Jesús, ¿realidad o ficción? de John Dickson.
Editorial Clie, 2021, 173 páginas.
"No existen
dudas sustanciales sobre el curso general de la vida de Jesús: cuándo y dónde
vivió, aproximadamente cuándo y dónde murió, y el tipo de cosas que hizo
durante su actividad pública". E. P. Sanders
Aunque
pueda sorprender, al presente todavía hay algún que otro estudioso que niega la
existencia histórica de Jesús. No faltan tampoco los que le conceden nulo
crédito a los evangelios por ser escritos teológicos, o los que llevados por
determinados presupuestos no son capaces de ver el bosque ya que tienen los
árboles delante.
El
libro de John Dickson va a adentrarse en las anteriores cuestiones y otras
derivadas para mostrar un camino del todo satisfactorio tanto con la crítica
histórica como con la fe. Del contenido de los diez capítulos que componen este
libro voy a resumir a continuación lo principal enlazando uno con otro en sus
ideas esenciales.
El cristianismo,
en claro contraste con otras religiones, se basa en supuestos sucesos
históricos que ocurrieron. Es en esto en donde sostiene su plausibilidad.
Podemos decir frases tales como que Dios te ama y no pasaría nada, se puede
creer o no, pero si decimos que Jesús fue crucificado en tiempos de Poncio
Pilatos la cosa cambia, ya que se ha entrado en terreno histórico.
La historia no es
algo ficticio, no se trata de cuentos sino de algo real. Además de real es
conocible, aunque debemos tener presente que solo queda menos del 1 % de los
restos antiguos. De todas formas, este 1 % es suficiente para conocer muchas
cosas de manera firme y concluyente.
Debemos también
diferenciar entre nuestras creencias y las de otros. Por ejemplo, igual no
creemos en el pecado, lo cual no significa que Jesús no creyera en él ni que no
hablara del mismo. Al presente hay consenso entre los especialistas de que
conocemos bastantes cosas sobre Jesús. Así podemos decir que "La
investigación histórica es la ciencia y el arte de discernir cuántos de estos
sucesos tangibles del pasado se pueden saber hoy" (p. 24). Pero a
diferencia de lo que muchos creen hay una relación entre la fe y la historia
que podríamos llamar la “fe” en la historia.
La fe es algo que
usamos en la vida cotidiana. No es posible vivir sin ella, no podemos ir
dudando de todo a nuestro alrededor ni de todo lo que nos dicen. El
conocimiento académico funciona de la misma forma. Casi todo lo que aprendemos
en la escuela o la universidad lo hacemos por fe, esto es aceptando, confiando
en los testimonios y en el contenido tanto de los libros como de los
profesores. Por tanto, es así como aprendemos en la clase de historia e incluso
en la de ciencias. Se puede acceder al conocimiento de forma directa tan solo
en algunas cosas en relación al mundo antiguo tales como los idiomas, algunos
textos y lo hallado por la arqueología. Por supuesto, no es una confianza
ciega, sino que los testimonios antiguos deben ser evaluados para ver si son
dignos de confianza.
Dicho lo cual, la
información pasa por nosotros y se da una interpretación de la misma. Esto es
resultado tanto de realidades psicológicas como intelectuales, no es cierto que
seamos pura mente, somos seres sociales, psicológicos y físicos. Tenemos
preferencias, experiencias, escuchamos otras opiniones e incluso el estar
cansados o no nos influye a la hora de abordar la información. Es esencial que
seamos conscientes de toda esta complejidad humana que estará presente cuando
evaluemos los hechos. De todo esto que hemos apuntado también debe quedar claro
que la fe no es lo opuesto al conocimiento.

No faltan aquellas
personas que niegan la existencia de Jesús. Esto indica que el escepticismo y
el fundamentalismo cristiano pueden llegar a ser igual de dogmáticos. En el presente
existe consenso entre los académicos de que los rasgos generales de la vida de
Jesús tienen un sustento histórico. En los dos siglos anteriores entre los que
se dedicaron al estudio del Jesús histórico las imágenes cambiantes sobre él
fueron algo común. Actualmente hay menos escepticismo que en el pasado.
Se suele hablar de
tres fases o tres búsquedas en el estudio de la vida de Jesús. La primera
búsqueda es el Jesús racionalista. Los antecedentes de esta búsqueda están en
la Ilustración que se extiende por Europa durante los siglos XVII y XVIII. La
razón ocupa el lugar central y se rompe con las tradiciones y la autoridad del
pasado. La segunda búsqueda comenzó a mediados de la década de los 50 con la
idea de dejar sentados algunos datos sobre la vida histórica de Jesús. Se basó
en una nueva metodología llamada el criterio
de la doble similitud. La tercera búsqueda tuvo otro enfoque, algo que la
anterior búsqueda no se atrevió a realizar. Así, tomaron a Jesús y lo
estudiaron en el seno del judaísmo del periodo romano. Con ello se logró ver
cómo no pocos textos evangélicos eran perfectamente plausibles. Estos datos
dejan que sean iluminados por todo lo que sabemos sobre la cultura, la
política, la religión, etc. de la Galilea y la Judea del siglo I. Esta forma de
proceder es siguiendo el conocido como criterio
de plausibilidad histórica.
La tercera
búsqueda sigue el mismo método que los historiadores usan para estudiar otros
personajes del pasado. Esto saca a la luz la plausibilidad de los testimonios
que nos llegan, incluidos los evangélicos. Por supuesto, esto no demuestra que
Jesús dijera estas o aquellas palabras, pero lo que sí hace es elevar la
confianza hacia los textos evangélicos que las contienen.
Los especialistas
así valoran y analizan la información (sobre todo textos) de la antigüedad que
nos han llegado, es el proceder propio, no únicamente en relación a Jesús. Esta
información nos llega por un lado por un pequeño número de inscripciones y de
muchas monedas. Pero la gran mayoría de la información proviene de fuentes
escritas que se fueron realizando y copiando en manuscritos a través del
tiempo.
Hay
al menos tres aspectos de las fuentes escritas antiguas que suscitan el interés
de los eruditos modernos, tanto si estudian a Alejandro Magno como a Jesús de
Nazaret: ¿Cuál es la fecha de redacción? ¿Qué fuentes previas se emplearon en
esa redacción? ¿En qué grado están bien conservadas las copias manuscritas de
las obras? Respecto a estos tres criterios, los evangelios y las cartas de Pablo
contenidas hoy en el Nuevo Testamento salen (por no exagerar) bastante airosos (p. 97).
Nos han llegado
algunos retazos de la vida de Jesús por fuentes externas al Nuevo Testamento,
pocas pero relevantes, y sin duda tenemos en el apóstol Pablo una llave -en sus
escritos- para acceder a Jesús, a pesar de lo que algunos afirman.
La conversión de
Saulo fue en torno al 31, 32 y en sus escritos hay algunos testimonios muy
importantes sobre el Jesús terrenal. Pablo se relacionó con los primeros
discípulos así que es una fuente primaria de información. El Apóstol no narra
la vida de Jesús, sino que realiza referencias de pasada, lo que evidencia que
no hacía falta entrar en detalles ya que los oyentes debían estar
familiarizados con ellos.
La arqueología
también ha aportado una importante luz. La arqueología ya no es una disciplina
que se usa para ir confirmando o respaldando la Biblia. En la actualidad esta
disciplina de investigación rescata los restos materiales de tiempos pasados y
estos descubrimientos los une, los combina, con la literatura de su tiempo para
así aportar luz a la sociedad de entonces en todos sus aspectos, desde
económicos hasta el día a día de las personas.
Pero al hablar de
historia y lo histórico parecería que deberíamos descartar todo relato
milagroso, ya que estos no pertenecen precisamente a lo histórico, sino a la
fe. Este proceder parece haberse impuesto en algunos círculos que se refieren a
sí mismos como independientes, científicos y académicos no sin, debo decir,
cierta dosis de orgullo intelectual.
Relatos de
milagros hay en otro tipo de literatura antigua que no es la evangélica. A los
mismos emperadores romanos se les atribuyen como hace, por ejemplo, Tácito con
Vespasiano. Esto ni quita ni suma a la credibilidad del resto de su obra,
sencillamente los historiadores aceptan que en la antigüedad las personas
creían en los milagros.
John Dickson
En cuanto a si los
milagros son realmente posibles esto viene más determinado por las creencias
del historiador que por otra cosa. Si nuestro universo se rige solo por causas
naturales no será posible, y esa lectura será la adoptada frente a la
información que tengamos delante. Si partimos de la existencia de un Creador,
la resurrección sería posible y la evidencia que nos habría llegado sería
histórica. Esta es la diferencia entre evidencias científicas y las históricas.
Las primeras aparecen por medio de la observación directa; las segundas por
testimonios fiables. Y es por evidencias testimoniales que nos ha llegado casi
todo de nuestro conocimiento histórico.
Y
esta es la conclusión -nos dice el autor- doble de este libro. En primer lugar,
el hecho de que una persona acepte o no la fe cristiana depende de mucho más que
de la evidencia histórica (o de cualquier tipo de evidencia, ya puestos). Un
libro de historia no puede convencer a nadie de que Jesús es el Hijo de Dios,
hizo milagros, murió por nuestros pecados, resucitó para garantizarnos la vida
eterna, y todo lo demás.
Que
aceptemos (o rechacemos) tales cosas dependerá de nuestras experiencias
vitales, nuestras preferencias, nuestro paradigma filosófico y nuestra
composición psicológica, tanto como depende de cualquier evaluación objetiva de
los hechos. Esto quiere decir que cualquiera que quiera examinar las
afirmaciones únicas del cristianismo (que se centran antes en la persona de
Jesús que en una filosofía religiosa, la moral o los rituales), debería hacerlo
realizando una evaluación honesta de sí mismo además de las evidencias.
Por
otro lado (y esta es mi segunda idea), las mejores líneas del razonamiento
histórico moderno pueden conducir (y lo hace, y probablemente deberían hacerlo)
a los investigadores ecuánimes a la conclusión de que el Nuevo Testamento contiene
un buen testimonio sobre la figura de Jesús (pp. 168, 169).
Llegado a este punto solo me queda recomendar este libro. A pesar de ser un volumen de
173 páginas para un tema tan extenso como el que pretende tratar no desmerece
su contenido. Con ello me refiero a que se trata de una buena introducción
sobre el sustento histórico de Jesús que se enfoca en aspectos concretos y sin
apenas notas al pie de página. Es, como digo, una interesante y adecuada
introducción y orientación para después seguir ampliando conocimientos a este
respecto.
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Alfonso Pérez Ranchal es Diplomado en Teología Pastoral por el CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas), Licenciado en Teología y Biblia por la Global University y profesor del CEIBI. Vive en Cádiz.
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