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Jesús no es republicano: cristianismo no es igual a nacionalismo - Por Zachary Wagner



 Parece que la presidencia de Trump en vez de acabar como un lamento lo hará como una explosión. Habiendo llegado a un cierto tipo de clímax en un tiempo tumultuoso de la historia de la iglesia y de nuestro país, me siento obligado a decir algunas cosas de la manera más clara que sé hacerlo:

 

SOBRE JESÚS

Jesús no es republicano. Esto ya ha sido dicho antes. Pero ahora hay que decirlo con más fuerza y ​​claridad que nunca. Hay hombres y mujeres buenos y piadosos que votan a los republicanos y sirven en cargos electos como republicanos. Pero la asociación del nombre de Cristo con el Partido Republicano de Trump se ha convertido en un flagelo de vergüenza para la Iglesia. Ha llegado el momento –en realidad, hace mucho tiempo que llegó– en el que la iglesia entera debe denunciar esta asociación en los términos más enérgicos posibles.


Jesús no fue un revolucionario violento. No es raro que algunos cristianos, sobre todo cristianos progresistas, describan a Jesús como un revolucionario. Por supuesto, en cierto sentido, esto es absolutamente cierto. Durante el primer tiempo en que Jesús vivió en la tierra, desafió muchas normas sociales relacionadas con la observancia de la Torá, el papel de la mujer en la sociedad y el trato hacia los marginados. Pero Jesús no fue un revolucionario violento. Los "zelotes" de la época de Jesús eran revolucionarios que aspiraban a una rebelión violenta contra Roma en el nombre de Dios. Los judíos se habían quitado de encima con éxito (aunque temporalmente) el dominio de sus señores imperiales en la revuelta macabea menos de dos siglos antes. Los judíos se volverían a rebelar en el siglo que siguió a la muerte y resurrección de Jesús, esta vez sin éxito y con resultados desastrosos para su nación.


Pero Jesús no era un zelote. Cuando se le preguntó si el pueblo de Dios debía pagar impuestos al imperio, Jesús respondió: "Dad al César lo que es del César y dad a Dios lo que es de Dios". (Marcos 12:17.) Cuando arrestaron a Jesús, Pedro se levantó violentamente en defensa de su Maestro. Jesús lo reprendió diciendo: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles? (Mateo 26: 52–53, mi traducción). Más tarde les dice a las autoridades judías: “Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis sirvientes estarían luchando para evitar mi arresto". (Juan 18:36, mi traducción).




Lo que esto significa para los cristianos de hoy es que el camino de la violencia no es el camino de Cristo. Mucho se ha hablado en los últimos días sobre la hipocresía de “la izquierda” o de “los medios de comunicación” al denunciar la violencia en el Capitolio mientras respaldan la violencia del movimiento BLM[1] del año pasado. Francamente, no me importa mucho si "la izquierda" o "la derecha" son hipócritas. Lo que sí me importa es que la violencia en el Capitolio fue perpetrada en nombre de Jesús. Mira simplemente los símbolos cristianos que se entremezclaban en las filas de los alborotadores, incluido un enorme letrero amarillo diciendo "Jesús salva" en los escalones del Capitolio, cruces entre la multitud o camisetas con el letrero "Jesús es mi Salvador y Trump es mi Presidente". Según creo, los manifestantes del BLM no han tratado de ningún modo evidente de asociar su movimiento con Jesús o con ninguna misión de Dios en los Estados Unidos. Eso, sin lugar a dudas, hace que la violencia de la movida en el Capitolio sea un pecado gravísimo, equivalente a los actos perversos de aquellos que decían ser cristianos que perpetraron las Cruzadas en Tierra Santa. El Reino de Jesús llega, no por la violencia, sino por el amor.

 

Mucho se ha hablado en los últimos días sobre la hipocresía de “la izquierda” o de “los medios de comunicación” al denunciar la violencia en el Capitolio mientras respaldan la violencia del movimiento BLM del año pasado. Francamente, no me importa mucho si "la izquierda" o "la derecha" son hipócritas. Lo que sí me importa es que la violencia en el Capitolio fue perpetrada en nombre de Jesús.

 

Jesús es el Señor. A pesar de todo esto, Jesús sigue siendo verdaderamente el Maestro y Gobernador del mundo entero. Su gobierno no está subordinado ni se promulga por medio de ningún partido político. Gobierna sobre demócratas y republicanos. Cualquier insinuación de que ser cristiano requiere una determinada lealtad política ha de ser rechazada de forma rotunda y total por el pueblo de Dios. Nuestra lealtad es hacia Jesús. Los reinos de este mundo pasarán. Y es seguro que lo harán. Pero el Reino de Cristo permanecerá para siempre. La asociación de cualquier reino terrenal con el de Cristo es un insulto al verdadero Rey que él no tolerará ni nosotros tampoco deberíamos hacerlo.

 


SOBRE EL CRISTIANISMO

El cristianismo no es nacionalista. Esto está estrechamente relacionado con lo dicho antes. Pero permítaseme decirlo claramente para después explicarlo. Los cristianos no han de tener miedo de lo que suceda con los Estados Unidos. Como cristianos, hemos renunciado a nuestra ciudadanía en esta nación a favor de nuestra ciudadanía en el reino de Dios (Filipenses 3:20). Esto significa que tengo más en común con una mujer cristiana en Nigeria, con quien estoy unido por la sangre de Cristo, que con mis conciudadanos de los Estados Unidos. Por esta causa, mi esperanza no se basa en el futuro y el engrandecimiento de los Estados Unidos. Los cristianos debemos procurar y contribuir, en la medida de lo posible, al bien de nuestro país y de sus instituciones. Dios le dijo a su pueblo durante el exilio en Babilonia: "Procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar", (Je 29:7). Pero buscar la prosperidad de nuestro país no nos convierte en estadounidenses en un sentido último, como tampoco buscar la prosperidad de Babilonia convirtió a los judíos exiliados en babilonios. Primero somos cristianos, luego estadounidenses. Si la lealtad a la identidad estadounidense compromete nuestra lealtad a Cristo, entonces rechacemos nuestra identidad estadounidense sin dudarlo.


San Agustín escribió La ciudad de Dios en el siglo V, en el ocaso del Imperio romano. Cuando cayó la ciudad terrena de Roma, Agustín recordó a los cristianos que la Ciudad de Dios permanecería y perduraría para siempre. Recordemos que el Imperio romano había durado más de 1000 años, cuatro veces más que la historia de los Estados Unidos. Para muchos en la época de Agustín, la caída de Roma fue vista como el fin del mundo. Puede que pienses que los Estados Unidos se están desmoronando y que el mundo tal como lo conocemos está llegando a su fin. Puede que así sea. Pero para los cristianos, esto no es una preocupación fundamental. Tampoco es la ocasión para perder la esperanza o levantarnos y luchar para asegurar nuestro futuro terrenal.

 

Primero somos cristianos, luego estadounidenses. Si la lealtad a la identidad estadounidense compromete nuestra lealtad a Cristo, entonces rechacemos nuestra identidad estadounidense sin dudarlo.

 

El cristianismo no es una religión supremacista blanca. Mucho se ha dicho a este respecto, pero permíteme que lo repita. El cristianismo no es la religión de un hombre blanco. Jesús no era –¡ni es!– europeo. Ninguno de los autores de las Escrituras era de ascendencia europea (con la posible pero improbable excepción del autor de Hebreos). Las raíces del cristianismo son totalmente judías, es decir, no blancas. Además, gran parte de la historia primitiva de la iglesia se caracterizó por una rara mezcla de santos de Oriente Medio, Europa y África. En la actualidad, la gran mayoría de los cristianos no son blancos y el mayor número de creyentes se encuentra en el África subsahariana y Asia. El pasado, presente y futuro de la iglesia no es occidental, y los cristianos occidentales debemos arrepentirnos de nuestro etnocentrismo al pensar que lo es o que alguna vez lo fue.




Dicho esto, debemos reconocer con honestidad, humildad y arrepentimiento que el cristianismo se ha convertido en una herramienta de las agendas y sistemas de la supremacía blanca.

 

El cristianismo no es una religión supremacista blanca. Mucho se ha dicho a este respecto, pero permíteme que lo repita. El cristianismo no es la religión de un hombre blanco.

 

Esta es una grave maldad que no podemos negar ni tolerar más. Hemos de ser honestos, no justificarnos, aceptando con lágrimas en los ojos la verdad de nuestra vergüenza. Todos podemos reconocer que esto es lo que hemos sido e insistir enérgicamente en que no es lo que deberíamos ser o lo que realmente somos en Cristo. La iglesia debe ahora enfrentarse de inmediato a una realidad dolorosa y terrible. Hace falta una cirugía de emergencia y no hay tiempo para la anestesia. Por el bien de todo el cuerpo, esta carne podrida debe ser extirpada. Dios juzgará a los de afuera. Debemos limpiar esta maldad de en medio nuestro (1 Corintios 5:13).

 

SOBRE LA IGLESIA Y SU TESTIMONIO

La iglesia que vemos no es la verdadera iglesia. Una vez más, esta idea tiene que ver con lo que acabo de decir. Recordemos que la iglesia visible no equivale a la verdadera iglesia. Sí, la verdadera iglesia forma parte de la iglesia visible. Pero los falsos cristianos, esos que no se rinden verdaderamente al señorío de Cristo, también están incluidos entre lo que nosotros y el mundo vemos como la iglesia. El trigo y la cizaña crecen juntos. Y es Jesús quien finalmente dirá quiénes son verdaderamente sus discípulos y quiénes no lo son. Con todo, la iglesia debe esforzarse por mantener la pureza dentro de sus filas. Si somos tímidos o vacilantes en este esfuerzo, ¿cómo podemos decirle a un mundo que nos vigila que los actos que ven que hacemos en el nombre de Cristo no representan al “verdadero cristianismo”?

 

Es cierto, se ha hecho un daño perdurable al testimonio de la iglesia. Permítaseme decir claramente que la asociación del cristianismo con el partido republicano de Trump ha echado gravemente a perder nuestra capacidad para luchar por el evangelio en esta generación. Temo que las consecuencias de estos cuatro años resultarán devastadoras para la iglesia. De hecho, las intrigas políticas de estos días tienen consecuencias eternas. Es verdad que este perjuicio hecho al testimonio de la iglesia no se ve sea con la misma profundidad en todos los contextos estadounidenses. Pero creo que, concretamente, los creyentes mayores no siempre se dan cuenta de la gravedad del daño causado. Como perteneciente a la generación del milenio (millennial), temo que a millones de jóvenes estadounidenses de mi generación les resultará más difícil escuchar el evangelio de Jesucristo durante toda su vida debido a lo que se ha dicho, hecho y tolerado en el nombre de Jesús durante estos últimos cuatro años.

 

Permítaseme decir claramente que la asociación del cristianismo con el partido republicano de Trump ha echado gravemente a perder nuestra capacidad para luchar por el evangelio en esta generación. Temo que las consecuencias de estos cuatro años resultarán devastadoras para la iglesia.

 

Sí, Dios puede obrar milagrosamente y obra para ablandar los corazones. Y esa es mi oración. Siendo honesto, me acongoja un cierto pavor al pensar que ahora pasaré décadas de mi vida limpiando el lío de generaciones anteriores de cristianos que han manchado la reputación de la iglesia. Ciertamente no estoy libre de pecado al respecto, y mi generación tiene sus propias deficiencias y puntos ciegos.


Pero me temo que el daño causado estos cuatro años puede ser excesivo para nosotros. No creo que exagere si digo que hay gente de verdad que se ha endurecido en relación con Cristo por esta causa. Hemos hecho que para muchos llegar a la fe en él sea más difícil. Nos hemos convertido en una barrera entre un mundo perdido y el perdón que podrían obtener. Lo hemos hecho. Apelar sin matices a la soberanía de Dios en la salvación no nos sirve aquí. Nuestros actos tienen implicaciones eternas, implicaciones de vida y muerte, de cielo e infierno. Ciertamente, la confianza que tengo en la capacidad soberana de Dios para superar incluso nuestros pecados más atroces es lo único que me permite tener esperanza en un avivamiento en mi propia generación.

 


Necesitamos arrepentirnos continuamente. En estos días, he visto a algunos líderes cristianos expresar su pesar por el estado de nuestra nación y, concretamente, por la violencia en el Capitolio. Este dolor a menudo se expresa en términos genéricos: “El verdadero problema de nuestra nación es el pecado. Y la verdadera solución es el arrepentimiento y la fe en Cristo". Claro que sí, básicamente es cierto. Pero eso es casi como no decir nada. No basta con simplemente condenar el pecado o llamar en forma genérica al arrepentimiento. Tenemos que ser específicos. Es lo que he tratado de hacer en este artículo. Comencemos mirando dentro de nosotros mismos al propio pecado de la iglesia. Y preparémonos para un proceso largo y doloroso. Martín Lutero comenzó las 95 Tesis diciendo: "Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: 'Arrepentíos', quería que la vida entera de los creyentes fuera una vida de arrepentimiento". Ciertamente tenemos mucho que arrepentirnos.

 

SOBRE EL JUICIO

Dios no puede ser burlado. “Es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios” (1 Pedro 4:17). Parece que la iglesia estadounidense va a cosechar ahora lo que ha sembrado durante décadas. Estoy tranquilo y me reconforta saber que Dios está al tanto de cómo se desarrollan todos estos hechos. Su juicio caerá por igual, sobre republicanos y demócratas, sobre quienes se declaran cristianos y los no creyentes. Nadie se saldrá con la suya. Merece la pena volver a leer el Salmo 2 en un momento como este. Jesús resucitado, entronizado en el cielo, se ríe y se burla de los reyes de la tierra (vv. 1-4). Dios nos ha reprendido en su ira; su Rey ya ocupa su lugar (vv. 5-6). Todas las cosas y la tierra entera le han sido dadas (v. 8). Prestemos atención a la advertencia de su juicio venidero y sirvámosle con temor y alegría (vv. 10-11), no sea que nosotros también seamos destruidos (v. 12).


Te encomiendo todo esto con esperanza y humilde sumisión al verdadero Soberano de los Estados Unidos de América y del mundo, el Señor Jesús de Nazaret.


 

Publicado originalmente el 11 de enero de 2021 en 

https://www.pastortheologians.com/articles/2021/1/11/jesus-is-not-a-republican-and-christianity-is-not-nationalism


Traducción de José María Baena. Con permiso del autor.



[1] BLM son las siglas de “Black Lives Matter” (Las vidas de los negros importan), lema de un movimiento antirracista en los EE. UU. de América. 





Zachary Wagner es director editorial del Center for Pastor Theologians. Actualmente estudia en la Universidad de Oxford para obtener una maestría en Nuevo Testamento, esperando continuar con la investigación del Departamento de Filosofía sobre la visión del apóstol Pablo sobre la recompensa. Es titulado por Wheaton College y el Instituto Bíblico Moody, y miembro de St. Basil Fellowship of the Center for Pastor Theologians.




Comentarios

  1. BLM no es antirracista sino marxista y pro LGBTQ, pro aborto y radical feminista. Son una entidad auspiciada por Gorge Soros quien también fue el principal donante de campaña de Hillary Clinton.

    El “antirracismo” se ha usado como herramienta de manipulación política y social para un fin, mantener a la población dividida y no ver los verdaderos problemas que son mayormente económicos y de educación.
    El partido demócrata se ha ido extrema izquierda, acusando al GOP de racismo con Trump como su campeón, cuando no es el caso cuando estudias las políticas pro comunidad afroamericana que se han llevado a cabo en su administración, cosa que ni Obama hizo.
    Miles y miles de personas fueron a la capital y solo una minoría entró al capitolio, la mayoría fueron a protestar pasivamente lo cual hicieron, y entre ellos habían cristianos con su mensaje lo cuál no tiene que ver con los que entraron. Este post generaliza y no es justo. Lo justo sería que explicaras esto en honor a la verdad. Porque una persona sea cristiana no quiere decir que nunca levante la voz de protesta al gobierno que está puesto por el pueblo y para el pueblo según la Constitución, y eso incluye a los cristianos que son ciudadanos americanos porque están en su derecho, y más cuando se ha visto tantas irregularidades en las últimas elecciones que evidentemente no fueron transparentes al haber tantos testigos y corroboraciones de fraude electoral, cosa que es ilegal, inmoral e inconstitucional. Por lo tanto, si defiendes la fe cristiana, y al objeto de esa fe que es Jesus, debes de defender la verdad sobre todo, incluyendo a aquellos que en su derecho están defendiendo los principios fundamentales de la vida y el bienestar común en una nación. No se puede defender a un sistema de cultura de cancelación que con tal de callar al que no piensa igual, los medios controlados y dirigidos por una agenda clara de hegemonía narrativa y control mental, eliminan toda voz alterna a sus pensamientos izquierdistas y liberales y toman el poder pasivo-agrsesivamente.

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