Resistencia y esperanza. Una reflexión necesaria en tiempos de crisis de humanidad | Héctor Antonio Fernández Espino
San salvador, El Salvador Centroamérica.
Junio 2025
Resistir con fe
Comienzo esta reflexión recordando palabras del pastor mártir, Dietrich Bonhoeffer, además de que fueron dichas en una realidad antihumana desatada por Hitler y sus secuaces, contienen un espíritu profético con gran vigencia para las situaciones que se desarrollan en el contexto mundial y realidades locales.
Situaciones que nos deberían hacer reflexionar y actuar: persecución a los migrantes latinos en Estados Unidos, genocidio en gaza, amenaza de una guerra mundial, las narrativas de gobernantes que confunden a muchas personas presentándose como benefactores y defensores de la democracia y la libre expresión, cuando en realidad son sus depredadores de los pueblos, con tendencias evidentemente autoritarias, estos “gobiernos” autócratas con perfiles claros de dictaduras como el de Bukele en El Salvador, Milei en Argentina y Trump en Estados Unidos engendran situaciones injustas, de persecución, difamación y anulación de personas y organizaciones que en realidad promueven y defienden la verdad, los derechos humanos, el bien común y la dignidad de las personas. Sus formas de gobernar están fundamentadas en el engaño, la mentira y el odio.
El genocidio contra la población civil palestina es una ofensa a la humanidad. La persecución desatada contra los migrantes en Estados Unidos. Todas estas situaciones y otras más, son llamados urgentes al discipulado cristiano.
“La gran mascarada del mal ha trastornado todos los conceptos éticos. Para quien proviene de nuestro tradicional mundo de conceptos éticos, el hecho de que el mal aparezca bajo el aspecto de la luz, de la acción benéfica, de la necesidad histórica, de la justicia social, es sencillamente perturbador. Para el cristiano que vive de la Biblia, este hecho constituye la confirmación de la abismática maldad del mal.”[1]
Hacer teología en nuestro tiempo es colocarse en el lugar de las víctimas. Es asumir posición desde nuestra identidad cristiana por la vida y la justicia. Colocarse al lado de los que hoy sufren es necesario para hacer reflexión teológica, imprescindible para quien se considere cristiano, es posicionarse al lado de los que hoy son asesinados por los grandes poderes que enarbolan el odio en nuestro tiempo. Colocarse en el lugar de los pobres hoy es imperioso para quien confiesa ser cristiano. Considero importante retomar la definición de pobre que hace Gustavo Gutiérrez:
“¿Qué es por consiguiente lo que se entiende por pobre? Creo que no existe una buena definición; pero nos acercamos a ella si decimos que los pobres son los no-persona, los 'in-significantes', los que no cuentan para la sociedad y, con demasiada frecuencia, tampoco para las Iglesias cristianas. Pobre es, por ejemplo, el que tiene que esperar una semana a la puerta de un hospital para ver al médico; pobre es el que no tiene peso social ni económico, a quien se despoja mediante leyes injustas; el que no tiene posibilidad para hablar y actuar para cambiar una situación; el que forma parte de una raza despreciada y culturalmente marginada. A lo sumo, los pobres están presentes en las estadísticas, pero no aparecen en la sociedad con nombre propio. No conocemos el nombre de los pobres. Son y permanecen anónimos. Los pobres son socialmente insignificantes, pero no delante de Dios.”[2]
La situación tan grave nos convoca a ser parte de la resistencia. Resistencia necesaria para toda persona que confiesa y confía en Dios como creador y liberador en realidades deshumanizantes.
“La iglesia que es coherente fielmente a las enseñanzas de Jesús debe colocarse firmemente a favor de la dignidad de las personas. 'La Iglesia predica su liberación tal como la hemos estudiado hoy en la Sagrada Biblia, una liberación que tiene, por encima de todo, el respeto a la dignidad de la persona, la salvación del bien común del pueblo y la trascendencia que mira ante todo a Dios y sólo de Dios deriva su esperanza y su fuerza.'”[3]
La resistencia en el movimiento con Jesús
En la época primera de las comunidades cristianas, resistir fue clave para la sobrevivencia del movimiento con Jesús. Las y los cristianos resistieron el acoso, la persecución política, militar y religiosa de dos grandes aparatos ideológicos, religiosos y militares en su tiempo, el poder imperial romano y el poder judío. Ambos perseguían al naciente movimiento y ninguno de ellos, a pesar de los duros golpes asestados a los cristianos, lograron romper la resistencia del movimiento con Jesús.
El movimiento de Jesús tiene su origen en una crisis sociopolítica, religiosa. La decadencia de la religiosidad judía y el intento de Cayo Calígula, de erigirse como dios supremo dio como resultado fortalecimiento de la resistencia, la pretensión de Cayo Calígula provocó estallidos sociales populares entre la población que confesaba a Dios como único Señor y dador de vida, en las células del movimiento con Jesús incentivó también la revolución de los valores[4].
Las personas que participaron en la resistencia del movimiento cristiano acogían, en su seno, el anhelo de una vida digna y justa, principalmente para los que históricamente habían sido marginados y excluidos del sistema, y esta actitud contaba con el fundamento principal en la enseñanza de Jesús con su propuesta del reino de Dios.
Un aspecto importante en la actitud de resistencia fue la prevalencia del imaginario de un Dios como padre y madre y no un dios monarca.
El reino de Dios se opone a la visión de grandes banquetes de los que tenían muchas posibilidades económicas y propone otro estilo de banquete, la práctica de una comida familiar en la que participan todos los que son excluidos, marginados del disfrute de “situaciones sencillas” como comer, beber, compartir. En ese banquete del reino son bienvenidos los extranjeros, los que “andan por los caminos” los que portan alguna situación especial, toda persona que por situación social, económica, cultural es excluida, marginada, la sexualidad es irrelevante en ese compartir la mesa en ambiente familiar, Marcos 12. 25. El reino, se hace visible en la reunión familiar para los que tienen, pero principalmente para los que no tienen familia. Y no es exclusivo para judíos, sino para toda persona que confesaba su fe en Jesús el protomártir. El rechazado por la religiosidad judía.
“La tragedia del rechazo judío a Cristo ha abierto la puerta de salvación a los gentiles. Las bendiciones del reino están disponibles para todos los que acudan a Cristo por fe”.[5]
Resistir los antivalores de la religiosidad del imperio romano, los antivalores de la religiosidad judía, fue clave importante en la resistencia del movimiento con Jesús. Esa resistencia germinó y se manifestó en las palabras y acciones de Jesús, continuó con sus seguidoras y seguidores, y se sostendrá en los dos primeros siglos de existencia del movimiento. Un movimiento que revolucionó las formas de relaciones interpersonales entre los seguidores de Jesús, y con Dios. Esa actitud y palabra de resistencia, desde sus génesis, creció, desarrolló y consolidó relación intrínseca con la esperanza. No una esperanza simple, sino una esperanza contra toda desesperanza, esperanza activa, comprometida con los valores del reino y con los principios del movimiento con Jesús. Esperanza en el torturado y crucificado, que también había resucitado derrotando los sistemas antivida de aquella época y del futuro.
El pueblo de Dios y la esperanza, a pesar de la afonía y pasividad de las estructuras eclesiales.
“Es una historia tan densa la de El Salvador, queridos hermanos, que nunca se agota. Cada domingo encontramos hechos que están pidiendo la luz de la palabra del Señor. Y el verdadero cristiano en El Salvador no puede prescindir de estas realidades, a no ser que quiera profesar un cristianismo aéreo, sin realidades en la tierra, un cristianismo sin compromisos, espiritualista. Y así es muy fácil ser cristiano, desencarnado, desentendido de las realidades que viven. Pero vivir ese Evangelio, que por orden del Padre eterno tenemos que escuchar de Cristo, 'A Él escuchadle', vivirlo en el marco real de nuestra existencia, eso es lo difícil, eso es lo que crea conflictos, pero es lo que hace auténtica la predicación del Evangelio y la vida de cada cristiano”[6].
En las estructuras oficiales de las iglesias en El Salvador, en particular y en el ambiente internacional no se perciben voces firmes y definidas defendiendo y promoviendo la verdad, la justicia, la vida, confrontando y desenmascarando el pecado social, estructural, como lo hicieron en los años setenta y ochenta del siglo veinte. Actualmente, hay algunas voces, pero estas están dispersas y no logran un impacto social sistemático importante en la defensa y promoción de los principios y valores cristianos. Las redes, las federaciones regionales y mundiales, que fortalecían las voces locales actualmente y por múltiples situaciones, están sumamente debilitadas.
En esta realidad tan adversa para fortalecer la voz y acción evangelizadora comprometida y coherente con el evangelio de Jesús, las estructuras eclesiales, si no quieren quedarse anquilosadas y superadas por la realidad social, deben preguntarse ¿qué hacen y qué no hacen? ¿cuál es su actuación u omisión ante los grandes desafíos mundiales con enormes repercusiones locales? ¿Cómo, de qué manera los interpretan, “los ven” las personas, principalmente las nuevas generaciones? ¿Por qué no logran o no quieren alzar la voz evangélica en defensa de los que están siendo asesinados, perseguidos y desaparecidos?
El propósito original de Pueblo de Dios, cada día más se difumina en un pasado perdido de las estructuras, lo cual atenta contra la esencia de ser Pueblo de Dios en la actualidad.
Queda, a pesar de las afonías de las estructuras eclesiales, un hecho muy importante al cual hay que darle mucha atención: la fe y la práctica del discipulado de muchas personas, ya no en, y mediante las estructuras eclesiales, pero sí en el Jesús que los acompaña en sus caminares. En esas personas que están como rebaños sin pastor, están ubicadas actualmente y con mucha entereza, son la reserva moral del cristianismo hoy, pues forman parte de la línea directa de fe comprometida y coherente con el evangelio de la cual dieron testimonio martirial las primeras comunidades del movimiento con Jesús. Estas personas hoy, son, la iglesia de Cristo Jesús en las márgenes de las estructuras eclesiales. Son las personas que pueden dar vida a la esperanza activa y al proyecto de vida plena de Jesús.
En este escenario de afonía de las estructuras eclesiales, y la existencia de la fe actuante, aunque aún dispersa en nuestro tiempo, se vuelven claves algunas preguntas a las personas que con fe en el resucitado pretenden ser pueblo de Dios en el contexto mundial y en cada sociedad en particular. ¿Para qué existe la iglesia y qué es lo que anhela? ¿Qué significa ser discípula, discípulo de Jesús en un contexto de crisis de humanidad? Las respuestas a estas y otras interrogantes pueden contribuir de manera importante para avanzar, ya que estas personas son, en la actualidad, la Iglesia, no la estructura visible, sino la actualización de la Iglesia Invisible.
“En contraposición con la Iglesia romana, Lutero concibió con el paso de los años otro tipo de Iglesia. Para explicarla, recurría a la distinción entre 'Iglesia visible' e 'Iglesia invisible'. La primera aludía claramente a la Iglesia de Roma caracterizada por el lujo, el ceremonial, el culto barroco y efectista, y la religiosidad externa. En frente se hallaba la Iglesia que propugnaba Lutero. Una 'Iglesia invisible' que estuviera compuesta, según Febvre, por todos los cristianos que tuvieran una fe verdadera, que estuvieran unidos no por lazos externos de obediencia al Papa, sino por lazos íntimos y sentimentales surgidos del hecho de compartir unos mismos valores, preocupaciones y creencias. En realidad, para el reformador, toda Iglesia tenía una cara visible y otra invisible. La Santa Sede había permitido que la Iglesia se centrara demasiado en asuntos superficiales que no servían para ayudar a los fieles sino que su única virtualidad era aumentar el poder del clero romano. Por ello, la Iglesia luterana debería asemejarse y potenciar más su vertiente “invisible”, esa parte espiritual, sencilla y no discriminatoria cuya razón de ser sería el auxilio del creyente.”[7]
Las estructuras eclesiales que sobreviven y que todavía pretenden encarnar el discipulado con Jesús, así como las personas que no se sienten parte de esas estructuras pero que tienen fe en el resucitado e intentan imitarlo debemos preguntarnos, ¿Qué significa ser pueblo de Dios en las actuales circunstancias? ¿Cómo y de qué manera podemos reagruparnos para vivir y practicar la fe en comunidad entretejiendo estructuras de nuevo tipo para servir? Reflexionar y practicar nuevos estilos de vidas diaconales. Hay muchas preguntas más, pero no es el objetivo de esta reflexión ese tema. Podemos profundizarlo posteriormente.
Jesús fue un rabino que revolucionó y actualizó en la práctica ese concepto. Sus seguidores lo nombran así, por su conocimiento de las escrituras de lo que hoy conocemos como antiguo testamento y por su interpretación novedosa de esos escritos y además por ser una voz firme, que “hablaba con poder” y llena de sabiduría, que aceptaba mujeres en su círculo, que colocaba en sitio de privilegio a los que el sistema desecha y que tiene palabras y actitudes cuyo núcleo es el amor. El ejemplo de ese rabino es el que practicarán las primeras comunidades cristianas. Y se constituirá en fundamento crucial en la nueva forma de ser pueblo de Dios.
Las primeras comunidades cristianas, son el germen de la constitución de una nueva concepción de lo que es y será por siempre el nuevo pueblo de Dios, fundamento que queda evidenciado en la primera carta de Pedro 2. 9 y en Gálatas 3.28. Por la fe en Cristo Jesús todos sois hijos de Dios. Los que os habéis bautizado consagrándoos a Cristo os habéis revestido de cristo. Ya no hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, pues con cristo Jesús todos sois uno. Estos aspectos serán esenciales en el esfuerzo de constituir el pueblo de Dios.
La confesión de fe en los momentos fundantes del pueblo de Dios no se hace en una realidad tranquila de paz etérea, se hace en un contexto de persecución, temor, sangre y dolor, en los que bautizarse en el nombre de Jesús y confesar la fe en el que fue torturado y crucificado como criminal y sedicioso fue correr peligro de persecución, exilio y muerte. Porque estaban resistiendo la crueldad de los poderes judío y romano y lo hacían con mucha esperanza.
El pueblo de Dios no es una ciudadanía física, con acta de nacimiento y cosas “oficiales”, ser parte del pueblo de Dios es nacer, resurgir a una vida nueva, a un estilo de vida distinto, que muestre “en qué se cree” es crear un estilo de vida que refleje anticipadamente el reino, sus principios y valores. Debe surgir de una experiencia en la cual la sangre de los mártires sea parte importante del nuevo ser. Un ser para servir, un ser para amar, un ser que trabaja y entrega su vida con pasión y dedicación para que avance la verdad y la justicia en este mundo, reflejando el reino de Dios en el día de hoy. Es un ser que orienta su vida en el ejemplo del primer mártir de la historia cristiana y de los ejemplos de los mártires en todo el caminar histórico y actual de la Iglesia, ya que la sangre de los mártires libera y humaniza.
“Le responde Nicodemo-¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo, ¿podrá entrar de nuevo en el vientre materno para nacer'' Le contestó Jesús -Te aseguro que, si uno no nace de agua y Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” Juan 3. 3–5.
En ese sentido, es importante recordar el pensamiento y la actitud de monseñor Romero al respecto.
“Difícil hablar teológica e históricamente de Monseñor Romero sin verse forzado a hablar del pueblo y del pueblo de Dios, de un pueblo que, como el siervo de Yahvé ni siquiera tenía faz humana, ni siquiera tenía faz de pueblo y que poco a poco se fue convirtiendo no sólo en verdadero pueblo sino, a la vez, en pueblo de Dios. Monseñor Romero quería hacer de su pueblo un verdadero pueblo y para lograrlo le descubría su estado de postración y explotación injustas, le anunciaba el futuro que Dios quería para él y le animaba a la lucha en busca de su verdadera y completa liberación.”[8]
La esperanza cristiana, desde una perspectiva práctica nos conduce a la negación, a la resistencia de lo que promueve los sistemas de dominación injustos. La esperanza surge y se fundamenta en Jesús – Cristo, el maltratado, torturado, crucificado, pero también resucitado. Aquel que con el amor mayor confrontó, desenmascaró los sistemas antivida y fue resucitado por un poder mayor a los sistemas injustos. Al resucitar a Jesús, Dios muestra su poder que trasciende la historia y recrea una nueva forma, un nuevo estilo de vida. Un estilo de vida que hace evidencia del amor, a pesar de todo lo que se opone. Que contribuye a la transformación positiva en las relaciones personales, económicas y sociales.
Confesar la fe en Jesús, significaba desobediencia absoluta a los poderes que se valen del engaño, la mentira, el odio, la opresión y la represión, significaba decir la verdad aun a costa de sufrir el mismo martirio del rabí del movimiento liberador. Confesar a Jesús es absoluta obediencia y seguimiento a él, que es la verdad y la vida; la paz fruto de la justicia. Es confrontar, exponer la falsedad y no ser parte de todo aquello que es lo opuesto al reino de Dios.
"No igualarse a este mundo no significa solo modificarse a uno mismo, sino el modificar, con la resistencia y con la expectación creadora, la figura del mundo dentro del que se cree, espera y ama. La esperanza del evangelio mantiene una relación polémica y liberadora no solo con la ideología de los hombres sino mucho más todavía con la vida practica y efectiva de los sujetos y con las circunstancias en que esa vida se lleva a cabo".[9]
El Salvador, una realidad de resistencia y esperanza
En el caso de El Salvador, en particular, en este tiempo vivimos situaciones tristes, dolorosas: una gran parte de nosotros, tenemos dudas, zozobra y temores. En cierta manera estamos de luto, y al mismo tiempo celebramos la vida y la esperanza. Intentamos vivir, resistir en ambientes tóxicos. ¿Quién de nosotros hoy no está triste o preocupado por sus inestabilidades, o porque a pesar de que tiene una fuente de trabajo la remuneración no corresponde a las necesidades mínimas para solventar las necesidades básicas en el hogar, por un familiar, amigo, compañero de trabajo, conocido que ya no está físicamente entre nosotros, ya sea porque está desaparecido, fue capturado arbitrariamente y falleció sin ser llevado a juicio, fue obligado a refugiarse, autoexiliarse en otro país porque en el suyo hay persecución política, porque en su país no se respeta la libre expresión, o la crisis alimentaria cada día se profundiza aún más y se ve obligado a emprender el éxodo.
Bukele, es un presidente que en la actualidad desarrolla un mandato inconstitucional, imponiendo un régimen de excepción permanente, ha logrado vender una narrativa engañosa a muchos salvadoreños y extranjeros, aunque la narrativa cada día pierde legitimidad y evidencia contradicciones en sí misma, todavía, un amplio sector de la población continúa apoyándole, sigue provocando confusión entre nacionales y extranjeros. Lo cierto es que intentar vivir en El Salvador, actualmente, es sobrevivir en un ambiente saturado de temor.
Toda persona que defiende las causas justas, que denuncia violaciones a derechos humanos, es perseguida, encarcelada, en ocasiones es víctima de desaparición forzada. A la fecha, aproximadamente cuarenta periodistas se han visto obligados a autoexiliarse, por las amenazas recibidas. Ser capturado arbitrariamente en este país puede significar morir porque no se recibe la atención en salud o los medicamentos que se requieren o ser desaparecido en el sistema carcelario salvadoreño. Los últimos casos de capturas arbitrarias a defensores de derechos humanos evidencian que en este país lo que menos se respeta son las leyes y la dignidad humana. La aplicación de las leyes es algo del pasado, existen en la letra, pero no en la realidad.
Muchas personas están siendo desalojadas de sus tierras, a los vendedores ambulantes se les decomisan sus mercaderías, se les amenaza y amedrenta para que se alejen del centro de la ciudad, que es la vitrina para vender una imagen falsa del nuevo El Salvador. Toda persona que defiende el medio ambiente, o trabaja por el sí a la vida y no a la minería metálica, corre el riesgo de ser perseguido y encarcelado. En este país, quien trabaja por la vida digna y plena. No vive, sobrevive, en un ambiente saturado de zozobra, temor e incertidumbre. Eso lo demuestra la ultima encuesta realizada por el Instituto universitario de opinión publica Encuesta de evaluación del sexto año de gobierno de Nayib Bukele[10] la que, entre otros resultados menciona, que aproximadamente sesenta de cada cien salvadoreños tienen temor de opinar por temor a ser encarcelado.
El presente y el futuro son inciertos para la sociedad salvadoreña, nos convocan al análisis de nuestro entorno, partiendo de la fe en Jesús, y desde esa identidad, analizar con objetividad, realismo, responsabilidad y coherencia, resistiendo con esperanza activa.
Para avanzar, superando el antireino y sus antivalores, debemos negarnos a ser parte y apartarnos de la mentira, subjetividad, fanatismo. Trabajar para que la mentira no entre en nuestras vidas ni en la de otros; ello lo haremos con la única y más eficaz arma que tenemos para ese trabajo: la verdad.
Ubicados en esa sintonía de resistencia y esperanza activa, coincidente con la esperanza de las primeras comunidades cristianas, ser coherentes con la vida plena de los más sufridos y empobrecidos por el sistema, de esa manera podemos avanzar a una situación más esperanzadora en todo espacio de nuestras vidas.
En la parábola de la viuda y el juez injusto, entre otras enseñanzas, nos recuerda la actitud de mantener la fe y nuestras peticiones de justicia a Dios. Orar solicitando la ayuda de Dios ante las injusticias que vivimos y ante las cuales nos sentimos impotentes, porque la represión, la delación, están a la orden del día para silenciar a la persona que reclame justicia. Lucas 18. 1–8.
Compartamos nuestro clamor a Dios junto al clamor de las víctimas del régimen de excepción, con el clamor de las madres y los padres que buscan a sus hijos, desaparecidos o encarcelados injustamente. Con los campesinos y trabajadores que buscan su sustento de manera honrada. Con las personas desde las cárceles, porque han sido víctimas de capturas arbitrarias y porque se le han creado pruebas falsas para encarcelarle.
La resistencia y la esperanza se iluminan mutuamente y surgen de experiencias personales en mutua relación con los sectores sufridos de la sociedad, son fruto de una fe firme en Dios, confianza en la Palabra de Dios que promete el triunfo final del bien sobre el mal, de la luz sobre las tinieblas, de la vida sobre la muerte. La resistencia y la esperanza surgen de la experiencia y el sentir del otro, la otra, por ello, son parte de la persona que siente el dolor que hay en la sociedad.
Esta esperanza no esquiva la realidad, no huye de la realidad, siempre tiene en perspectiva el futuro. Por ello, la persona cristiana puede, sabe y debe trabajar y luchar contra el mal, la mentira y la muerte, trabajar para ir superando el antireino, es esperanza encarnada en el momento presente, en la historia. Recordando que creemos firmemente en la Palabra de Jesús: El Reino de Dios está en medio, dentro de nosotros/as; eso nos ayuda para resistir, al mismo tiempo que nos negamos al antireino y nos vivificamos en las señales del reino de Dios y su justicia.
Los cristianos hoy, estamos invitados a entretejer señales que nos ayuden a orientarnos en la superación de acciones del antireino en El Salvador. Y posicionarnos clara y definidamente en el camino de Jesús, para anunciar el reino, debemos avanzar, con amor, superando las acciones del antireino. Y eso es colocarnos en el camino de la cruz de Cristo, en el camino de los apóstoles, en el ejemplo de los mártires, en el caminar de la iglesia con Jesús.
Vale recordar que el tema del derecho de resistencia es uno de los tópicos centrales en la teología política de la Reforma.
“Si bien históricamente el ius resistendi pertenece a la tradición más antigua en la filosofía política de Occidente, con el cristianismo pasa a formar parte de la llamada teología moral medieval, constituyéndose como un derecho de la comunidad para enfrentar a las autoridades temporales que han incurrido en conductas ilegítimas.”[11]
Nuestra esperanza es una virtud personal, pero también es colectiva; incide en el testimonio práctico, en el barrio, la colonia, en la comunidad. Nace, se alimenta y se sostiene en los pequeños círculos de amistad, laborales, de estudio, compañerismo, familia, en aquellos ambientes, espacios que nos transmiten y transmitimos perspectivas de la realidad, en los que percibimos y sentimos. Sentir es esencial para nosotros. Y ese sentir nos debe fortalecer la convicción para avanzar, sentir con el otro, la otra, lo que sufre, el dolor que experimenta y también sus anhelos de una vida plena.
La resistencia y esperanza cristianas son coherentes, comprometidas y nos forman, nos proporcionan contextura ética como militantes del evangelio, del Dios, de la justicia, la verdad y la vida. La esperanza cristiana provee un alto contenido de resistencia, pues resiste con poder de Dios a la mentira, la injusticia, la discriminación, marginación, difamación, injusticia, manipulación. De este espíritu de resistir con esperanza dan testimonio los mártires, que son los que ponen pies y cabeza a nuestros andares.
Esa resistencia y esperanza nos coloca en conflicto, no es posible vivir y practicar coherentemente el Evangelio sin vivir el conflicto, porque cuando se vive un cristianismo coherente se entra en conflicto con poderes temporales no solo políticos sino también religiosos, no pocas veces engañosamente autodenominados “cristianos”.
“Pues no peleáis contra seres de carne y hueso, sino contra las autoridades, contra las potestades, contra los soberanos de estas tinieblas, contra espíritus malignos del aire. Por tanto, requerid las armas de Dios para poder resistir el día funesto y manteneros venciendo a todos. Ceñíos los lomos con la verdad, revestid la coraza de la justicia, calzad las sandalias de la prontitud para el evangelio de la paz. Para todo embrazad el escudo de la fe, en el que se apagarán los dardos incendiarios del maligno. Poneos el casco de la salvación, empuñad la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.” Efesios 6. 12-18
La esperanza cristiana coherente con Dios debe encarnarse en testimonio vivo (ética cristiana) solo así podrá afectar positivamente a las personas del barrio, la colonia, en la sociedad y en la comunidad de fe y en todos los ámbitos de la actividad humana: la política, economía, cultura, educación, organización social.
Esta esperanza nos convoca (vocatio) a ser cristianos y cristianas influenciados/as, empoderados/as por ella, y nos motiva para unirnos en solidaridad entre nosotras, nosotros que somos negativamente afectados por el sistema pecaminoso, y de esa manera ser transmisores a todos los hombres y mujeres, para qué juntas, juntos fortalezcamos, nos empoderemos y avancemos como pueblo de Dios, y de esa manera contribuir a la construcción de un mundo más justo y más humano
La esperanza y la fe en el cumplimiento de la promesa de Jesús trata de ser fortalecida en las palabras del evangelio: “yo les aseguro que se les hará justicia pronto” esta promesa es invitación al fortalecimiento de la fe, aunque no encontramos por sí solos la salida, solución a tanto problema, estamos conscientes que el Dios de la verdadera justicia nos está acompañando en nuestros trabajos y luchas, y está escuchando nuestros clamores, estamos llamados y llamadas a ser perseverantes, trabajar con más ahínco, con todas nuestras fuerzas, con audacia y pasión -que vienen de Dios- confiando en la llegada de ayuda del Dios que nos ama y ama la justicia.
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1 Dietrich Bonhoeffer. Página 14. Resistencia y sumisión. Cartas y apuntes desde el cautiverio. Editadas por Eberhard Bethge. Nueva edición. Versión española de José J. Alemany. Ediciones Sígueme - Salamanca 2001
2 Gustavo Gutiérrez. Renovar “La opción por los pobres” Lima, Perú. Revista latinoamericana de teología. file:///C:/Users/Hector.DESKTOP-0AF54VI/Desktop/esrivera,+RLT-1995-036-B.pdf
3 LA IGLESIA, UN SERVICIO DE LIBERACIÓN PERSONAL, COMUNITARIA, TRASCENDENTE
QUINTO DOMINGO DE CUARESMA. Monseñor Romero. Homilía del 23 de marzo de 2980
4 Gerd theissen. El movimiento de Jesús. Historia social de una revolución de los valores. Ediciones Sigueme, Salamanca. 2005.
5 ¿Cuál es el significado de la Parábola de la Gran Cena (Lucas 14:15-24) https://www.gotquestions.org/Espanol/parabola-gran-banquete.html
6 Homilía 19 de febrero de 1978, IV p. 28. 70. Cristianos sin compromiso. https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/dia-a-dia-con-monsenor-romero-meditaciones-para-todo-el-ano--0/html/ff33506c-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html
7 La “Iglesia invisible” esbozada por Lutero. https://blogs.ua.es/luteromartin/2011/08/23/la-%E2%80%9Ciglesia-invisible%E2%80%9D-esbozada-por-lutero/
8 Ignacio Ellacuria el verdadero pueblo de Dios según monseñor Romero. Mayo 1981 https://revistas.uca.edu.sv/index.php/eca/article/view/9163/9520
9 P. 425, 426 Jürgen Moltmann. Segunda edición. Ediciones Sígueme. 1972.
10 Encuesta de evaluación del sexto año de gobierno de Nayib Bukele. Instituto universitario de opinión publica.
11 Patricio Carvajal. EL DERECHO DE RESISTENCIA EN LA TEOLOGÍA POLÍTICA DE JUAN CALVINO. Rev. estud. hist.-juríd. n.22 Valparaíso 2000. https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-54552000002200015
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Héctor Antonio Fernández Espino.
Teólogo. Investigador y profesor universitario.
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