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AVIVAMIENTO PENTECOSTAL Y RECONCILIACIÓN RACIAL | Alfonso Ropero


Dedicado al pastor Julio Álvarez Rivera

La línea pentecostal-carismática es hoy por hoy dominante en todo el cristianismo, extendida por todo del mundo con unas cifras que superan con creces al resto de iglesias. Las iglesias pentecostal-carismáticas son con mucho las que experimentan el mayor crecimiento, al mismo tiempo que a partir de 1970 lograron influir y penetrar en las iglesias tradicionales. Todo este gran y extensivo fuego pentecostal comenzó con una pequeña llama en una casa particular utilizada como lugar de culto por un grupo de creyentes afroamericanos liderados por William J. Seymour, hijo de esclavos, ciego de un ojo por causa de la viruela.

Si se puede poner fecha a los acontecimientos históricos, entonces podemos decir el avivamiento pentecostal nació el 9 de abril de 1906 en la ciudad de Los Angeles, cuando Edward Lee, en cuya casa William Seymour tenía una pequeña reunión de oración y estudio bíblico, comenzó a hablar en lenguas tras serle impuestas las manos y haber orado por él. Después, delante del pequeño grupo de afroamericanos creyentes —quince personas, incluyendo niños— reunido en la casa que hacía de iglesia, Seymour compartió el testimonio de cómo Lee había hablado en lenguas menos de dos horas antes. Aunque Seymour aún no había recibido la «evidencia» de hablar en lenguas, continuó esa noche predicando sobre ello desde el texto de Hechos 2.

Entonces sucedió algo que todos habían estado esperando y anhelando. Jennie Evans Moore, quien vivía al otro lado de la calle, estaba descansando en un taburete cuando, de repente, cayó al suelo y comenzó a hablar en lenguas. Ella es tenida como una de las primeras mujeres de Los Ángeles en hablar en lenguas en ese momento. Recordó que sintió como si una vasija se rompiera dentro de ella y una oleada de agua le inundara todo el ser. Cuando esta oleada llegó a sus labios, habló en seis idiomas diferentes que había visto previamente en una visión. Cada una de estas lenguas fue interpretada al inglés. Tras esta liberación, Jennie, quien nunca antes había tocado el piano, se acercó y lo tocó bajo la unción mientras cantaba en lenguas. Relató la historia en un artículo titulado «Música del Cielo» en el periódico de la Misión de Azusa, The Apostolic Faith.

Unos días después, el 12 de abril de 1906, Seymour habló en lenguas por primera vez después de esperar en el Señor y orar con un hermano blanco. No se rindió hasta que este «llegó» y habló en lenguas casi a las cuatro de la mañana.
Multitudes de personas, tanto negras como blancas, de diferentes iglesias de la zona acudieron a la casa-santuario de la calle Bonnie Brae para ver y participar en lo que Dios estaba haciendo. En un momento dado, la casa se llenó tanto de gente que el porche delantero se derrumbó. Nadie resultó herido, pero se dieron cuenta de que la casa les había quedado pequeña. En una semana, se mudaron a un edificio vacío en el 312 de la calle Azusa.
Y aquí viene un dato muy importante, no suficientemente señalado, si es que alguna vez se hizo. Estamos a principios del siglo XX, la segregación racial se practica de modo general en Estados Unidos, con actos de violencia y linchamientos incluidos. Durante la primera década de 1870 más de 2500 ciudadanos negros de Mississippi, Alabama, Georgia y Louisiana fueron linchados o quemados en la hoguera por los pseudocristianos miembros del Ku Klux Klan.
Pero allí, en la calle Azusa de Los Angeles, comenzaron a reunirse por igual blancos que negros. El testigo ocular e historiador Frank Bartleman observó que «la línea de color fue borrada con la sangre», en referencia a la abolición de las divisiones raciales por la sangre redentora de Jesús. Es asombroso observar que personas de diversas etnias y orígenes, como afroamericanos, euroamericanos, hispanoamericanos, asiáticoamericanos, nativos americanos se reunían juntos para buscar el poder y el amor de Dios.
Pero la cosa no paró ahí, como bien indica la historiadora y misionera Jennifer A. Miskov, el equipo de liderazgo inicial de Seymour era mixto e incluía mujeres[1]. ¿Acaso no predicó Pedro que el derramamiento del Espíritu Santo sería para todas las personas: «hijos e hijas, tanto hombres como mujeres» (Hechos 2:17-18)?

Varios meses después, el periódico Los Angeles Times arremetió contra las reuniones de la calle Azusa, denunciando su «vergonzosa mezcla racial». El artículo acusó a los miembros porque «lloran y aúllan todo el día y la noche». Ridiculizó a los asistentes llamándolos «locos, trastornados mentales o hechizados». E insultó a Seymour como …un negro tuerto, analfabeto... que se pasa la mayor parte del tiempo de rodillas con la cabeza escondida entre las cajas de leche de madera».

En la revista Apostolic Faith, Seymour, declaró audazmente: «Dios no reconoce credos, doctrinas o clases de personas hechas por el hombre, sino los dispuestos y obedientes. Ningún instrumento [de Dios] es rechazado por causa del color; es una señal de la venida del Señor es que Él está fundiendo a todas las razas y naciones juntas... Él está bautizando por un solo Espíritu en un solo cuerpo y formando un pueblo que estará listo para recibirlo cuando venga» [2].

Seymour creció y vivió en una sociedad caracterizada por el prejuicio racial, la pobreza y la violencia contra los afroamericanos. La esclavitud se había abolido después de una cruenta guerra civil, pero la población negra no fue admita en la sociedad blanca racista, al contrario, fue segregada hasta el mínimo detalle. De las enseñanzas de Jesucristo Seymour sacó fuerzas e inspiración para intentar formar una comunidad cristiana donde todos los miembros fueran iguales espiritual y socialmente [3].

En la década de 1890, Seymour se había sentido obligado a huir al norte para escapar de la creciente violencia en el sur. En 1906 asistió brevemente a la escuela bíblica fundada por Charles Fox Parham en Houston, quien, por cierto, era simpatizante del Ku Klux Klan. Aunque Seymour había sido invitado por Parham a la escuela bíblica, se le exigió que se sentara afuera de la escuela y escuchara las lecciones a través de una ventana abierta, desde donde tomaba sus notas de clase. Estamos hablando de instituciones cristianas, bíblicas, que teóricamente afirman la inspiración divina y autoridad de la Escritura que dice: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Ga 3:28). Lo mismo al apóstol Pablo le faltó añadir la claúsula: «ni blanco ni negro».

Con todo, hay que aclarar a favor de Parham, que el simple hecho de haber admitido Seymour en ese momento violaba las leyes de Jim Crow de Texas. La asistencia de Seymour no duró mucho (según diferentes fuentes, solo duró entre unos pocos días y algunas semanas), Seymour se sintió ofendido por el racismo de Parham, aunque por medio de él, Seymour pareció haber aprendido más sobre la glosolalia o hablar en lenguas, lo cual pronto tendría un enorme impacto en el desarrollo del pentecostalismo en los Estados Unidos e incluso en el mundo.
En el tema que ahora nos ocupa, hay que llamar la atención al hecho de que los primeros pentecostales, especialmente aquellos que se mantuvieron fieles a la postura de Seymour, rechazaron la guerra, el militarismo, el adoctrinamiento patriótico, la esclavitud asalariada y el racismo, creyendo que el amor de Jesús debía prevalecer sobre el amor al Estado-nación, el dinero, la clase social y, sí, la blancura. El estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 (que se produjo tan solo ocho años después del avivamiento en la calle Azusa) pondría a prueba sus convicciones. Se opusieron a la guerra y se negaron a ser reclutados en el ejército estadounidense, argumentando en contra de ella como objetores de conciencia [4]. Como puede imaginarse, fueron vilipendiados por esto y llamados «traidores, holgazanes, excéntricos y personas débiles de mente por extender el amor de Jesús más allá de las fronteras raciales, étnicas y nacionales» [5].

Durante más de tres años, la Misión de Fe Apostólica de la calle Azusa ofreció tres servicios diarios, siete días a la semana, donde miles de personas recibieron el bautismo en lenguas y experimentaron la comunión interracial, lo que hizo de Los Ángeles «la Jerusalén americana», al decir Frank Bartleman. La noticia del avivamiento se difundió a través de La Fe Apostólica, una revista que Seymour envió gratuitamente a unos 50 000 suscriptores.
Desgraciadamente, a partir de 1909 los problemas también comenzaron a alzar la cabeza, y las divisiones raciales presentes la sociedad también se infiltraron en la comunidad Azusa [6]. La visión de Seymour de la integración racial se vio afectada en consecuencia. A partir de 1908, los pentecostales blancos comenzaron a separarse de los negros, formando sus propios grupos, mientras que en zonas como el sur, se animaba a los miembros negros a formar denominaciones separadas. Incluso en Los Ángeles, los miembros blancos se dirigían a iglesias pentecostales segregadas. El avivamiento de Azusa dejó de atraer grandes multitudes. «Las mismas creencias e ideales que dieron inicio al avivamiento también se convirtieron en su fin. Los problemas raciales dentro de la congregación comenzaron a dividir a los miembros. Varios pastores que creían en el bautismo del Espíritu Santo y se unieron al avivamiento criticaron abiertamente a Seymour por su creencia en la integración racial dentro de la iglesia. A medida que se elegían más pastores blancos para predicar, otros miembros temieron que la iglesia fuera superada. Varias misiones, inspiradas en el modelo de la calle Azusa, comenzaron a reunirse por todo Estados Unidos, y para 1914 se podían encontrar congregaciones pentecostales en casi todas las ciudades importantes del país. Pero la proliferación de iglesias con integración racial también aumentó las críticas al movimiento y a sus líderes» [7]. Esto significó el fin de Azusa [8].

Seymour sufrió dos ataques cardíacos el 28 de septiembre de 1922. Muchos dijeron que murió de pena tras años de continua división y discusión dentro del movimiento.

Manifestación racista de los supremacistas blancos.



Notas
1 Jennifer A. Miskov, Ignite Azusa: Positioning for a New Jesus Revolution, Silver to Gold 2016.
2  Citado por Gastón E. Espinosa, Crossing barriers, https://christianhistoryinstitute.org/magazine/article/ch153-asuza
3 Véase Iain MacRobert, The Black Roots and White Racism of Early Pentecostalism in the USA. St. Martin's Press, Nueva York 1988.
4  Christine Mungai, Race and Revival: A Posture of Protest for a New Pentecostal Movement, Early Pentecostals on Nonviolence and Social Justice, https://www.theelephant.info/analysis/2020/06/18/race-and-revival-a-posture-of-protest-for-a-new-pentecostal-movement/
5  Brian K. Pipkin y Jay Beaman, eds., Early Pentecostals on Nonviolence and Social Justice. A Reader. Pickwick Publications 2016.
6  Byron Klaus, ed., We’ve Come This Far: Reflections on the Pentecostal Tradition and Racial Reconciliation. Assemblies of God Theological Seminary, Springfield 2007.
7  Krista Blankenburg, The Forgotten Story of the Black Man Who Invented Pentacostalism, https://relevantmagazine.com/faith/forgotten-story-black-man-invented-pentacostalism/
8  Erik J. Hjalmeby, A Rhetorical History of Race Relations in the Early Pentecostal Movement, 1906-1916. Tesis doctoral Bylor University.






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Alfonso Ropero, historiador y teólogo, es doctor en Filosofía (Sant Alcuin University College, Oxford Term, Inglaterra) y máster en Teología por el CEIBI. Es autor de, entre otros libros, Filosofía y cristianismo, Introducción a la filosofía, Historia general del cristianismo (con John Fletcher), Mártires y perseguidores y La vida del cristiano centrada en Cristo.








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