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Sobre el Acontecimiento de la paz | Adrian Aranda


…La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento…

San Pablo, Carta a los Filipenses.


 Mucho se ha escrito sobre la angustia, como concepto existencial, ontológico, patológico, etc. De manera especial desde Schopenhauer y Kierkegaard, muchos pensadores se han atrevido a pensar y problematizar el fenómeno de la angustia, ya sin los marcos culturales-protectores que la cosmología previa al desencantamiento del mundo[1] proporcionaba. Pero hasta donde conozco poco se ha escrito y pensado sobre la paz. No me refiero al significado de paz como la ausencia de guerra bélica, sino a la paz como esa sublime experiencia interior de la condición humana. 

 Wittgenstein, para muchos el filósofo más importante del siglo XX junto con Heidegger, es una excepción, puesto que nos da unas pautas, no demasiado elaboradas pero con profundidades hasta las que aún no hemos llegado, quizá porque aún estamos demasiado cerca de él.

 En su Conferencia sobre ética, la única conferencia pública que Wittgenstein dio, habla sobre experiencias inherentes a la condición humana, que intentamos capturar por medio del lenguaje para de alguna manera comprenderlas, pero que sin embargo no son pasibles de ser enunciadas mediante ninguna proposición sin caer en el sinsentido, puesto que las mismas se encuentran allende al límite de la comprensión humana. Una de esas experiencias la expresa así:

Mencionaré a continuación otra experiencia que conozco y que a alguno de ustedes le resultará familiar: se trata de lo que podríamos llamar la vivencia de sentirse absolutamente seguro. Me refiero a aquel estado anímico en el que nos sentimos inclinados a decir: «Estoy seguro, pase lo que pase, nada puede dañarme». [2]

Más adelante en la misma conferencia dice que “la experiencia de la absoluta seguridad ha sido descrita diciendo que nos sentimos seguros en las manos de Dios.”[3]

No obstante, Wittgenstein señala algo que es fundamental para lo que pretende transmitir. El filósofo alega que en tanto decimos acerca de estas vivencias que son “experiencias”, necesariamente deben tener un objeto de referencia en los hechos. Sin embargo, al buscarlo nos encontramos con que no existe tal objeto, y por lo tanto, de alguna manera, estas proposiciones que elaboramos para expresar estas experiencias carecen de sentido porque se encuentran fuera de los límites del lenguaje y el pensamiento. 
 Ilustremos esto de la siguiente manera. Heidegger en su análisis de la angustia y el miedo en Ser y tiempo, diferencia entre ambas experiencias mostrando cómo el miedo tiene un objeto que lo despierta y la angustia no. El miedo -alega Heidegger- se despierta por ejemplo si nos encontramos con un animal peligroso que sabemos que nos puede dañar. En este caso el objeto es el animal. Pero la angustia (ontológica) carece de objeto de referencia, no sabemos porque la experimentamos, y Heidegger alude que esta angustia se experimenta por la misma extrañeza de estar en el mundo la cual resulta indescriptible mediante el lenguaje. 

Lo anterior desarrollado tiene el objetivo de sentar unas bases para lo que quiero exponer concerniente a la experiencia de la paz de Dios. Considero que tal paz, al menos a la que se refiere san Pablo, que sobrepasa todo entendimiento, también contiene la característica de no tener un objeto de referencia, y en la medida en que intentamos buscar y otorgarle un objeto de referencia, tal paz se disipa, pierde fuerza y se aleja de la paz a la que Pablo se refiere. Por ejemplo, si yo digo “tengo paz porque Dios tiene el control de todas las cosas”, me estoy refiriendo a que experimento una vivencia interior a la que llamo “paz” y tiene como objeto de referencia que “Dios tiene el control de todas las cosas”. Sin duda esto puede catalogarse como una declaración de fe, que nos ayuda a mantener la calma en momentos de adversidad, pero al tener un objeto de referencia, se encuentra dentro de los límites del lenguaje y el pensamiento, y por lo tanto dentro de nuestro entendimiento. Todo lo que podemos describir mediante proposiciones está dentro de los límites del entendimiento y por lo tanto no es aquella paz que “sobrepasa el entendimiento”. La paz a la que se refiere san Pablo no puede ser descrita mediante una proposición, aun si estas proposición es una proclamación de fe, porque en tanto la describimos, se encuentra dentro de la región del lenguaje y el pensamiento. 
En el versículo citado que Pablo escribe a los filipenses, dice que la eirene (paz) de Theos (Dios) está allende a panta (todo, totalidad) Nous (comprensión, captación). Por lo tanto, la paz de Dios, al menos la eirene a la Pablo se refiere, no puede ser descrita mediante el lenguaje, porque es un Acontecimiento que desborda nuestra capacidad cognitiva. Esta paz solo puede ser vivida pero no descrita mediante el lenguaje, es una paz inefable. 

Todo cristiano que busque la paz de Dios en un objeto de referencia, sea este objeto el poder, amor, o cualquier atributo de Dios, nunca experimentará realmente la eirene de Dios a la que Pablo se refiere. Además, en tanto su paz depende de un objeto de referencia, en el caso de que ese objeto pueda ser puesto en tela de juicio por la facticidad y contingencia de la vida, esa presunta paz perderá fuerza o se desvanecerá por completo. 
Por lo tanto, quien quiera experimentar la eirene de Dios, solo deberá pedirla y esperar que ese Acontecimiento le alcance, y en la esperá deberá rehusarse a la tentación de buscar un objeto de referencia, y por supuesto esto implica un estadio de angustia previo al Acontecimiento de la verdadera eirene de Dios. 


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Notas

[1] Este es un concepto de Max Weber para describir la transformación social, cultural y espiritual de la modernidad. 
[2] Conferencia sobre ética, p. 30.
[3] Íbid, p.31. 




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Adrián Aranda es escritor y ensayista. Estudiante de grado de Filosofía en la Universidad de La República de Uruguay. Asesor de Ética para la ONG La Barca. Colaborador en la Cátedra de Historia y Filosofía de la Ciencia, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.








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