derecha en la política estadounidense produjo políticas despiadadas que han perjudicado a los pobres y marginados, a los “más pequeños” (Mt 5:40), por quienes el Evangelio muestra una marcada preferencia»8.




La tentación teocrática

 

La Derecha cristiana y su homólogo Nacionalismo cristiano son acusados de querer romper la vieja tradición democrática de separación Iglesia y Estado para instaurar un teocracia o dominio de los santos. Motivos tienen para sentirse preocupados. Jerry Falwell llegó a decir, con ese lenguaje tan típico de predicador de catástrofes, que la separación de la Iglesia y el Estado había sido «inventada por el diablo para evitar que los cristianos dirigieran su propio país». La misma acusación se dirigió contra Francis Schaeffer a raíz de la publicación de su Manifiesto cristiano (1981). John W. Whitehead considera que esta es una acusación injusta, toda vez que Schaeffer advirtió contra el peligro de aliarse con el gobierno y defender una postura teocrática. «No debemos confundir el Reino de Dios con nuestro país», escribe en su Manifiesto. «Dicho de otro modo: no debemos envolver al cristianismo en nuestra bandera nacional»9.  

Dicho esto, es difícil evitar la impresión de que Schaeffer se acercó preligrosamente a lo que recomendaba evitar. En los capítulos 7, 8 y 9 de su Manifiesto, que tratan sobre: “Los límites de la desobediencia civil”, “El uso de la desobediencia civil” y “El uso de la fuerza”, escribe cosas gruesas. El gobierno civil, como todo en la vida, se rige por la Ley de Dios, escribe.


 «En este mundo caído, Dios nos ha dado ciertos cargos para protegernos del caos, resultado natural de esa caída. Pero cuando cualquier cargo ordena algo contrario a la Palabra de Dios, quienes lo ocupan se abrogaron su autoridad y no deben ser obedecidos. Y esto incluye al Estado… Dios ha ordenado al Estado como una autoridad delegada; no es autónomo. El Estado debe ser un agente de justicia, reprimir el mal castigando al malhechor y proteger el bien en la sociedad. Cuando hace lo contrario, carece de autoridad propia. Es entonces una autoridad usurpada y, como tal, se vuelve ilegal y tiranía»10.


 ¿Qué hacer cuando el Estado comete actos que violan su función legítima?, se pregunta nuestro autor. Y responde haciendo referencia a los mártires de la Iglesia. Los primeros cristianos, argumenta, murieron por no obedecer al Estado en asuntos civiles. 


«A menudo se nos dice que la Iglesia primitiva no mostró desobediencia civil. Desconocen la historia de la iglesia. ¿Por qué fueron arrojados a los leones los cristianos del Imperio romano? Desde la perspectiva cristiana, fue por una razón religiosa. Pero desde la perspectiva del Estado romano, estaban en desobediencia civil, eran rebeldes civiles. Al Estado romano no le importaba la creencia religiosa de nadie; se podía creer cualquier cosa o ser ateo. Pero había que adorar al César como muestra de lealtad al Estado. Los cristianos dijeron que no adorarían al César, ni a nadie ni a nada, sino al Dios vivo. Por lo tanto, para el Imperio romano eran rebeldes, y esto era desobediencia civil. Por eso fueron arrojados a los leones»11.


El tema es más complejo de lo aquí planteado. Los cristianos se opusieron a quemar incienso en honor del César, que representaba la buena voluntad de los dioses para el Estado, por considerarlo un acto de idolatría que no podían permitirse. Su actitud no puede describirse como un acto de rebelión, era un conflicto de creencias religiosas por las cuales los cristianos, aunque no todos, estuvieron dispuestos a arriesgar su vida, sin ningún tipo de resistencia material, protestando al mismo tiempo su amor al Estado y al César, elevando oraciones por él ante Dios. 

En How Should We Then Live?, Schaeffer ya había adelantado que los cristianos fueron asesinados «no porque adoraran a Jesús», sino «porque eran rebeldes», cuando es un hecho comprobado que asombró tanto a los mismos cristianos víctimas del momento como a los historiadores posteriores, que sentían gran respeto por el derecho romano, que los cristianos fueron perseguidos por el mero nombre de cristianos12. Es solo una pieza de oratoria firmar que  «ninguna autoridad totalitaria ni ningún estado autoritario puede tolerar a quienes tienen un criterio absoluto para juzgar a ese estado y sus acciones. Los cristianos tenían ese criterio absoluto en la revelación de Dios. Dado que los cristianos tenían un criterio absoluto y universal para juzgar no solo la moral personal, sino también la del estado, fueron considerados enemigos de la Roma totalitaria y arrojados a las fieras»13.


De la era de los mártires, Schaeffer nos a un auténtico precedente de la rebelión política por motivos religiosos: la época de la reforma o reformas protestantes. «En casi todos los lugares donde la Reforma tuvo éxito hubo alguna forma de desobediencia civil o rebelión armada». Esto es así, sin lugar a dudas, tanto en Alemania, Suiza, Francia, Dinamarca, Escocia... Schaeffer trae a colación la importante obra de Samuel Rutherford (1600-1661), Lex Rex (La ley es rey) de 1644, en base a la cual justifica la oposición armada a un Estado considerado ilegal o arbitario. 


«De la tesis de Rutherford se desprende que los ciudadanos tienen la obligación moral de resistirse a un gobierno injusto y tiránico. Si bien siempre debemos someternos al cargo de magistrado, no debemos someternos al hombre que ostenta ese cargo y ordena algo contrario a la Biblia.

Rutherford ofreció sugerencias sobre los actos ilegítimos del Estado. Un gobernante, escribió, no debe ser destituido simplemente por violar el pacto que tiene con el pueblo. Solo cuando el magistrado actúa de tal manera que destruye la estructura de gobierno del país —es decir, cuando ataca la estructura fundamental de la sociedad— debe ser relevado de su poder y autoridad.

Eso es exactamente lo que enfrentamos hoy. Toda la estructura de nuestra sociedad está siendo atacada y destruida. Se le está dando una base completamente opuesta, lo que produce resultados exactamente opuestos. El cambio es mucho más total y destructivo que el que Rutherford o cualquiera de los reformadores enfrentaron en su época»14.


La extrapolación de ejemplos tomados de diferentes épocas históricas tiene sus riesgos. Schaeffer parece olvidar que el motivo de rebelión por motivos religiosos aducido por algunos reformadores llevó a la Cristiandad a una serie interminable de guerras que arruinó multitud de ciudad y acabó con la vida de millares de personas, se cometieron actos tan salvajes y atroces como no podemos ni imaginar, hasta que en la Paz de Westfalia (1648) se decidió, por el bien de todos, dejar fuera la religión de política. 

Schaeffer creía que los años de Ronald Reagan presentaban una «ventana de oportunidad» para revertir la marea del humanismo, que él atrubía a la mayoría de la ciudadanía, antes de que «alguna forma de autoritarismo de élite» se imponga, quizás «bajo el pretexto de la constitucionalidad, como ocurrió bajo César Augusto en el Imperio Romano». Y si bien es cierto que Schaeffer no pidió una revolución inmediata, en su Manifiesto cristiano aborda la pregunta de «¿qué hacer si la ventana se cierra?», y responde a modo de exhortación:


«Es hora de que comprendamos conscientemente que cuando cualquier cargo ordena algo contrario a la Ley de Dios, anula su autoridad. Y nuestra lealtad al Dios que dio esta ley exige que respondamos adecuadamente ante tal usurpación tiránica del poder. Quiero enfatizar en este punto que Samuel Rutherford no se equivocó, sino que tenía razón; no solo acertó en el siglo XVII en Escocia; no solo en 1776: tiene razón en nuestro siglo».


Entonces no duda en decir que:


«Llega un momento en que la fuerza, incluso la física, es apropiada. El cristiano no debe tomarse la justicia por su mano ni convertirse en ley para sí mismo, pero cuando se cierran todas las vías de huida y protesta, la fuerza en una postura defensiva es apropiada. Esta fue la situación de la Revolución Americana. Los colonos usaron la fuerza para defenderse. Gran Bretaña, debido a su política hacia las colonias, era vista como una potencia extranjera que invadía América. Los colonos defendieron su patria».


Es evidente que para Schaeffer, el derecho a resistirse a la autoridad ilegal es equivalente lo que Locke llamó más claramente «el derecho a la revolución». Por eso, como advierte Ryan Lizza con razón, interpretar el Manifiesto Cristiano como un simple llamado a la desobediencia civil no violenta es ignorar deliberadamente un argumento central del libro: que, llegado a cierto punto —el «punto final»—, el gobierno pierde su autoridad moral y su derrocamiento, por cualquier medio, está justificado. «Schaeffer creía que estas condiciones existían para los primeros cristianos bajo el Imperio romano, para los protestantes de la Reforma, para los colonos durante la Revolución y para los cristianos estadounidenses en la década de 1980»15. 

Schaeffer se mantuvo en esta creencia hasta el final de sus días. Poco antes de su muerte, y a la luz de sus últimos escritos, Philip Yancey le preguntó si apoyaba algún movimiento revolucionario, como en África o en Indochina, a lo que Schaeffer respondió: «Oh, claro, lo haría en ciertas circunstancias. Para mí, el derecho a la revolución es parte del proceso democrático. Debes recordar que soy radical en este sentido. La mayoría de la gente no se da cuenta de eso»16.


Podemos concluir como resultado de nuestra pequeña investigación diciendo, que, como bien demuestra el profesor Randall Balmer, «la oposición al aborto fue una bendición para los líderes de la derecha religiosa, ya que les permitió desviar la atención del verdadero origen de su movimiento: la defensa de la segregación racial en las instituciones evangélicas. Con una astuta maniobra, lograron conjurar una furia justificada contra la legalización del aborto y, de este modo, dar un barniz de respetabilidad a su activismo político»17. Francis Schaeffer fue la pieza clave en esta nueva maniobra política explotada por la derecha religiosa, de hecho, fue el agente intelectual de la misma. 

 (Seguiremos)




NOTAS 


1  Barry Hankins, Francis Schaeffer And the Shaping of Evangelical America. Eerdmans, Grand Rapids 2008

2  Roger Senserrich, Por qué se rompió Estados Unidos. Populismo y polarización en la era de Trump, pp. 170-172. Debate, Barcelona 2024. Véase una exposición histórica detallada en Randall Balmer, Bad Faith. Race and the Rise of the Religious Right. Eerdmans, Grand Rapids 2021.

3  Citado por Anne Rumberger, La creación del movimiento evangélico contra el aborto, https://vientosur.info/la-creacion-del-movimiento-evangelico-contra-el-aborto/
4  Daniel K. Williams, God's Own Party
5  Frank Schaeffer, The Actual “Pro-Life” Conspiracy That Handed America to The Tea Party & Far Religious Right (An Insider’s Perspective), https://www.patheos.com/blogs/frankschaeffer/2014/07/the-actual-pro-life-conspiracy-that-handed-america-to-the-tea-party-far-religious-right-an-insiders-perspective/
6  A. Ropero, Y la política entró en la iglesia. Jerry Falwell y la Mayoría Moral, https://www.lupaprotestante.com/y-la-politica-entro-en-la-iglesia-jerry-falwell-y-la-mayoria-moral-alfonso-ropero/
7  Frank Schaeffer, Crazy for
God: How I Grew Up as One of the Elect,
Helped Found the Religious Right, and
Lived to Take All (or Almost All) of it Back. Carroll & Graf, 2007.
8  Ronald A. Wells, Francis, Frank, and Me. A Reflection on the Career of Francis A. Schaeffer, https://reformedjournal.com/2009/01/01/francis-frank-and-me-a-reflection-on-the-career-of-francis-a-schaeffer/
9  John W. Whitehead, Setting the Record Straight: Michele Bachmann, Francis Schaeffer and the Christian Right, https://www.rutherford.org/publications_resources/john_whiteheads_commentary/setting_the_record_straight_michele_bachmann_francis_schaeffer_and_the_christian_right
10  Schaeffer, A Christian Manifesto, pp. 90-91.
11  Id., pp. 92-93.
12  Véase A. Ropero, Mártires y perseguidores. CLIE, Barcelona 2010.
13  Schaeffer, How Should We Then Live?, pp. 24-26. Fleming H. Revell Co. 1976
14  Schaeffer, A Christian Manifesto, pp. 101-102
15  Ryan Lizza, “A Christian Manifesto” Call to Arms, https://www.newyorker.com/news/news-desk/a-christian-manifestos-call-to-arms
16  Philip Yancey, Open Windows, p. 46. Thomas Nelson, Nashville 1985.
17  Randall Balmer, The Religious Right and the Abortion Myth,





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Alfonso Ropero, historiador y teólogo, es doctor en Filosofía (Sant Alcuin University College, Oxford Term, Inglaterra) y máster en Teología por el CEIBI. Es autor de, entre otros libros, Filosofía y cristianismo, Introducción a la filosofía, Historia general del cristianismo (con John Fletcher), Mártires y perseguidores y La vida del cristiano centrada en Cristo.





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