Las Iglesias cristianas llevan años trabajando de maner conjunta sobre la doctrina de la justificación, con vistas a una futura profundización de los lazos de comunión hasta una completa unidad visible de la Iglesia, porque en medio de un mundo roto, violento, donde aumenta el odio y crecen los muros y vallas de separación, es urgente que las iglesias “sean testigos de la posibilidad de unión y reconciliación, y que manifiesten el coraje, el valor de permanecer junto en metas que proclamen la justicia y la compasión”.[1]
Es muy de lamentar que en nuestro país, España, y en nuestros medios haya una casi total desconocimiento de la mencionada Doctrina conjunta sobre la doctrina de la justificación, fruto de un rechazo ignorante y obstinado de la misma, fruto de una persistente mentalidad de enfrentamiento y beligerancia propia de épocas más oscuras.
Con vistas a arrojar un poco de luz sobre esta cuestión, en este artículo hacemos un breve recorrido sobre la historia de la Declaración conjunta, sus avatares, críticas y la situación actual en que nos encontramos, de modo que sirva para hacernos una idea doctrinal, teológica y eclesial del trascendental acuerdo al que se ha llegado en un punto, la doctrina de la justificación por fe sola, que fue en su día el motivo de la división de la Iglesia en Occidente.
La nueva perspectiva de Roma sobre Lutero
En un discurso en el encuentro con los obispos de la Iglesia nacional danesa, en la residencia del obispo luterano de Roskilde, martes 6 de junio 1989, Juan Pablo II razonaba:
“Los esfuerzos científicos de los investigadores evangélicos y de los católicos, que han logrado resultados excelentes, han conducido a un panorama pleno y diferenciado de la personalidad de Lutero y a una complicada conexión de los acontecimientos históricos en la sociedad, en la política y en la Iglesia de la primera mitad del siglo XVI. De todos modos, lo que ha salido a la luz de modo convincente es la profunda religiosidad de Lutero que ardía de ansia abrasadora por el problema de la salvación eterna" (Carta al cardenal Willebrands, 31 de octubre, 1983).
Otro tanto hizo su sucesor Benedicto, en su visita a Erfurt en 2011. “Como Obispo de Roma, es para mí un momento emocionante encontrarme en el antiguo convento agustino de Erfurt con los representantes del Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania. Aquí, Lutero estudió teología. Aquí, en 1507, fue ordenado sacerdote. Contra los deseos de su padre, no continuó los estudios de derecho, sino que estudió teología y se encaminó hacia el sacerdocio en la Orden de San Agustín. En este camino, no le interesaba esto o aquello. Lo que le quitaba la paz era la cuestión de Dios, que fue la pasión profunda y el centro de su vida y de su camino. ‘¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?’: Esta pregunta le penetraba el corazón y estaba detrás de toda su investigación teológica y de toda su lucha interior. Para él, la teología no era una cuestión académica, sino una lucha interior consigo mismo, y luego esto se convertía en una lucha sobre Dios y con Dios.
”¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso? No deja de sorprenderme que esta pregunta haya sido la fuerza motora de su camino. ¿Quién se ocupa actualmente de esta cuestión, incluso entre los cristianos? ¿Qué significa la cuestión de Dios en nuestra vida, en nuestro anuncio? (…) La pregunta: ¿Cómo se sitúa Dios respecto a mí, cómo me posiciono yo ante Dios? Esta pregunta candente de Martín Lutero debe convertirse otra vez, y ciertamente de un modo nuevo, también en una pregunta nuestra. Pienso que esto sea la primera cuestión que nos interpela al encontrarnos con Martín Lutero” (29 de septiembre de 2011).
Por este motivo, Benedicto XVI no tuvo repararo en poner a Lutero como un modelo para los católicos. Además que “el pensamiento de Lutero y su entera espiritualidad eran cristocéntricas” y “Cristo fue el corazón de su espiritualidad y que el amor por Él, viviendo en comunión con Él, fue lo que guió su vida”. Afirmaciones valientes y totalmente correctas histórica y teológicamente, pero que molestaron a muchos de sus fieles.
El cardenal Walter Kasper, uno de los teólogos vivos más prestigiosos de la Iglesia católica, el 18 de enero de 2016 dictó una conferencia la Universidad Humboldt de Berlín sobre la figura de Lutero, al que sitúa en una lista de padres, santos y doctores de la Iglesia [2]. Con esta valoración —¡Lutero entre los santos padres de la Iglesia!—, Kasper se atrajo las iras de los conservadores, y más por tratarse de un teólogo muy próximo al actual papa Francisco, que está en el centro de la diana de todos los ataques del catolicismo integrista.
El papa Bergoglio, durante su vuelo de retorno de Armenia a Roma (domingo 26 de junio de 2016), dio una conferencia de prensa a los periodistas que iban a bordo del avión, que levantó grandes ampollas en los medios tradicionalistas. A la pregunta sobre Martín Lutero y lo que representó la Reforma, el papa respondió:
“Yo creo que las intenciones de Martín Lutero no eran equivocadas, era un reformador (...) En ese tiempo la Iglesia no era un modelo de imitar, había corrupción en la Iglesia, había mundanidad, el apego al dinero, al poder, y por esto él protestó. Él era inteligente, ha dado un paso adelante justificando por qué lo hacía, y hoy luteranos y católicos, protestantes, todos, estamos de acuerdo con la doctrina de la justificación, en este punto tan importante él no se estaba equivocado”.[3]
Al decir que Lutero “no estaba equivocado” sobre el gran caballo de batalla de Roma y la Reforma, la doctrina de la justificación por fe sola, Francisco hacía referencia a la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, documento que recoge el acuerdo al que se llegó sobre este tema entre los representantes oficiales de la Iglesia Católica y de la Federación Luterana Mundial, que agrupa a 74 millones de fieles. Esta declaración fue firmada 1999 en Augsburgo, precisamente porque en esta ciudad fue escrita una página decisiva de la reforma luterana, la Confesión de Augsburgo, la última tentativa verdaderamente seria que, después de la ruptura, tuvo lugar para intentar llegar a un acuerdo entre luteranos y católicos. En esta Declaración Conjunta las dos Iglesias reconocen un acuerdo fundamental en la doctrina de la justificación. “Ahora podemos confesar conjuntamente una doctrina que fue causa de separación: Sólo Dios justifica al pecador, sólo Dios salva”.
Los católicos tradicionalistas, integristas, o como se les quiera llamar protestaron enérgicamente, ¿cómo es eso de que Lutero tenía razón en una doctrina tan propia del catolicismo como la salvación por fe y obras?
¿Cómo se puede decir que el hereje que provocó la ruptura de la Iglesia, el cismático que dividió la Iglesia, el monje soberbio que no quiso someterse a la autoridad eclesiástica tenía razón? ¿Acaso la Iglesia que es una, santa católica y apostólica, guiada por el mismísimo vicario de Cristo, cuya infalibilidad garantiza todos sus dogmas, se equivocó en este punto tan importante? Demasiado para todos aquellos que, de un modo u otro, siguen creyendo que fuera de la Iglesia no hay salvación, o al menos, no otras iglesias verdaderas.
“El hecho de que el Antipapa Francisco haya declarado que Lutero «no se ha equivocado» sobre la justificación, y que él está de acuerdo con los protestantes en este asunto, es del tipo de herejía más notoria e indignante. Él mismo es un protestante. Aquellos que obstinadamente consideren al Antipapa Francisco como siendo un católico a la luz de estos hechos, definitivamente son unos herejes. (…) La Declaración conjunta con los luteranos sobre la Justificación fue aprobada completamente por los Antipapas Juan Pablo II y Benedicto XVI. Benedicto XVI incluso dijo que fue “firmado por la Iglesia Católica”. (…). Entonces, al estar de acuerdo con Lutero y aceptar la herejía protestante, Francisco está siendo un fiel hijo de la Gran Ramera, la secta del Vaticano II. Esta es la razón por la cual no sólo se debe rechazar al declarado apóstata Antipapa Francisco. Uno debe también rechazar a todos los Antipapas del Vaticano II (a toda la falsa Iglesia) y abrazar la fe católica, íntegra e inmaculada”.[4]
Acuerdo y desacuerdo sobre la Declaración conjunta
Los protestantes también recibieron negativamente la Declaración conjunta. La Iglesia Evangélica Luterana Argentina (no afiliada a dicha Federación Luterana Mundial) manifestó abiertamente su rechazo argumentando que «la alternativa que la Declaración conjunta presenta como propuesta para concretar la unificación de la iglesia que se dividió en el siglo XVI, no es buena por más de una razón, pero la más importante es que pretende dar una alternativa de consenso por la vía más peligrosa para el evangelio mismo. Porque una verdad distorsionada es una falsedad, pero una verdad aguada no puede ser ni verdad ni falsedad. (…) Jesús lo dice: “o están conmigo o contra mí”; términos medios para la verdad de Dios no hay”. [5]
También la Iglesia evangélica de Dinamarca (luterana), rechazó dicha declaración argumentando que es un texto que el propio Lutero habría rechazado, pues se acerca a la doctrina católica sobre la justificación y se aparta del sola fide reformada, pese que a que el texto de la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación[6] es bastante claro al respecto. Entre otras cosas afirma que «sólo por gracia mediante la fe en Cristo y su obra salvífica y no por algún mérito nuestro, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones, capacitándonos y llamándonos a buenas obras».
Todos los seres humanos somos llamados por Dios a la salvación en Cristo. «Sólo a través de Él somos justificados cuando recibimos esta salvación en fe».
Algunos pueden pensar que la Federación Luterana Mundial es liberal y que busca más el compromiso religioso que la verdad de Dios, lo cual es aprovechado por Roma para llevar a cabo su táctica y maniobra de neutralizar del mensaje de la Reforma.
Pero no ha sido solo la Federación Luterana Mundial, sino que el Consejo Metodista Mundial, que comprende la mayor parte de las denominaciones mundiales wesleyanas con cerca de 75 millones de fieles, también se unió a la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación en julio de 2006, después de siete años de deliberaciones. Por si fuera poco, recientemente, el pasado día 5 de julio 2017, las Iglesias Reformadas representadas por la Comunión Mundial de las Iglesias Reformadas (con unos 80 millones de fieles en 108 países), se sumaban, en Wittenberg (Alemania), precisamente donde Lutero impulsó la reforma, a la Declaración Conjunta, lo cual “quiere decir prácticamente, según monseñor Brian Farrell, secretario del Consejo Pontificio para la Unidad Cristiana (PCPUC), que la Iglesia católica y todas las Iglesias históricas protestantes tienen la misma visión teológica de cómo se hace real la salvación. Y, por lo tanto, tenemos una base común para una gran colaboración, no sólo espiritual, sino también eclesial: es decir que ahora las Iglesias tienen una base para poder colaborar más intensamente”.[7]
En el borrador preparado para la ocasión por Comunión Mundial de las Iglesias Reformadas, podemos leer: “Afirmamos nuestro acuerdo doctrinal fundamental con la enseñanza expresada en la DCDJ, y expresamos profunda gratitud por el gran avance que se ha logrado en este consenso ecuménico. Nos regocijamos juntos y juntas en que las diferencias doctrinales históricas sobre la doctrina de la justificación ya no nos dividan, y experimentamos esto como un momento de auto-examen, de conversión y de nuevo compromiso mutuo, manifestando una nueva unidad y avances en nuestro testimonio común por la paz y la justicia. De acuerdo con el principio reformado, “ecclesia reformata semper reformanda secundum verbum dei", abrazamos la nueva realidad que este acuerdo compartido promete”. `[8] Los redactores de este borrador, como buenos reformados, al tiempo que afirman su acuerdo, añaden la contribución que pueden hacer al mismo. “Esperamos no sólo afirmar, sino también enriquecer y ampliar el actual grado de consenso. Abrazamos el modelo de consenso diferenciado y la apertura, la diversidad y la riqueza del lenguaje teológico que hacen que sea posible. Aquí también deseamos añadir nuestros enfasis distintivos a los que ya fueron compartidos por otros”.[9] El documento sigue con diversos subrayados y aportaciones.
¿Se equivocó Trento?
Luteranos, metodistas, reformados y católicos, pues, reconocen estar de acuerdo sobre la doctrina de la justificación.[10] Algo sorprendente e inaudito. ¿Cómo explicar, pues, los 500 años de enfrentamiento y polémica habido sobre este punto? ¿Se equivocó el concilio de Trento cuando condenó claramente la doctrina reformada de la justificación. En el canon IX sobre la justificación dice:
“Si alguno dijere, que el pecador se justifica con sola la fe, entendiendo que no se requiere otra cosa alguna que coopere a conseguir la gracia de la justificación; y que de ningún modo es necesario que se prepare y disponga con el movimiento de su voluntad; sea anatema”.
¿Ha cedido Roma o ha cedido la Reforma?
José Grau escribió en su día: “Así como en Trento la iglesia romana descafeinó a Agustín, ahora estos luteranos del brazo de los católicos descafeinan a Lutero”.[11] Afirmación que me parece una frivolidad.[12]
¿Quién se equivoca, o quién engaña a quién?
Hans Küng sorprendió al mismo Karl Barth [13]cuando aquel demostró que la doctrina de la justificación creída por la Iglesia católica y las Iglesias reformadas no era incompatible, sino muy semejantes en contenido, aunque diferentes en la manera de explicarla. Precisamente este año se cumplen 60 años de la publicación de Hans Küng sobre La justificación en la teología de Karl Barth, una interpretación católica, que una década después fue publicada el español.[14]
Otro teólogo católico alemán, Otto Hermann Pesch, varios años después publicó un importante estudio sobre la teología de Tomás de Aquino,[15] en la que muestra la compatibilidad de la teología de la salvación y la gracia de este gran teólogo medieval con la teología de Lutero.
Para Pesch los decretos del Concilio de Trento no atañen realmente a Lutero, ni tampoco Lutero está realmente en oposición al Concilio.
¿Cómo es esto posible?
Para Pesch, ciertamente Lutero[16] puede hablar con propiedad de la fe sola, que recibe de Dios la justicia, y no falta nada entonces, y menos que nada la “cooperación” del hombre mediante sus méritos que vendría a completar la acción de Dios en beneficio del pecador. Trento si habla de la necesaria “cooperación” del hombre en su justificación, pero, según Pesch, la “cooperación” que afirma el Concilio es siempre ya un obrar del hombre literalmente “suscitado” por la gracia de Dios. “Para que hubiera una oposición real, haría falta que Lutero hubiera dicho: la que recibe la justificación es una gracia que no tiene necesidad de «la gracia de Dios que despierta y que llama». Ahora bien: esto sería absurdo para Lutero. Para él, la gracia que justifica es enteramente don de la gracia de Dios”. “La fe que justifica es un don de la gracia de Dios, y como lo muestran numerosas afirmaciones de Lutero, el amor a Dios y al prójimo forma parte de la fe, como el fruto forma parte del árbol”. [17]
“Lutero rechazó la representación de la gracia misma como realidad interior al hombre. Por eso él distingue entre la justificación y la santificación que le está ligada o que la sigue, entre el favor de Dios y nuestra renovación, entre la imputación de la justicia de Cristo y sus efectos en una vida nueva. A la inversa, los Padres de Trento, eran prisioneros de un temor: quien rechaza esta idea de la gracia como realidad interior al hombre declara que Dios es impotente: es aparentemente incapaz de cambiar al hombre interiormente por su gracia”.[18]
No vamos a entrar ahora en las aguas profundas de la teología, pero valgan estás notas para que nos demos cuenta que la cuestión en más compleja de lo que a primera vista parece.
Entonces, ¿fue la Reforma protestante un caso de «mucho ruido para nada»? ¿Fruto de un equívoco?, como se pregunta Raniero Cantalamessa. No, lo que ocurre es que en los días de Lutero, como reconoce Cantalamessa, la situación de la Iglesia, desde hacía tiempo, no reflejaba realmente las convicciones de los grandes teólogos católicos sobre la gracia — Agustín, Gregorio, Bernardo, Tomás de Aquino—. La vida, la catequesis, la piedad cristiana, la dirección espiritual, por no hablar de la predicación popular: todo parecía afirmar lo contrario, es decir que lo que cuenta son las obras, el esfuerzo humano. “El fenómeno tenía raíces lejanas comunes a toda la cristiandad y no sólo a la latina. Después de que el cristianismo se convirtió en religión de estado, la fe era algo que se absorbía espontáneamente a través de la familia, la escuela, la sociedad. No era tan importante insistir sobre el momento en que se llega a la fe y sobre la decisión personal con la que se llega a ser creyente, cuanto insistir en las exigencias prácticas de la fe, en otras palabras, sobre la moral, sobre las costumbres”.
”Gracias a Lutero, la doctrina de la justificación gratuita por la fe tuvo por efecto una indudable mejora de la calidad de vida cristiana, debido a la circulación de la palabra de Dios en lengua vulgar y a los numerosos himnos y cantos inspirados”. [19]
Muchos no admiten la observación del sacerdote Cantalamessa, cuando dice que Lutero tuvo el mérito de traer a la luz esta verdad —la salvación como pura gracia—, después de que durante siglos, al menos en la predicación cristiana, se había perdido el sentido, y es esto sobre todo lo que la cristiandad le debe a la Reforma. “¿Realmente se puede afirmar con justicia que los santos, doctores, predicadores y maestros espirituales desconocieron en sus predicaciones la gratuidad de justificación del hombre por la gracia que en la fe tiene su inicio?”[20]
Por experiencia personal, puedo afirmar que sí. Y esto durante siglos, casi hasta nuestros días. Se partía de la base que todos los bautizados éramos cristianos y la mayoría de las homilías consistían en hacer llamamientos al buen comportamiento, a las buenas obras, a la penitencia, al sacrificio, a adquirir méritos para la eternidad. Hasta la misma palabra griega utilizada por el Nuevo Testamento para “conversión”, metanoia, se traducía por “penitencia”, con todas las connotaciones de esfuerzo y dolor que esta palabra evocaba y sigue evocando.
La fe parecía consistir en aprender de memoria el credo, las oraciones y la confesión del yo pecador. Cada domingo se cantaba la misma canción tomada del Salmo 85:2: “Perdona a tu pueblo, perdónalo Señor, no estés para siempre enojado”. Y así una vez tras otra. Yo recuerdo que, en mente infantil, me entristecía y me enfadaba con Dios, casi reconveniéndole: “Pero ¿cuándo nos perdonarás de una vez? ¿Cuándo dejarás de estar enfadado?”
Ciertamente la doctrina de la gracia estaba ahí,[21] en los manuales de teología, pero no llegaba al pueblo, quizá porque muchos sacerdotes eran los primeros que carecían experiencia de la misma. El mismo Lutero dijo, cuando se le recriminó que también los doctores católicos creían y enseñaban la gracia de Dios en la salvación, que podía admitir que esto es verdad, pero lo que le preocupa es que esta enseñanza no llegaba al pueblo.
La Biblia, al ser un libro cerrado para la mayoría de los fieles, poco podía ayudarles. Aquí la Biblia tiene un papel principal. Como ocurrió con Lutero y el resto de reformadores. Se puede decir que en este punto se dejaron instruir por Dios, y aunque en otros muchos puntos discreparon, todos fueron unánimes en resaltar el mensaje de la salvación por gracia de Dios, recibida mediante la fe, la fe sola, desnuda de méritos y pretensiones, pero rebosante de amor y gratitud a un Salvador tan grande.
Ocurre que siempre que se “descubre” la Biblia se produce una renovación religiosa. No por sí misma, sino por lo que ella transmite: el mensaje de Dios. Esto lo comprendió con honestidad y lo dijo con valentía el papa Francisco en su viaje a Suecia, el 31 octubre de 2016, “con gratitud, reconocemos que la Reforma ha contribuido a dar mayor centralidad a la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia”. [22]Y prosiguió:
“La experiencia espiritual de Martín Lutero nos interpela y nos recuerda que no podemos hacer nada sin Dios. ‘¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?’. Esta es la pregunta que perseguía constantemente a Lutero. En efecto, la cuestión de la justa relación con Dios es la cuestión decisiva de la vida. Como se sabe, Lutero encontró a ese Dios misericordioso en la Buena Nueva de Jesucristo encarnado, muerto y resucitado. Con el concepto de ‘solo por la gracia divina’, se nos recuerda que Dios tiene siempre la iniciativa y que precede cualquier respuesta humana, al mismo tiempo que busca suscitar esa respuesta. La doctrina de la justificación, por tanto, expresa la esencia de la existencia humana delante de Dios”.[23]
El nuevo tipo de cristiano, lector de la Biblia, iniciado por la reforma, ensanchó la experiencia del creyente común, el cual pasó de ser un mero sujeto pasivo a un sujeto activo. Alguien que no solo conoce su fe como conjunto de creencias, sino que las vive como experiencia personal. La experiencia le lleva a aumentar el conocimiento, y a la vez el conocimiento le lleva a nuevas experiencias; lo cual contribuye a ahondar en la conciencia de su ser como persona, como portador de sentido, y no solo como receptos de dogmas que ni comprende ni hace suyos. La lectura de la Biblia acostumbra al creyente a hacer suyo el mensaje evangélico, a enriquecer su ser personal, su subjetividad, su capacidad de responder e intervenir en aquello que más le concierne, su relación con Dios y con su prójimo. Confiado en Dios, que eso es la fe, confía en sí mismo en cuando amado por Dios, y es capaz de aceptar por sí mismo la responsabilidad de la vida eterna fiado en la gracia del Dios que ha dado su vida para que él viva.
Creo que esto va a dar origen a la conciencia del hombre, que luego se va a secularizar, pero que comenzó siendo una experiencia de gracia. Lutero decía, no te conformes con creer que Jesús nació en un pesebre de Belén, lo que importa y salva es que Jesús nazca en tu corazón.
El hombre antiguo —que todavía pervive en el moderno— pensaba en términos de “sangre”, de genes, diríamos hoy. Uno es lo que es por su “buena” o “mala” sangre. Esto es algo que no se puede modificar. La pertenencia a la familia[24] determinaba el carácter y el destino de cada cual. Los hijos de los nobles serían nobles, y lo de los plebeyos, plebeyos. Lo mismo tocante a los oficios y ocupaciones. A partir de la Reforma, y sobre de John Locke, se empezó a ver que la naturaleza humana no está determinada por la sangre (sin negar la herencia biológica de cada uno), sino que puede cambiarse se introducen cambios en la economía, la cultura, la política, la familia. El futuro se mejora y determina por la mejora y determinación de cada cual de cambiar en la sociedad todo aquello que impide el buen desarrollo de la persona, independientemente de su “sangre”, familia, rango, poder, riqueza, o abolengo.
NOTAS
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[1] “DDJ signatories look toward common future” http://wcrc.ch/news/jddj-signatories-look-toward-common-future?fbclid=IwAR0rKIUouaQPdVOYfHiIqc7ixQuRDYlugztWEnasMzTp-kRfFbtl_3bllXM
[2] W. Kasper, Martín Lutero. Una perspectiva ecuménica. Sal Terrae. Santander 2016.
[3] “¿Qué dijo el Papa Francisco sobre Lutero y la corrupción en la Iglesia?”, Texto completo de la conferencia: https://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2016/june/documents/papa-francesco_20160626_armenia-conferenza-stampa.html
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