1. Introducción
El planteamiento que trato aquí no es muy profundo, solo se interesa en la
solicitud de si es permisible o no emplear términos propios de la femineidad en
nuestro pensamiento pneumatológico. Tal ocupación para algunos contextos
cristianos supone más que un desafío, pues lo consideran de antemano una falta
de respeto. En muchos foros religiosos de las redes sociales responder
afirmativamente al enunciado que propongo es una actitud trasgresora, herética
y que conduce a la apostasía. Este apunte no merecería atención por mi parte si
no fuese porque es una idea generalizada que goza de mejor difusión que las
precisiones académicas. Si llegados a este punto, vemos que organismos
importantes anatemizan la reflexión teológica sobre el género –como acaba de
hacer la Convención Bautista del Sur de EEUU con un manifiesto al respecto- mi
aporte, por elemental que sea, resulta bastante oportuno.1
La teología en última instancia concierne a la Iglesia y es, por las
connotaciones negativas que los antropomorfismos femeninos despiertan en su
seno, que considero necesario que se asuma también una respuesta
pneumatológica. Tampoco existe un extenso abanico bibliográfico en castellano
que atienda a este aspecto sobre el lenguaje femenino del Espíritu y algunas de
las obras que tocan esta temática son poco accesibles.
2. El Espíritu Santo como Madre
La imagen del Espíritu Santo como Madre fue muy corriente en el cristianismo
primitivo de Siria aunque desapareció por el influjo de la cosmovisión
patriarcal del Imperio romano.2 Se
razonaba por entonces en estas comunidades sirias que, al ser los
creyentes nacidos de nuevo por medio del Espíritu, este
debería considerarse la Madre de los hijos de Dios.3 Moltmann
menciona algunas referencias de textos apócrifos que antropomorfizan al
Espíritu como una madre y señala que en las homilías de Macario4 se
hablaba del Espíritu unificando, por un lado, la idea de Paráclito (Consolador)
de Jn 14,26 junto, por otro, el texto del Tritoisaías que dice: “como un
niño consolado por su madre, así pienso yo consolaros” (Is
66,13 BTI). Quedaba de esta manera fijado el perfil del Espíritu como madre
consoladora, resultando un antropomorfismo femenino bastante aceptable.5
Una idea similar parece haber desencadenado muchos siglos después en una
proyección algo más controvertida de la mano de Zinzendorf.6 En
1741 consideró positivamente las ideas de August Hermann Francke sobre el
“ministerio materno del Espíritu Santo”.7 Al
fundar en Bethlehem (Pensilvania) una comunidad de los Hermanos, acabaron
tomando esta afirmación maternal del Espíritu como doctrina.
Lo curioso aquí es que la Trinidad era representada según la imagen de
una familia: Padre, Madre e Hijo (lo que da lugar a relaciones
intratrinitarias a pulimentar); con todo, no es una idea nueva pues ya se había
desarrollado en el cristianismo gnóstico.8 El
problema de este esquema trinitario son los roles familiares conforme
a lo que la óptica patriarcal puede suscitar.9 Pero
si esta ilustración del estatus del Espíritu en el esquema trinitario se aparta
de ideas subordicionalistas se refuerza la nueva dirección que toma actualmente
la controversia filoque (con un Hijo comisionado por el Padre
y el Espíritu). No obstante no podemos perder de vista que un mal uso de estos
términos puede transformar la doctrina trinitaria en un panteón triteísta de
dioses y diosas como ya ha ocurrido y a lo que vengo a referirme a
continuación.
El apologeta conservador Hank Hanegraaff fue invitado al llamado Tercer
Congreso Internacional de la Palabra de Fe en una iglesia
neopentecostal de México (Redimidos Hermosillo) a debatir con un grupo
de creyentes. Estos absolutizaban (entendían literalmente) los antropomorfismos
de género de la Biblia y posicionaban al Espíritu como mujer y madre, mientras
que para ellos, Dios-Padre era en efecto un Dios varón
espiritual, transformando a las personas trinitarias en ídolos sexuados.
Así, la Divinidad Trascendente quedaba reducida al plano de criaturas. Tal
pensamiento se asemeja a la idea del mormonismo en la que, según esta secta,
Jesús y “su hermano” Satanás fueron hijos de un padre-dios y
de una madre-dios. Conviene por tanto adoptar sensibilidad pastoral
al emplear metáforas de género para referirnos a la Divinidad en cualquiera de
sus hypóstasis.
Pese a ello, desde la óptica de lo que llamamos Trinidad económica (desde
la implicación trinitaria en la historia de la salvación del ser humano) la
metáfora materna para referirnos al Espíritu -conforme a los Padres de la
Iglesia siria y a Zinzendorf- es, según Moltmann, bastante válida y acentúa su
acompañamiento en los creyentes.10
La utilización de metáforas masculinas y femeninas
para estas experiencias del Espíritu divino abren diversos accesos a la vida
humana. La imposición de normas lingüísticas a este respecto empobrece el
lenguaje teológico.11
Además en relación al texto de Jn 3,5 “…nadie puede entrar en el reino de Dios
si no nace del agua y del Espíritu” (BTI), Moltmann enuncia:
Y, si el nacer ‘del agua’ no se reduce a un puro signo
externo y ocasional del renacimiento interior, entonces el agua bautismal tiene
relación no sólo con el agua que mana, sino también con el líquido amniótico
del que sale el niño recién nacido. El simbolismo de las antiguas fuentes
bautismales pone de manifiesto la maternidad del Espíritu vivificante.12
Según Jutta Burggraf, “Dios no es Madre, pero tiene dimensiones maternales que nos revela, muy particularmente, el Espíritu Santo”,13 por tanto, este nos esclarece los aspectos maternales de Dios; nos cuida, alimenta, protege y educa.14 Quisiera aclarar que tales acciones nos resultan “maternales” según los roles de género que nuestros sistemas –patriarcales- atribuyen a la madre/mujer. Dado que los roles de género son construcciones culturales y sociales proyectadas en los sexos, convendría señalar que los actos mencionados (cuidar, alimentar, proteger y educar) no son características naturales de un sexo concreto.15 No obstante la aprehensión y experimentación del Espíritu en nuestra cultura y por parte de cada creyente nos deja libertad para expresar la experiencia con términos abiertos por lo que, esta percepción maternal no debe resultarnos negativa.16 Es más, si como Esperanza Bautista indica, las propias mujeres experimentan y sienten a Dios de una manera distinta a la de los varones (concretamente desde la posición subordinada que la historia le ha delegado), las experiencias pneumatológicas serán para ellas experiencias de libertad en la que Dios no puede representar el sometimiento androcéntrico que las oprime, por lo que las conceptualizaciones masculinas sobre la Deidad resultan deficientes.17
Tales problemas se solucionan desde la mirada de la teología negativa destravistiendo a la deidad de ropajes de género. Pero hacer uso de símbolos y del lenguaje femenino -mientras no se absoluticen (como se hizo con los antropomorfismos masculinos en el pasado)- resulta totalmente lícito desde la experiencia de Dios y la forma en que “humanamente” podemos hablar de ello.
Con todo, Trinidad León advierte que las teologías feministas no están dispuestas a aceptar la feminización del Espíritu mientras que las otras dos personas trinitarias mantienen una identificación masculina ya que, con ello, se refuerza la idea de Dios como un ser sexuado.18
El Espíritu Santo es realmente la mejor imagen, no de
la feminidad en Dios, sino de la marginación de lo femenino, que
alcanza incluso a nuestra idea de Dios. Por eso, identificar al Espíritu Santo
con lo femenino en Dios es una concesión no aceptable para la teología
feminista que quiere ver en Dios Trinidad el modelo de la entera humanidad, que
es distinción en la igualdad.19
3. El Espíritu como Sabiduría personificada
Las intuiciones veterotestamentarias del Espíritu Santo –digo intuiciones
porque la pneumatología no estaba desarrollada en este período y menos aún
desde la óptica cristiana de la Trinidad- también pueden ayudarnos en esta
empresa sobre la solicitud de términos femeninos para el Espíritu. Tales
intuiciones pneumatológicas están representadas con conceptos que hablan de la
acción de Dios (rûah, dabar, shekina y hôkmah). La rûah –como
dice Trinidad León- esboza una imagen netamente femenina20 y
lo mismo podría decirse –y se ha dicho- sobre la shekina. Pero, la
Sabiduría (hôkmah en hebreo y sophia en griego)
merece una atención especial. Congar expresa:
La literatura sapiencial del judaísmo helenista
contiene una notable reflexión sobre la sabiduría que la sitúa cercana al
Espíritu hasta el punto de dar la impresión de que identifica las dos
realidades, al menos si consideramos sus acciones respectivas.21
Encontramos las principales referencias a la Sabiduría en el texto canónico de Proverbios como en los deuterocanónicos Sirácida (Eclesiástico o Ben Sirá) y Sabiduría.22 En cuanto a Proverbios, el autor “tiene que ceder la palabra a la Mujer-Sabiduría, por la que Dios viene a mostrarse amiga/esposa de los sabios…”.23 Se trata de un concepto que tiene en cuenta el ámbito vivificante de la rûah de Yahvé. Es una fuerza vivificante pero su cometido es guiar y ordenar a la vez. El matiz que le diferencia de la rûah está en que la Sabiduría nos lleva a vivir según el orden de Dios, el cual es concebido desde la creación en la que la vida prospera. La hôkmah puede ser precisada prudentemente como la Sabiduría de Dios que se da a conocer desde la trascendencia, revelando el don de la sana vida en relación de cercanía con el mundo. Como decimos, esta representación viene dada con un marcado énfasis en lo femenino. Pikaza en referencia a ello reconoce que “…la Sabiduría de Dios (signo de su Ley y de su Pueblo, su Palabra creadora y su Presencia) recibe formas de mujer ideal y de ‘esposa’ de Dios, como vemos en Proverbios, Eclesiástico (Ben Sirá) y Sabiduría”.24 Reconociendo el valor en ello, Karen Jo Torjesen enuncia que: “Tenemos una de las más fascinantes expresiones del rostro femenino de Dios en la figura de Sofía, la Sabiduría, cuyas múltiples apariciones podemos seguir desde la teología judía hasta la teología cristiana”.25
4. Conclusión
La distinción “rostro materno de Dios” (o rostro femenino como empleaba Torjesen en el párrafo anterior) popularizada por Leonardo Boff26 aun cuando aparentemente hace un buen reclamo, tiene en mi opinión la problemática de dar a entender que Dios tiene una dimensión femenina como si también tuviese otra masculina. Aunque hombres y mujeres somos imagen y semejanza de Dios -lo que nos ayuda a vislumbrarlo desde esta dualidad- conviene sortear formulaciones fáciles que hacen de la Divinidad un ser dicotómicamente sexuado, a pesar de que nuestro lenguaje teológico y nuestras conceptualizaciones permitan emplear este tipo de lenguaje como una forma válida y capaz de expresar ideas acertadas sobre Dios (como decía Moltmann en uno de los textos citados). Me parece lícito presentar y formular una pneumatología con términos femeninos siempre y cuando tengamos en cuenta que toda metáfora que describa la realidad divina para hacerla comprensible es limitada (y en cierta medida inadecuada), aunque la necesitemos para explicar tales conocimientos sobre Dios.27
__________
Notas:
1. Para ver sobre la
noticia sobre el manifiesto de los Bautistas del Sur Cf. http://www.protestantedigital.com/ES/Internacional/articulo/18445/Bautistas-del-sur-se-posicionan-en-contra-de-la
2. J.Moltmann; El
Espíritu de la vida. Una pneumatología integral (Salamanca: Sígueme,
1998) p. 174.
5. Hablamos del contexto
sirio donde apareció la Nueva Profecía o montanismo donde se daba un valor
especial a la experiencia del Espíritu (y los carismas) y la mujer ocupaba una
posición de importancia en la iglesia.
6. La imaginería
femenina a la hora de hablar del Espíritu tuvo desarrollo durante mucho tiempo
antes de Zinzendorf. Hildegarda de Binegn por ejemplo, escribió sobre visiones
de la Sapientia. Cf. p. ej. M. Isabel Flisfich, Las figuras femeninas
en la Symphonia de Hildegarda de Bingen: Caritas, Sapientia y Ecclesia, (Revista
Chilena de Literatura 62/2003) pp. 127-144.
7. Publicadas en la obra
de A.H. Francke Tratado sobre la naturaleza y la gracia.
8. J. Moltmann; Op.
cit. p. 177.
9. El cristianismo es proclive a las inclinaciones patriarcales y jerárquicas en la familia. Tal concepto llevado a la reflexión trinitaria asume el subordicionalismo. Actualmente el complementarismo (doctrina sobre el rol de hombres y mujeres) de J. Piper está reforzado por su idea de la masculinidad hegemónica en el hogar, en su opinión: “…en nuestros días, pocas cosas se han deteriorado más que la hombría y el liderazgo en relación a las mujeres y a las familias”. J. Piper; Pacto Matrimonial: Perspectiva moral y eterna (Carol Stream: Tyndale Español, 2009) p. 63. Además, este autor americano arremete contra quienes –como un servidor- rechazan la supremacía masculina en el hogar para favorecer un matrimonio igualitario. Ibid. pp. 67-68. En esta misma posición se encuentra otro exitoso autor, John MacArthur quien establece una jerarquía “práctica” en el hogar cristiano. Cf. J. MacArthur; Cómo ser padres cristianos exitosos (Grand Rapids: Portavoz, 2000) pp. 144-145.
10. Ibíd. p. 292.Tenemos además un antiguo artículo de Moltmann sobre el tema de la acompañamiento y la compasión: the Mother ly Father: Is Trinitarian Patripassianism replacing Theological Patriachasmalism?, Concilium 143 (1981). Pp. 51-56.
13. J. Burggraf; ¿Dios es nuestra Madre?, en: El Dios y
Padre de nuestro Señor Jesucristo. XX Simposio Internacional de
Teología de la Universidad de Navarra, ed. por José Luis ILLANES, Javier SESÉ,
Tomás TRIGO, Juan Francisco POZO y José ENÉRIZ, (Pamplona: Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2000) p. 149.
15. Si bien, aunque de una forma biológica la mujer está abocada al cuidado
(como por ejemplo en la lactancia) de ello no se puede encuadrar dogmáticamente
a la mujer en el rol de cuidadora. Del mismo modo tampoco puede desvincularse a
los hombres de este papel.
16. En torno al uso de las palabras para referirnos a Dios cf. A. Serrano; Dimensión
Femenina de Dios Padre, Ponencia presentada en el V Coloquio de
teología “Dios como Padre, Perspectivas para la evangelización”, organizado por
el Instituto de Estudios Teológicos de la Universidad Católica de Temuco, en
octubre de 1999 (Actas Teológicas, 2000) pp. 23-26. 29ss.
17. E. Bautista; Dios, en: M. Navarro (Dir.) 10 mujeres escriben
teología (Estella: Verbo Divino, 1993) p. 124-126.
18. T. León Martín; El Dios relacional. El encuentro y la elusividad de
un Dios comunicativo, en: Isabel Gómez-Acebo (Ed.); Así vemos a Dios,
(Bilbao: Desclée De Brower, 2001) p.208. Cf. p. 210.
21. Y. M.- J. Congar; El Espíritu Santo (Barcelona: Herder, 1991)
p. 37. Las negritas son mías.
22. Aunque estos libros no entraron en el canon hebreo ni en el protestante
(debido al aparente panteísmo) son importantes para entender cómo las
tradiciones sapienciales del AT son asimiladas en el NT. En la Sabiduría de
Salomón, la hôkmah desempeña un rol importante, de hecho
aparece como madre cuya presencia protectora guía el desarrollo de toda la
historia de la salvación. Cf. K.J.Torjesen; Cuando las mujeres eran
sacerdotes (Córdoba: El Almendro, 1996) p. 242.
23. X. Pikaza; Mujeres de la Biblia Judía (Viladecavalls: CLIE,
2013) p. 340.
24. X. Pikaza; Op. cit. p. 339.
25. K. J. Torjesen; Op. cit. p. 241. La autora que más ha
desarrollado esta cuestión es sin lugar a dudas Elisabeth Johnson. Johnson
elabora su teología trinitaria partiendo en primer lugar del Espíritu Santo, y
no del Padre, para pasar luego al Hijo y luego al Padre/Madre. Además, lo hace
desde las coordenadas de Sophia¸ de tal forma que núcleo central del libro
lleva los siguientes títulos: Espíritu/Sophia, Jesús-Sophia y Madre-Sophia.
Prorroga todo esto con un capítulo llamado justamente “Hablar rectamente de
Dios” y otro llamado “Opciones lingüísticas de base: Dios, mujeres,
equivalencia”. Cf. Elisabeth Johnson; La que es. El misterio de Dios en
el discurso feminista (Barcelona: Herder, 2008).
26. Cf. El rostro materno de Dios (Madrid: San Pablo, 1991).
Publicado originalmente en http://www.revista-rypc.org/2015/01/licencia-para-una-pneumatologia-en.html

Muy bueno tío, enhorabuena
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