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¿Por qué Dios nos busca? - Por Ramón A. Pinto Díaz


Sin duda a lo largo de la historia una de las preguntas que más se ha repetido tiene relación con entender el vínculo existente entre Dios y el ser humano.

Lamentablemente hoy nuestra sociedad se ha vuelto extremadamente práctica y utilitarista, por lo que solo tiene valor aquello que nos rodea, pero que posee algún atributo que conlleve un beneficio concreto y tangible. Todo lo restante, aquello que no retribuya un beneficio inmediato se le considera una pérdida innecesaria de tiempo y recursos.
Esto nos juega muy en contra cuando deseamos aproximarnos a la idea de Dios, puesto que inconscientemente lidiamos con el temor a estar perdiendo el tiempo en algo sin méritos de corto plazo. Vemos a Dios con una mente prisionera a nuestra época, por lo que deformamos la imagen de la divinidad para que calce con nuestros paradigmas. Siempre ha sido así, tanto en el ayer, en el hoy y seguramente en el mañana.

En la antigüedad reinaba el paradigma de que el prestigio del líder estaba asociado a su fuerza física, genio militar y despiadada destrucción de sus enemigos, era un mundo donde prevalecía el más fuerte, violento y belicoso. Sin duda, la idea de un "perfecto Dios" , era un Dios guerrero, vigoroso y hasta vengativo.

El Señor es Dios celoso, lleno de ira y venganza. ¡Él toma venganza de todos los que se le oponen y persiste en su furia contra sus enemigos!
Nahúm 1:2

Pero con el paso de los siglos otros atributos comenzaron a destacar en la idea de Dios. La venida de Jesús provocó un significativo cambio en la idea fundamental de Dios. Atributos que siglos antes serían sinónimo de debilidad, ahora resaltan como parte fundamental de la imagen de quién es. A su vez, hay un sustrato en el pueblo judío que se vuelve sensible al dolor, fruto del exilio y el sometimiento de fuerzas imperiales, Dios ya no puede ser vengativo o gran estratega, ya que ello implicaría que fue derrotado por los enemigos de Israel.

Por ello la idea de Dios adquiere más sofisticación, a sus atributos guerreros se agregan las características de una paternidad patriarcal, que alecciona y guía hacia un destino definido a su tribu. Esta idea de Dios recoge la necesidad de protección, cobijo y socorro ante el desamparo y la vulnerabilidad. Es un Dios amoroso, deferente y asistencialista; reflejo natural de las aspiraciones culturales de su época.


Nosotros sabemos cuánto nos ama Dios y hemos puesto nuestra confianza en su amor. Dios es amor, y todos los que viven en amor viven en Dios y Dios vive en ellos. 1 Juan 4:16.

 



Algunos piensan que todas las características que identifican a Dios a lo largo de la historia hacen referencia al mismo Dios, y que la Biblia destaca según el momento histórico el carácter que mejor lo represente. Con ello niegan que la figuración de Dios vaya cambiando a medida que la humanidad también lo hace, forzándonos a creer en un Dios estático. Junto a ello, nos meten en un gran lío, cuando deseamos armonizar pasajes que contradicen las características de Dios. Se llega a tal punto, que se prefiere ignorar supuestas rasgos aunque en ello se haga necesario omitir la gran carga ética negativa que ello signifique. Un ejemplo de ello, el Dios genocida.

Esto ha llevado a que la idea de Dios se vuelva contradictoria y errática, y que según el deseo de cada intérprete, convivan en un mismo ser un Dios amoroso y vengativo a la vez.

Reconozcamos que la idea de Dios es más grande que nuestra comprensión, y aceptemos que nuestra concepción de la divinidad por naturaleza es dinámica.
Tristemente muchos se arrogan la exclusividad de comprender los "designios" de Dios para la humanidad, pero ante tantos vacíos, no les queda más remedio que echar bajo la alfombra del "misterio divino" todas las incongruencias de su sesgada visión de Dios. Lo reducen a la prisión de sus mentes, llegando a conclusiones estrechas y limitadas, acotándolo a la experiencia de sus realidades particulares, y abandonando toda reflexión en lo que no refuerce sus propios paradigmas.

Esto se traduce en una reflexión teológica miope e insensible con el problema del dolor que experimenta la humanidad a diario. Porque falla en todos los análisis donde el dolor pareciera no tener explicación fuera de un soberano absolutista que queda impotente ante el indolente actuar humano. Pierde la vital relación entre el sentido de propósito y el deseo de Dios de fusionarse con la humanidad

Solo en el momento que aceptamos que son más las preguntas que las respuestas que tenemos , cuando estamos en condiciones de encontrarnos verdaderamente con Él, y mediante una relación contemplativa en lo cotidiano comprender el ritmo de su voluntad y la profundidad de su carácter.


Llegará el tiempo en que todo lo que está encubierto será revelado y todo lo secreto se dará a conocer a todos.
Lucas 12:2.

Durante la historia de la humanidad han habido variadas formas de querer acercarse a Dios. Algunos lo hacen creyendo que conocen todo de Dios, que la Biblia expresa completamente quién es él. Y esto se traduce en un acercamiento definido, acotado y dentro de todos los cánones de la razón. No hay posibilidad de asombro ni fascinación pues es un Dios predecible y estático.

Otros en cambio, aceptando que es imposible comprender tal infinitud, y que, incluso todo lo conocido de Dios ya es incomprensible para nosotros, se rinden ante su vastedad y se abandonan al conocimiento de Dios que gradualmente es revelado en la experiencia diaria.



Lo que conocemos de Dios es ínfimo y pese a ello es incuantificable. No obstante, hemos materializado tanto el encuentro con Dios, que ya no responde a una vocación existencial, sino al mero conocimiento curioso de lo que no comprendemos. No queremos conocerle, solo saber de él. Esto lleva a que en toda aspiración espiritual se enfatice el encuentro como la meta última, como si después de ello ya no hubiera nada más.

¿Pero eso es todo? ¿Nos encontramos con Dios y ya no hay nada más?


El Señor nuestro Dios tiene secretos que nadie conoce. No se nos pedirá cuenta de ellos. Sin embargo, nosotros y nuestros hijos somos responsables por siempre de todo lo que se nos ha revelado...
Deuteronomio 29:29

Cristo nos enseñó que nadie puede llegar a Dios si no lo hace por medio de él... por medio del camino que él significa... por medio de ese acceso espiritual que él representa.

Desde nuestra limitación nos inundan las preguntas, pero Su Palabra nos da las certezas necesarias para caminar en medio de la oscuridad con la lidiamos a diario. Nos acercarnos cual ciego guiados por su voz, el eco de sus palabras reverberan en nuestro interior y se amplifica a nuestro entorno.

Es su espíritu el que nos regala la esperanza en medio de la incertidumbre, y la comprensión frente a la trascendencia, y con ello nos transporta más allá de lo que nuestra razón puede comprender.

En esa comunión nos volvemos parte de un fragmento de Su eternidad.

¿Es una promesa futura luego de nuestra muerte? De ninguna manera...

¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, entraré y cenaremos juntos como amigos. Apocalipsis 3:20

Dios nos busca porque nos anhela, y pretende un vínculo espiritual profundo con nosotros, no nos necesita para fines proselitistas, ni sus designios están condicionados a nuestro actuar. La divinidad es suficiente por sí misma y desea compartir Su presencia con nuestra existencia.

Ese es el todo de la existencia, vivir la plenitud del ser en esta vida y continuarla en la siguiente. Por ello, trabajar por una aspiración futura menospreciando la experiencia del presente, es no comprender que Dios vive en un eterno hoy. Por tanto, aplazar el encuentro es no tener encuentro, lo que paradójicamente significa que lo estamos rechazando.

Por ello, cuando comprendemos que Dios es simultáneamente inherente a nuestra realidad y trascendente a ella, nuestros paradigmas cambian; el encuentro se hace urgente, ya no hay espera necesaria, sino el advenimiento esplendoroso de Su presencia.

Dice el refrán, no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. En este sentido, la reflexión es, no esperes a la eternidad la plenitud que en el presente puedes experimentar. Ese clímax que en lo cotidiano se recibe al peregrinar tomado de Su mano.

De su abundancia, todos hemos recibido una bendición inmerecida tras otra. Juan 1:16

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