"Por tanto, el teísmo ofrece la clase más sencilla de explicación personal del universo que cabe. Dios escoge por razones o entre razones, y produce el universo porque este es una de las muchas cosas buenas que podría producir. (...) mientras que, al mismo tiempo, mostraré la complejidad de todas las explicaciones materialistas de algunos de estos fenómenos y la incapacidad del materialismo para explicar en absoluto ciertos otros fenómenos". Pp. 66, 67.
Cuando se enseña a cómo realizar una reseña a un determinado libro se dice que la misma tiene que constar de tres partes. La primera de ellas debe estar dedicada a hablar sobre el autor o a presentar lo pertinente del tema, ya sea porque es de actualidad, por lo que puede aportar o por la importancia que ha tenido a lo largo de la historia.
De todas las reseñas que he hecho hasta el momento, creo que no he tratado sobre el autor en ninguna de ellas, sino que siempre me he concentrado en explicar el tema como una introducción a lo que nos vamos a encontrar en las páginas del libro en cuestión. Ello se debe principalmente a que cuando se habla sobre el autor la reseña, a menudo, pasa a ser una especie de recopilación de datos que parece que tienen el fin de rellenar o de añadir palabras para llegar al número mínimo exigido para este tipo de escritos. Pero en este caso voy a presentar al autor brevemente con una intencionalidad que después voy a exponer.
Richard Swinburne estudió en Oxford Ciencias Políticas, Filosofía y Economía. En esta misma universidad pasará a ser profesor de filosofía hasta que se jubila en 2002. En la actualidad es catedrático emérito de Filosofía en la Universidad de Oxford y un autor que cuenta con muchos títulos publicados.
Alguien que ha estudiado Ciencias Políticas, Filosofía y Economía en una universidad tan prestigiosa como es la de Oxford parecería que no puede escribir un libro como el presente. En este volumen titulado ¿Hay un Dios? Swinburne se va a declarar cristiano, es más, teísta muy cercano en este sentido a las posiciones tradicionales del cristianismo. Esto parece que debería de estar ya superado en personas de cierta cultura, y no digamos ya de alguien como este autor. Ser cristiano y tener cultura serían incompatibles.
Otra forma de considerar este asunto es la de pensar con cierta condescendencia, y así lo que tenemos aquí es que todo un catedrático emérito de filosofía de Oxford sencillamente anda un poco despistado ante los avances de las ciencias bíblicas y no digamos ya de las naturales.
Es ciertamente triste que estos pensamientos estén muy alejados de la realidad y se deban más bien a una serie de prejuicios procedentes de una supuestamente mentalidad moderna que debe rechazar todo lo sobrenatural y, si es posible, hasta las explicaciones filosóficas para abrazarse a un naturalismo y cientificismo que no ve más allá de sus narices.
Swinburne en poco más de ciento ochenta páginas va a tratar temas tan interesantes como qué entiende él cuando dice Dios; cómo explicamos las cosas; la sencillez de Dios; cómo la existencia de Dios explica el mundo y su orden; cómo la existencia de Dios explica la existencia de los seres humanos; por qué permite Dios el mal y cómo la existencia de Dios explica los milagros y las experiencias religiosas. De hecho, estos son los siete capítulos que componen el presente volumen.
A lo largo de estas páginas nuestro autor relaciona y hace dialogar como interlocutores necesarios a la filosofía, la teología y las ciencias naturales. Es entonces -con el buen hacer de Swinburne- que nos percatamos que es de esta forma que se aborda toda la realidad del ser humano la cual es troceada si solo nos centramos en la filosofía, en la teología o en las ciencias de la naturaleza. La teología ya se dio cuenta hace mucho tiempo que necesitaba de la filosofía para presentar sus verdades, es mi deseo que el naturalismo pueda superar su estrechez de miras y que toda una serie de teólogos se percaten de que la ciencia nunca puede ser una enemiga, todo lo contrario.
A mi parecer el capítulo más flojo es el dedicado a la explicación del mal y de por qué Dios lo permite. Todo su pensamiento aquí lo sostiene básicamente en que Dios creó seres con libertad para realizar lo bueno y lo malo. Por supuesto, estoy de acuerdo en que las personas tenemos este tipo de libertad, pero ello no explica la aparente pasividad de Dios en situaciones que claman al cielo. Algunas personas sufren hasta tal grado que son destrozadas en vida, padecen situaciones que no deberían de haberse dado jamás desde una perspectiva teísta que sostiene que Dios escucha la voz de los suyos y actúa en determinadas situaciones. Una cuestión muy delicada esta de la teodicea.
Dicho lo cual, sin duda estamos ante un buen libro que nos hace pensar sobre todo el significado de nuestra existencia, de su sentido y de su riqueza.
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Alfonso Pérez Ranchal es Diplomado en Teología Pastoral por el CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas), Licenciado en Teología y Biblia por la Global University y profesor del CEIBI. Vive en Cádiz. Es autor del libro La vida, la muerte y el más allá a través de la Biblia de la editorial Clie.
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