Resumen (Abstract)
El artículo aborda el tema de la predestinación desde un anclaje ecuménico, proponiendo una tónica que pueda integrar las diversas posturas teológicas de las principales tradiciones cristianas: católica, ortodoxa, anglicana protestante (luterana y calvinista), y bautista. En su desarrollo analítico, se destacan las diferencias doctrinales históricas, especialmente entre el calvinismo, que sostiene la doble predestinación (algunos son elegidos para la salvación y otros para la condenación), y el arminianismo, que defiende una predestinación condicional, basada en la previsión de la fe humana.
En el trabajo argumento que, para avanzar hacia una comprensión común, es esencial fundamentar la predestinación en los pilares de la gracia divina sin olvidar el amor infinito de Dios. Insisto en la idea de que Dios desea e impera la salvación universal, lo que podría ser un punto de convergencia para las diversas iglesias cristianas.
Asimismo, destaco la importancia de la llamada gracia preveniente, que actúa antes de cualquier mérito o respuesta positiva humana, y se concilia con el libre albedrío, permitiendo la posibilidad de que los seres humanos acepten o rechacen la oferta de salvación.
Igualmente exploro cómo documentos ecuménicos, como la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación [1999], han abierto espacios de diálogo entre católicos y luteranos, subrayando la soberanía de la gracia y la cooperación humana en la justificación. Además, menciono documentos como el BEM [1982] y Del Conflicto a la Comunión [2013], que refuerzan la posibilidad de encontrar puntos de unión teológica en torno a la predestinación y la salvación.
La propuesta ecuménica desarrollada en el estudio sugiere que la predestinación no debe entenderse como una exclusión, sino como una invitación universal a la salvación, que respeta la libertad humana. Concluyo que una teoría ecuménica válida debe estar basada en el reconocimiento de la gracia y el amor divino como fuerzas fundamentales que obran para la salvación de todos los seres humanos.
Por último, considero que es esencial y urgente que el pueblo cristiano esté debidamente informado sobre estas cuestiones teológicas, por más complejas y difíciles de comprender que puedan parecer. No deben quedar reservadas únicamente para teólogos expertos o autoridades eclesiásticas, sino que deben ser accesibles a todos los fieles, ya que afectan directamente a su comprensión de la fe y praxis.
La predestinación, como muchas otras doctrinas teológicas, tiene implicaciones profundas sobre cómo los creyentes ven su relación con Dios, su libertad, su salvación y su lugar en la comunidad cristiana. Por lo tanto, es un deber ineludible difundir estas enseñanzas de manera clara y comprensible, para que todos los cristianos tengan la oportunidad de reflexionar y formarse en cuestiones que influyen en su vida de fe y praxis cotidiana.
El conocimiento teológico, lejos de ser un ámbito exclusivo para unos pocos, debe ser visto como un derecho de cada creyente en sus respectivas comunidades. Una Iglesia informada es una Iglesia más viva y activa, capaz de responder mejor a los desafíos contemporáneos, donde cada uno pueda vivir su fe con mayor conciencia, responsabilidad y profundidad espiritual. En este sentido, la formación teológica de los fieles se convierte no solo en una tarea pastoral, sino también en un camino hacia una Iglesia más participativa (sinodal) y unida, donde la fe, la práctica y la razón se nutren mutuamente y enriquecen la vida comunitaria.
Introducción a la Predestinación en el Contexto Ecuménico
La doctrina de la predestinación plantea profundas preguntas teológicas y filosóficas sobre la relación entre la voluntad divina y la libertad humana. Al abordar este concepto desde una perspectiva teológica y racional, se puede elaborar una teoría coherente que defienda la predestinación, especialmente desde la tradición cristiana reformada, que históricamente ha sostenido una visión particular de la soberanía divina y la salvación.
La predestinación es uno de los temas más complejos y debatidos en la teología cristiana, ya que implica cuestiones fundamentales sobre la soberanía de Dios, la gracia divina, y la libertad humana. En su esencia, la predestinación se refiere a la doctrina según la cual Dios, desde la eternidad, elige a ciertas personas para la salvación. Este concepto se ha desarrollado de diferentes maneras en las diversas tradiciones cristianas, generando tensiones teológicas que, a lo largo de los siglos, han dificultado el diálogo ecuménico entre las iglesias.
Las principales tensiones surgen de la manera en que se concibe la relación entre la gracia de Dios y la libre respuesta humana. Tradiciones como el calvinismo subrayan la idea de una predestinación incondicional, donde Dios elige soberanamente a los elegidos para la salvación, sin depender de las acciones humanas. Por otro lado, el arminianismo y otras tradiciones como el catolicismo y algunas iglesias ortodoxas defienden una mayor cooperación entre la gracia divina y el libre albedrío, destacando que Dios ofrece la salvación a todos, aunque la respuesta del ser humano es necesaria.
En el contexto del diálogo ecuménico, la predestinación presenta un desafío importante, ya que afecta directamente a la visión de la salvación y a la justicia de Dios. Las distintas posiciones sobre si Dios elige a algunas personas para ser salvadas y a otras para ser condenadas han llevado a divisiones significativas, particularmente en la época de la Reforma, con la confrontación entre calvinistas y católicos, y más tarde entre luteranos y arminianos.
Uno de los puntos clave en la problemática ecuménica es cómo reconciliar la creencia en la soberanía de Dios y su gracia gratuita con el amor infinito de Dios y su deseo de salvar a toda la humanidad. Aquí es donde entran en juego documentos ecuménicos recientes, como la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación [1999], firmada entre la iglesia católica romana y la Federación Luterana Mundial, que destaca la importancia de la gracia divina, al mismo tiempo que se reconoce la cooperación del ser humano en el proceso de la salvación.
Aunque la predestinación no siempre es abordada de manera directa en estos documentos, el tema subyacente de la gracia preveniente y la respuesta libre del ser humano abre la posibilidad para un entendimiento más inclusivo y una plataforma de diálogo entre las distintas tradiciones. En este sentido, un enfoque ecuménico hacia la predestinación podría buscar integrar las perspectivas de la gracia y el amor como fundamentos esenciales, subrayando que, aunque la salvación es iniciativa divina, la libertad y dignidad del ser humano también son esenciales en el plan de Dios.
La búsqueda de una visión ecuménica sobre la predestinación tiene el desafío de balancear el respeto a las diferencias teológicas con una reflexión profunda sobre el amor inclusivo de Dios, que llama a la salvación de toda la humanidad. Esta visión debe estar fundada en el reconocimiento de que la gracia y el amor de Dios, que sobrepasan todo entendimiento humano, constituyen la base de cualquier reflexión sobre la predestinación y la salvación.
Definición y Coherencia Teológica
La predestinación, según la tradición agustiniana y reformada, se refiere a la elección soberana de Dios de algunos individuos para la salvación y, en algunos casos, a la condenación de otros. Este concepto, aunque difícil de comprender plenamente desde una perspectiva humana, se fundamenta en la idea de que Dios, siendo omnisciente y omnipotente, ha ordenado desde toda la eternidad el destino de cada ser humano, en consonancia con su voluntad y propósito.
Teológicamente, la doctrina de la predestinación se justifica en base a la naturaleza de Dios como soberano y justo. Según Agustín y otros teólogos reformados, tras la caída de Adán y Eva, la humanidad quedó en un estado de pecado total (depravación y separación total), lo que significa que, sin la intervención de la gracia divina, los seres humanos no pueden salvarse por sus propios méritos (como sucede en las propuestas salvadoras gnósticas). Aquí surge una de las ideas clave de la predestinación: si toda la humanidad está condenada debido al pecado (separatidad) de origen, y Dios elige salvar a algunos, esto no es injusto, sino una manifestación de su gracia inmerecida.
No obstante, al considerar la predestinación, es crucial incorporar el atributo divino del amor junto a la gracia. Dios no es solo soberano y justo, sino que también es amor en su esencia más pura e infinita (1 Juan 4:8). Este amor es fundamental para entender la acción de Dios en la predestinación, ya que no solo extiende su gracia a los elegidos, sino que lo hace motivado por un amor que trasciende toda comprensión humana. Y no podemos olvidar que el amor de Dios no es un amor condicionado o limitado por las acciones de los seres humanos, sino un amor eterno y absoluto que sobrepasa cualquier estándar nuestro.El hecho de que Dios, siendo infinitamente amoroso, elija salvar a algunos no implica una contradicción con su amor universal. Si bien la doctrina de la predestinación puede parecer a primera vista en tensión con este atributo, la Escritura muestra que la elección divina es, en esencia, una expresión de su amor soberano. Dios, en su infinita sabiduría, extiende su amor a través de la gracia salvadora, sabiendo que sin su intervención nadie podría alcanzar la salvación. La elección no es un acto frío de arbitrariedad, sino un acto profundo de amor, donde Dios elige acercarse personalmente a aquellos a quienes ha decidido salvar, transformándolos mediante su gracia.
Es importante subrayar que la gracia divina nunca actúa de manera aislada, sino que siempre viene envuelta en el amor. La gracia es la manifestación tangible del amor de Dios. Este amor no solo se extiende a los elegidos, sino también al mundo entero. En palabras de Juan 3:16, «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito». Aunque no todos responden a esta oferta de salvación, el amor de Dios es universal en su alcance. La doctrina de la gracia irresistible en el calvinismo se puede ver, por tanto, como la consumación de este amor divino: cuando Dios llama a los suyos, lo hace no solo por justicia, sino por un amor que transforma, restaura y reconcilia al ser humano con él.
Aun así, el misterio de la predestinación incluye realidades que los seres humanos no alcanzan a comprender completamente. El amor de Dios se extiende más allá de lo que la mente humana puede captar, y su gracia opera en dimensiones que nos son desconocidas. Desde nuestra perspectiva limitada, no podemos comprender plenamente cómo opera este amor en el marco de la elección y el rechazo. Sin embargo, podemos confiar en que, como enseña el apóstol Pablo en Romanos 8:28-30, Dios, en su amor, obra todas las cosas para bien de aquellos que le aman, y que su plan perfecto se despliega con justicia, gracia y amor infinitos.
La predestinación, por ello, lejos de contradecir el atributo divino del amor, se enmarca en él. La elección de algunos para salvación no debe verse como una limitación del amor de Dios, sino como una expresión de su gracia y amor soberanos, que obran de maneras que trascienden nuestra capacidad de comprensión.
San Pablo, en sus epístolas, ofrece el marco bíblico para esta teoría. Por ejemplo, en Efesios 1:4-5, se habla de que Dios «nos eligió antes de la fundación del mundo... para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo». Esto implica que la elección es un acto soberano de Dios anterior a cualquier acto humano. De manera similar, en Romanos 9, Pablo aborda la elección de Jacob sobre Esaú antes de que nacieran, destacando que la voluntad de Dios no se basa en obras humanas, sino en su gracia soberana.
Coherencia Racional
Desde una óptica racional, la teoría de la predestinación plantea varias cuestiones filosóficas, especialmente en torno a la libertad humana. Sin embargo, se puede defender coherentemente cuando se define el concepto de libertad de una manera compatible con la soberanía divina.
El libre albedrío, según esta perspectiva, no significa necesariamente la capacidad de elegir entre el bien y el mal de manera autónoma. En lugar de ello, la libertad humana está siempre condicionada por la naturaleza pecaminosa del ser humano (concupiscencia). (cf. Salmo 14, 1ss.; 53:2-3; Romanos 3:10-12). En su estado caído, el ser humano no puede por sí mismo elegir el bien (es decir, no puede elegir a Dios). Solo mediante la gracia divina, que transforma la voluntad del individuo, es posible que alguien escoja a Dios. Así, Dios, al predestinar a algunos para la salvación, no violenta su voluntad, sino que restaura su capacidad para elegir el bien. En este sentido, el concepto de libre albedrío es redefinido: somos libres, pero solo verdaderamente libres para elegir el bien cuando Dios interviene con su gracia.
Este argumento está respaldado por teólogos como Tomás de Aquino y Anselmo, quienes sostuvieron que la verdadera libertad no consiste en tener la capacidad de hacer el mal, sino en estar habilitado para hacer el bien.
Fundamento Bíblico
La doctrina de la predestinación tiene un fuerte respaldo en las Escrituras. En Romanos 8:29-30, se establece que «a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo». De manera similar, en Efesios 1:4-5, se afirma que Dios «nos escogió en él antes de la fundación del mundo», subrayando el carácter preexistente de la elección divina.
Para los teólogos agustinianos, estos versículos confirman que la salvación es obra exclusiva de la gracia de Dios, la cual se otorga antes de cualquier mérito humano. Tras el pecado original, el ser humano perdió la capacidad de elegir el bien sin la intervención de la gracia divina, y es solo a través de la predestinación que algunos son escogidos para la vida eterna de Dios.
Implicaciones de la Predestinación
La doctrina de la predestinación tiene implicaciones éticas y pastorales. Una de las objeciones más comunes es que podría llevar al fatalismo o a la apatía moral (si estoy predestinado a la salvación o condenación, ¿qué importa lo que haga y como lo haga?). Pero los defensores de la predestinación, como Juan Calvino, argumentan que la certeza de haber sido elegido por Dios debe motivar una vida de gratitud y santidad, no de desidia y oposición a la voluntad divina. Los elegidos, al reconocer la gracia inmerecida que han recibido, son llamados a vivir una vida transformada por el Espíritu Santo y en consonancia con sus mandatos.
Por otro lado, la doctrina también enfatiza la soberanía absoluta de Dios y la confianza en su plan. Si todo está bajo el control de Dios, entonces los creyentes pueden tener seguridad en que la voluntad divina se cumplirá. Esto brinda consuelo a aquellos que luchan con la incertidumbre del futuro o la aparente injusticia en el mundo.
Es evidente que la doctrina de la predestinación tiene entre sus variadas implicaciones para la vida cristiana el proporciona seguridad y confianza a los creyentes, sabiendo que su salvación no depende de sus propios méritos, sino de la voluntad de Dios. También motiva a la evangelización, ya que el anuncio del Evangelio es el medio a través del cual Dios llama a sus elegidos a la fe. Cabe entonces destacar la necesidad absoluta de la gracia, sin la cual el ser humano no puede alcanzar la salvación ofrecida por Dios.
El Misterio de la Reprobación
Un aspecto central y difícil de la predestinación es la doctrina de la reprobación, es decir, el hecho de que Dios no elige a todos para la salvación. Siguiendo a Agustín y Calvino, se argumenta que Dios, siendo soberano, no tiene la obligación de salvar a todos, ya que todos los seres humanos son merecedores del castigo eterno debido a su pecado. Los que no son elegidos para la salvación (los réprobos) son simplemente dejados en su estado de condenación, por su propia elección de rechazar y separarse de Dios y persistir en el pecado y el mal.
Este punto es particularmente delicado, ya que plantea preguntas sobre la justicia de Dios. La respuesta clásica, tomada de Pablo en Romanos 9, es que Dios es libre de actuar según su voluntad, y que no hay injusticia en que Él otorgue misericordia a algunos y justicia a otros. La reprobación no es un acto injusto, sino la manifestación de la justicia divina.
La Teoría Más Acertada: Comparación entre Tradiciones
1. Teoría Católica (Agustinismo Moderado)
La Iglesia católica adopta una posición equilibrada respecto a la predestinación, influenciada por el pensamiento agustiniano, pero filtrada y moderada por el concilio de Trento. El catolicismo sostiene que, aunque Dios prevé el destino de cada persona, el libre albedrío humano no está anulado. Dios otorga gracia suficiente para que todos puedan responder a la oferta de salvación, si bien los individuos conservan la libertad de aceptar o rechazar esa gracia. Esta postura evita «la doble predestinación» calvinista y afirma la cooperación entre la gracia divina y la libertad humana, lo que parece más coherente con el amor universal de Dios y el respeto por la dignidad del ser humano. Esta posición equilibra la soberanía divina y la libertad humana de manera más satisfactoria desde un punto de vista filosófico y moral. Mantiene la justicia de Dios, ya que todos tienen una oportunidad real de salvación, pero también afirma que la gracia divina es esencial para que los seres humanos puedan responder.
2. Teoría Protestante (Calvinista y Arminiana)
Calvinismo: El calvinismo clásico sostiene la predestinación incondicional y la depravación total, lo que significa que Dios elige soberanamente a algunos para la salvación sin basarse en sus méritos o respuestas. La doble predestinación implica que algunos son elegidos para la condenación eterna, lo que plantea problemas graves de justicia y libertad. Aunque consistente internamente, el calvinismo enfrenta serios desafíos racionales en cuanto a la justicia divina, la libertad humana y el amor de Dios.
Arminianismo: El arminianismo rechaza la predestinación incondicional y enseña que Dios elige a las personas en base a su presciencia de cómo responderán a su gracia. Esta teoría preserva mejor la responsabilidad humana y es coherente con el deseo de Dios de que todos se salven. El arminianismo defiende mejor la libertad y responsabilidad humanas, algunos critican que limita la soberanía de Dios y que su concepto de presciencia divina no resuelve completamente el dilema entre libertad y determinismo.
3. Teología de Karl Barth
Barth ofrece una interpretación innovadora de la predestinación, centrando toda la elección en Cristo. Cristo es tanto el elegido como el rechazado en lugar de la humanidad. A través de Él, toda la humanidad es elegida, aunque la elección individual sigue siendo un misterio. Barth evita los extremos del calvinismo y afirma que Dios ha elegido a todos en Cristo, aunque no todos vivan conforme a esta elección. El criterio barthiano reconcilia de manera interesante la justicia y el amor de Dios, evitando la rigidez fatalista del calvinismo, aunque su enfoque no resuelve del todo la cuestión de la libertad humana.
Conclusión: ¿Teoría más acertada?
De acuerdo con criterios racionales y de teología bíblica, ¿cuál de estas posiciones sería el criterio o teoría más acertado o conveniente?
1. Teoría Católica
La católica[1], particularmente en su versión agustiniana moderada, representa un enfoque equilibrado que intenta armonizar la soberanía de Dios con la libertad humana. Este enfoque busca resolver las tensiones que surgen en torno a la predestinación, ofreciendo una visión en la que la gracia de Dios es indispensable para la salvación, pero el ser humano conserva un papel activo en su respuesta. Esta postura, desarrollada a lo largo de siglos de tradición teológica, se alinea con el amor universal de Dios y su deseo de que «todos los hombres sean salvos» (1 Timoteo 2:4).
La Gracia y el Libre Albedrío en la Tradición Católica
La doctrina católica de la predestinación se ha visto influenciada principalmente por las enseñanzas de san Agustín, quien subrayó la centralidad de la gracia divina en el proceso de salvación. Sin embargo, en el pensamiento posterior, particularmente tras el concilio de Trento (1545-1563), se moderaron algunos de los aspectos más radicales de Agustín. La Iglesia católica enfatiza que, si bien la gracia es necesaria, el ser humano mantiene una libertad genuina para aceptar o rechazar la oferta de salvación.
En este sentido, la predestinación en el catolicismo no es entendida como un decreto irrevocable que predetermine la salvación o condenación de una persona sin tener en cuenta su colaboración con la gracia. Dios ofrece gracia suficiente a todos, pero la respuesta humana sigue siendo esencial. Esta idea es esencial para preservar la dignidad humana y el principio de justicia divina, evitando así los problemas filosóficos del calvinismo estricto, que niega la verdadera libertad humana.
Equilibrio entre Soberanía y Libertad
La teoría católica evita los extremos de una predestinación fatalista, como se encuentra en el calvinismo estricto, así como la sobre dependencia del conocimiento previo que se ve en algunas versiones del arminianismo. Al insistir en que la gracia de Dios es necesaria, pero también en que el ser humano tiene la libertad para responder, el catolicismo logra un equilibrio entre la soberanía divina y la responsabilidad humana.
En términos filosóficos y teológicos, esta postura asegura que la justicia de Dios no está comprometida, ya que todos tienen la posibilidad de recibir la gracia. De igual manera, el amor universal de Dios queda respetado, pues nadie está excluido de la oferta de salvación. Así, se evita el determinismo fatalista al afirmar la importancia de la cooperación humana.
Por último, la teoría católica agustiniana moderada es una solución atractiva y equilibrada que permite armonizar la gracia y el libre albedrío. Al insistir en que la gracia divina es esencial para la salvación, pero que el ser humano tiene un papel activo en su respuesta, se respetan tanto la soberanía de Dios como la dignidad humana. Esta visión no solo se ajusta mejor al testimonio bíblico sobre el amor y la justicia divinos, sino que también ofrece una respuesta más coherente a los desafíos filosóficos que plantean las teorías más deterministas.
2. Teoría Barthiana
La teoría de la predestinación de Barth[2] introduce una reinterpretación innovadora y atractiva en el ámbito de la teología cristiana. Al centrar la predestinación en la figura de Jesucristo, Barth supera algunas de las dificultades clásicas que plantea el calvinismo y ofrece una solución teológica que busca reconciliar la justicia de Dios con su amor universal. A diferencia de las doctrinas tradicionales, Barth no separa tajantemente a los elegidos de los condenados; en cambio, plantea que Cristo es tanto el elegido como el rechazado en representación de toda la humanidad. Esta perspectiva tiene varios atractivos teológicos y filosóficos que merecen ser analizados.
La Elección en Cristo
Para Barth, la elección no es un decreto abstracto que separa a la humanidad en dos grupos (salvados y condenados), como ocurre en la teología calvinista tradicional. En lugar de eso, Cristo es el centro de la predestinación: Él es el elegido por Dios para llevar sobre sí la carga del pecado de la humanidad y, al mismo tiempo, es el rechazado por la justicia divina en la cruz. Esta visión unifica la salvación y la condenación en la persona de Cristo, lo que elimina la noción de una doble predestinación que divide a la humanidad entre elegidos y réprobos de manera fatalista.
En este sentido, Barth postula que toda la humanidad es elegida en Cristo, pues Él es el mediador universal que asume tanto la bendición de la elección como la maldición del rechazo. A pesar de ello, no todas las personas viven conforme a esa elección, lo que plantea un misterio en torno a la respuesta individual de cada ser humano a la obra redentora de Cristo.
Reconciliación de la Justicia y el Amor de Dios
Uno de los aspectos más atractivos de la teoría de Barth es su capacidad para reconciliar la justicia y el amor de Dios. En el calvinismo tradicional, la doble predestinación plantea serios desafíos en cuanto a la justicia divina, ya que algunos individuos son condenados sin haber tenido una oportunidad real de acceder a la salvación. Barth evita este dilema al hacer de Cristo el foco de la predestinación. En Él, Dios extiende su amor a toda la humanidad al ofrecer la salvación universal mediante la obra de Cristo.
Barth sostiene que la elección divina no puede ser vista como una forma de exclusión o condena, sino como una manifestación del amor redentor de Dios en Cristo. Esta concepción suaviza la rigidez del calvinismo al afirmar que nadie está excluido a priori del amor de Dios, aunque algunos opten por no vivir de acuerdo con la elección que Cristo les ofrece. De esta manera, la justicia de Dios se manifiesta en su capacidad para ofrecer la salvación a todos, mientras que su amor es demostrado en la entrega de su Hijo por la humanidad entera.
Evitar los Extremos del Fatalismo
Otro de los atractivos teológicos de la postura de Barth es su habilidad para evitar el fatalismo presente en la interpretación calvinista de la predestinación. En la teología calvinista clásica, la salvación está predestinada de manera irreversible para unos pocos, y la condenación para otros, lo que puede llevar a una actitud de pasividad o desesperanza. Barth, en cambio, pone énfasis en la esperanza cristiana: si Cristo ha sido elegido por Dios para reconciliar al mundo consigo mismo, la elección se extiende a todos los seres humanos.
La predestinación en Barth no implica un destino inalterable que anule la libertad humana. Aunque la elección es una realidad objetiva en Cristo, Barth deja espacio para el misterio de la respuesta humana. Esto permite un equilibrio entre la soberanía de Dios y la dignidad del ser humano, en tanto que la libertad para aceptar o rechazar la gracia de Dios es mantenida, sin caer en el determinismo riguroso del calvinismo.
Cristo como Centro de la Elección
La teología de Barth es profundamente cristocéntrica. Toda la comprensión de la predestinación gira en torno a la figura de Jesucristo como Dios y Hombre. Cristo, en su doble naturaleza, es el Dios que elige y el Hombre elegido, lo que elimina la necesidad de concebir a Dios como un ser distante que decreta el destino de los humanos desde la eternidad sin implicarse personalmente. En Cristo, Dios asume tanto la elección como el rechazo, y a través de su sacrificio en la cruz, la humanidad es reconciliada.
Este enfoque hace que la teoría de Barth sea no solo teológicamente atractiva, sino también pastoralmente accesible. El creyente puede ver en Cristo el reflejo del amor de Dios por todos, sin temor a ser excluido arbitrariamente del plan divino. La obra de Cristo asegura que la predestinación no es un proceso frío y distante, sino una manifestación del amor de Dios por la humanidad.
Desafíos y Cuestiones Pendientes
Aunque la teología de Barth ofrece soluciones innovadoras y atractivas a muchos de los problemas tradicionales de la predestinación, no está exenta de desafíos. Uno de los problemas principales es que su enfoque no resuelve por completo la cuestión de la libertad humana. Si bien Barth evita el determinismo calvinista, deja sin resolver cómo interactúan exactamente la soberanía divina y la decisión personal en el proceso de la salvación. Si bien abre espacio para la respuesta humana, el misterio de por qué algunos aceptan la salvación y otros la rechazan permanece sin una explicación clara.
Otro aspecto que requiere mayor exploración es cómo se entiende el rechazo de Cristo como el representante de la humanidad. Si Cristo es tanto el elegido como el rechazado, ¿qué significa este rechazo para aquellos que no aceptan su obra redentora? Barth evita caer en el determinismo al afirmar que todos son elegidos en Cristo, pero no especifica completamente cómo este rechazo se manifiesta en la vida de los individuos que no viven conforme a esa elección.
Atractivo de la Teoría de Barth en el Contexto Moderno
La teología de Barth tiene un fuerte atractivo en el contexto contemporáneo, donde las doctrinas exclusivistas del pasado tienden a generar rechazo en una sociedad que valora la inclusión y la universalidad. Barth ofrece una comprensión de la predestinación que es inclusiva sin comprometer la soberanía divina. Al centrarse en Cristo, su enfoque evita las divisiones estrictas entre los salvados y los condenados, y en su lugar, presenta una visión donde la humanidad entera es llamada a participar en la salvación.
Además, la teoría de Barth se alinea mejor con una visión bíblica del amor universal de Dios y el deseo divino de que todos los seres humanos se salven (1 Timoteo 2:4). Esta perspectiva permite un diálogo más abierto y acogedor con otras tradiciones cristianas y religiosas que también afirman la bondad universal de Dios.
Barth evita el determinismo, dejando espacio para el misterio de la libertad humana. La elección no impone un destino inalterable, y la respuesta individual a la gracia sigue siendo un enigma teológico. Esto le permite mantener un equilibrio entre la soberanía divina y la dignidad humana.
Finalmente, la teología de Barth tiene un fuerte atractivo en el contexto moderno debido a su enfoque en la inclusión y el amor universal de Dios. Esta visión se alinea con el deseo bíblico de que todos los seres humanos sean salvos, ofreciendo un diálogo más abierto con otras tradiciones cristianas. Aunque no resuelve por completo los dilemas sobre la libertad humana, la teoría de Barth proporciona una alternativa más esperanzadora y pastoralmente accesible, centrada en la figura de Cristo como el Dios que elige y el Hombre elegido.
Perspectiva Ecuménica de la Predestinación
La predestinación es un tema teológico complejo y delicado que ha sido tratado de diferentes maneras en las diversas tradiciones cristianas. A continuación, presento un resumen de las posiciones teológicas sobre la predestinación en las principales tradiciones cristianas (católica, ortodoxa, anglicana, luterana, calvinista y bautista) y algunos puntos de posible convergencia en el diálogo ecuménico, especialmente en relación con el amor infinito de Dios y la posibilidad de salvación universal.
1. Iglesia Católica
La doctrina católica sobre la predestinación se basa en la creencia en la soberanía de Dios y el libre albedrío humano. El concilio de Trento (1545-1563)[3] rechazó tanto el calvinismo como el pelagianismo. Según la posición católica:
- Dios desea que todos los hombres se salven (1 Timoteo 2:4), y ofrece la gracia suficiente para que todos puedan ser salvados.
- La predestinación es condicional, es decir, Dios predestina a aquellos que Él sabe, en su omnisciencia, que responderán libremente a su gracia.
- La gracia es necesaria para la salvación, pero no irresistible, ya que el ser humano puede rechazarla.
- Rechazo de la reprobación doble, pues Dios no predestina a nadie al infierno, pero aquellos que eligen el pecado y rechazan a Dios lo hacen libremente.
2. Iglesia Ortodoxa
La teología ortodoxa, en consonancia con la patrística oriental, evita una doctrina formal de la predestinación en los términos rígidos del calvinismo o incluso de las discusiones occidentales. Así sostiene que:
- Dios es amor, y su deseo es la salvación universal.
- El énfasis está en la «sinergia»: la cooperación entre la gracia de Dios y la libertad humana.
- La predestinación en términos de determinismo divino es rechazada. Dios, en su omnisciencia, sabe quién responderá, pero no coacciona ni fuerza la salvación.
- Cristo murió por todos y, a través de los sacramentos y la oración, la salvación está abierta a todos.
3. Iglesia Anglicana
La teología anglicana, especialmente en los Treinta y Nueve Artículos (1563)[4], toma una postura más matizada respecto a la predestinación:
- La predestinación es parte del misterio divino, entendida en términos de que Dios elige a los fieles, pero esta elección no anula el libre albedrío humano.
- La salvación está abierta a todos y Dios no condena a nadie arbitrariamente. Los humanos tienen la responsabilidad de aceptar o rechazar la gracia.
- La gracia no es irresistible: Dios da a todos la posibilidad de responder a su llamado.Hay una apertura hacia un enfoque que respete tanto el misterio de la voluntad divina como el valor del libre albedrío humano.
4. Luteranismo
Los luteranos, siguiendo al reformador Martín Lutero, creen en una forma de predestinación, aunque menos estricta que el calvinismo:
- La gracia de Dios es completamente necesaria para la salvación y solo la fe salva.
- La predestinación no es un decreto absoluto que condena a algunos al infierno, sino más bien una afirmación de que Dios predestina a los elegidos para salvación.
- No hay doble predestinación pues los luteranos rechazan que Dios elija a algunos para condenación, pero sí creen que la salvación es solo por la obra de Dios.
- La doctrina enfatiza la gracia soberana de Dios, pero reconoce que la perdición de una persona es el resultado de su rechazo personal de la gracia de Dios.
5. Calvinismo (Reformados)
La posición calvinista, representada principalmente por Juan Calvino, es conocida por su fuerte doctrina de la predestinación:
- Doble predestinación: Dios ha elegido a algunos para la salvación (elección incondicional) y a otros para la condenación.
- Gracia irresistible: Los elegidos no pueden resistir la gracia de Dios y serán salvados infaliblemente (imposibilidad del ejercicio de la libertad personal).
- Sola gratia: La salvación es solo por la gracia de Dios y no por los méritos humanos.
Los calvinistas creen que esta doctrina no contradice el amor de Dios, ya que todos merecen la condenación debido al pecado, y la elección de algunos es un acto de misericordia inmerecida.
6. Bautistas
Los bautistas presentan posiciones variadas sobre la predestinación, dependiendo de si son más cercanos al calvinismo o al arminianismo:
- Bautistas calvinistas: Sostienen la elección incondicional y la gracia irresistible, aunque a menudo evitan la idea de la doble predestinación explícita.
- Bautistas arminianos: Creen en la elección condicional. Dios prevé quién responderá a su gracia y, sobre esa base, predestina a los creyentes.Todos los bautistas, calvinistas o arminianos, creen que la salvación es por fe en Cristo y que los seres humanos son responsables de responder al Evangelio.
Posibles Puntos de Unión en el Diálogo Ecuménico
A pesar de las evidentes diferencias entre estas tradiciones, existen puntos de convergencia importantes que pueden abrir caminos para el diálogo ecuménico, especialmente en relación con el amor infinito de Dios:
1. El deseo universal de salvación: Excepto en el calvinismo más estricto, todas las tradiciones coinciden en que Dios desea que todos los seres humanos sean salvados (1 Timoteo 2:4). Incluso dentro del calvinismo, muchos reformados han interpretado la doctrina de la predestinación a la luz del amor de Dios, sugiriendo que su elección es un misterio de amor y gracia.
2. Dios es amor: Todas las tradiciones teológicas reconocen que Dios es esencialmente amor[5] (1 Juan 4:8) y que, en última instancia, cualquier doctrina sobre la salvación debe estar en armonía con su naturaleza amorosa. Este amor se extiende más allá de lo que los humanos pueden comprender y, por tanto, no puede ser limitado por las categorías humanas.
3. Gracia como don universal: Aunque existen diferencias en cómo se entiende la gracia (irresistible o no), todas las tradiciones coinciden en que la salvación es una obra de la gracia de Dios y no de los méritos humanos. La cooperación humana (sinergia) se acepta en algunas tradiciones, pero siempre subordinada a la primacía de la gracia divina.
4. Rechazo de la reprobación activa: Excepto en el calvinismo más riguroso, las tradiciones católica, ortodoxa, anglicana, luterana y bautista rechazan la idea de que Dios predestina activamente a algunas personas a la condenación. Esta es una base común para sostener que Dios no desea la condenación de nadie.
5. Cristo como salvador universal: Todas las tradiciones coinciden en que «Cristo murió por todos». Incluso dentro del calvinismo, hay un reconocimiento de que Cristo ofreció su sacrificio para la humanidad entera, aunque solo los elegidos lo reciban de manera efectiva.
La Conexión entre el Amor Infinito de Dios
y la Salvación Universal
El atributo divino del amor puede ser un terreno fértil para el diálogo ecuménico sobre la predestinación. A partir de la convicción de que Dios es amor, las diferentes tradiciones pueden buscar una mayor comprensión común de cómo el amor de Dios puede abarcar la salvación de todos los seres humanos. La tensión entre la justicia y la soberanía divina, por un lado, y el amor y la misericordia por el otro, puede resolverse teológicamente al considerar que «el amor infinito de Dios se manifiesta tanto en la gracia como en su respeto por la libertad humana». Esto sugiere que, aunque no todos se salvan, «la salvación está disponible para todos a través de Cristo».
En resumen, aunque las tradiciones difieren en la manera en que comprenden la predestinación, existe una base común en torno al amor y la gracia de Dios, que puede ser un puente para un diálogo fructífero sobre el deseo universal de Dios de salvar a la humanidad.
Hacia una Propuesta Ecuménica de la Predestinación
Una propuesta ecuménica sobre la predestinación que pueda ser aceptable para diversas tradiciones cristianas (católica, ortodoxa, protestante, anglicana, luterana, calvinista y bautista) debe tener en cuenta la riqueza teológica de cada tradición, respetar las diferencias fundamentales entre las mismas y, sobre todo, estar anclada en los atributos de gracia y amor divinos. Aquí pretendo desarrollar una posible visión de una predestinación ecuménica, que ponga el énfasis en la soberanía de Dios, y su compasión infinita, sin obviar la libertad humana.
1. Premisas Fundamentales
Dios es amor (1 Juan 4:8) y su imperativo es que todos los hombres se salven (1 Timoteo 2:4). Esta afirmación se encuentra enraizado en lo más íntimo del cristianismo y por tanto debe ser la base para una teoría de la predestinación que sea aceptable para todas las iglesias cristianas. Si Dios es amor, cualquier visión de la predestinación debe reflejar ese amor incondicional, que respeta la libertad humana pero que siempre ofrece la posibilidad de la salvación.
2. Gracia como un Don Universal y Suficiente
La gracia de Dios es universal y suficiente para que todas las personas puedan responder a su llamada. Esto implica que Dios no excluye a nadie de la oferta de salvación. Todas las tradiciones cristianas coinciden en que la salvación no es mérito humano (es imposible adquirirla en base a cualidades y actos benévolos) , sino que es una obra que emana de la gracia de Dios. Este punto puede ser un pilar común en el que se fundamente esta propuesta.
La gracia precede cualquier movimiento humano hacia Dios y es necesaria para que cualquier persona pueda acercarse a Él. Sin embargo, esta gracia no debe ser entendida de manera irresistible, sino como una invitación amorosa que respeta la libertad del ser humano para aceptarla o rechazarla.
3. Predestinación como un Acto de Amor y Gracia
En este enfoque ecuménico, la predestinación no se basa en la idea de que Dios decide arbitrariamente el destino eterno de los seres humanos, sino que es un acto de amor divino que prevé y ofrece la salvación a toda la humanidad. Dios ha predestinado a todos para la salvación en el sentido de que ha creado el camino para la redención a través de Jesucristo, extendiendo la oferta de salvación a todas las personas.
En este sentido Karl Barth, el gran teólogo calvinista suizo, introduce una perspectiva cristológica, donde la predestinación no se centra en individuos sino en Jesucristo como el elegido por Dios. Barth critica la idea tradicional de que algunos individuos son elegidos y otros rechazados desde la eternidad. Según él, la elección de Jesucristo es central: Cristo es tanto el Dios que elige el ser humano elegido, y en Él toda la humanidad está elegida para la salvación, si bien no llega a las últimas consecuencias de esta manera de pensar, al no afirma explícitamente el universalismo (que todos serán salvos), pero sí que llega a presentar una visión más suave y dinámica y menos fatalista que la del calvinismo que profesa.
Sin embargo, al respetar en sumo el libre albedrío humano, Dios no obliga a nadie a aceptar su gracia y amor. El amor divino precisamente se manifiesta en la libertad del ser humano para responder de manera libre. De este modo, la predestinación no niega la responsabilidad individual ni la libertad, sino que las integra en el plan de redención de Dios.
4. Cristo como el Centro de la Predestinación
El eje central de esta visión ecuménica es la idea de que Cristo es el predestinado por excelencia, y en su elección se incluye la humanidad entera. Esto concuerda con la visión patrística de que Cristo es la cabeza de la nueva humanidad y con las enseñanzas de muchas tradiciones, especialmente la ortodoxa, sobre la recapitulación de todas las cosas en Cristo (Efesios 1:10). Todos los seres humanos son predestinados en Cristo a la vida eterna, ya que en Él se encuentran las fuentes de la gracia y la salvación.
De este modo, en lugar de centrarnos en quién está predestinado o condenado, esta visión se enfoca en que todos están predestinados en Cristo para recibir la salvación. El único motivo por el cual una persona no alcanzaría la salvación es su rechazo libre y consciente de esa gracia ofrecida.
5. Respeto a la Libertad Humana y el Misterio de la Salvación
Uno de los elementos fundamentales para una propuesta ecuménica es respetar el misterio de la cooperación entre la gracia divina y la libertad humana. Mientras que la gracia de Dios es necesaria para que una persona se salve, Dios respeta la libertad del ser humano para responder o no a esa gracia. Esta visión puede conectar el concepto de sinergia en la teología ortodoxa y católica, donde Dios y el ser humano trabajan juntos en el proceso de salvación, con el énfasis en la gracia de las tradiciones reformadas y protestantes.
El amor infinito de Dios se manifiesta en que, aunque ofrece la salvación a todos, respeta profundamente la libertad humana. Esto asegura que la predestinación no se entienda como un decreto fatalista, sino como una oferta continua de amor que requiere una respuesta libre del ser humano.
6. Posibilidad Real de la Salvación Universal
Si bien la visión tradicional del calvinismo habla de una doble predestinación (algunos predestinados a la vida eterna y otros a la condenación), esta propuesta ecuménica sugiere que la salvación es una posibilidad real para todos. Aunque Dios sabe quién responderá a su gracia, su voluntad primordial es salvar a todos. Aquí se puede proponer que la condenación no es predestinada, sino que surge del rechazo consciente de la gracia.
El amor de Dios es dinámico y siempre está trabajando en la vida de cada persona para atraerla a Él. Este enfoque, centrado en el amor infinito de Dios, ve la condenación no como un acto de predestinación, sino como una consecuencia del rechazo humano del amor divino. Esta visión podría abrir espacios de convergencia con posiciones más inclusivas, como la de Karl Barth, que sugieren una predestinación universal en Jesucristo.
7. Predestinación Inclusiva y Dinámica
En esta teoría, la predestinación es inclusiva y no exclusiva. En lugar de ver la predestinación como una decisión fija y definitiva sobre quién será salvado y quién no, propone entenderla como un proceso dinámico. En este proceso, Dios trabaja constantemente para atraer a todas las personas hacia sí, respetando su libertad, pero ofreciendo siempre su amor y su gracia.
Los seres humanos son predestinados para el amor y llamados a responder a ese amor en sus vidas. Aunque algunos pueden rechazar este llamado, la predestinación no es una sentencia, sino una invitación continua a la vida en Cristo. De esta manera, se honra tanto la soberanía de Dios como la libertad humana.
8. Puntos de Convergencia Ecuménica
Esta visión ecuménica de la predestinación ofrece varios puntos de convergencia entre las diferentes tradiciones cristianas:
- Dios quiere la salvación de todos: Este es un punto que todas las tradiciones pueden aceptar, con base en las Escrituras (1 Timoteo 2:4).
- La gracia es necesaria y universal: Todas las iglesias reconocen que la gracia es indispensable para la salvación y que Dios ofrece esta gracia a todos los seres humanos.
- Cristo es el centro de la predestinación: Al centrar la predestinación en Cristo, se crea un marco teológico que puede unir a diferentes tradiciones en torno a la figura de Jesús como el Salvador universal.
- La libertad humana y la responsabilidad: Aunque las tradiciones difieren en el papel del libre albedrío, existe un consenso en que la respuesta humana es necesaria y que, de alguna manera, los seres humanos cooperan con la gracia.
- Rechazo de la reprobación activa: Excepto en el calvinismo más estricto, la mayoría de las tradiciones rechazan la idea de que Dios predestine activamente a algunos a la condenación.
9. Conclusión: Amor y Gracia como Fundamentos de la Predestinación
La visión ecuménica de la predestinación que aquí se propone se basa en dos pilares fundamentales: el amor infinito de Dios y la gracia universal. Esta teoría ofrece una predestinación inclusiva que abarca a toda la humanidad en Cristo, pero que respeta la libertad humana para aceptar o rechazar esta gracia. En este enfoque, la gracia y el amor divinos no son impuestos, sino ofrecidos libremente, lo que permite un diálogo fructífero entre las diversas tradiciones cristianas y refleja la misericordia infinita de Dios hacia todos los seres humanos.
Al final, el amor infinito de Dios y su gracia universal permiten la posibilidad de salvación para todos, sin que esto comprometa la libertad humana ni la justicia divina, logrando un equilibrio que puede servir como base para una verdadera unidad ecuménica en torno a este tema.
Propuesta de una Teoría Ecuménica de la Predestinación
A partir de estos documentos, se puede articular una visión de la predestinación ecuménica que integre tanto la gracia como el amor de Dios:
1. Gracia preveniente universal: Todos los seres humanos son objeto de la gracia preveniente de Dios, que los capacita para responder a su llamado. Esta gracia antecede cualquier mérito humano y es una expresión del amor infinito de Dios por toda la creación.
2. Llamada universal a la salvación: La predestinación puede ser entendida no como una exclusión de algunos, sino como una llamada universal a participar en la vida nueva en Cristo. Dios ofrece la salvación a todos, pero respeta la libertad humana para responder o rechazar esa oferta.
3. Soberanía de la gracia y cooperación humana: Dios, en su soberanía, otorga la gracia salvadora de manera gratuita e incondicional, pero el ser humano tiene la libertad de cooperar con esa gracia o rechazarla. Esta cooperación no se basa en méritos previos, sino en la respuesta libre y amorosa a la acción de Dios.
4. Amor como fundamento de la predestinación: La predestinación debe entenderse en el contexto del amor de Dios. La elección divina no es arbitraria ni excluyente, sino una manifestación del amor incondicional de Dios que desea la salvación de todos.
Esta visión ecuménica de la predestinación considero, desde mi conocimiento y sensibilidad, sería compatible con las posiciones católica, ortodoxa, luterana y reformada, ya que integra la gracia preveniente, el libre albedrío, y la universalidad del amor de Dios, que llama a toda la humanidad a la salvación sin distinciones predeterminadas. Implicaciones de la Doctrina de la Predestinación
y su Evaluación
La doctrina de la predestinación ha sido uno de los pilares teológicos del cristianismo, principalmente en el pensamiento agustiniano y reformado. Esta enseñanza, que postula la elección divina de ciertos individuos para la salvación, tiene profundas implicaciones teológicas, morales y prácticas para la comprensión de la interacción entre Dios y los seres humanos. A continuación, se exploran las principales implicaciones de la doctrina de la predestinación y se ofrece una evaluación crítica de las mismas.
1. Confianza en la Soberanía de Dios
Una de las implicaciones más significativas de la predestinación es la confianza absoluta en la soberanía de Dios. Esta doctrina sostiene que Dios, desde la eternidad, ha decidido el destino de cada individuo en cuanto a su salvación o condenación. Por lo tanto, el creyente puede tener seguridad de que el plan divino se cumplirá inmutablemente, independientemente de los esfuerzos o fallos humanos. Este enfoque ofrece una profunda tranquilidad a los cristianos, al enseñarles que su salvación no depende de sus méritos o acciones, sino únicamente de la voluntad de Dios.
Evaluación: Desde una perspectiva teológica, esta implicación es coherente con una visión agustiniana o calvinista, que subraya la omnipotencia y el control absoluto de Dios sobre el destino de la humanidad. Bíblicamente, versículos como Efesios 1:4-5 respaldan esta postura, ya que describen la elección divina como un acto anterior a la creación del mundo. Sin embargo, desde una óptica filosófica y moral, esta idea puede generar inquietud, ya que parece minimizar el papel activo del ser humano en su propio proceso de salvación, lo que lleva a debates sobre la justicia y libertad divina.
2. Responsabilidad en la Evangelización
A pesar de que la predestinación afirma que solo los elegidos recibirán la salvación, esto no exime al cristiano de la responsabilidad de evangelizar. Dado que los seres humanos no pueden conocer quiénes han sido elegidos por Dios, la predicación del Evangelio sigue siendo esencial. El esfuerzo evangelizador se convierte en el medio por el cual Dios llama a sus elegidos a la fe.
Evaluación: Teológicamente, esta implicación refuerza la enseñanza de que la evangelización es el canal a través del cual la elección de Dios se hace efectiva en la vida de los creyentes. A nivel práctico, esta idea puede generar motivación para el evangelismo, a pesar de la incertidumbre sobre quiénes serán receptivos. No obstante, desde un punto de vista filosófico, se podría argumentar que, si el destino ya está sellado por la elección divina, la libertad del oyente para aceptar o rechazar el mensaje queda en entredicho, lo que podría desincentivar a algunos evangelizadores si interpretan la doctrina como una forma de fatalismo.
3. Reconocimiento de la Necesidad Absoluta de la Gracia
La predestinación enfatiza la incapacidad total del ser humano para alcanzar la salvación sin la intervención de la gracia divina. El ser humano, caído en su naturaleza y esclavizado por el pecado original, no puede hacer nada por sí mismo para obtener el favor de Dios. Esta doctrina subraya la absoluta dependencia del ser humano en la gracia de Dios para su salvación.
Evaluación: Esta implicación es congruente con las enseñanzas agustinianas y reformadas sobre la depravación total, las cuales argumentan que el pecado ha afectado completamente a la humanidad, incapacitando al ser humano para buscar a Dios por su cuenta. En el plano teológico, esto refuerza la centralidad de la gracia en la salvación, como se menciona en Efesios 2:8-9. Sin embargo, esta enseñanza también presenta problemas éticos, ya que, si algunos son dejados en su estado de pecado y condenación sin posibilidad de acceder a la gracia, la justicia y bondad de Dios podrían ser cuestionadas.
4. Humildad y Alivio en el Rechazo
Otra implicación importante es la humildad y alivio que proporciona a los creyentes frente al rechazo de su mensaje. Según la doctrina de la predestinación, el éxito o fracaso de la evangelización no depende del esfuerzo humano, sino de la voluntad de Dios. Los creyentes no deben sentirse culpables si alguien rechaza el Evangelio, ya que solo aquellos a quienes el Padre ha llamado responderán positivamente. Esta visión libera al evangelizador de la carga de convertir a otros y lo invita a confiar en el plan divino.
Evaluación: Desde un punto de vista teológico, esta implicación es reconfortante, ya que sitúa la obra de la conversión completamente en manos de Dios, aliviando a los evangelizadores de la presión del éxito. Sin embargo, a nivel moral y filosófico, esta perspectiva puede ser vista como problemática. La idea de que algunos están predestinados a rechazar el mensaje y condenarse sin posibilidad de cambiar su destino podría llevar a la indiferencia moral o incluso al desánimo en el esfuerzo evangelizador, si no se entiende adecuadamente.
Evaluación General de las Implicaciones
Las implicaciones de la doctrina de la predestinación pueden ser evaluadas desde tres perspectivas principales:
Teológica y Bíblica: La predestinación tiene un sólido fundamento bíblico, especialmente en las epístolas de Pablo, como en Romanos 9 y Efesios 1. Estas enseñanzas refuerzan la soberanía absoluta de Dios y la centralidad de su gracia en el proceso de salvación. Desde una perspectiva reformada o calvinista, la doctrina subraya que la salvación no es fruto del esfuerzo humano, sino del decreto divino. No obstante, este enfoque también puede ser visto como excluyente y difícil de conciliar con la noción de un Dios que ama a todos y desea que todos se salven (1 Timoteo 2:4).
Moral y Filosófica: La doctrina plantea cuestiones sobre la justicia divina y la libertad humana. Si Dios elige incondicionalmente a algunos para la salvación y deja a otros en su pecado, esto puede ser percibido como una violación de los principios de equidad y libertad. Además, desde un punto de vista ético, la predestinación puede ser vista como incompatible con la responsabilidad moral de los seres humanos, puesto que, si su destino está determinado de antemano, sus elecciones perderían significado.
Práctica: En términos prácticos, la predestinación tiene implicaciones tanto para la vida personal del creyente como para la misión de la Iglesia. Por un lado, proporciona seguridad y confianza en la salvación, lo que puede fortalecer la fe y motivar una vida de santidad. Por otro lado, la doctrina puede generar paradojas en la evangelización, ya que, aunque la predestinación sostiene que solo los elegidos se salvarán, los cristianos deben continuar predicando el Evangelio sin saber quiénes responderán.
Conclusión: La doctrina de la predestinación, aunque teológicamente profunda y rica en implicaciones, sigue siendo uno de los aspectos más complejos y controversiales del cristianismo. Sus implicaciones abarcan la confianza en la soberanía de Dios, la responsabilidad en la evangelización, la necesidad de la gracia y el alivio ante el rechazo, todos ellos puntos que generan debate en términos de coherencia teológica, moral y práctica.
Aunque la predestinación otorga certeza sobre el cumplimiento del plan divino, plantea preguntas difíciles sobre la libertad humana y la justicia de Dios. En última instancia, la doctrina nos invita a profundizar en el misterio de la gracia y a confiar en el carácter amoroso y soberano de Dios, a la vez que seguimos comprometidos en la tarea de evangelizar y vivir según su voluntad.
La Predestinación en los Documentos Eclesiales y Ecuménicos
La teoría de la predestinación, aunque difícil de aceptar para muchos, ofrece una visión coherente dentro de un marco teológico que enfatiza la soberanía y gracia de Dios. Desde un punto de vista racional, redefine el concepto de libertad humana y explica cómo, en un mundo caído, solo la intervención divina puede permitir a los seres humanos alcanzar la salvación. A nivel teológico, esta doctrina refuerza la idea de la completa dependencia del ser humano en la gracia de Dios y su plan eterno, una perspectiva que se ha mantenido a lo largo de la historia del cristianismo, desde Agustín hasta la Reforma.
Trento
Uno de los documentos eclesiásticos más importantes que trata el tema de la predestinación es del concilio de Trento (1545-1563), específicamente en su Decreto sobre la Justificación (1547). Este concilio fue convocado en respuesta a la Reforma y abordó, entre otros temas, la doctrina de la justificación y la predestinación, ofreciendo la posición oficial de la iglesia católica.
Los cánones más relevantes del Decreto sobre la Justificación son los siguientes:
Canon 15:
Si alguno dijere que el hombre renacido y justificado está obligado de fe a creer que es ciertamente del número de los predestinados: sea anatema.
El canon rechaza la certeza absoluta de la predestinación individual, algo que algunos reformadores defendían, especialmente en el calvinismo. Según la enseñanza católica, no se puede tener una certeza infalible de pertenecer al número de los predestinados, porque la salvación implica la colaboración continua con la gracia y el libre albedrío, y no está predeterminada irrevocablemente. Aquí, el concilio subraya la importancia de vivir en la fe y la gracia de Dios sin asumir una garantía infalible de salvación.
Canon 16:
Si alguno dijere con absoluta y infalible certeza que ciertamente ha de tener el gran don de la perseverancia final, sin haberlo aprendido por una revelación especial: sea anatema.
Este canon rechaza la noción de que alguien pueda estar absolutamente seguro de que perseverará en la fe hasta el final sin una revelación especial de Dios. La perseverancia final (es decir, permanecer en la gracia hasta el momento de la muerte) es vista como un don especial de Dios que no puede ser garantizado de antemano, excepto a través de la providencia divina. De nuevo, se afirma la importancia del libre albedrío y la necesidad continua de colaborar con la gracia, en contraposición con la idea de que los predestinados no pueden perder la salvación.
Canon 17:
Si alguno dijere que la gracia de la justificación se confiere a todos los hombres indiscriminadamente, y que no está en el poder de la voluntad humana rechazarla: sea anatema.
El canon se opone a la noción de una gracia irresistible, como sostenían los calvinistas. En lugar de ello, el concilio enseña que la gracia puede ser ofrecida a todos los hombres, pero no todos responden a ella, y es posible para el ser humano rechazarla. Aquí, la libertad humana es crucial: los hombres pueden cooperar o resistir la gracia de Dios. La justificación y la salvación requieren una respuesta libre del ser humano.
Canon 18:
Si alguno dijere que los mandamientos de Dios son imposibles de guardar aun por el hombre justificado y constituido en gracia: sea anatema.
Este canon responde a la idea de que incluso los justificados no pueden cumplir los mandamientos de Dios debido a la corrupción del pecado original, una idea promovida en algunas doctrinas protestantes. El concilio, sin embargo, afirma que con la ayuda de la gracia santificante, los justificados pueden cumplir los mandamientos de Dios. No obstante, esto no significa que lo hagan de manera perfecta, pero sí pueden cumplirlos porque la gracia les capacita para ello. Este canon también tiene implicaciones para el concepto de predestinación, ya que subraya la responsabilidad humana en la cooperación con la gracia.
Canon 23:
Si alguno dijere que un hombre una vez justificado no puede pecar más ni perder la gracia, y que por tanto el que cae y peca nunca fue verdaderamente justificado; o por el contrario, que puede, mientras viva, evitar todos los pecados, aun los veniales, si no lo recibe todo por un privilegio especial de Dios, como lo cree la Iglesia acerca de la Bienaventurada Virgen: sea anatema.
Este canon condena la doctrina de la perseverancia de los santos (es decir, que los verdaderamente justificados no pueden perder su salvación), un concepto central en la teología calvinista. Pero según el concilio de Trento, un cristiano justificado puede caer en pecado grave y perder la gracia, lo que implica que la predestinación no garantiza la seguridad eterna sin la cooperación continua del individuo con la gracia de Dios. También se afirma que, mientras los justificados pueden caer en pecado, hay una excepción especial en la Virgen María, que fue preservada por la gracia para siempre.
Canon 9:
Si alguno dijere que el pecador se justifica por la sola fe, de modo que entienda que no se requiere ninguna otra cosa que coopere para obtener la gracia de la justificación, y que de ningún modo es necesario que se prepare ni se disponga por el movimiento de su voluntad: sea anatema.
El canon se opone a la doctrina de la sola fide (solo por la fe) defendida por Lutero. En cuanto a la salvación, la iglesia católica sostiene que la fe debe ir acompañada de obras y la cooperación humana con la gracia. La predestinación, en este contexto, no excluye la responsabilidad humana en la respuesta a la gracia. Este canon enfatiza que, aunque la gracia de Dios es la que justifica, el individuo debe prepararse y disponer su voluntad para recibir esa gracia.
El concilio de Trento, en sus cánones, reafirma la cooperación entre la gracia y el libre albedrío, en contraste con algunas doctrinas protestantes, especialmente calvinistas, que proponían una gracia irresistible y una predestinación incondicional. Los cánones destacan que:
1. La predestinación no garantiza la certeza de la salvación, y no todos los predestinados saben de manera infalible su estado.
2. La gracia puede ser resistida, y el hombre tiene la libertad de aceptarla o rechazarla.
3. La salvación implica una colaboración continua con la gracia divina, lo que refuerza la importancia de la libertad humana y la responsabilidad moral.
Estos puntos reflejan el énfasis católico en la sinergia entre la acción divina y la cooperación humana en el proceso de la salvación, y rechazan cualquier idea de que la predestinación sea unilateral o inmutable sin consideración de la respuesta humana concreta
Treinta y Nueve Artículos de Religión
Los Treinta y Nueve Artículos de Religión (Fe) de la Iglesia de Inglaterra y la Comunión Anglicana[6], en su artículo XVII, titulado De la predestinación y elección, habla de esta cuestión en concreto:
La predestinación a la vida es el propósito eterno de Dios, por el cual (antes que fueran fundados el mundo) decretó por su consejo, secreto para nosotros, librar de maldición y condenación a aquellos a quienes ha escogido en Cristo de entre los hombres, y llevarlos por Cristo a la eterna salvación, como vasos hechos para honra. Por lo cual, los que están dotados de tal beneficio de Dios son llamados, según el propósito de Dios, por su Espíritu que obra a su debido tiempo; por gracia obedecen a tal llamamiento; son justificados gratuitamente; son hechos hijos de Dios por adopción; son hechos conformes a la imagen de su Unigénito Hijo Jesucristo; caminan religiosamente en buenas obras, y al fin, por la misericordia de Dios, alcanzan la felicidad eterna.
Como la piadosa consideración de la predestinación y de nuestra elección en Cristo es llena de dulce, agradable y de inefable consuelo a las personas piadosas y que sienten en sí mismas la operación del Espíritu de Cristo, mortificando las obras de la carne y sus miembros terrenales, y elevando su mente a las cosas celestiales, tanto porque establece y confirma fuertemente su fe en la salvación eterna obtenida por Cristo, como porque fervientemente enciende su amor hacia Dios; así, para mentes curiosas y carnales, que no tienen el Espíritu de Cristo, el continuo tener ante los ojos la sentencia de la predestinación de Dios es un lazo peligrosísimo, por el cual el diablo les arrastra bien a desesperación, bien a una vida de impiedad no menos perniciosa que la desesperación.
Además, hemos de recibir las promesas de Dios de manera tal como están generalmente establecidas en las Escrituras Santas: y en nuestras obras habremos de seguir esa voluntad de Dios que está expresamente declarada en la palabra de Dios.
El artículo XVII establece una doctrina de predestinación que refleja tanto influencias reformadas como matices propios anglicanos, con reminiscencias católicas. Según este artículo:
1. Predestinación a la vida en Cristo: Dios, en su consejo eterno y secreto, ha elegido a ciertos individuos para la vida eterna en Cristo. Esta elección es incondicional y no basada en méritos humanos, sino en el propósito soberano de Dios. Se menciona la idea de que estos elegidos son llamados en el tiempo adecuado por el Espíritu de Dios, justificados por gracia, y conformados a la imagen de Cristo.
2. Elección en Cristo: Los que son predestinados son justificados por gracia y hechos hijos adoptivos de Dios. El artículo subraya que la predestinación se manifiesta a través de la santificación, es decir, en las buenas obras y la vida piadosa de los elegidos.
3. Consolación para los piadosos, peligro para los curiosos: La predestinación es una doctrina que ofrece consuelo a quienes son conscientes de la obra del Espíritu Santo en su vida, asegurándoles de la salvación eterna. Sin embargo, para aquellos que carecen del Espíritu de Cristo, una obsesión con la predestinación puede llevar a la desesperación o la impiedad. Esto introduce una advertencia pastoral contra una especulación indebida sobre la predestinación.
4. El Peligro del Malentendido: Para aquellos que no tienen el Espíritu de Cristo, el artículo advierte que la doctrina de la predestinación puede ser peligrosa. Estas personas podrían caer en la desesperación o en una vida de impiedad al creer que su destino ya está sellado sin posibilidad de cambio. Esta advertencia busca evitar el fatalismo o una visión errada de la predestinación que conduzca al descuido moral o la desesperanza.
Equilibrio Teológico: El artículo concluye haciendo un llamado a que las promesas de Dios sean recibidas de acuerdo con la Escritura, y que las acciones de los cristianos sigan la voluntad de Dios tal como está expresada en su Palabra. Esto subraya la necesidad de una interpretación cuidadosa y equilibrada de la doctrina de la predestinación, evitando tanto el determinismo como el antinomianismo (el rechazo de la ley moral).
El artículo XVII trata de encontrar un equilibrio entre el consuelo que la predestinación puede traer a los fieles y el peligro de que se entienda de manera errónea, llevando a la desesperación o la inmoralidad. La elección en Cristo es fundamental en este marco, y se insiste en que los creyentes deben recibir las promesas de Dios como reveladas en la Escritura, con una vida religiosa activa, fundada en el amor y en la gracia divina.
En definitiva, en los Treinta y Nueve Artículos el enfoque anglicano sobre la predestinación está marcado por la tensión entre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana. Mientras que afirma una predestinación divina a la vida, reconoce los peligros de un malentendido de esta doctrina y promueve una visión pastoral que invita al creyente a confiar en la gracia y no en la especulación teológica.
Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen gentium»
Otro documento relevante es la Constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen gentium) del concilio Vaticano II (1964). En su capítulo 2, párrafo 16, afirma que la Iglesia no limita la salvación solo a aquellos que conocen explícitamente a Cristo, sino que reconoce que, en su misericordia, Dios puede salvar a aquellos que, sin culpa propia, no lo conocen, pero buscan sinceramente a Dios y tratan de hacer su voluntad. Esto se enmarca en una perspectiva más inclusiva, relacionada con la predestinación entendida como el «deseo universal de Dios de que todos se salven», aunque respetando el libre albedrío.
El documento muestra cómo la iglesia católica romana ha desarrollado su enseñanza sobre la predestinación, rechazando la idea de predestinación doble y afirmando la importancia del libre albedrío humano en la cooperación necesaria con la gracia divina.
Documento de Lima o Bautismo, Eucaristía y Ministerio (BEM)
La predestinación es un tema que, aunque no central en algunos documentos ecuménicos, se entrelaza profundamente con cuestiones de gracia, justificación, y salvación. De esta forma la predestinación en el Documento de Lima o Bautismo, Eucaristía y Ministerio (BEM)[7], publicado en 1982 por la Comisión de Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias, aborda varios temas clave para la fe cristiana, como el bautismo, la eucaristía y el ministerio, en un esfuerzo por buscar un consenso entre las diferentes tradiciones cristianas, de los cuales podemos inferir una posición temática.
Aunque no trata específicamente la predestinación, sí habla sobre aspectos relacionados con la gracia, la salvación y el bautismo como un acto de inclusión en la comunidad de los salvados, lo cual está vinculado con temas que se relacionan indirectamente con la predestinación, como la elección divina, la gracia salvadora y el acceso a la salvación.
Extractos relevantes del BEM sobre el bautismo, que toca cuestiones teológicas ligadas a la gracia y la salvación (y, en consecuencia, relacionadas con la discusión sobre la predestinación) se pueden inferir de los siguientes apartados del documento:
I. Bautismo: 3. El bautismo es el signo de la nueva alianza establecida por Jesucristo. En esta alianza él une a los seres humanos consigo y los une unos a otros en una sola comunión, la Iglesia. El bautismo implica la confesión de pecado, la conversión del corazón, el perdón, la renovación del Espíritu Santo y la participación en la muerte y resurrección de Cristo (Rom. 6:3-11; Col. 2:13). En el bautismo, los cristianos se entregan a Cristo, quien es el Señor de la historia. Así, el bautismo es un don de Dios que requiere la respuesta activa del hombre. En el bautismo el Espíritu Santo confiere una gracia que posibilita esta respuesta, y Dios actúa antes que la persona.
Este punto es significativo, ya que establece que el bautismo es un don de Dios y pone énfasis en la gracia previa (es decir, la gracia que actúa antes de la respuesta del ser humano). Aunque no menciona explícitamente la predestinación, esta afirmación resalta que Dios actúa primero mediante su gracia, que capacita a las personas para responder a su llamado, lo que conecta con el concepto de la gracia irresistible en las teologías reformadas y también con la gracia preveniente en las tradiciones arminianas.
6. Por medio del bautismo, los cristianos son incorporados a Cristo y a su Iglesia. Son proclamados como miembros de un sacerdocio real y de una nación santa (1 Ped. 2:9). El bautismo implica la entrada en la vida de la Iglesia y su misión. Es un signo de la acción de Dios que confiere una identidad nueva y permanente y compromete a los bautizados a la vida y al servicio de Cristo dentro del mundo.
Este número seis habla de la «incorporación en la Iglesia y en Cristo» mediante el bautismo, lo cual podría relacionarse con la idea de ser elegido o predestinado para la vida en Cristo, aunque sin usar el término explícito. La Iglesia, aquí, es la comunidad de los elegidos, y el bautismo es la señal visible de esta elección divina que otorga «una identidad nueva y permanente».
8. El bautismo es el signo de la salvación. El bautismo en Cristo es una llamada a la conversión, a la fe y a una vida de discipulado. Representa la participación en la muerte y la resurrección de Cristo (Rom. 6:5; Col. 2:12). El bautismo es participación en la vida del Espíritu Santo (1 Cor. 12:13), quien es también el don de la nueva vida en el Reino venidero.El número ocho, por su parte, destaca que el «bautismo es el signo de la salvación», un tema clave en el debate sobre la predestinación. Aquí se subraya la idea de que el bautismo ofrece una llamada a la conversión y al discipulado, pero también representa la participación en la vida salvadora de Cristo. Desde una perspectiva ecuménica, esto puede ser interpretado como una apertura a la noción de que, aunque algunos son llamados de forma especial, la gracia de la salvación es un don ofrecido universalmente a través del bautismo.
Como reflexión ecuménica cabe decir que, aunque el Documento de Lima (BEM) no trata directamente la predestinación, presenta no obstante una base teológica común sobre la gracia, la salvación y el bautismo que puede ser utilizada como punto de convergencia para el diálogo ecuménico entre diversas tradiciones cristianas en cuanto al modo en que la gracia divina opera en la salvación. Al enfatizar que el bautismo es tanto «un don de Dios» como una «respuesta activa» del ser humano, se refleja una «cooperación entre la gracia y la libertad», un terreno compartido que podría servir como punto de encuentro en discusiones más amplias sobre predestinación y salvación.
Este punto de vista permite que las iglesias reformadas, católicas, ortodoxas, anglicanas y luteranas puedan dialogar partiendo de su comprensión común de la «gracia como fundamento de la salvación», aunque mantengan diferentes matices sobre cómo opera esa gracia en relación con la libertad humana y la predestinación.
Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación
La Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación [1999][8], documento firmado por la iglesia de Roma y la Federación Luterana Mundial, aborda directamente la justificación por la fe, un tema clave que guarda estrecha relación con la predestinación, ya que ambas doctrinas tratan de cómo los seres humanos reciben la salvación y el papel de la gracia en ese proceso. El capítulo VI del Decreto sobre la Justificación trata del llamado de Dios a la justificación, afirmando que todos los seres humanos son llamados por la gracia de Dios, y que esta gracia es necesaria para que una persona sea justificada y salvada. Por su parte, la doctrina tridentina rechaza la idea de una predestinación que niegue el libre albedrío humano, afirmando que la gracia divina coopera con la libertad humana, y que el ser humano puede aceptar o rechazar esa gracia.
En la Declaración se afirma que:Párrafo 15: Juntos confesamos que los pecadores son justificados por la fe en la acción salvífica de Dios en Cristo. Dios concede, por gracia, la justificación y lo hace únicamente por Cristo, no en virtud de ningún mérito de nuestra parte.
Este texto subraya la «gracia preveniente» que actúa antes de cualquier respuesta humana. Está relacionado con la predestinación, ya que el punto de partida en la salvación no depende de los méritos del ser humano, sino de la elección soberana de Dios, una doctrina que también aparece en las posiciones reformadas sobre la elección incondicional. Además, la Declaración establece que, aunque la gracia de Dios es la que inicia la salvación, la respuesta humana es necesaria:
Párrafo 19: La justificación se produce únicamente por la gracia, pero no sin la cooperación del hombre.
Este equilibrio entre la soberanía de la gracia y la cooperación humana es un punto de convergencia entre las posiciones más reformadas (que enfatizan la gracia irresistible) y aquellas que subrayan el libre albedrío y la gracia cooperante. La idea de que Dios otorga la salvación por gracia, pero requiere una respuesta del ser humano, puede servir como fundamento para un entendimiento más ecuménico y superador de las posiciones encontradas en relación con la predestinación.
Referencias bibliográficas
Fuentes Clásicas
Agustín de Hipona, La predestinación de los santos. Editorial Ciudad Nueva, Madrid: 1996.
Es una de las obras fundamentales del pensamiento agustiniano sobre la predestinación. En este tratado, el santo defiende la predestinación divina y la necesidad de la gracia para la salvación, un tema que influyó enormemente en la teología posterior, especialmente en la Reforma protestante.
Las claves sobre predestinación en la obra de san Agustín las encontramos en el Libro I:
Capítulo 1 (páginas 39-41): Introducción al tema de la predestinación, donde Agustín explica que Dios da la gracia de la fe a quienes ha predestinado.
Capítulo 4 (páginas 50-53): Aquí se discute que la predestinación no depende de los méritos futuros, sino únicamente de la gracia de Dios.
Capítulo 10 (páginas 67-69): Destaca la imposibilidad del ser humano de salvarse sin la gracia divina, y cómo la predestinación está conectada con la elección de Dios.
Capítulo 14 (páginas 76-80): Reflexión sobre cómo la predestinación y la libertad humana pueden coexistir según la visión de Agustín.
En el Libro II, El don de la perseverancia:
Capítulo 12 (páginas 111-114): Explica cómo la perseverancia final en la fe es un don especial de Dios que sólo se concede a los predestinados.
Capítulo 20 (páginas 140-143): En este capítulo Agustín refuerza la idea de que la predestinación es irrevocable y no depende de las obras humanas.
Tomás de Aquino, Suma Teológica: Sobre la predestinación, Editorial BAC, Madrid: 2012.
En esta sección de la magna Suma Teológica, Tomás de Aquino aborda el tema de la predestinación desde la teología escolástica. Aunque difiere del calvinismo, pues su enfoque sobre la relación entre la gracia divina y el libre albedrío es esencial para la tradición católica.
En la Suma Teológica, Santo Tomás de Aquino trata la predestinación principalmente en la Parte I, Cuestión 23, donde presenta su doctrina teológica sobre cómo Dios elige a algunos para la salvación de acuerdo con su providencia. Tomás equilibra la predestinación divina con la libertad humana y la justicia de Dios.
Parte I, Cuestión 23: Sobre la predestinación:
Artículo 1 (páginas 343-345): Discusión sobre si la predestinación pertenece a Dios y cómo se concibe en relación con la providencia divina.
Artículo 2 (páginas 345-348): El de Aquino explica si la predestinación se basa en los méritos de las personas, concluyendo que la predestinación es un acto gratuito de la voluntad divina.
Artículo 3 (páginas 348-351): Aborda si el número de predestinados está predeterminado y no puede cambiar.
Artículo 4 (páginas 351-354): Reflexiona sobre la certeza de la predestinación y cómo está asegurada la salvación de los predestinados.
Artículo 5 (páginas 354-356): Santo Tomás discute si los predestinados pueden saber con certeza que lo son.
Calvino, Juan, Institución de la religión cristiana, Editorial Clie, Terrassa: 2007.
Esta obra magna del reformador Juan Calvino se expone en detalle su doctrina sobre la predestinación y la elección incondicional. Es un texto clave para comprender la teología reformada y su influencia en el calvinismo posterior. La Institución es fundamental para el debate sobre la soberanía de Dios en la salvación.
En el libro de Juan Calvino el tema de la predestinación es tratado de manera extensa, especialmente en el Libro III.
Libro III, capítulo 21: De la elección eterna, por la cual Dios ha predestinado a unos para salvación y a otros para condenación (páginas 718-742). Aquí Calvino expone su doctrina de la elección incondicional y la doble predestinación, es decir, la predestinación de unos para la vida eterna y otros para la condenación.
Libro III, capítulo 22: Confirmación de esta doctrina tomada de testimonios de la Escritura (páginas 743-765). Aquí desarrolla el tema de la predestinación, aportando textos bíblicos como prueba de su doctrina y respondiendo a objeciones.
Libro III, capítulo 23: La refutación de las calumnias con que esta doctrina ha sido siempre atacada (páginas 766-780). En este capítulo, Calvino responde a las críticas y objeciones sobre la predestinación, especialmente sobre el carácter de Dios y la libertad humana.
Los temas principales tratados por el autor Calvino son:
1. Elección incondicional: Dios elige a algunos para la salvación y no lo hace en base a méritos o acciones humanas, sino según su soberana voluntad.
2. Doble predestinación: Calvino sostiene que Dios ha predestinado a unos para la vida eterna (los elegidos) y a otros para la condenación (los réprobos).
3. Justicia divina: Argumenta que esta doctrina no es injusta, sino que es una manifestación de la gracia y justicia de Dios.
4. Respuestas a objeciones: Refuta a quienes consideran que la predestinación niega el libre albedrío o hace a Dios injusto. Esta parte de la obra de Calvino es esencial para entender su posición reformada sobre la soberanía de Dios y cómo ve la relación entre la gracia divina y la salvación.
Arminio, Jacobo, Obras de Jacobo Arminio: Defensa contra los decretos de predestinación de Calvino. Editorial Certeza, Barcelona: 2004.
Se trata de una recopilación de escritos del teólogo protestante Jacobo Arminio que ofrece una visión alternativa a la predestinación calvinista. Arminio defiende la idea de que la salvación está disponible para todos los seres humanos, en línea con su enfoque sobre la cooperación entre la gracia de Dios y el libre albedrío humano.
En la obra de Arminio el tema de la predestinación es abordado de manera detallada en varios capítulos. Aunque las ediciones pueden variar, en la mayoría de las versiones en español, el tratamiento de la predestinación se encuentra principalmente en las siguientes secciones:
Capítulo III: Sobre los decretos divinos. Aquí Arminio expone su crítica sobre la doble predestinación de Calvino, y desarrolla su propia visión de los decretos de Dios en relación con la salvación humana, argumentando que la predestinación está basada en el conocimiento previo de la fe o incredulidad humana.
En el capítulo IV: Discurso público sobre la predestinación, Arminio analiza en profundidad los errores que, según él, existen en la doctrina de la predestinación de Calvino. Defiende una predestinación condicional, en la que Dios elige a las personas en función de su respuesta a la gracia y su fe.
El capítulo V: La justicia de Dios en la predestinación se centra en la cuestión de la justicia divina y cómo la predestinación según Calvino, en su opinión, entra en conflicto con el concepto del amor y la justicia de Dios.
Los principales temas que este autor trata son
1. Predestinación condicional: A diferencia de Calvino, Arminio argumenta que la predestinación está basada en el conocimiento previo de Dios sobre quién creerá en Cristo y perseverará en la fe.
2. Libre albedrío: Arminio defiende que el ser humano tiene la capacidad, por la gracia preveniente, de aceptar o rechazar la salvación, lo que significa que la predestinación no es unilateral.
3. Rechazo de la doble predestinación: Critica la idea de que Dios determine de antemano a algunos para la vida eterna y a otros para la condenación.
4. Amor y justicia divina: Arminio resalta que la visión de la predestinación de Calvino no refleja adecuadamente el amor y la justicia de Dios, que desea la salvación de todos los seres humanos.
Molina, Luis de, Concordia sobre la ciencia media, Editorial Gredos, Madrid: 1988.
Escrito fundamental para el llamado «molinismo», una postura que intenta conciliar la omnisciencia divina y la libertad humana en la salvación. Molina presenta la teoría de la «ciencia media», que sostiene que Dios conoce todas las posibles decisiones humanas sin interferir en el libre albedrío. Su obra Concordia liberi arbitrii cum gratiae donis, fue respondida en 1595 mediante la Apología de los hermanos dominicos.
Fuentes modernas
Barth, Karl, La doctrina de la elección divina, Editorial Sígueme, Salamanca: 2003.
En este libro, Barth reinterpreta la doctrina de la predestinación desde una perspectiva cristocéntrica. Sostiene que la elección divina debe entenderse en función de Jesucristo, como el electo por Dios, lo que ofrece una perspectiva novedosa dentro de la teología reformada.
Erickson, Millard, Teología Sistemática, Editorial Clie, Viladecavalls: 2008. Millar Erickson es un relevante teólogo protestante norteamericano, pastor bautista y deán académico. Su monumental Teología Sistemática es una obra destacada en el campo de la teología evangélica contemporánea. Publicada por primera vez en 1983, esta obra se ha convertido en un texto de referencia para estudiantes, académicos y pastores, debido a su exhaustiva y clara exposición de las doctrinas fundamentales del cristianismo desde una perspectiva evangélica no europea. La Teología Sistemática de Millard analiza con detalle y rigor tanto la predestinación como la salvación en el capítulo dedicado a la soteriología o doctrina de la salvación, en la Parte 10 (897-1027). El autor analiza la salvación desde diferentes ángulos, incluyendo la justificación por la fe, la regeneración, la santificación, y la glorificación. También se incluye el tema de la predestinación, que se aborda como un concepto clave en la teología cristiana referida a la elección de Dios sobre quiénes serán salvados o condenados, apuntando al origen de esta doctrina que hunde sus raíces históricas en el debate entre Agustín y Pelagio, quienes sostenían visiones opuestas sobre el libre albedrío y la gracia divina.
El texto, académico, traza la evolución histórica de la doctrina, desde los postulados agustinianos hasta las interpretaciones posteriores, como el calvinismo, que resalta la predestinación incondicional, y el arminianismo, con su búsqueda de una visión más equilibrada, donde el ser humano tiene cierto grado de participación en su salvación. También se exploran, como era de esperar, las ideas de Karl Barth, quien introduce una perspectiva más centrada en Cristo e incluso superadora de las anteriores. Todos la Parte 10 con sus distintos capítulos concluye destacando las implicaciones de la predestinación, como el concepto de justicia divina y la necesidad de gracia para alcanzar la salvación.
Libro fundamental para la realización de este trabajo.
Hurtado Pérez, Manuel, La gracia y la predestinación en el concilio de Trento, Editorial BAC, Madrid: 1998.
Estudio que analiza las conclusiones del concilio de la Contrarreforma respecto a la predestinación y la gracia, poniendo en contexto la respuesta católica a las doctrinas reformadas. Es un recurso clave para quienes deseen entender la postura católica frente a la predestinación.
Ludwig Müller, Gerhard, Dogmática. Teoría y práctica de la teología, Editorial Herder, Barcelona: 1998.
La colosal obra de Gerhard Ludwig Müller, Dogmática. Teoría y práctica de la teología, es toda una referencia fundamental en el ámbito de la teología sistemática contemporánea, utilizada como manual denso y rico por seminarios y universidades eclesiásticas. En este libro, Müller aborda la teología de una manera exhaustiva, integrando aspectos teóricos y prácticos, en un esfuerzo por hacer que la dogmática sea no solo un estudio académico, sino también una guía útil para la vida eclesial y pastoral.
La obra es una síntesis cuidadosa de las doctrinas católicas fundamentales, desde la revelación y la fe hasta la escatología, desde un enfoque centrado en la coherencia entre la teoría teológica y su aplicación práctica. La cuestión que nos afecta es tratada dentro del capítulo duodécimo, dedicado a la doctrina de la gracia. En la página 808 encontramos La controversia sobre la predestinación, que puede ser ampliada analizando todo el capítulo (páginas 787 a 826).
Añadir con relación a la predestinación que Müller ofrece una aproximación equilibrada, evitando los extremos tanto del calvinismo estricto (predestinación incondicional) como del pelagianismo. Su enfoque está fuertemente influenciado por el pensamiento católico, que concibe la predestinación en un marco de cooperación entre la gracia divina y la libertad humana. Müller resalta así la importancia de la libertad del ser humano en la respuesta a la gracia, evitando la noción de que Dios determine de manera fatalista el destino de las personas sin tener en cuenta su respuesta libre. Y sobre la salvación, la describe como un proceso dinámico que abarca toda la vida del creyente, donde la gracia divina actúa en consonancia con la libertad humana. Su perspectiva está anclada en la idea de que la salvación es un don gratuito de Dios, otorgado por medio de la obra redentora de Cristo, pero que requiere la participación proactiva del creyente en la fe y en las obras. La justificación inicial por la fe se complementa con la santificación, que implica una vida de crecimiento en la gracia.
Libro capital para la realización de este trabajo.
Ott, Ludwig, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Barcelona: 1966.
Manual de dogmática católica anterior al concilio Vaticano II, de teólogo católico de renombre, sigue siendo un referente debido a su peso teológico de rigor y alta cualificación académica. La problemática que nos ocupa se encuentra, dentro de su apretado y bien desarrollado índice, en su Sección primera: La gracia actual (páginas 349 a la 410). Estudia la predestinación en el capítulo El misterio de la predestinación (páginas 371-374).
Libro destacado para la realización de este trabajo.
Juan G. Biedma
Diácono. Ecumenista
------------------------------
[1] La enseñanza católica sobre la predestinación ha sido
tratada en varios textos doctrinales y teológicos importantes. A continuación,
se citan algunas obras que abordan este tema en detalle:
Tomás de Aquino, Suma
Teológica, Volumen I, Cuestión 23: «Sobre la predestinación», Biblioteca de
Autores Cristianos, Madrid: 2001, 175-185.
En la Suma
Teológica, Santo Tomás de Aquino aborda la predestinación en el contexto de
la providencia divina y la gracia. Según Tomás, la predestinación es parte del
plan divino, pero no anula la libertad humana. Dios prevé las decisiones libres
de los seres humanos y actúa de acuerdo con esa previsión, sin imponerles sus
acciones. La gracia es indispensable, pero requiere la cooperación del ser
humano.
Concilio
de Trento: Decreto sobre la Justificación (Sesión VI, 1547). Ediciones
Sígueme, Salamanca: 1995, 123-145.
El
concilio de Trento estableció la doctrina católica sobre la gracia, la
justificación y la libertad humana en respuesta a la Reforma Protestante. El
decreto sobre la justificación reafirma que la gracia es necesaria para la
salvación, pero que la voluntad humana coopera con esa gracia. Este decreto
rechaza el calvinismo estricto, enfatizando que nadie está predestinado al mal
sin su propia culpa.
Ott, Ludwig, Fundamentos
de Dogma Católico, Herder, Barcelona: 2004, 242-255.
Ludwig Ott
sintetiza la doctrina católica sobre varios temas teológicos, incluida la
predestinación. Ott destaca que Dios ofrece gracia suficiente para que todos
los seres humanos puedan salvarse, pero solo aquellos que cooperan con ella de
forma activa recibirán la gracia eficaz. La predestinación es, por lo tanto,
condicional y depende de la respuesta libre del individuo.
[2]
Barth, Karl, Dogmática Eclesiástica: La Doctrina de Dios, Volumen II/2.
Traducción de Jesús Valverde. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1996, pp. 7-147.
En este rango de páginas, Barth aborda específicamente
la predestinación, centrando su enfoque en la elección en Cristo. Dentro de
este bloque, algunos puntos clave sobre su reinterpretación de la
predestinación están en:
Páginas 25-35: Introducción a la elección en Cristo.
Páginas 114-147: Desarrollo de la idea de Cristo como
el elegido y el rechazado en representación de la humanidad.
En estas páginas cubren la base de su innovadora
reinterpretación, donde Barth evita el determinismo calvinista y propone un
enfoque más inclusivo y cristocéntrico.
[3]
(En línea: https://www.mercaba.org/CONCILIOS/Trento.htm)
[4]
En línea: https://victorianweb.org/espanol/religion/39articles.html
[5]
Se hace necesario una reflexión aclaratoria, rigurosa y profunda, de esta
cuestión. Dios es amor, pero es crucial comprender esta afirmación en el
contexto de la teología cristiana. El amor no es simplemente un atributo divino
entre otros, sino que refleja una característica fundamental de quién es Dios.
La primera carta de Juan (1 Juan 4:8) dice explícitamente: «Dios es amor», lo
cual no debe entenderse de forma superficial o equívoca. El amor, en la
tradición cristiana, no es algo separado de Dios o que exista como una fuerza
impersonal. Más bien, es parte integral de su naturaleza trinitaria, en la que
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se relacionan eternamente en un dinamismo
de amor constante.
En este sentido, el amor es un atributo esencial de
Dios porque expresa cómo Dios actúa y se manifiesta hacia su creación, en
especial con la humanidad elegida (homo sapiens), pero no es una entidad en sí
misma que pueda ser identificada de manera autónoma con Dios. Aquí es donde la
diferencia con la concepción del Mahatma Gandhi (cf. Todos los hombres son
mis hermanos) y el pensamiento de la «New Age», se hace más que evidente.
Gandhi, y con él los «novoeristas», al afirmar que el «amor es Dios», lo expresan
desde una perspectiva que puede parecer panteísta, sugiriendo que el amor, como
principio abstracto o universal, es Dios mismo. Para la fe cristiana, sin
embargo, esto es inaceptable, porque el amor no puede sustituir o ser
equivalente a Dios como esencia en sí misma. Dios no es una mera manifestación
del amor, sino que el amor proviene de su ser y es la manera en que él se
revela y actúa en el mundo.
El amor, en la teología cristiana, es más que una
simple cualidad divina: es el modo en que Dios se relaciona con el ser humano y
con toda su creación. Este amor se hizo plenamente visible en la persona de
Jesucristo, quien, en su encarnación, vida, muerte y resurrección, mostró el
amor de Dios de manera concreta y redentora. Es un amor personal, no abstracto,
capaz de transformarnos y salvarnos. Por lo tanto, aunque el amor es central
para entender a Dios, no puede ser definido como Dios mismo en el sentido
panteísta. En la fe cristiana, Dios sigue siendo un ser personal, trascendente
y libre, que ama y crea por pura bondad (teniendo siempre en cuenta la
aplicación de antropomorfismos y antropopatismos al discurso sobre Dios,
discursos, por otra parte, hechos por el hombre), pero cuya esencia no se
limita ni se reduce al amor como concepto aislado.
[6]
Los Treinta y Nueve Artículos de Religión o Fe forman parte del Libro
de Oración Común de la Iglesia de Inglaterra y la Comunión Anglicana. Es
usado por ambas instituciones, incluyendo a la iglesia episcopal y a todas
aquellas iglesias que se identifican con la tradición anglicana.
En línea: https://victorianweb.org/espanol/religion/39articles.html
Cf. Wikipedia,
Treinta y nueve artículos, https://es.wikipedia.org/wiki/Treinta_y_nueve_artículos
[7]
En línea: https://www.ceerjircea.org.ar/BautismoEucaristiayMinisterioDocumentodeLima.pdf
[8]
Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, Federación
Luterana Mundial y Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos, 1999. En línea:
https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2017/10/31/dec.html
Comentarios
Publicar un comentario