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Los bautistas del Sur y la Biblia - Por Alfonso Ropero




La batalla por la Biblia inerrante en los Bautistas del Sur


En 1970 William E. Hull (1930-2011), considerado un brillante teólogo evangélico a nivel mundial y uno de los más respetados de la Convención Bautista del Sur[1], predicó un sermón en Crescent Hill Baptist Church de Louisville, titulado Shall We Call the Bible infallible? A primera vista se podría esperar un mensaje laudatorio sobre las excelencias de la Biblia, pero su respuesta, sin ánimo de ser polémica, fue sorprendente. Según el historiador bautista Bill Leonard, el reverendo Hull, «desafió la idea de la inerrancia bíblica. Fue un sermón que discrepaba y exponía un argumento contra la inerrancia bíblica. Decía que incluso si tuviéramos una traducción perfecta de un texto perfecto, todavía tendría que ser interpretado por intérpretes falibles. Por lo tanto —concluía— no deberíamos llamar a la Biblia infalible»[2]. No quiso ser controversial, pero lo fue. En ese tiempo era deán de la cátedra de teología del Southern Baptist Theological Seminary, uno de los más grandes del mundo, perteneciente a la Southern Baptist Convention.
 

William E. Hull, foto Samford University

Como era de esperar, los conservadores dentro de la denominación comenzaron una campaña fuerte contra este tipo de posiciones teológicas respecto a la Biblia, que concluyó en la dimisión de William E. Hull de su cargo en seminario. Sus defensores alegaron que Hull era conservador y para nada liberal. Lo que ocurre es que era una persona muy reflexiva, intelectual y pensante, lo que a algunos puede parecer amenazador, pero muchos de sus críticos nunca pasaron del título del sermón, donde afirma, aparte de su redefinición de la inerrancia, que «debemos afirmar sobre la Biblia lo que la Biblia dice sobre sí misma. Eso es conservador, porque es conservar lo que la Biblia dice sobre sí misma»[3]. Este tipo de conservadurismo no es lo que mayoría estaba dispuesta a aceptar. El pueblo bautista, al decir de Herschel H. Hobbs (1907-1995), pastor, escritor y antiguo Presidente de la Convención Bautista del Sur, es teológicamente conservador y siempre ha tenido como un gran honor ser llamado el «pueblo del Libro»[4]. Por eso no tiene nada de extraño la conocida recuperación conservadora[5] experimentada en toda la denominación que se hizo con el control de las instituciones de enseñanza y administración bautistas.

Según un análisis posterior realizado por William Hull, cuando el crecimiento de la iglesia se convirtió en el objetivo principal de los bautistas del sur, era lógico esperar que los líderes de la Convención determinaran que su futuro estaba con la gente de la derecha teológica. Esto les llevó a la convicción de que la Convención debía despedir a los empleados que no simpatizaran con esta dirección conservadora. «La toma de posesión de la Convención Bautista del Sur fue posible gracias al uso del término “inerrancia” para describir las Escrituras. La palabra se convirtió en un grito de guerra para aquellos que creen que cada palabra de las Escrituras es “sin error doctrinal, histórico, científico y filosófico”. En otras palabras, la Biblia debe ser predicada como “literalmente verdadera”. Esta postura condujo en muchos casos a un cambio en la comprensión de la autoridad pastoral (ellos tienen las respuestas literalmente verdaderas y correctas; otros no) y a protestas de los laicos que creían que cada persona lee e interpreta la Escritura bajo la dirección del Espíritu Santo. Los conservadores ganaron esta polémica batalla por el control de la Convención Bautista del Sur. Al fusionar el idealismo teológico y el realismo político, el camino conservador resonó con la emergente mentalidad sureña»[6].

El actual presidente del Southern, Albert Mohler, el noveno desde su fundación, es un firme defensor de la inerrancia, como no podía ser de otra manera, y una de las figuras más prominentes del panorama evangélico-conservador actual; la revista Time lo definió como el «intelectual dominante del movimiento evangélico en Estados Unidos». El Dr. Mohler es también Presidente de la Evangelical Theological Society (ETS), que agrupa a un buen número de teólogos evangélicos que defienden la inerrancia. La expresión «cuando la Biblia habla, Dios habla», resume la perspectiva teológica de Mohler, que sintoniza bien con la tradición evangélica, tanto a nivel popular como académico. Para Mohler, la inerrancia es más que una doctrina sobre la naturaleza de la Biblia, es el principio doctrinal y espiritual que garantiza la salud de la iglesia y su continuidad; por tanto, es innegociable.


Albert Mohler

La autoridad de la Escritura, doctrina clave para la Iglesia

La doctrina de Mohler sobre la autoridad e inspiración es la clásica que afirma que Dios, mediante su Espíritu Santo, inspiró a los autores humanos a escribir la Palabra santa, infalible e inerrante; inerrante porque «Dios protegió a los autores del error»[7]. En esta afirmación no se ignora ni se elimina la parte humana de la Escritura, sino que, como aclara otro autor bautista, «el elemento humano está ahí, en vocabulario y estilo, en la manera de expresarse y pensar cada autor. Pero el punto es que Dios supervisó el proceso de inspiración de modo que el error no se introdujo en el texto»[8].

Nada que objetar hasta aquí, hablar de errores en la Biblia es improcedente, chirría a los oídos de la fe. Afirmar alegremente que la Biblia contiene errores mina su autoridad, y si abandonamos la autoridad Escritura, como bien dice Mohler, nos quedamos sin vida, sin esperanza, sin buenas noticias que ofrecer. La enseñanza ética; la lucha por la justicia social; el deísmo terapéutico, etc., no son alternativas para la Iglesia cristiana. Siguiendo una lógica pragmática, Mohler ve en «la recuperación conservadora de la Convención Bautista del Sur en las últimas décadas» la confirmación de la importancia de mantener la vieja doctrina sobre la Biblia como el camino a seguir[9].

Por esta razón, le preocupa lo que parece ser el esfuerzo renovado en nuestros días por forjar una identidad evangélica al margen de la afirmación de que la Biblia es totalmente veraz y sin errores. Al decir esto, está refiriéndose a Peter Enns, a quien ya conocemos[10], y a Kenton L. Sparks, profesor de Estudios Bíblicos y Provost de la Eastern University en St. Davids (Pennsylvania), autor de una obra valiente sobre la Palabra de Dios en palabras humanas, donde intenta convencer a sus lectores de la necesidad de incorporar en los estudios evangélicos los resultados de la crítica bíblica y, al mismo tiempo, mantener una visión elevada de las Escrituras y una fe vital. Sparks argumenta que las ideas de la crítica histórica y bíblica pueden ser realmente valiosas para los evangélicos e incluso pueden aportar soluciones a cuestiones difíciles en los estudios bíblicos, evitando al mismo tiempo las respuestas fáciles. Esta respuesta constructiva a la crítica bíblica incluye tomar en serio tanto los aspectos divinos como los humanos de la Biblia y reconocer la diversidad que existe en los textos bíblicos[11].

Sparks pertenece a esa clase de teólogos de frontera, que se internan en tierra inexploradas, y que construyen puentes para unir orillas separadas y opuestas. Según Victor H. Matthews, de la Missouri State University, Sparks «tiende un puente entre la erudición crítica y los puntos de vista tradicionales sobre las Escrituras. En el proceso de examinar los puntos conflictivos creados por la erudición crítica moderna, Sparks defiende el “realismo práctico” como un enfoque que proporciona un terreno intermedio más productivo. Tanto los evangélicos como los no evangélicos se beneficiarán de esta franca discusión sobre la historia y el posible futuro de la erudición bíblica».

Sparks parte del principio de que que «la Biblia parece ser un texto histórico y culturalmente contingente y, por ello, refleja los diversos puntos de vista de diferentes personas que vivieron en diferentes épocas y lugares»[12]. Esta afirmación ha suscitado la preocupación de los guardianes de la ortodoxia, hasta dónde está dispuesto a conceder a la parte humana de la Escritura ideas de la época en perjuicio de la total veracidad del contenido revelado. Los temores parece que se confirmaron en una obra posterior, de corte un poco más popular donde trata del «lado oscuro» de la Palabra Sagrada, pero en la que es imposible encontrar nada realmente reprobable. Al contrario, Sparks realiza un acercamiento conciliador entre los especialistas y no especialistas recordándonos verdades tan obvias como que debemos acercarnos a la Biblia creyendo que «la Escritura es buena, no sólo porque ofrece lo que es bueno, sino también porque proporciona el remedio para lo que no es tan bueno». Para él, esto significa que deberíamos practicar «una hermenéutica de respeto más que de sospecha»[13]. La caída de la humanidad nos asegura que «los seres humanos son bellos, pero también están rotos de un modo que no nos permite separar totalmente lo que es bello de lo que no lo es», lo que significa que «la Biblia se inscribe realmente en el orden caído que tratamos de comprender»[14].

C. John Collins, inerrantista él mismo, no ve nada demasiado grave en esta obra, aunque no considera que sea la más recomendable[15], pero para Albert Mohler representa un peligro viejo con ropaje nuevo: «Estamos entrando en una nueva fase en la batalla sobre la veracidad y autoridad de la Biblia».[16] Kenton Sparks y los nuevos revisionistas evangélicos «exponen ahora algunos de los mismos argumentos que los anteriores opositores a la inerrancia intentaban negar. En este sentido, ofrecen una gran claridad al debate actual. Su lógica es clara. Argumentan que los autores humanos de la Biblia no estaban protegidos del error, y sus errores no son intrascendentes. Estamos hablando nada menos que de si la Biblia nos revela verazmente la naturaleza, el carácter, los actos y los propósitos de Dios»[17].

Mohler no es nada dialéctico. Él prefiere las afirmaciones categóricas, muy propias del protestantismo tradicional y su vocal disyuntiva: Biblia o tradición; fe o razón; piedad o erudición… Entrar en demasiadas especificaciones y matices es peligroso, al parecer, el diablo está en los detalles.

«La afirmación de la inerrancia bíblica es nada más y nada menos que la afirmación de la veracidad y confiabilidad total de la Biblia. La afirmación de la inerrancia de la Biblia, que la Biblia está “libre de toda falsedad o error,” es una protección esencial para la autoridad de la Biblia como la misma Palabra de Dios en forma escrita. La razón para esto debe ser clara: afirmar cualquier cosa que no sea inerrancia es permitir que la Biblia contenga falsedades o errores»[18].

Podemos simpatizar con la preocupación pastoral y eclesial de Mohler, pero nos parece muy peligroso e impropio esa insistencia en la «inerrancia total» sin pararse a considerar con rigor y profundidad el hecho del desfase, si no del «error», entre muchas afirmaciones de los autores bíblicos y los resultados comprobados y comprobables de la ciencia y la historia moderna, comenzando por algo tan simple y al alcance de todos como la antigüedad del ser humano y su larga historia de cazador y recolector, cuando no carroñero y hasta caníbal, frente a esa imagen idílica de un primer ser humano jardinero puesto por Dios al cuidado del huerto del Edén, y de sus hijos, Caín y Abel, que ya dominan el arte de la agricultura y la ganadería[19]. Si para tener fe en la Biblia como Palabra de Dios hay que aceptar incuestionablemente la inerrancia total en asuntos de cosmología, zoología, astronomía e historia, en el sentido de que el texto literal de la Escritura es más verdadero que las afirmaciones científicas, entonces se cae en el peligro que se trata de evitar: la negación de la Biblia como Palabra de Dios. Si realmente hay que tomar la Biblia por el sentido de su letra, entonces la Biblia no es ningún sentido revelación de la verdad de Dios inspiradas a algunos autores del pasado, sino un conjunto de textos humanos, demasiado humanos, atribuidos impropiamente a la inspiración divina.

La teología no puede permitirse esto. El sentido de responsabilidad cristiana exige, demanda, un diálogo no de confrontación, sino de acercamiento mutuo en la expresión y comprensión de la verdad de cada cual. La exigencia y apelación de una inerrancia total no solucionan nada. Como decía uno de los mejores teólogos evangélicos del siglo XX, Bernard Ramm (1916-1992), nada favorable, por cuestiones de lógica factual, a la atribución de errores a la Biblia, «si hay errores o no en la Escritura es esencialmente una cuestión de hecho, no una cuestión teológica. Y, por tanto, esta cuestión va a ser resuelta finalmente por estudios empíricos y fácticos y no por presupuestos teológicos»[20].

No sé si es cierto que el evangelismo no puede sobrevivir sin la afirmación explícita y completa de la inerrancia bíblica[21], pero de lo que no hay duda es que el cristianismo no podrá sobrevivir rechazando las verdades obvias del mundo moderno, excepto como un reducto sectario.



Estatuta de Wallie A. Criswell en Criswell College

Fe, teología y sentido popular

Decía un famoso predicador que él conocía tanto de teología como un conejo de golf, pero sabía que él estaba en el camino al cielo. Esta y otras salidas semejantes de corte popular y evidentemente demagógicas, no pueden hacernos olvidar el hecho que la teología es tan necesaria a la fe como el esqueleto al cuerpo. En la Iglesia, en cuanto cuerpo de Cristo, tan necesarios son pastores y predicadores, como sabios y maestros, «por eso todo escriba docto en el Reino de los cielos, es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas» (Mt 13:52). Si abandonamos la expresión doctrinal de la fe al sentir popular, a la emoción del momento, a la añoranza de viejos tiempos, la iglesia deja de ser lo que es, tanto en el orden de la salvación como en el educativo.

Uno tiene la sensación que la defensa de ciertas doctrinas, como la inerrancia bíblica, es una cuestión más de vísceras y conservadurismo, que de inteligencia y responsabilidad.

Wallie A. Criswell (1909-2002) fue uno de los pastores y líderes del resurgimiento conservador dentro de la Convención Bautista del Sur. Hoy un instituto lleva su nombre y honra su memoria con una estatua al natural en acción de predicación. Criswell influyó considerablemente en la adopción de la inerrancia por parte de los Bautistas del Sur. Una anécdota nos puede revelar su manera de ser y pensar.

Asombrado cuando Neil Armstrong puso el pie en la Luna, contó a su congregación cómo había leído sobre las muestras de polvo que los astronautas habían recogido del satélite recién hollado. «El polvo lunar —dijo—, estaba lleno de titanio altamente reflectante y parecía como pequeñas gotas de cristal. No es de extrañar, pues, que la luna refleje tan claramente la luz del sol, sobre todo porque no tiene ninguna atmósfera que empañe la gloria de su brillo». Para él, esto significaba que «la Biblia está en lo cierto cuando dice que la luna no es más que un gran, inmenso y gigantesco reflector de luz. Eso es lo que dice el Libro. Y sabías —bromeó —que «si el gobierno americano me hubiera preguntado sobre ello antes de enviar el Apolo... ¡podría haber ahorrado al contribuyente americano seis mil millones de dólares!»[22].

Criswell, que como podemos imaginar no era precisamente un teólogo, presidió la reunión anual de la Convención Bautista del Sur en 1969 y 1970. Fue durante su primer mandato que publicó un libro que, según el historiador Timothy George, «cayó como una bomba en el panorama teológico de la época», cuyo título lo dice todo: ¿Por qué predico que la Biblia es literalmente verdadera?, a tono con la mayoría de los predicadores bautistas. En él afirma:

«Gran parte del conocimiento y de la actividad teológica de la hora actual se dedica al intento de desacreditar y destruir la autenticidad y la autoridad de la Palabra de Dios. El resultado de esto es que miles de cristianos nominales están sumidos en un mar de dudas. Muchos de los que son pagados para estar en nuestros púlpitos y defender la verdad de Dios son ahora los mismos que se dedican a sembrar semillas de incredulidad y a destruir la fe de aquellos a quienes ministran»[23].

Criswell consideraba una parte no pequeña del problema que tiende a ver errores en la Biblia, radica en la estupidez. Mejor hubiera sido utilizar el término ignorancia que estupidez, pues es cierto que, en muchos casos, las dificultades y contradicciones que nos plantea una lectura superficial del texto bíblico son aparentes[24]; en otros casos, no se trata de lo uno ni de lo otro, sino de dificultades reales que hay que encarar con rigor y honestidad, más allá de la retórica populista, sobre todo aquellas que reflejan una visión antigua del mundo en abierta contradicción con el mundo moderno.

La inerrancia como concepto problemático: hacia un intento de solución

Teólogos como Clark H. Pinnock han hecho notar que la inerrancia es un concepto más fácil de afirmar que de definir, y de defender. En un sentido amplio, se ha dicho que la inerrancia es como «una metáfora de la determinación de confiar plenamente en la Palabra de Dios»[25]. Indica el compromiso de confiar en la Biblia y de tomarla en serio, lo cual es común a la generalidad de todos los cristianos, de todas las iglesias, y que se expresa con conceptos más cercanos y positivos: veracidad y confiabilidad. Veracidad es un concepto ecuménico y misionero cara a los creyentes y a los no creyentes.

Aunque el concepto de inerrancia se acuñó no hace tanto, su origen se remonta al siglo XVII; en nuestros días se utiliza como un grito de batalla frente a aquellos cristianos que, al parecer, ponen en peligro la autoridad de la Biblia como palabra inspirada de Dios, hasta el punto de haberse convertido en una contraseña para distinguir a los que están dentro de los que están fuera; para diferencias a los buenos evangélicos de los malos evangélicos[26].

«Considerar la inerrancia como base para juzgar la ortodoxia evangélica es invertir las prioridades bíblicas. Es confundir el compromiso primario evangélico con la Sola Scripture con un compromiso secundario, una teoría particular resultante de la inspiración. La “inspiración” es el principio bíblico que fundamenta la autoridad de las Escrituras; la “inerrancia” es una inferencia de la inspiración bíblica que muchos evangélicos, pero no todos, han apoyado tradicionalmente. Hacer de la “inerrancia” el eje del evangelicalismo es invertir el orden de prioridad de la autoridad, la inspiración y la inerrancia»[27].



Dan G. Kent

Dan G. Kent (1935-2008), que fue profesor del Antiguo Testamento en el Southwestern Baptist Theological Seminary, nos describe sus experiencias con este tema:

«Cuando estudiaba en el seminario, en el período jurásico de los años 1950, la pregunta era: “¿Es la Biblia inspirada?” Cuando fui profesor de posgrado, un estudiante me preguntó: «¿Cree usted que la Biblia es inspirada?». Eso era lo que contaba en aquella época. Esa categoría era suficiente. Esa era la cuestión, la pregunta. Bastaba con ella»[28].

Pero con el tiempo resultó no ser suficiente. Algunos consideraron que era necesarias categorías más precisas, más estrictas, había que cerrar el círculo para impedir la entrada de enseñanzas erróneas. La nueva consigna pasó a ser la «inspiración verbal», que viene a decir que no solo las frases o proposiciones, sino las mismas palabras son inspiradas. Pero eso tampoco fue suficiente. Todavía quedaban cabos sueltos que podían ser aprovechados por los infieles. Así que se añadió un nuevo término: inspiración verbal y plenaria. Y a este, otro más: infalible, hasta llegar a inerrante. Así que la nueva consigna se convirtió en Biblia-inspirada-verbalmente-inflible-inerrante. Aun con todo resultó insuficiente, y hubo que añadir a la lista dos términos más: total, absoluta: Biblia-inspirada-verbalmente-inflible-inerrante-total-absoluta. Si no es así, parece que está en juego el mismo cristianismo, lo cual sí que raya en herejía.

Aquí hay varias cuestiones que aclarar. Por un lado, están los que afirman sin demasiada reflexión que la Biblia contiene errores, pues los hagiógrafos expresan opiniones que hoy sabemos que son incorrectas. A esto hay que decir que las afirmaciones bíblicas relativas a la astronomía, la geografía, la zoología, la historia, no entran tanto en las categorías de verdadero y falso como en las de moderno y anticuado. El hecho de que un concepto o un término refleje la mentalidad antigua, pre-científica, no dice que sea un error en sentido factual. Todo conocimiento humano es histórico, y está limitado por las coordenadas del tiempo, de la cultura de la época, del legado del pasado y de las aspiraciones del futuro. Aquí no cabe hablar de conceptos errados, sino anticuados, o si se quiere, errados comparativamente. De modo que conceptos como verdad y error son inadecuados para expresar una realidad tan compleja como el saber humano, incluido el conocimiento científico pasado y presente. Por tanto, como decía el erudito bíblico italiano J. Albert Soggin (1926-2010):

«No se trata de acusar “de falsedad” a una afirmación científica hecha hace dos o tres mil años, sino de aceptar el hecho evidente de su antigüedad. La inadecuación de estas formulaciones no prejuzga nunca la validez de la Biblia, del mismo modo que las afirmaciones científicas de hoy, que mañana parecerán igualmente inadecuadas, no deben condicionar la verdad de nuestra fe»[29].

Por el lado opuesto, aquellos que ante cualquier intento de entender y explicar el elemento humano de la Biblia en su contingencia histórica como parte de la acomodación de Dios a la cultura y la comprensión a las gentes a las que originalmente se fue revelando a lo largo de los siglos, acusan a sus expositores de introducir errores en la Biblia, de menoscabar la autoridad bíblica, cuando en realidad están poniendo en cuestión tradiciones humanas sobre lo que es y debería ser la Biblia. El debate es complejo, lo sé, pero no se puede dilucidar con espíritu sordo de condena, como si se agraviara a Dios, cuando sencillamente se censura a aquellos que se alzan como únicos representantes de la verdad de Dios. La misma Biblia es una colección de libros de distintas épocas y autores donde el elemento humano aparece en toda radicalidad y contingencia, donde un autor confronta a otros y abre la enseñanza tradicional a nuevas perspectivas.

Recordemos, a nivel de ilustración, la respuesta de Jesús a los fariseos sobre el tema del divorcio: «Por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió divorciaros de vuestras mujeres, pero no fue así desde el principio» (Mt 19:8).

Y pensemos en el paso del estadio de la responsabilidad colectiva a la responsabilidad individual cuyo contraste y polémica aparece bien subrayado en el texto bíblico. Todos conocemos la historia estremecedora de Acán que tomó del anatema o despojos de los ejércitos cananeos derrotados. Ante la desgracia subsiguiente que se abatió sobre el pueblo de Dios, Acán confesó que él era el culpable de haberse apropiado de «un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé» (Jos 7:23). Según el sentido moderno de la justicia y de la responsabilidad individual lo normal hubiera sido castigar al culpable, pero no fue así. Josué, y todo Israel con él, tomaron al culpable Acán, pero también a sus inocentes hijos e hijas, e incluso a aquellos a los que no se podía acusar de complicidad: bueyes, asnos, ovejas, tienda y todo cuanto tenía. «Y todos los israelitas los apedrearon, y los quemaron después de apedrearlos. Hombres, mujeres, niños y animales fueron inmolados» (Jos 7:25-26). Hoy nos resulta algo bárbaro, pero hay que ponernos en situación. Los semitas, oriundos de organizaciones tribales, tenían muy metido dentro de sí el principio de la solidaridad e interdependencia dentro de la tribu. El individuo no era nada sino parte de la familia, del clan, de la tribu, y lo que afectaba a uno afectaba al otro, en lo bueno y en lo malo. Durante siglos los hebreos admitieron que las buenas o malas obras de los individuos debían ser participadas por la colectividad. Todos eran solidarios en el bien y en el mal de los individuos. Pero ocurre que, a partir de la catástrofe del exilio, los profetas comenzaron a reflexionar sobre el tema de otra manera, el primero de todos, que sepamos, Ezequiel, quien se pregunta: ¿Hasta dónde es cierto la vieja creencia de que «los padres comieron las agraces, y los hijos sufren la dentera»? El profeta da un paso adelante moral, e inspirado responde: Dios es justo y dará a cada uno lo que merece. Esto le ha valido de parte de los estudiosos el título de «campeón del individualismo en el Antiguo Testamento».

«Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo, dice Jehová el Señor, que nunca más tendréis por qué usar este refrán en Israel. He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá» (Ez 18:1-4).

El pueblo de Israel se preguntaba angustiado en uno de los peores momentos de su historia: ¿Por qué Dios ha permitido la muerte trágica del piadoso rey Josías en la batalla de Megiddo contra el faraón egipcio? ¿Por qué se han acumulado sobre nosotros tantas desgracias en tan poco tiempo? ¿Es que somos peores que nuestros antepasados? El principio de solidaridad en lo malo les angustiaba. La doctrina tradicional no era justa. Movidos por el espíritu divino, Ezequiel da respuesta al problema y dice que cada uno sufrirá por sus propias iniquidades, porque todos, padres e hijos, son de Jehová; por consiguiente, todos en principio están en un mismo nivel de responsabilidad ante Dios, y cada cual es responsable, por sí mismo, de sus actos. Es falsa la creencia de que el hijo pertenece al padre, y, por tanto, que aquel debe ser solidario de las obras de este. En realidad, las almas o personas pertenecen solo a Dios, quien las trata conforme a sus obras: el alma que pecare, ésa morirá, ese es el principio. Nadie inocente pagará por las culpas del infractor debido a lazos de sangre, solo el transgresor culpable será merecedor de castigo, sin implicar a inocentes por el hecho de ser familiares. Esta misma doctrina, expuesta tan claramente por Ezequiel, es repetida por Jeremías e Isaías. Todo esto tiene implicaciones tremendas para nuestro entendimiento de la enseñanza de la Biblia en su condición de manifestación de un proceso histórico que se abriendo a nuevas verdades frente a las verdades antiguas. Lo dejamos esto para un próximo artículo.

De momento, baste saber que la Biblia es verdadera en todo lo que afirma, con el grado de precisión que pretendía el autor bíblico, teniendo en cuenta que los autores tenían propósitos diferentes: Reyes y Crónicas, por ejemplo[30].

Y, por encima de todo, como otras tradiciones eclesiales han llegado a la conclusión en estos últimos años, la Biblia es verídica en todo lo que tiene que ver con su mensaje de salvación, ir más allá es crear conflictos innecesarios y contraproducentes.

El estudio fenomenológico de la Biblia nos demuestra que la inspiración divina no elevó a los escritores a un nivel moral y sapiencial superior al de sus contemporáneos, ni les dio conocimientos científicos que no estaban al alcance de la época. Los hagiógrafos expresan el entendimiento común de su momento histórico respecto a la creación del mundo y su evolución sin engaño ni mentira, pero no es eso lo que quieren comunicar, el marco del conocimiento histórico-científico de su día no es el objeto de su fe o de su doctrina, excepto en lo que se refiere a la unicidad de Dios respecto al politeísmo mitológico. Ellos hablan de Dios, y de parte de él, desde su situación espacio-temporal, desde la que contemplan la acción de Dios en medio de los tiempos iluminados por su fe[31]. Su fin es religioso, no informativo ni estrictamente histórico, por decirlo con un texto evangélico:

«Estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre» (Jn 20:13).

Desde esta perspectiva se puede decir que Biblia es totalmente veraz y confiable en todos aquellos asuntos para los que fue dada.



Notas
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[1] En nuestro idioma tenemos su obra La experiencia cristiana de la salvación. Casa Bautista de Publicaciones, El Paso 1988.
[2] Greg Garrison, Hull, Is the Bible infallible? The Southern Baptist theologian who Said no, and Why, https://www.al.com/living/2013/12/is_the_bible_infallible_the_so.html
[3] Id.
[4] Hobbs, “Introducción”, p. 7, en James T. Draper, Authority: The Critical Issue for Southerns Baptists. Fleming H. Revell Co., Old Tappan 1984. Con todo hay que decir, que los bautistas han cambiado su teología desde la fundación de la Convención Bautista del Sur en 1845. Nunca ha habido un conjunto monolítico de doctrinas, sino, ante todo, los bautistas han buscado siempre ser fieles a la enseñanza de la Biblia y, en el proceso, qué duda cabe, han sido influidos por el pensamiento moderno, que se observa en la diversidad de algunos temas sobre la gracia o la escatología.
[5] Cf. Joe Edward Barnhart, The Southern Baptist Holy War (Texas Monthly Press, Austin 1986); Paul Basden, ed. Has Our Theology Changed? Southern Baptist Thought Since 1845 (Broadman & Holman, Nashville 1994); John G. Baugh, The Battle For Baptist Integrity (Battle for Baptist Integrity, Austin 1995); L. Russ Bush y Tom J. Nettles, Baptists and the Bible (Moody, Chicago 1980); James C. Hefley, The Truth in Crisis: The Controversy in the Southern Baptist Convention (Criterion Publications, Dallas 1986); Gordon James, Inerrancy and the Southern Baptist Convention (Southern Heritage Press, Dallas 1986); Rob James y Gary Leazer, The Takeover in the Southern Baptist Convention (Baptists Today, Decatur 1994); David T. Morgan, The New Crusades, The New Holy Land: Conflict in the Southern Baptist Convention, 1968–1991 (University of Alabama Press, Tuscaloosa 1996); Paige Patterson, The Proceedings of the Conference on Biblical Inerrancy 1987 (Broadman Press, Nashville 1987); James B. Robison, ed., The Unfettered Word: Confronting the Authority–Inerrancy Question (Smyth & Helwys Publishing, Macon 1994).
[6] William E. Hull, Conservatism and Liberalism in the Christian Faith: Toward a Moderate Approach (Barnes & Noble, 2015. Véase también William E. Hull, Beyond the Barriers: Overcoming Hostility in the Church (Mercer University Press, 2012I.
[7] Albert Mohler, Should Christians Just Admit That The Bible 'Got It Wrong' And Move On? https://albertmohler.com/2019/04/30/should-christians-just-admit-that-the-bible-got-it-wrong-and-move-on
[8] James T. Draper, Authority: The Critical Issue for Southerns Baptists, p. 85. Fleming H. Revell Co., Old Tappan 1984.
[9] Mohler, Should Christians Just Admit...
[10] A. Ropero, El caso de Peter Enns. El conflicto de la inerrancia bíblica, https://www.lupaprotestante.com/el-caso-de-peter-enns-el-conflicto-de-la-inerrancia-biblica-alfonso-ropero/
[11] Kenton L. Sparks, God's Word in Human Words: An Evangelical Appropriation of Critical Biblical Scholarship. Baker, Grand Rapids 2008., donde defiende que «la Biblia parece ser un texto histórica y culturalmente contingente y, por ello, refleja los diversos puntos de vista de diferentes personas que vivieron en diferentes épocas y lugares».
[12] Sparks, God's Word in Human Words, p. 36.
[13] Sparks, Sacred Word, Broken Word: Biblical Authority and the Dark Side of Scripture, p. 11. Eerdmans, Grand Rapids 2012.
[14] Sparks, Sacred Word, Broken Word, pp. 20, 22.
[15] C. John Collins, Review: Sacred Word, Broken Word. https://www.thegospelcoalition.org/themelios/review/sacred-word-broken-word-biblical-authority-and-the-dark-side-of-scripture/
[16] Mohler, The Inerrancy of Scripture: The Fifty Years' War… and Counting,
https://albertmohler.com/2010/08/16/the-inerrancy-of-scripture-the-fifty-years-war-and-counting
[17] Mohler, The Inerrancy of Scripture: The Fifty Years' War… and Counting,
https://albertmohler.com/2010/08/16/the-inerrancy-of-scripture-the-fifty-years-war-and-counting
[18] Mohler, El diablo está en los detalles. La inerrancia bíblica & la controversia de Licona, https://teologiaenllamas.com/2020/05/18/el-diablo-esta-en-los-detalles-la-inerrancia-biblica-y-la-controversia-de-licona-al-mohler/
[19] A. Ropero, El Adán histórico y la inerrancia de la Biblia,
https://www.lupaprotestante.com/el-adan-historico-y-la-inerrancia-biblica-alfonso-ropero/
[20] B. Ramm, The Relation of Science, Factual Statements and the Doctrine of Biblical Inerrancy, https://www.asa3.org/ASA/PSCF/1969/JASA12-69Ramm.html
[21] A. Mohler, Five Views onf Biblical Inerrancy. Zondervan, Grand Rapids 2013.
[22] Citado por Ben Hawkins, ‘A bombshell on the theological landscape’ – W.A. Criswell defends inerrancy amid renewed controversies over the book of Genesis, https://mbcpathway.com/2019/05/09/a-bombshell-on-the-theological-landscape-w-a-criswell-defends-inerrancy-amid-renewed-controversies-over-the-book-of-genesis/
[23] W.A. Criswell, Why I Preach that the Bible is Literally True. Broadman Press / Old Time Gospel Hour 1969; reeditado por Timothy George y Denise George, B. & H. Pub. Group, 1995.
[24] Cf. A. Ropero, La Biblia y sus dificultades. ¿Podemos confiar en la veracidad de las Escrituras? https://www.pensamientoprotestante.com/2022/07/la-biblia-y-sus-dificultades-podemos.html
[25] Clark H. Pinnock, The Scripture Principle, p. 225. Harper & Row, San Francisco 1985.
[26] Cf. A. Ropero, La inerrancia como Shibolet en la batalla por la Biblia, https://www.lupaprotestante.com/la-inerrancia-como-shibolet-en-la-batalla-por-la-biblia-alfonso-ropero/
[27] Robert K. Johnston, Evangelicals at an Impasse: Biblical Authority in Practice, p. 5. Wipf and Stock Publishers, 2020.
[28] Dan G. Kent, Can you Believe in Inerrancy and Equality? https://www.cbeinternational.org/resource/article/priscilla-papers-academic-journal/can-you-believe-inerrancy-and-equality
[29] J. Albert Soggin, Introduction to the Old Testament: From Its Origins to the Closing of the Alexandrian Canon, pp. 42-43. Westminster Press, Philadelphia 1967.
[30] Cf. Roger Nicole y J. Ramsey Michaels, Inerrancy and Common Sense (Baker, Grand Rapids 1960); D. A. Carson y John Woodbridge, Scripture and Truth (Zondervan, Grand Rapids 1983).
[31] “Creo que es posible hacer una distinción entre las formas estructurales y culturales a través de las cuales llega la revelación, y la revelación misma. La revelación no dignifica la estructura en la categoría de lo revelador […] El punto que quiero resaltar es este: cuando hacemos una distinción entre la modalidad en la que viene la revelación y la enseñanza de la revelación misma, no hay contradicción entre las imágenes o modelos científicos modernos y la revelación bíblica». B. Ramm, The Relation of Science, Factual Statements and the Doctrine of Biblical Inerrancy, https://www.asa3.org/ASA/PSCF/1969/JASA12-69Ramm.html



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Alfonso Ropero, historiador y teólogo, es doctor en Filosofía (Sant Alcuin University College, Oxford Term, Inglaterra) y máster en Teología por el CEIBI. Es autor de, entre otros libros, Filosofía y cristianismo, Introducción a la filosofía, Historia general del cristianismo (con John Fletcher); Mártires y perseguidores y La vida del cristiano centrada en Cristo.
















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