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El Adán genealógico, un compromiso entre la historia bíblica y la ciencia evolutiva - Por Alfonso Ropero

  

 


La sombra de Adán es alargada y planea sobre el solar evangélico conservador estadounidense. A muchos les inquieta pensar que es la sombra de una ficción, de un fantasma que nunca fue, y se esfuerzan por todos los medios a su alcance en defender y demostrar que en el principio de la humanidad hubo un hombre, una pareja, Adán y Eva, de la que todos procedemos. Nos legó el regalo amargo del pecado que pasa de generación a generación como una maldición, pero a la vez, representa la promesa de un Adán escatológico (ho eschatos Adam, 1 Co 15:45), un segundo Adán que pondría remedio a tal mal. Este postrer Adán no es otro que Jesucristo, pero si no hubo tal Adán, entonces el nuevo Adán parece quedar sin justificación, sin fundamento. Ahí está la pelea y el debate que desde hace unos años enfrenta a los evangélicos norteamericanos[1], cuyo cénit lo alcanzó William Lane Craig con su obra El Adán histórico. Una exploración bíblica y científica (Kerigma 2021), motivo de muchos estudios y críticas. 

El Adán creado y el humano evolucionado

Entre las posturas enfrentadas de los que niegan la historicidad de Adán y los que la afirman, se encuentra S. Joshua Swamidass, biólogo computacional y profesor en la Washington University de Saint Louis, autor de una obra sorprendente sobre el Adán genealógico[2], que ha aglutinado recomendaciones muy elogiosas por parte un variopinto espectro de lectores de todas las tendencias. Así Nathan H. Lents, profesor de biología en John Jay College: «Como científico laico, me sentía seriamente escéptico ante este libro. Sin embargo, Swamidass ha demostrado hábilmente que las pruebas actuales en genética y ascendencia son compatibles con una pareja creada recientemente de novo entre nuestros ancestros comunes universales que luego se cruzaron con el resto de la humanidad que descendió a través de los procesos evolutivos establecidos. Con ello, Swamidass pretende salvar una división centenaria entre la fe y la ciencia. En un mundo en guerra consigo mismo, la necesidad de ese terreno común es muy urgente». O el también biólogo Darrel R. Falk: «Soy uno de los muchos científicos que han mantenido que la existencia de Adán y Eva como antepasados de todos los habitantes de la Tierra es incompatible con los datos científicos. En este libro, Joshua Swamidass demuestra eficazmente que la gente como yo, atrapada en un paradigma genético específico, estaba equivocada... La creación a través del proceso evolutivo sigue siendo el centro de la historia, pero la existencia de dos individuos —ancestros de todos nosotros— se libera ahora de lo que parecía una incoherencia científica y se sitúa, una vez más, en el ámbito de la teología, al que pertenece». Alan C. Love, profesor de filosofía en la Universidad de Minnesota: «Este es uno de esos raros libros que cambian la conversación. Con franqueza, humildad, pasión y precisión a partes iguales, Swamidass aborda un tema increíblemente controvertido en la confluencia de la biología y la teología: el origen de los seres humanos. Mediante el uso eficaz de dos distinciones clave —la diferencia entre ascendencia genealógica y genética, y los múltiples significados de “humano” en áreas de investigación divergentes- reorienta y amplía el espacio de posibilidades al tiempo que mantiene la fidelidad y el rigor con respecto a la exégesis tradicional y el conocimiento científico contemporáneo». Ken Keathley, profesor de teología en el Southeastern Baptist Theological Seminary: «Muchos cristianos luchan contra el desafío de la ciencia convencional, especialmente en lo que respecta a los orígenes humanos. Este libro cambia el juego. El enfoque en la ascendencia genética nos distrae de la ascendencia genealógica. Las Escrituras no hablan de genética, pero sí hacen hincapié en la genealogía, presentando a Adán como el antepasado genealógico de la raza humana. En términos que los no científicos pueden entender, Swamidass muestra cómo los hallazgos científicos en genética son totalmente compatibles con esta afirmación bíblica». Y, para acortar y cerrar la larga lista, el doctorando en historia Jeff Mallinson: «En el espíritu de la innovadora reflexión teológica de McGrath sobre la ciencia, este libro ofrece una importante contribución a la conversación de un biólogo computacional. Demuestra que el diálogo entre la ciencia y la fe puede ser más que una oportunidad para el debate apologético: puede ser un terreno fértil para el descubrimiento genuino»[3].

 

Dr. Joshua Swamidass

 Sobra decir que el Dr. Swamidass, aparte de su profesión científica, es un firme creyente en la Biblia, y un creyente muy conservador, educado en la escuela de la creación de la Tierra Joven. Durante un tiempo estuvo asociado a Biologos; en la actualidad se define simplemente como cristiano y evolucionista, sin tener nada que ver con el evolucionista teísta o el creacionista evolutivo. Durante los últimos años, ha dirigido el blog PeacefulScience.org, Ciencia Pacífica, mediante el cual pretende entablar un diálogo respetuoso con la ciencia, buscando en todo momento dejar a un lado el espíritu combativo en conflicto con la ciencia, que considera innecesario, de modo que siempre haya una puerta abierta a la reconciliación. Es decir, Swamidass trata de fomentar la paz entre la ciencia evolutiva y el cristianismo, dando cabida a la diferencia e invitando a otros a un diálogo honesto y enriquecedor. En esta línea, The Genealogical Adam & Eve pretende desactivar los conflictos entre la evolución y las distintas tradiciones cristianas: «La recuperación de un relato común desarma la ciencia evolutiva, permitiendo un acercamiento entre las diferentes tradiciones»[4].

La motivación del Dr. Swamidass es ambiciosa: atraer a los creacionistas a la biología evolutiva o, al menos, para que se sientan menos amenazados por ella, y también, atraer a los ateos y agnósticos al cristianismo. Las tesis de su libro están pensadas para contentar, o al menos eliminar los obstáculos científicos que impiden a los creyentes de la «tierra nueva» abrirse a la ciencia evolutiva. Swamidass postula la casi cuadratura del círculo: que la creación especial de Adán y Eva es reciente y especial al tiempo que incorpora en sí misma millones de años de seres humanos anteriores a la pareja bíblica; que el Adán y Eva creados directamente por Dios no se opone a la evolución del ser humano a partir de antecesores animales.

Así dicho, el postulado de Adán y Eva genealógicos parece una locura, una excentricidad inadmisible, que parece reírse de la ciencia moderna, sin embargo, el Dr. Swamidass argumenta seriamente que:

«Independientemente de lo que uno crea sobre Adán y Eva, la ciencia evolutiva no nos obliga a rechazar el relato del Génesis. Adán y Eva, antepasados de todos nosotros, podrían haber vivido hace tan sólo seis mil años en Oriente Medio […] Es posible que Adán fuera creado del polvo, y Eva de su costilla, hace menos de diez mil años. Al salir del Jardín, sus descendientes se habrían mezclado con los de fuera, vecinos biológicamente idénticos de los alrededores. En unos pocos miles de años, se convertirían en ancestros genealógicos de todos»[5].

Es decir, la tesis de Swamidass se basa y depende de la teoría de los de «fuera del jardín». Dentro del jardín, hace unos diez mil años, Adán y Eva, progenitores de la humanidad actual; fuera del jardín los homo sapiens, con sus milenios de años de historia evolutiva, cuyos genes serán incorporados en Adán y su descendencia por vía de relación sexual. Para comprender esta «caprichosa» teoría hay que atender a las explicaciones que ofrece el autor de la misma. En la introducción de su libro, Swamidass confiesa que él, en cuanto creyente, no podía admitir que la ciencia evolutiva, irrebatible en su calidad de científico, anulase nuestra comprensión de Adán y Eva como seres históricos reales, aunque le faltaban argumentos para demostrarlo. Convencido de que el conflicto no era real llegó a las conclusiones que nos expone en Adán y Eva genealógicos. Por esta razón, Swamidass ofrece una invitación a los escépticos de ambos lados a entrar en un experimento mental: la consideración de un mundo en el que la evolución podría ser cierta al tiempo que Adán y Eva podrían ser reales.

Como sabemos, este es un tema muy delicado para el evangelismo conservador en general, y el norteamericano en especial, donde la relación y el diálogo con lo ciencia no se encuentran en un momento particularmente bueno. Tal vez, como dice Thomas H. McCall, director del Carl F. H. Henry Center For Theological Understanding en la Trinity Divinity School de Derfield, las relaciones fe-ciencia «sean mejores de lo que han sido, pero, no obstante, hay un largo camino por recorrer. Porque sigue habiendo una sospecha de la ciencia—o al menos de ciertas áreas de la ciencia y ciertos enfoques de la misma dentro de los sectores del evangelismo»[6]. Son muchos los jóvenes que han derramado «sangre, sudor, lágrimas y tiempo discutiendo sobre la cuestión de los orígenes» a lo largo de su vida, sin encontrar una respuesta convincente[7]. Todo un biólogo y educador adventista, que se oculta bajo el seudónimo Jon Johson para consecuencias indeseables, se duele que en el campo de la ciencia se valore mucho hacer buenas preguntas, pues estas son tanto o más valiosas que las respuestas. Sin duda que a los científicos les gusta tener respuestas, sin embargo, se dan cuenta que estas deben ser espoleadas por buenas preguntas para evitar que se conviertan en dogmas cerrados. En contraste con esto, en las iglesias las respuestas parecen valorarse mucho más que las preguntas. «De hecho, la mayoría de los miembros están absolutamente seguros de que tienen la verdad, y cuestionar (o dudar) se considera una falta de fe»[8].

Lo interesante del planteamiento de Swamidass es el desafío que lanza contra ese tipo de teólogos (Wayne Grudem, por ejemplo), que consideran que la evolución teísta no tiene cabida en el universo de la fe. Comprende que para estos teólogos, por llamarlos de alguna manera, pues su labor es más parecida a la de los apologistas o doctrinarios de la fe, la teoría de la evolución contradice la creencia en un Adán y una Eva históricos, con todo lo que esto pueda conllevar, pero Swamidass considera que el rechazo de los hechos probados de la evolución son precipitados y sin fundamento. Swamidass cree que su teoría del Adán genealógico es una forma, aunque no la única, de mantener la creencia en un Adán histórico al tiempo que la teoría la evolución.

«Esto no quiere decir que los cristianos deban aceptar la evolución; hay muchos aspectos y elementos a tener en cuenta, y ésta es sólo una cuestión. Pero deberíamos ser capaces de ver que un compromiso con la creencia en un Adán y Eva históricos no es incompatible con la creencia en la evolución»[9].

Para probar su caso, el Dr. Swamidass hace una importante distinción entre genética y genealogía. La genética, dice, nos enseña que el genoma de cualquier individuo particular se divide en pequeñas secciones a lo largo de muchas generaciones. Esto se nos presenta en la biología de la escuela secundaria cuando se habla de la recombinación cromosómica durante la meiosis. Pero esto tiene una implicación que no es obvia para la mayoría de la gente: con el tiempo, la mayoría de esas piezas se pierden. Por lo general, no llevamos ningún rastro del ADN de nuestros antepasados lejanos. Swamidass realiza una aplicación exhaustiva de los estudios genéticos y genealógicos a la cuestión de Adán y Eva, entendiendo que la ascendencia genealógica no es la ascendencia genética. Esta sencilla distinción es la principal aportación de Swamidass a la cuestión de Adán y Eva. En su obra, sugiere que un par de individuos especialmente creados y biológicamente compatibles en el pasado reciente (hacia el 4.000 a.C.) no sería detectable hoy en día, y sin embargo podrían haber sido el origen todo el mundo.

«La hipótesis genealógica es que Adán y Eva son antepasados genealógicos universales»[10].

 

No vamos a entrar en sus prolijas y complejas explicaciones biológicas, lo que a nosotros nos interesa, antes de entrar en el debate científico, es el fundamento bíblico de la teoría del Dr. Swamidass, tratando de ser indulgentes con él en este punto, pues su recurso al texto bíblico no es crítico ni exegético, sino que parte de la idea del relato de Adán y Eva como una gran narrativa, en la que es posible imaginar distintos escenarios. Conforme al texto bíblico, tenemos un Jardín del Edén en el que Adán y Eva son creados de novo a partir del polvo de la tierra y de una costilla. Pero, y aquí viene lo problemático de su escenario extendido, es que aparte del jardín, «fuera del jardín», habitan otros seres humanos, los homínidos preadánicos. La evidencia científica no puede descartar esta posibilidad, argumenta Swamidass. Aunque Adán y Eva hayan sido creados milagrosamente, los homínidos preadánicos evolucionaron según la evolución normal, y aquí se da a la ciencia lo que es de la ciencia. El Dr. Swamidass llama a Adán y Eva y a sus descendientes, humanos textuales, porque son mencionados en el texto la Biblia. Estos humanos textuales y sus descendientes se cruzaron con los homínidos preadánicos, a los que el Dr. Swamidass llama humanos biológicos, individuos que llevan una historia evolucionada en sus genomas capaz de cruzarse con los descendientes de Adán y Eva.

Esto resolvería el eterno problema de dónde consiguió Caín a su mujer (Gn. 4) y otras cuestiones, pero también significa que los datos de la genética se mantienen; que un Adán-Eva reciente habría existido junto a otras personas, que algunos creacionistas de la Tierra Joven parecen estar dispuestos a aceptar. De modo que, por una parte, aceptando la teoría de la evolución de los simios a los hombres a lo largo de millones de años antes de Adán y Eva; también hace justicia a los que creen en la creación especial de Adán y Eva por parte de Dios.

Las objeciones a la teoría de Swamidass son aplastantes desde el punto de vista del relato bíblico. El Génesis no menciona, ni exige la existencia de seres humanos biológicos anteriores a Adán y Eva, como argumentan correctamente Robert Carter y John Sanford: 

«Muchas personas encontrarán este modelo atractivo, no porque sea creíble o coherente con la Biblia, sino porque ofrece varias concesiones a los diversos puntos de vista cristianos que compiten entre sí (por ejemplo, los evolucionistas teístas, los creacionistas de la tierra vieja y los creacionistas de la tierra joven). No podemos conocer el propósito de Joshua Swamidass, pero parece que su objetivo es establecer la verdad bíblica mezclando diferentes puntos de vista, satisfaciendo así al mayor número de personas posible»[11]. 

La solución de Swamidass de poner en relación los homo sapiens, los de «fuera del jardín», con los descendientes de Adán, suena caprichosa; una concesión a cierta interpretación literalista del relato bíblico para llegar a un concordismo sin otro fundamento que el propio deseo creyente de mantener en el mismo nivel la evolución humana y la creación divina de la misma. Como dice Hans Madueme, profesor asociado de estudios teológicos en el Covenant College de Lookout Mountain, Georgia: 

«La tesis de Swamidass sobre los demás fuera del jardín se apoya en una delgada caña exegética y presupone que no todos los humanos descienden de Adán. Independientemente de sus convicciones sobre los orígenes, su jugada de equivalencia parece una gran pista falsa»[12].

 Al final, la tesis no convence a muchos a quienes va dirigida: 

«El modelo de Swamidass hace grandes concesiones a los creacionistas de la vieja tierra, incluyendo el tiempo profundo, un diluvio local, antiguos humanos sin alma que precedieron a Adán y Eva, y una burbuja del Edén en algún lugar de la tierra donde Adán y Eva estuvieron inicialmente protegidos de la muerte y la lucha. También proporciona importantes concesiones a los evolucionistas teístas, incluyendo el reconocimiento global de la evolución en todos los niveles, combinado con un atractivo "Caballo de Troya" para encajar la evolución a la fuerza en Génesis 1-4. Los evolucionistas teístas pueden aceptar el modelo de Adán y Eva genealógicos porque no requiere que Adán y Eva hayan sido creados milagrosamente, y no requiere la necesidad de un diseño inteligente». 

El tipo de concordismo realizado por Swamidass es francamente imposible, aunque pueda convencer a aquellos que quieren que la fe ingenua se vea refrendada en este esquema aparentemente científico. Como alguien escribió: 

«Mi parte favorita de todo esto es que tu pobre y piadosa abuela —que sólo quería creer en la Biblia y no sabía ni le importaba la ciencia— tenía razón todo el tiempo. La Biblia, interpretada a este nivel de análisis, puede entenderse exactamente como la habría entendido tu abuela, y ella habría estado esencialmente en lo cierto»[13]. 

No tenemos nada contra las abuelas piadosas, pero es evidente que la teología y la exégesis bíblica se mueven en otro nivel, no en oposición a la piedad, sino a ingenuidad de creencias aceptadas por tradición y no por el análisis serio y riguroso que estas cuestiones merecen, con todo el respeto debido tanto al texto bíblico como a la investigación científica. Hay lugar para la comida ligera, le leche y papilla, pero también para la sólida y madura. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Es una cuestión de vida o muerte de adecuación a realidad, sin cortapisas ni chantajes.

 

 

El significado teológico de Adán y Eva

La historia de Adán y Eva, al decir de Stephen Greenblatt, profesor de Humanidades en la Universidad de Harvard, es como un espejo en el que la cultura occidental ha tendido a contemplarse. En él

«Nos parece atisbar la larga historia de nuestros temores y deseos en su totalidad. Un espejo a la vez liberador y destructivo, un himno a la responsabilidad del hombre y una fábula oscura acerca de la miseria humana, un canto a la osadía y una incitación a la violencia misógina. La variedad de las respuestas que a lo largo de millares de años ha suscitado en innumerables individuos y comunidades resulta asombrosa»[14]. 

En la teología cristiana, Adán, el primer hombre, está en relación con Jesucristo, el nuevo Adán, el hombre escatológico. Prácticamente toda la información del Antiguo Testamento acerca de Adán aparece en los primeros capítulos del Génesis. Su figura apenas si juega ningún papel en el resto del Antiguo Testamento. Desde hace más de un siglo se ha discutido hasta qué punto estos capítulos deben ser considerados como estrictamente históricos, aparte de la presencia de dos relatos distintos y diferenciados de la creación. El primero, con una visión del Dios creador que todo lo produce a partir de su palabra; el segundo, con una visión del Dios que forma al ser humano como el alfarero una figura de barro[15]. Los autores conservadores se niegan a aceptar esta realidad, pero hoy hay poca duda de la existencia de estos dos relatos, cada cual aportando su peculiar visión de los orígenes de la humanidad, uno de una manera sobria, majestuosa, otro más legendario, sin contradicción, pero con diferencias reseñables. Nos cueste aceptarlo o no, estamos en presencia de un fenómeno bastante común en los relatos históricos orientales, es decir, la combinación o yuxtaposición de dos o más documentos independientes unidos más o menos estrechamente por el historiógrafo, el hagiógrafo bíblico en este caso[16].

«El adam del Génesis no es un individuo, y aun menos el primer hombre de la historia, sino la figura simbólica de toda la humanidad. Por tanto, no se trata de una primera falta legada como herencia a sus descendientes. Es la humanidad entera la que está marcada por el mal: “Los designios del corazón del adam son malvados desde su juventud” (Gn 8:21)»[17].

Las referencias a Adán en el Nuevo Testamento como un personaje histórico sólo ocurren en unos pocos pasajes. Así en el Evangelio de Lucas, que remonta la genealogía de Cristo hasta Adán. Esta prolongación del linaje terrenal de Jesús más allá de Abrahán, que forma el punto de inicio en Mateo, se debe sin duda al espíritu más universal y a la afinidad característica de Lucas que escribe más para la instrucción de los catecúmenos procedentes de los gentiles. Otra mención del padre histórico de la raza se encuentra en la Epístola de Judas (v. 14), donde se inserta una cita del apócrifo Libro de Henoc. Las referencias más importantes a Adán se encuentran en las cartas paulinas (cf. 1 Co 11:8-9; 1 Tm 2:11-14). Pero el texto clave se encuentra en la referencia del apóstol Pablo a Cristo como el nuevo y postrer Adán (Ro 5:12-21; 1 Co 15,22-45), donde el primer Adán es imagen o tipo del segundo. El primero y el segundo Adán ocupan la posición de cabeza con respecto a la humanidad, pero mientras que el primero por su desobediencia, por decirlo así, corrompió en sí mismo la estirpe de toda la raza, y legó a su posteridad una herencia de muerte, pecado y miseria, el otro a través de su obediencia gana para todos aquéllos que creen la vida eterna. En este contexto, que resume el corazón del evangelio de gracia y salvación respecto al pecado, y que es el mismo fundamento de la fe cristiana, parece ser que si se niega la historicidad de Adán, entonces se niega también la realidad y el significado de Cristo como el Segundo Adán. Esto supone un agudo problema teológico que no podemos soslayar.

Es evidente que para el apóstol Pablo, Adán era un personaje real, y como el resto de sus contemporáneos aceptaba la historicidad del mismo. De aquí se deduce que ya que Pablo se refiere a Jesús como un individuo histórico también las referencias de Pablo a Adán deben tomarse como referentes a un personaje histórico. Sin embargo, esta inferencia no es tan evidente, como hacer notar Denis Lamoureux, profesor de Ciencia y Religión en el St. Joseph’s College en la Universidad de Alberta, «esta línea de pensamiento tan común yerra al no distinguir entre historia real (la existencia de Jesús) y la comprensión de los orígenes humanos (la creación de novo de Adán)»[18].  

No hay que olvidar que la fe cristiana se fundamenta en Jesús, no en Adán, y aparte de las referencias paulinas, Adán está ausente en los Evangelios y la predicación apostólica, tal cual se registra en Hechos.

«Por supuesto que Pablo creyó que Adán había existido y así le menciona al final de 1 Corintios 15, pero la existencia de Adán se basa en una creación de novo, la ciencia sobre los orígenes común a la época de Pablo y sus lectores. Por lo tanto, de la misma forma que hemos de separar, y no confundir, el mensaje inerrante de que Jesús es Señor del hecho de que el universo de tres niveles que se presenta en Filipenses 2 no existe; debemos también separar, y no confundir, la realidad histórica de Jesús, su muerte y resurrección corpórea, del hecho de que Adán nunca existió, ya que la existencia de Adán se asienta en una biología antigua de los orígenes humanos»[19].

No debemos perder de vista la perspectiva teológica de Pablo, que no se enfoca en Adán, sino en Cristo. Ciertamente Pablo se remite a Adán se encuentra en el origen de la historia de la salvación, desde Adán hasta la Ley y desde esta hasta Cristo, pero

 «En el centro de la escena no se encuentra Adán, con las consecuencias del pecado sobre la humanidad, sino Jesucristo y la gracia que, mediante él, ha sido derramada abundantemente sobre la humanidad»[20].

Karl Barth expresó esta verdad mediante el uso de una metáfora muy ilustrativa: «Adán es como el arco iris en relación con Jesús como el sol. Adán es sólo un reflejo de Jesús. El arco iris no tiene una existencia independiente del Sol».

Adán es la figura representativa de la existencia del mal y el pecado en el mundo. Adán es a la vez un individuo y toda la humanidad. Adán es un individuo y todos los individuos son Adán.

«Lo que Rom 5,12-21 se ocupa especialmente de dejar claro es que el hombre tal como lo conocemos, el hombre en Adán que peca y muere, tiene su vida ordenada de tal manera que es un individuo distinto y, al mismo tiempo, el representante responsable de la humanidad y de todos los demás hombres. Del mismo modo, no hay más representantes responsables de la humanidad que los hombres individuales. Nosotros somos lo que fue Adán y también lo son todos nuestros semejantes. Y el único Adán es lo que somos nosotros y todos los hombres. El hombre es a la vez un individuo y sólo un individuo, y, al mismo tiempo, sin perder en absoluto su individualidad, es el representante responsable de todos los hombres. Es siempre para sí mismo y siempre para todos los hombres»[21].

Cada uno es el Adán de su propia alma, el primer hombre que perpetúa y actualiza el pecado original y originante. Esta es la única doctrina cristiana, como decía, G.K. Chesterton, verificable empíricamente y atestada por 3 500 años de historia humana.

«¿Cómo ha sido posible, cómo ha sucedido? Esto permanece oscuro. El mal no es lógico. Sólo Dios y el bien son lógicos, son luz. El mal permanece misterioso. Se lo representa con grandes imágenes, como lo hace el capítulo 3 del Génesis, con la visión de los dos árboles, de la serpiente, del hombre pecador. Una gran imagen que nos hace adivinar, pero que no puede explicar lo que es en sí mismo ilógico. Podemos adivinar, no explicar; ni siquiera podemos narrarlo como un hecho junto a otro, porque es una realidad más profunda. Sigue siendo un misterio de oscuridad, de noche»[22]

 

  

Notas

[2] S. Joshua Swamidass, The Genealogical Adam & Eve. The surprising science of universal ancestry. IVP, 2021, 2ª ed.

[4] Swamidass, The Genealogical Adam & Eve, p. 156. 

[5] Swamidass, The Genealogical Adam & Eve, pp. 7, 10. 

[10] Swamidass, The Genealogical Adam & Eve, p. 41. 

[11] Robert Carter y John Sanford, A review of The Genealogical Adam and Eve  https://creation.com/review-swamidass-the-genealogical-adam-and-eve

[14] S. Greenblatt, Ascenso y caída de Adán y Eva, p. 16. Crítica, Barcelona 2018.

[15] «El primero (Gn 1.1-2.4a), redactado como un poema, muestra un interés teológico sacerdotal, bien estructurado en días, y cada día con su propia estructura interna; además, manifiesta un concepto de Dios magno, inmanente, espectacular, grandioso. ¡El Señor llena el universo con su potente voz creadora! El nombre divino usado en este poema es Elohim, que corresponde al nombre común en hebreo para referirse a la divinidad de Israel. Por su parte, el segundo relato de creación (Gn 2.4b-3.24), escrito en prosa, presenta a Dios más íntimo, inminente, cercano... Es el Dios que camina por el jardín y dialoga con Adán y Eva; y el nombre divino que usa el autor es Yhwh Elohim, que pone de manifiesto el nombre personal del Dios bíblico: Yavé o Jehová Dios. El uso sistemático y diferenciado de los nombres divinos, en algunos relatos, puede ser un indicador de las diferentes fuentes orales y literarias que se utilizaron en el proceso de redacción final de la Torá». Samuel Pagán, Introducción a la Biblia hebrea, p. 137. CLIE, Barcelona 2012.

[16] Muy interesante y algo antiguo, aunque precisamente por ello muy aleccionador, es el artículo “Adán” de James F. Driscoll, en http://www.newadvent.org/cathen/01129a.htm «Al yuxtaponer pacíficamente dos diferentes modelos cosmogónicos, la misma Biblia ha dejado sentada su relatividad. Los detalles “científicos” no pertenecen al mensaje bíblico. No son más que un medio sin el cual ese mensaje no podría anunciarse. El mundo no fue creado dos veces. Sólo una. Pero aun cuando lo relatáramos en cien capítulos distintos, no terminaríamos de agotar el profundo mensaje religioso que implica esta obra amorosa de Dios». Ariel Álvarez Valdés, ¿Por qué en la Biblia hay dos creaciones del mundo? https://www.revistacriterio.com.ar/bloginst_new/2017/03/11/por-que-en-la-biblia-hay-dos-creaciones-del-mundo/

[17] Jean L´Hour, Génesis 1-11. Los pasos de la humanidad sobre la tierra, p.43.  Ed. Verbo Divino, Estella 2013.

[18] Denis O. Lamoureux, ¿Fue Adán una persona real?, Documentos BioLogs, Centro de Ciencia & Fe. https://www.fliedner.es/media/modules/editor/cienciayfe/docs/biologos/Documento_BioLogos_Lamoureux_Adan_Real.pdf

[19] Lamoureux, ¿Fue Adán una persona real? «El mensaje central de Romanos 5 y 1 Corintios 15 es eeste: nosotros somos pecadores y Dios nos juzga por nuestros pecados, pero las Buenas Nuevas del evangelio es que se nos ofrece la esperanza de la vida eterna gracias a la muerte sacrificial de Jesús y su resurrección física (corpórea) de los muertos. Para poder comunicar tan eficazmente como sea posible las verdades espirituales inerrantes acerca de la pecaminosidad humana y el juicio divino, el Espíritu Santo se acomodó al nivel de Pablo e hizo uso de la ciencia biológica accidental (es decir, de la época en cuestión) que provenía de los primeros capítulos del Génesis: la creación de novo de Adán. Es cierto que esta forma de leer la Escritura puede parecer desafiante y contraria a la norma, pero no debemos confundir, sino separar, lo inerrante, el Mensaje de Fe que tiene el poder de transformar la vida, del vehículo accidental en Romanos 5 y 1 Corintios 15. Estos pasajes en la Palabra de Dios no revelan cómo Dios creó a los humanos, sino que nos ha creado, y que somos pecadores con necesidad de un Salvador». Lamoureux

[21] K. Barth, Christ and Adam. Man and Humanity in Romans 5, pp. 112-113. Collier, Nueva York 1957. «En Adán, está el uno, que por lo que es y hace y sufre, inaugura, representa y revela lo que los muchos, todos los hombres que vienen después de él, también tendrán que ser y hacer y sufrir. Pero aquí, en Adán, están también los muchos, todos los hombres, sin que uno de ellos sea menos culpable o menos penalizado por no ser él mismo el uno, sino que cada uno se encuentra completamente en lo que el uno es y hace y sufre, y se reconoce a sí mismo con toda claridad en él. Allí, en Cristo, está, por primera vez en el verdadero sentido, Aquel que está, como tal, por todos los demás. Él también es el Inaugurador, el Representante y el Revelador de lo que a través de Él y con Él los muchos, todos los hombres también serán, harán y recibirán. Y allí, también por primera vez en el verdadero sentido, están los muchos, todos los hombres, ninguno de ellos menos justo o menos bendecido por no ser el Uno, sino que cada uno se encuentra y se reconoce de nuevo en lo que es, hace y ha recibido este Uno que ocupa su lugar. Como en la existencia del uno, aquí en Adán, el resultado para los muchos, todos los hombres, es el señorío del pecado y, con él, el destino de la muerte; así también, en la existencia del Uno, allí en Cristo, el resultado para todos los hombres es el señorío de la gracia ejercido en la justa decisión divina y la promesa de la vida eterna». Barth.

[22] Benedicto XVI, El pecado original en la enseñanza de san Pablo.


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Alfonso Ropero, historiador y teólogo, es doctor en Filosofía (Sant Alcuin University College, Oxford Term, Inglaterra) y máster en Teología por el CEIBI. Es autor de, entre otros libros, Filosofía y cristianismo, Introducción a la filosofía, Historia general del cristianismo (con John Fletcher); Mártires y perseguidores y La vida del cristiano centrada en Cristo.







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