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Cómo piensan los ciudadanos del cielo tras el caos en el Capitolio - Por Jason Meyer


INTRODUCCIÓN: TRES MATICES


Con respecto a lo que sucedió en el Capitolio de los EE. UU. el miércoles 6 de enero, quiero evitar pasarme de reacción o quedarme corto y evitar afirmar que sé mucho o no decir lo suficiente de cuanto aconteció.


Lo primero que matizaría es que debemos huir del reduccionismo desde el principio. Mucha gente participó en la manifestación a favor de Trump. Seguramente, las razones por las que muchas personas de diferentes grupos estuvieron allí son muy diferentes. De ninguna manera deseo ponerlos a todos en el mismo montón y juzgar todos sus motivos. El Señor conoce sus corazones; nosotros no (Hechos 1:24). Ni siquiera nosotros conocemos bien nuestros propios corazones, mucho menos los corazones de los demás.


Lo segundo que matizaría es hacer una distinción fundamental en el tema de la idolatría. Advertir a la gente sobre la idolatría política no es lo mismo que acusarles de idolatría política. Puede que sea difícil discernir la diferencia que hay entre la actividad política y la idolatría política. En ninguna manera querría acusar a todos cuantos estuvieron en aquella manifestación a favor de Trump de idolatría simplemente porque estaban allí.



Lo tercero que matizaría es que no debemos cometer el error de ver esta movida política como una simple manifestación política. Vimos que lo político y lo teológico se unían de manera confusa. Y esta es mi principal preocupación como seguidor de Jesucristo. Cuando los símbolos del cristianismo se mezclan con los símbolos de la identidad política, los que aman el nombre de Cristo deben tratar de separarlos. Eso es lo difícil de advertir contra una especie de nacionalismo cristiano. Es lo que dice con amor 1 Juan 5:21: "Hijitos, guardaos de los ídolos".


Vimos que lo político y lo teológico se unían de manera confusa. Y esta es mi principal preocupación como seguidor de Jesucristo. Cuando los símbolos del cristianismo se mezclan con los símbolos de la identidad política, los que aman el nombre de Cristo deben tratar de separarlos. Eso es lo difícil de advertir contra una especie de nacionalismo cristiano.

 


MI CARGA PRINCIPAL


Mi carga principal es hacer esta pregunta singular: "¿Qué piensan los ciudadanos del cielo del caos en el Capitolio de nuestro país?" Empecé a responder esa pregunta a los míos recordándoles algo que ya les había dicho en un sermón el 20 de junio de 2020. En la aplicación del sermón, les dije lo siguiente:


He leído una cita sorprendente de un comentarista que encontré esta semana: “Pedro explica en esta carta cómo la alienación social de la sociedad que el cristiano sufre ha de remediarse por medio de la comunión genuina que encuentra dentro de la comunidad de creyentes” (Jobes, 1 Pedro , 131). Dicho de otro modo, cuando los creyentes sienten que el mundo está en su contra porque son exiliados en la tierra, deberían encontrar la comunión refrescante con otros ciudadanos del cielo. Qué diabólico es, entonces, que haya ciudadanos del cielo adhiriéndose así a sistemas políticos terrenales y viviendo esa alienación no del mundo, sino entre sí.



Pero, ¿cómo encontramos esa verdadera comunión como ciudadanos del cielo? ¿Cómo evitar unirnos falsamente adhiriéndonos a los sistemas políticos terrenales? La respuesta de Pedro es que todos debemos crecer comiendo y bebiendo de la misma fuente: la leche pura de la Palabra. Dicho de otro modo, la comunión de los creyentes tiene que ser una comunión bíblica. No puede ajustarse a los patrones de este mundo, sino que debe ser transformada bíblicamente mediante la renovación de nuestras mentes. Por tanto, no debemos permitir que las categorías del mundo definan las líneas de nuestra fraternidad. Tenemos que evitar trazar líneas divisorias políticas o ideológicas. Los límites han de ser trazados bíblicamente.


Qué diabólico es, entonces, que haya ciudadanos del cielo adhiriéndose así a sistemas políticos terrenales y viviendo esa alienación no del mundo, sino entre sí.


Ahí está mi miedo. Estamos en constante peligro de crecer según los patrones de este mundo si lo que bebemos es una fórmula mundana en vez de leche pura bíblica. En nuestro medio ambiente actual, los creyentes a menudo beben algo que se parece a la leche, pero que es una fórmula procedente de una botella mundana, no del Libro Divino. Muchas veces tenemos gente formada según fórmulas políticas en vez de por la leche bíblica –da igual que la fórmula provenga de la Fox News o de la CNN. (Jason Meyer, "Long for the Pure Milk of the Word" [Desead la leche pura de la Palabra], 1 Pedro 2:1-3, 20 de junio , 2020).


Una de las fórmulas del mundo contra las que he advertido es el nacionalismo cristiano. Hoy quiero actualizar lo dicho a la luz de lo acontecido el miércoles cuando la gente irrumpió en el edificio del Capitolio y hubo que evacuar el Congreso.



He dicho muchas veces que la identidad política no forma parte de la estrategia de discipulado de nuestra iglesia. La iglesia de Jesucristo no puede convertirse en una organización que apoya a un candidato más que a otro. “Jesús es Señor” es una declaración política trascendente y de profundo alcance. Somos ciudadanos del cielo y por lo tanto extranjeros sobre la tierra. Los ciudadanos del cielo somos exiliados terrenales y, por tanto, exiliados políticos. Como exiliados políticos, podemos hablar proféticamente a ambos partidos políticos para que rindan cuentas a Jesús, que gobierna por encima de todos ellos; él pone su dedo y señala cualquier cosa y dice “es mío” (Ilustración prestada de Abraham Kuyper).


El nacionalismo cristiano da la vuelta a toda esta enseñanza y dice que el futuro de la iglesia depende directamente del futuro de nuestra nación. Andrew Whitehead y Samuel Perry lo definen de una manera que me gusta: “El nacionalismo cristiano es un marco cultural que idealiza y aboga por la fusión del cristianismo con la vida cívica estadounidense”. [1] El peligro del nacionalismo cristiano es mi mayor preocupación en relación a lo que presencié el miércoles. Me hace sentir tanta angustia y (lo que espero sea) una ira justa por lo acontecido en el Capitolio. Me entristece que tantas personas hicieran lo que hicieron en nombre de Trump, pero estoy escandalizado y horrorizado de que alguna gente también lo hizo en el nombre de Jesús.


Hemos de rechazar siempre cualquier intento de fusionar la propia identidad nacional o política con la identidad cristiana de modo que se equipare o se mezcle la lealtad al país con la lealtad a Dios.


En consecuencia, todos los símbolos del cristianismo presentes en esa insurrección me resultaron profundamente ofensivos. Poner a Trump y a Jesús juntos en una valla publicitaria, erigir una cruz gigante, u ondear una bandera diciendo que Jesús salva hace que parezca que Jesús está detrás de la insurrección.


Pero el apóstol Pedro aprendió por las malas que Jesús no va a liderar una insurrección terrenal pidiendo a sus seguidores que empuñen las armas terrenales.


Pero uno de los que estaban con Jesús, echando mano de su espada, hirió a un siervo del sumo sacerdote y le quitó la oreja. Entonces Jesús le dijo: «Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán» (Mateo 26:51-52).


Este es el problema para mí. Equiparar la misión de la iglesia con las maquinaciones de un grupo político es dar falso testimonio y tomar el nombre del Señor en vano. La misión de la iglesia no es "hacer grande a los Estados Unidos", sino "dar a conocer a Cristo". Sí, Jesús salva. Pero salva a través de una cruz, no de un presidente o una muestra de fuerza en el Capitolio. La estrategia de la iglesia primitiva no era conseguir que alcanzara el poder el gobernante adecuado. Hicieron la magnífica afirmación de que Él ya lo es. Jesús resucitó y ascendió a la diestra de Dios y se sienta en el trono celestial.



Por eso quiero animarles a orar como ciudadanos del cielo por nuestras autoridades terrenales (1 Tim. 2:1). No quiero que crean que les hablo en contra de participar en política o incluso de ser activista político. Simplemente hago una advertencia pastoral para que huyamos de la idolatría política. Podemos participar en política sin confiar en la política. Votar por un candidato no es lo mismo que confiar en un candidato. El reino de Dios no llega en el Air Force One (como dijo una vez Chuck Colson). Nuestra política no debe ser nuestra fe y nuestra lealtad a Cristo no debe equipararse ni mezclarse con nuestra lealtad a un candidato político. El engaño no suele tener la apariencia de engaño. Satanás rara vez tienta a la gente con algo como la adoración a Satanás, lo cual sería una desviación obvia de la adoración a Cristo. Él suele disfrazarse de ángel de luz (2 Co 11:14), no de demonio del infierno. Trató de desviar a los corintios no con una visión de sí mismo, sino con la presentación de un Jesús falso, un espíritu falso y un evangelio falso (2 Co 11:4).


Como pastor, sé que me toca supervisar la eternidad de las personas. No quiero que las cosmovisiones idólatras se filtren en nuestro pensamiento sin que nos demos cuenta. Mi miedo es que, desafortunadamente, aquellos de nosotros que más lo necesitamos, descartemos esta palabra de advertencia pastoral demasiado rápido. El Señor conoce plenamente nuestros corazones (Hch 1:24). Que su palabra more abundantemente en nosotros y discierna los pensamientos y las intenciones de nuestros corazones. No solo leemos su palabra; su palabra nos lee (He 4:12). Y que protejamos nuestra preciosa comunión como exiliados electos y nos protejamos de cualquier ideología del mundo que nos divida. Después de estos hechos, busquemos a Cristo juntos, adoremos juntos e intercedamos juntos.


Publicado originalmente el 9 de enero de 2021 en https://www.pastortheologians.com/articles/2021/1/9/how-citizens-of-heaven-think-through-the-chaos-at-the-capitol

Reproducido con permiso del autor.

Traducción de José María Baena




NOTAS:

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[1] Andrew Whitehead y Samuel Perry, Taking America Back for God: Christian Nationalism in the United States (Oxford University Press, 2020).



Jason Meyer es pastor de Preaching & Vision en Minneapolis. PhD en Nuevo Testamento del Southern Baptist Theological Seminary. Miembro del St. John Fellowship of the Center for Pastor Theologians.



Comentarios

  1. Plenamente de acuerdo con la forma y fondo de la columna, una luz e medio de tanta tiniebla hoy en el mundo Cristiano. Somos extranjeros y peregrinos, nuestra esperanza es Cristo y nuestro deber ser la sal y la luz, traer el reino de los cielos a la tierra, ser testigos para salvación y procurar caminar en santidad. Que Dios nos guíe y ampare.

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  2. Muy actual este post, gracias

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