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Sobre la unidad misionera o comunidad eclesial | Juan G. Biedma


LECTURA CRÍTICA DE COMIBAM DESDE EL ECUMENISMO



Resumen

Este estudio que presento a modo de «Nota» trata de ofrecer una lectura crítica y ecuménica del modelo de unidad promovido por COMIBAM (Cooperación Misionera Iberoamericana), red evangélica que ha adquirido protagonismo en el panorama misionero global desde Iberoamérica. A partir del análisis de su participación en eventos recientes como el IV Congreso de Lausana (Incheon, 2024) y el V Congreso Misionero Iberoamericano (Ciudad de Panamá, 2025), se examina la noción de unidad subyacente en su praxis: una convergencia misional operativa, funcional y endógena, centrada en la cooperación intraevangélica, pero carente de vocación ecuménica plena. Contrastando esta propuesta con las concepciones clásicas de unidad sostenidas por el Vaticano II, las iglesias ortodoxas, la Comunión Anglicana, el luteranismo histórico y el Consejo Mundial de Iglesias, el trabajo pone en evidencia las limitaciones doctrinales, sacramentales y eclesiológicas de COMIBAM. Se plantea la Nota, en consecuencia, la necesidad de avanzar hacia una comprensión más profunda y reconciliada de la unidad cristiana, no solo como estrategia evangelizadora, sino como comunión visible en la fe, los ministerios y los sacramentos. El texto concluye subrayando que la misión y el ecumenismo no son caminos opuestos, sino convocatorias complementarias del mismo Evangelio: «que todos sean uno» (Jn 17:21).


Líneas maestras

Unidad misional operativa; comunión eclesial visible; cooperación intraevangélica; eclesiología funcional; ecumenismo histórico; discernimiento doctrinal; misión; reconciliación intereclesial; convergencia estratégica; diálogo interconfesional.


Introducción: La unidad cristiana entre misión, cooperación y discernimiento ecuménico

En las últimas décadas, la geografía misionera del cristianismo global ha experimentado una transformación sustancial. América Latina, históricamente considerada territorio receptor de misiones, ha pasado a ocupar un papel protagonista como región evangelizadora, articulando propuestas misionales con identidad y dinámica propias. En este contexto surge COMIBAM (Cooperación Misionera Iberoamericana), una red evangélica de cooperación que integra a iglesias y agencias misioneras de veinticinco países, entre ellos España, Portugal y diversas comunidades hispanohablantes de América del Norte. Desde su fundación, COMIBAM ha orientado sus esfuerzos a movilizar a la iglesia iberoamericana hacia los pueblos no alcanzados, promoviendo una espiritualidad misional, una formación contextualizada y una praxis eclesial cooperativa que ha cobrado creciente relevancia en el panorama protestante iberoamericano.

Uno de los ejes estratégicos en la actuación de COMIBAM ha sido la articulación de la unidad cristiana en clave misionera. Sus recientes intervenciones —particularmente en el IV Congreso de Lausana[1] celebrado en Incheon (septiembre de 2024) y en el V Congreso Misionero Iberoamericano desarrollado en Ciudad de Panamá (abril de 2025)— han puesto de manifiesto una comprensión específica de la unidad, centrada en la cooperación interdenominacional y el impulso evangélico de la misión «ad gentes». Dicha propuesta, orientada decididamente a la praxis, requiere sin embargo una evaluación teológica más profunda a la luz de las concepciones ecuménicas consolidadas en las tradiciones católica, ortodoxa, anglicana y protestante (especialmente en el seno del Consejo Mundial de Iglesias).

Este trabajo se propone ofrecer una lectura crítica y teológica del modelo de unidad promovido por COMIBAM, valorando sus contribuciones, pero también señalando sus limitaciones desde la perspectiva ecuménica enunciada. La pregunta central que guía este estudio es: ¿en qué medida la unidad cristiana articulada por COMIBAM contribuye, complementa o eventualmente obstaculiza la búsqueda de una comunión eclesial más plena y visible entre las iglesias cristianas?

Confieso que abordo esta cuestión como católico ecumenista, pero en fidelidad también a los principios interconfesionales definidos a lo largo de los siglos XX y XXI, y ratificados por los principales organismos internacionales de diálogo cristiano. Mi enfoque parte del respeto mutuo, la apertura intelectual, la honestidad metodológica y la aceptación de las diferencias legítimas, siempre que estas no vulneren los fundamentos del Evangelio ni los consensos ecuménicos esenciales. Pero antes de adentrarme en el análisis eclesiológico y ecuménico del discurso de unidad propuesto por COMIBAM, ofrezco una síntesis contextualizada de su historia, misión y estructura, con el fin de situar adecuadamente su voz en el amplio espectro del cristianismo contemporáneo y evaluar con rigor académico su aportación al diálogo entre fe, misión y unidad.


I – COMIBAM: Identidad, historia y visión estratégica[2]

La Cooperación Misionera Iberoamericana (COMIBAM) es un movimiento surgido en el seno del protestantismo evangélico iberoamericano con vocación coordinadora y articuladora del quehacer misionero en Iberoamérica. Fundada a raíz del Primer Congreso Misionero Iberoamericano celebrado en São Paulo (Brasil) en 1987, su surgimiento significó una reconfiguración profunda del rol de América Latina en la misión global: de ser considerada un campo de misión, pasó a reivindicarse como fuerza misionera activa, en palabras de Luis Bush, uno de sus destacados impulsores.

COMIBAM no es una agencia ni una institución confesional de estructuración rígida, sino una red internacional de redes nacionales de misiones, extendida por veinticinco países de Iberoamérica, incluyendo España, Portugal y las comunidades hispanas de los Estados Unidos y Canadá. Su estructura orgánica comprende una Asamblea General, una Junta de Directores y una Dirección Ejecutiva, que permiten una conducción representativa y operativa, adaptada a los desafíos del siglo XXI. Esta red de redes busca promover la movilización, la capacitación, el envío y el cuidado de los misioneros, funcionando como espacio de encuentro, articulación estratégica y formación contextualizada.

Desde sus orígenes, COMIBAM se ha caracterizado por su capacidad de integrar diversos actores eclesiales —denominaciones, iglesias locales, agencias, centros de formación y entidades de apoyo— en torno a una visión común: «Iberoamérica llevando todo el Evangelio a todas las etnias». Esta afirmación no sólo enuncia un propósito geográfico y transcultural, sino que refleja una eclesiología de tipo funcional, en la que la misión ocupa el centro del quehacer eclesial, por encima de estructuras dogmáticas o sacramentales.

La misión institucional de COMIBAM es, como expresa su web, «servir al Cuerpo de Cristo en Iberoamérica, cooperando en la generación de reflexión, servicios y oportunidades para que el evangelio llegue hasta lo último de la tierra». En consonancia con ello, su acción se despliega en cuatro grandes áreas estratégicas: movilización, dirigida a concienciar a iglesias y pastores; capacitación, enfocada en la formación continua de misioneros y docentes; envío, en coordinación con agencias y departamentos denominacionales; y campo, que contempla el acompañamiento integral del misionero en destino, su entorno y su familia.

Históricamente, el desarrollo de COMIBAM puede organizarse en tres grandes etapas: la etapa de iniciación y expansión (1987–1995), marcada por la efervescencia misionera y la movilización de líderes pioneros; la etapa de consolidación (1995–2000), donde se establecen redes, modelos organizativos y regionalización; y la etapa de renovación estructural (2001–2009), en la que se redefine la visión y se plantea un modelo más liviano, contextual y participativo. Desde 2009, con la aprobación de la propuesta «Un nuevo COMIBAM para una nueva era misionera», el movimiento se ha orientado a adaptarse a los desafíos de un mundo policéntrico, postcolonial y misionalmente dinámico.

COMIBAM se adhiere teológica y misionalmente al Pacto de Lausana (1974)[3], cuyos puntos doctrinales expresan una concepción bíblica, cristocéntrica, evangelizadora y socialmente comprometida de la misión. Esta adhesión, aunque sólida y confesional, evita toda identificación con las grandes tradiciones eclesiales históricas (católica, ortodoxa, anglicana e incluso luterana o reformada), situando a COMIBAM en el espacio evangélico global, donde la centralidad de la Escritura, la exclusividad de Cristo y la urgencia de la evangelización marcan el horizonte teológico. No obstante, esta misma posición plantea tensiones desde una perspectiva ecuménica: COMIBAM no dialoga con otras visiones de unidad eclesial, sino que se articula intraevangélicamente, dentro de un modelo que privilegia la misión sobre la comunión, la cooperación sobre la sinodalidad.

En suma, COMIBAM representa hoy un actor de peso en el panorama misionero global. Su estructura, historia y estrategia dan cuenta de un movimiento flexible, descentralizado y proactivo, con una clara identidad iberoamericana y evangélica. Su contribución a la evangelización mundial es incuestionable; sin embargo, su modelo de unidad operativo y limitado deja abiertas preguntas cruciales para el futuro: 

  1. ¿Podrá este movimiento abrirse a una comprensión más profunda de la comunión (koinonía) eclesial?
  2. ¿Será capaz de articular su dinamismo misionero con una búsqueda auténtica de unidad visible y reconciliada en la Iglesia universal? 
  3. ¿Están dispuestas las iglesias evangélicas adheridas a COMIBAM a otorgar al mandato de unidad expresado en el evangelio de Juan 17 la misma autoridad doctrinal y obediencia práctica que conceden a otros textos clave del Nuevo Testamento en los que fundamentan su identidad eclesial?


II – Aportación misionera y liderazgo global: Lausana IV y Panamá V

La presencia de COMIBAM en eventos recientes ha reforzado su papel como plataforma de misión global. En el IV Congreso de Lausana, su delegación —encabezada por el director ejecutivo Cristian Castro— participó activamente en sesiones, plenarias y compromisos estratégicos. El lema del encuentro, «Que la Iglesia proclame y exhiba a Cristo juntos», se prestó a un trabajo de colaboración enfocado en pueblos no alcanzados, justicia, discipulado intergeneracional y misión integral[4].

COMIBAM subrayó allí su convicción en la dependencia del Espíritu Santo, la urgencia de la misión y la cooperación entre iglesias evangélicas. Sin embargo, también emergieron tensiones en torno a la Declaración de Seúl[5] y al tratamiento de cuestiones teológicas sensibles, como la justicia social o la inclusión de teologías contextuales, lo que reveló los límites del consenso intraevangélico[6].

En el V Congreso Misionero Iberoamericano, el lema fue «La misma misión para una iglesia en movimiento». Con más de dos mil participantes de veinticinco países, COMIBAM celebró los frutos de décadas de trabajo: más de doscientos cincuenta millones de dólares anuales invertidos en misión, y una proyección de enviar diez mil nuevos «obreros» en los próximos diez años[7]. En las ponencias se destacó el liderazgo servicial, el compromiso con los no alcanzados y la crítica al modelo eclesial centrado en «marcas denominacionales».

Ambos eventos muestran una madurez operativa y espiritual de COMIBAM, pero también dejan en evidencia que su propuesta de unidad, centrada en la misión, no ha evolucionado hacia un modelo de unidad eclesial reconciliada y diversa.



III – La unidad según COMIBAM: Funcionalidad y colaboración

COMIBAM promueve una unidad misional, orientada a la colaboración entre iglesias, agencias, centros de formación y obreros misioneros, con el objetivo de acelerar el cumplimiento de la denominada «Gran Comisión». Esta visión se apoya en una eclesiología operativa, que valora la cooperación práctica sobre la base de una fe compartida en Cristo y un mandato misionero común. En el IV Congreso de Lausana, COMIBAM destacó la necesidad de evitar duplicidades, superar competencias entre estructuras y fomentar el trabajo conjunto como expresión de una «unidad significativa» centrada en Cristo.

Sin embargo, esta propuesta no implica ni busca una unidad visible de la Iglesia. La cooperación entre sectores evangélicos no presupone comunión doctrinal, ni sacramental, ni institucional. Se trata, más bien, de un acuerdo estratégico entre actores con afinidades misionales, dentro del mundo evangélico y pentecostal. De ahí que se imponga una distinción esencial entre unidad en la misión y unidad en la fe y en los sacramentos, distinción que resulta teológicamente insatisfactoria para las tradiciones eclesiales que conciben la unidad como expresión plena de la koinonía eclesial.


Contraste con la visión católica: unidad como comunión sacramental

La Iglesia católica, desde el concilio Vaticano II, ha afirmado que la unidad de los cristianos no puede reducirse a una mera colaboración práctica, por valiosa que sea. El decreto Unitatis redintegratio afirma con claridad que la verdadera unidad exige una comunión visible en la fe, los sacramentos y el gobierno pastoral, «de modo que todos los discípulos de Cristo estén unidos en una sola Iglesia»[8]. El ecumenismo católico se orienta hacia una unidad visible e integral, que requiere diálogo doctrinal, reconocimiento mutuo de ministerios, y reconciliación estructural, no solo convergencia de objetivos y cooperaciones.

Desde esta orientación, la propuesta de COMIBAM resulta insuficiente: no plantea la superación de las divisiones históricas, ni asume el conflicto teológico como camino hacia una comunión reconciliada que acepta el hecho diferenciador. Su modelo, aunque dinámico, no puede llamarse ecuménico en sentido pleno, ya que evita deliberadamente la confrontación con la pluralidad doctrinal e incluso la participación activa con otros cristianos que no estén en su órbita de exclusividad interpretativa teológica.


El enfoque del Consejo Mundial de Iglesias (CMI): unidad como vocación visible y espiritual

El CMI, desde su fundación, ha concebido la unidad cristiana como una llamada a la manifestación visible de la Iglesia de Cristo. Documentos como «La Iglesia: hacia una visión común» insisten en que la unidad no es solo fruto de la cooperación, sino expresión del misterio trinitario reflejado en la comunión eclesial. En esta línea, el Documento de Lima (Bautismo, Eucaristía y Ministerio —BEM—) ha sido uno de los intentos más notables por articular un consenso ecuménico entre diversas tradiciones cristianas, incluyendo a anglicanos, protestantes y ortodoxos.

Frente a esto, el modelo de COMIBAM aparece como unitario, pero no universalista, no propiamente con la dimensión católica propia de la Iglesia de Cristo. Se sitúa en el marco del mundo evangélico global, pero carece de la voluntad explícita de tender puentes hacia las otras grandes familias eclesiales a las que parece ignorar cuando no combatir. Si bien afirma su apertura a «todas las etnias», no manifiesta interés real por integrar a «todas las iglesias» y «comunidades eclesiales» en un proceso común de reconciliación y comunión, aunque todavía no plenas.


Las iglesias ortodoxas: unidad como fidelidad a la plenitud eucarística

Desde la eclesiología ortodoxa, la unidad de la Iglesia no se entiende como fruto de la colaboración, sino como permanencia en la plenitud de la fe apostólica y eucarística. La Iglesia ortodoxa afirma que la unidad ya está presente en la Iglesia una, santa, católica y apostólica, y que toda búsqueda de unidad debe orientarse a la restauración de esa comunión en la verdad y la ortopraxis.

Desde esta óptica, la unidad promovida por COMIBAM —al no hacer referencia al misterio de la Eucaristía ni al reconocimiento de los ministerios apostólicos (obispo, presbítero y diácono)— carece de elementos fundamentales para una comunión auténticamente eclesial. Es, a lo sumo, una expresión externa de voluntad común, pero sin raíces sacramentales ni tradición compartida como tampoco simbólica.


La Comunión Anglicana: unidad en la diversidad reconciliada

La Comunión Anglicana, con su modelo sinodal y su teología de la comunión diferenciada, ha intentado mantener la unidad respetando la diversidad interna. En el documento «La naturaleza de la comunión», se afirma que «la unidad en la Comunión Anglicana se sostiene no solo por la fe común, sino por la interdependencia, la consulta y el mutuo reconocimiento entre iglesias»[9]. La clave está en una unidad relacional, sacramental y doctrinal, que reconoce tanto la autonomía de cada provincia como su pertenencia a una familia eclesial más amplia.

A diferencia de esto, COMIBAM no busca establecer estructuras comunes ni desarrollar vínculos intereclesiales duraderos, sino facilitar la misión, es decir, la evangelización que siempre estará expuesta al peligro de llevarla mediante prácticas ciertamente prosélitas voraces y negativas. Su visión de unidad es instrumental, no relacional ni institucional, lo cual refuerza una lógica de red, a modo del mundo, no de comunión cristiana inserta en el Espíritu Santo. En términos eclesiológicos, se trata más de una plataforma que de una koinonía sinodal.


IV. Conclusión: Entre cooperación misional y comunión eclesial

La aportación de COMIBAM al movimiento misionero global es incuestionable. Ha movilizado miles de «obreros» hacia los pueblos no alcanzados, ha articulado redes transnacionales entre iglesias, agencias y comunidades, y ha dado protagonismo al sur global en el mapa contemporáneo de la evangelización. Su modelo de unidad, sin embargo, se sitúa en el plano de la cooperación intraevangélica, de naturaleza operativa y convergente, pero aún distante del horizonte ecuménico entendido como reconciliación visible entre las iglesias.

Frente al ecumenismo histórico —católico, ortodoxo, anglicano, luterano y del Consejo Mundial de Iglesias— que aspira a la plena comunión en la fe, los sacramentos y el reconocimiento mutuo de ministerios, la visión de COMIBAM aparece como autógena, funcional y fragmentaria: evita el conflicto doctrinal y privilegia la afinidad misional. Aporta vigor, pero no sana la herida de la división. Anuncia el Reino, pero no restituye la comunión, sin la cual no hay Iglesia en sentido pleno.

Se corre así el riesgo de perpetuar una forma de unidad sin cuerpo, de testimonio sin reconciliación, de misión sin comunión. La pregunta, entonces, permanece abierta: 

  • ¿Está dispuesta la Iglesia evangélica iberoamericana, a través de COMIBAM, a dar el paso del consenso estratégico a la comunión eclesial? 
  • ¿A reconocer que el ecumenismo no amenaza la misión, sino que constituye su horizonte más fecundo y fiel al querer de Jesucristo, Señor de la Iglesia? Con todo, el dinamismo espiritual y misionero de COMIBAM representa una oportunidad providencial para abrir nuevas rutas de diálogo entre las iglesias evangélicas y otros cuerpos eclesiales. Si el movimiento se atreve a salir de su zona de confort confesional y se deja interpelar por el ecumenismo histórico, podrá convertirse en un verdadero puente entre misión y comunión, entre la acción evangelizadora y la unidad visible de la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica: atributos que ninguna confesión cristiana, si desea permanecer fiel al Evangelio, puede permitirse ignorar, despreciar ni excluir de su identidad eclesial.





NOTAS

1  Lausanne Movement, The Fourth Lausanne Congress on World Evangelization: Seoul-Incheon 2024, Incheon, Corea del Sur, 22–28 de septiembre de 2024. Documentos clave: The Seoul Statement, The State of the Great Commission Report y The Collaborative Action Commitment. Disponible en: https://lausanne.org/gathering/seoul-2024.

Este congreso reunió a más de 5200 participantes de doscientas dos naciones y marcó el 50.º aniversario del Movimiento de Lausana, consolidando su visión cuádruple: el evangelio para cada persona, iglesias que hacen discípulos para cada pueblo y lugar, líderes semejantes a Cristo para cada iglesia y sector, e impacto del Reino en cada esfera de la sociedad.

2  La redacción de este capítulo ha sido posible gracias a la información contenida en la página web de COMIBAM. En línea: https://comibam.org/es/

3.  Cf. Movimiento de Lausana, El Pacto de Lausana, Ediciones Kairós, Buenos Aires 2007. Versión original en inglés: The Lausanne Covenant, elaborado por el Comité Teológico del Congreso Internacional sobre Evangelización Mundial, Lausana, 1974. En línea: https://lausanne.org/es/content/covenant/los-puntos-del-pacto-de-lausana

El Pacto de Lausana es una declaración evangélica global de fe y misión suscrita en el Congreso Internacional sobre Evangelización Mundial, celebrado en Lausana (Suiza) del 16 al 25 de julio de 1974, con la participación de más de 2700 líderes de ciento cincuenta naciones. Redactado por un comité teológico presidido por John Stott (1921–2011, influyente teólogo, pastor anglicano y líder del evangelicalismo mundial, conocido por su defensa de una fe bíblica equilibrada, socialmente comprometida y centrada en Cristo). El documento subraya la centralidad de Jesucristo como única salvación para el mundo, la urgencia de la evangelización y la responsabilidad social de los cristianos. Su artículo 5 —«Responsabilidad social cristiana»— reconoce que la misión cristiana no se limita al anuncio verbal del Evangelio, sino que incluye la acción en favor de la justicia, la paz y la dignidad humana. El Pacto ha sido ampliamente considerado como uno de los hitos fundacionales del movimiento evangélico contemporáneo.

4.  Discurso de Cristian Castro, V Congreso COMIBAM, Ciudad de Panamá, abril 2025.

5.  World Evangelization 2000, Seoul Declaration on Evangelism, Seúl: World Evangelization Alliance, 1995.

La Declaración de Seúl, firmada en el contexto del Congreso Mundial de Evangelización (Seúl, Corea del Sur, 1995), representa una reafirmación de las iglesias evangélicas sobre su compromiso con la autoridad de las Escrituras, la centralidad de Jesucristo como único Salvador y la urgencia de la misión global. Aunque inspirada por el espíritu del Movimiento de Lausana (1974), esta declaración adopta un tono más confesional y apologético frente al pluralismo religioso, reafirmando que «Jesucristo es el único camino de salvación» y denunciando las corrientes relativistas dentro y fuera del cristianismo. Asimismo, proclama la necesidad de cooperación entre las iglesias evangélicas para cumplir con la tarea misionera, pero sin referencias explícitas a la unidad visible de la Iglesia ni al ecumenismo clásico.

6.  Declaración de Seúl, borrador interno y reacciones, septiembre 2024.

7.  COMIBAM, Resumen V Congreso 2025 https://comibam.org

8. Concilio Vaticano II, Unitatis redintegratio, nn. 1–4.

9.  Anglican Communion Office, The Nature of the Communion, Lambeth, 2008.




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Juan G. Biedma es Licenciado en Ciencias Religiosas por la Facultad de Teología San Dámaso (Pontificia Universidad de Salamanca), Magíster en Teología Dogmática Reformada por el Instituto Superior de Teología y Ciencias Bíblicas.CEIBI y Diplomado en Ecumenismo, Diálogo Interreligioso y Sectas/NMR por el Centro Ecuménico de Madrid. Ecumenista y Diácono de la Iglesia católica romana.












Comentarios

  1. Estimado Juan G. Biedma,
    Gracias por su artículo y reflexión. Si me permite, quisiera darle mi opinión como participante en COMIBAM (aunque no formo parte de sus órganos de dirección). Todo ello a título personal...

    COMIBAM no ostenta la representación de las iglesias evangélicas (en todo caso sería la Alianza Evangélica Latinoamericana, quien lo haría, y aún en este caso se trata de una representación más emblemática que no jerárquica). Por lo tanto COMIBAM no existe para gestionar la relación de las iglesias evangélicas con las iglesias católica, ortodoxa, anglicana, CMI, etc.

    Así, atendiendo a su "razón de ser", no le compete a COMIBAM fomentar el ecumenismo, aunque quisiera (como tampoco le compete oponerse al ecumenismo, simplemente no entra en sus competencias). Y si simplificándolo mucho, dijéramos que el "ecumenismo" busca agrupar y gestionar la relación de los que están "dentro" del cristianismo, la razón de ser de COMIBAM es llegar a los que están "fuera" de la esperanza del Evangelio. Por lo tanto COMIBAM no tiene una vocación "intra-eclesial" sino "exo-eclesial" (si se me permite decirlo así).

    Por otro lado, su crítica sería oportuna si COMIBAM fomentara la confrontación "entre" iglesias, pero por repetirlo de una manera simple, COMIBAM va (o, mejor dicho, invita a ir) a llevar el evangelio a los que están "fuera" de las iglesias.

    Por supuesto usted podrá argumentar que todo "cristiano" y toda "entidad cristiana" refleja, promueve o bien se opone a cierta forma de relacionarse con otros "cristianos". Y que esto en la labor misionera no es menos relevante, sino que lo es todavía más. Ya que en la misión se busca construir desde cero una cosmovisión cristiana entre los que son invitados a la esperanza del evangelio, etc. O incluso que la "Missio Dei" tiene como fin o como fundamento unir a los cristianos (cf. Jn 17:21). Y en esto le doy la razón.

    En todo caso, aquellos inspirados por COMIBAM (ya que en sí COMIBAM no envía, sino que moviliza-motiva...) salen al campo misionero y entran en contacto con los otros "cristianos" allí, COMIBAM no los induce a la rivalidad, sino a una buena relación "vecinal". Y si, por darse el caso, algún misionero latino se "pelea" con iglesias tradicionales en su área de misión, no es porque COMIBAM se le haya exigido o inculcado (cosa que COMIBAM no podría hacer, de nuevo porque representa al movimiento misionero iberoamericano, no lo dirige). Al igual que cuando un católico "se pelea" con los evangélicos, no lo hace porque el Vaticano II se lo exija...

    Yo mismo he servido por 37 años en Turquía, donde los evangélicos-protestantes hemos podido alimentar una saludable relación con la iglesia Ortodoxa Griega, la Iglesia Armenia, La iglesia Siríaca y la Iglesia Católica, llegando incluso todas ellas (junto a la iglesias evangélicas-protestantes) a ponerse de acuerdo para publicar un libro en conjunto titulado "Enseñanzas Básicas del Cristianismo" (https://www.academia.edu/113806830/Christianity_Fundamental_Teachings_by_the_Churches_in_Turkey_as_an_Example_of_an_Ecumenical_Catechism).

    En conclusión, gracias por su artículo, al que e intentado aportar otra (mi) perspectiva.

    Bendiciones!
    Carlos Madrigal Mir

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