Resumen
Este trabajo ofrece una revisión crítica del pontificado de Francisco (2013–2025), con especial atención a su legado ecuménico, interreligioso y pastoral. Se analiza su propuesta de una «Iglesia en salida», abierta al diálogo y a las periferias, centrada en la misericordia como clave hermenéutica del Evangelio. Desde una espiritualidad ignaciana y una teología del pueblo, Francisco impulsó una renovación eclesial no dogmática, sino de actitudes, estructuras y estilo. El estudio contrasta también las críticas recibidas desde el protestantismo evangélico, en particular las objeciones de Leonardo De Chirico, relativas al universalismo implícito y a la pérdida de centralidad del kerigma. Se examina asimismo la limitada recepción de su figura en el evangelismo español, contrario al ecumenismo, pero respetuoso de su compromiso social y personal. La investigación concluye que su pontificado ha sido una tentativa audaz y profética de actualizar el Vaticano II, dejando abiertas reformas clave en sinodalidad, participación laical, presencia femenina en la Iglesia, matrimonio de los sacerdotes y la integración plena de divorciados, vueltos o no a casar y del colectivo LGBT. El artículo incorpora además el análisis de las reacciones de las confesiones religiosas más importantes.
Términos–Ideas clave
Iglesia en salida, ecumenismo como camino espiritual y teología del pueblo. Estos conceptos se entrelazan en un mosaico pastoral que reimagina la misión eclesial en un mundo plural, donde lo doctrinal y lo social se funden en una sinfonía cautivadora de unidad y fraternidad. Le acompaña términos como Francisco, diálogo interreligioso, sinodalidad, unidad cristiana, misericordia, crítica evangélica, reforma eclesial.
Introducción biográfica: Jorge Mario Bergoglio, un «párroco universal»
Desde que el pasado 14 de febrero el papa Francisco ingresó por primera vez en el «hospital de los papas», comencé a recopilar información precisa y documental sobre su figura, las líneas maestras de su pensamiento y acción pastoral y sus aportaciones concretas al ecumenismo y al diálogo interreligioso. También consideré su proceder en asuntos tan delicados como los abusos sexuales y la corrupción económica dentro de la Iglesia católica, su relación con la oposición de sectores católicos radicales —en su mayoría jerarcas— y el fundamentalismo y sectarismo interno. Todo ello pensando en la preparación del presente trabajo que, ahora ya desgraciadamente fallecido, presento acompañado de un balance crítico y académico de su legado.
Nacido en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936 y fallecido el 21 de abril de 2025, Jorge Mario Bergoglio fue elegido papa el 13 de marzo de 2013, convirtiéndose en el primer pontífice hispanoamericano, el primer jesuita en ocupar la sede de Pedro y el primero en adoptar el nombre de Francisco, en evocación explícita del santo pobre y pacifista de Asís, figura destacada de la pobreza radical, la paz reconciliadora y la fraternidad universal. Hijo de inmigrantes italianos de clase trabajadora, su trayectoria como sacerdote jesuita se forjó en el cruce entre la espiritualidad ignaciana, la sensibilidad pastoral y un compromiso creciente con las periferias sociales desde la base de la religiosidad popular.
Durante la última dictadura militar argentina (1976–1983), su figura fue objeto de controversia debido a su rol como provincial de los jesuitas en el país entre 1973 y 1979. Las críticas se concentraron especialmente en su relación con el secuestro de los sacerdotes jesuitas Francisco Jalics y Orlando Yorio, comprometidos con experiencias de inserción en barrios populares. Aunque no existen pruebas concluyentes de colaboración con el régimen, y posteriormente Jalics exoneró a Bergoglio de toda responsabilidad directa, el episodio fue ampliamente discutido en el ámbito mediático e incluso académico. El mismo Francisco, ya como papa, abordó estos hechos públicamente, afirmando que actuó en secreto para proteger a los amenazados y facilitar su liberación por medio de gestiones personales no siempre comprendidas en aquel contexto opaco y peligroso de la dictadura[1]. Para varios estudiosos, esta etapa marcó su estilo prudente y silencioso ante los conflictos, así como su opción por la acción concreta antes que el enfrentamiento ideológico directo[2].
En el plano teológico y pastoral, el pensamiento de Bergoglio se enraíza en la denominada «teología del pueblo», una corriente argentina que representa una derivación singular de la teología de la liberación, sin el análisis marxista de la realidad, menos centrada por tanto en el análisis estructural del conflicto social y más orientada a una lectura del «pueblo fiel» como sujeto histórico y portador de una sabiduría espiritual concreta (religiosidad popular). Esta teología fue desarrollada por autores argentinos como Lucio Gera, Rafael Tello, Juan Carlos Scannone y Gerardo Farrell, y se caracteriza por una mirada positiva hacia la religiosidad popular, considerada como lugar teológico y manifestación del «sensus fidei»[3]. Frente a la lógica de la lucha de clases, la teología del pueblo habla de «cultura del encuentro», «mística del pueblo» y de una «eclesialidad de base», caracterizada por la inclusividad, no clerical, donde el pueblo no es objeto de pastoral, sino sujeto activo de evangelización, aunque aparece, al menos desdibujado, el kerigma con su invitación a la conversión personal y su opción por Jesucristo como Señor de la vida del creyente.
El propio Bergoglio valoró esta
orientación popular desde su experiencia concreta en las villas miseria de
Buenos Aires, en diálogo con «curas villeros», (en algunos aspectos
similares a los «curas obreros» del pasado siglo XX), movimientos de base y experiencias pastorales populares. Esta teología, según Scannone, «procede
desde la praxis concreta del pueblo creyente y se orienta a una transformación
social en clave evangélica, desde abajo y con el pueblo»⁴. La opción por
los pobres, lejos de toda estrategia ideológica, es comprendida como fidelidad
a Jesús pobre y a la Iglesia encarnada en el sufrimiento de los sencillos,
empobrecidos y marginados. En esa línea, Francisco asumió como obispo una práctica
de cercanía, escucha y descentralización, que proyectó luego a la Iglesia
universal, consolidando una eclesiología de pueblo, sinodal y en salida,
todavía a la espera de frutos específicos que transformen la Iglesia católica.
Desde el inicio de su pontificado, Francisco imprimió un tono renovador a la acción de la Iglesia, alentando una «Iglesia en salida», más misionera, misericordiosa y profética. Su primer documento programático, Evangelii gaudium (2013), sentó las bases de una reforma pastoral de ambicioso alcance, en la que el diálogo ecuménico e interreligioso no fueron elementos accesorios, sino núcleos fundamentales de su concepción de la catolicidad como apertura al otro, superación de la autorreferencialidad y búsqueda activa de la comunión (koinonía).
1. El Ecumenismo como camino de conversión y comunión
Para Francisco, el ecumenismo es un camino espiritual más que diplomático, un proceso de conversión permanente al Evangelio y una forma concreta de vivir la catolicidad (ser ecuménico). Así lo expresó con fuerza en Evangelii gaudium: «El compromiso con la unidad prevalece como un camino inevitable de evangelización» (n. 244). Este principio fue reafirmado en múltiples gestos y encuentros, desde la oración ecuménica con los líderes cristianos en Lund (Suecia, 2016), con motivo de los 500 años de la Reforma, hasta su visita al Consejo Mundial de Iglesias en Ginebra (2018), donde afirmó con audacia y compromiso: «La unidad no es uniformidad ni absorción, sino sinfonía reconciliada.»
Su comprensión del ecumenismo como espiritualidad compartida se expresó en frases como: «El ecumenismo se hace caminando, no en escritorios»[4]. Destacó siempre el «ecumenismo de la sangre», subrayando que los mártires cristianos del siglo XXI —católicos, ortodoxos, protestantes— (por ejemplo, D. Bonhoeffer), ya están unidos en el testimonio: «La sangre de los mártires es semilla de unidad»[5].
Su apertura hacia el cristianismo oriental, con el patriarca Bartolomé I, fue una constante, marcada por múltiples encuentros fraternos. También se destacó el histórico encuentro con el patriarca Kiril en La Habana (2016), el primero entre un papa y un patriarca de Moscú desde el «Gran Cisma», aunque posteriormente enfriado por las tensiones eclesiales tras la guerra en Ucrania.
2. El diálogo interreligioso como fraternidad universal
Francisco llevó el diálogo
interreligioso a una nueva etapa teológica y política. Inspirado en Nostra
aetate (1965), pero yendo más allá, consolidó una visión del diálogo como
fraternidad entre los pueblos y las religiones, donde la identidad no es
amenaza, sino punto de partida para la comunión. La Declaración sobre la
Fraternidad
Humana, firmada en Abu Dabi con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb (2019),
representa un hito sin precedentes en la historia del diálogo islamo-cristiano.
Allí se afirma que «las religiones nunca deben incitar a la guerra,
sentimientos de odio, hostilidad y extremismo.»
Esta visión se consolidó en Fratelli tutti (2020), donde se afirma: «La Iglesia aprecia la acción de Dios en otras religiones y no descarta que el Espíritu pueda actuar en ellas»[6]. En línea con su visión pastoral, el papa insiste en que el diálogo interreligioso no es sólo una exigencia de la paz, sino una expresión de la fe cristiana vivida como apertura a la alteridad. En Marruecos (2019) declaró: «El auténtico creyente no puede menos que mostrar que Dios es amor, y que ese amor se traduce en respeto y cercanía al otro.»[7]
Francisco potenció encuentros con líderes judíos, hindúes, musulmanes y budistas, promoviendo la cultura del encuentro y el rechazo del odio religioso. En sus viajes apostólicos —particularmente Irak, Emiratos Árabes Unidos, Marruecos y Bahréin— se propuso como mediador de reconciliación. En Bagdad, expresó: «La religión debe servir a la causa de la paz y no justificar la violencia»[8].
3. Integrismo y sectarismo intraeclesial
Uno de los frentes más decisivos del pontificado de Francisco ha sido su combate sostenido contra formas internas de integrismo (fundamentalismo), sectarismo y rigidez (radicalidad) espiritual dentro de la Iglesia católica. No se trata aquí de una oposición retórica, sino de una acción pastoral, estructural y doctrinal, orientada a superar toda tentación autorreferencial, elitista o ideológica que contradiga el espíritu del Evangelio y el horizonte renovador del concilio Vaticano II.
3.1. Restricción del uso litúrgico del Rito Tridentino
Uno de los gestos más firmes fue la promulgación del Motu proprio Traditionis custodes (16 de julio de 2021), que revocó en gran medida la liberalización del rito tridentino establecida por Benedicto XVI en Summorum pontificum (2007). Francisco dispuso que el uso del Misal de 1962 ya no se considerara expresión de la «lex orandi» de la Iglesia, reservando al obispo diocesano la facultad exclusiva de autorizar su celebración bajo condiciones muy restringidas[9].
En la carta que acompaña el documento, el romano pontífice escribió: «Me entristece el uso instrumental del Misal Romano de 1962, que se caracteriza por un rechazo creciente del Concilio Vaticano II, con la pretensión de la verdadera Iglesia»[10]. Esta medida tuvo un claro objetivo: reforzar la unidad eclesial en torno a la liturgia reformada, evitando que ciertos grupos radicales promovieran una teología paralela, preconciliar, que desconoce la evolución eclesiológica del Vaticano II.
3.2. Reformas ante estructuras eclesiales cerradas y elitistas
Francisco también ha
intervenido estructuras consideradas durante décadas cerradas, piramidales o
vinculadas a prácticas sectarias, como los Legionarios de Cristo, el
Sodalicio de Vida Cristiana y el Opus Dei. En el caso de los Legionarios,
impulsó desde el inicio de su pontificado la aplicación de las reformas iniciadas por
Benedicto XVI tras las denuncias contra su fundador, Marcial Maciel, que contó
incomprensiblemente con el reconocimiento y apoyo del anterior papa Juan Pablo
II. Exigió también la revisión de sus constituciones, el reconocimiento del
daño causado, la reparación de las víctimas y un nuevo estilo de formación y
gobierno[11].
Con respecto al Sodalicio de Vida Cristiana, implicado en graves abusos sexuales, psicológicos y espirituales en el Perú y Chile, Francisco intervino la organización, restringió su expansión y retiró su respaldo canónico, dejando clara su voluntad de erradicar cualquier forma de autoritarismo sectario espiritual incompatible con el Evangelio[12].
En cuanto al Opus Dei, tradicionalmente autónomo como prelatura personal y denunciado en distintos países como «secta destructiva», el papa promulgó el Motu proprio Ad charisma tuendum (14 de julio de 2022), con el que redujo su rango institucional, estableció que respondiera al Dicasterio para el Clero (en lugar del de Obispos) y eliminó la posibilidad de que su prelado fuera elevado a obispo. De este modo, subrayó que ningún carisma eclesial puede situarse por encima del discernimiento de la Iglesia universal ni funcionar como una estructura paralela aparte[13].
3.3. Crítica a la «Espiritualidad desintegradora»: Visiones, apocalipcismo y legalismo
Otro ámbito donde Francisco ha ejercido un control firme ha sido el de las revelaciones privadas, las profecías apocalípticas y las devociones populares desbordadas, que desvían la atención del núcleo cristocéntrico hacia formas emocionalistas o supersticiosas y mágicas de piedad. Así, en Gaudete et exsultate, advierte: «Algunos cristianos creen que la santidad consiste en experimentar cosas extraordinarias […] o en una religiosidad superficial, sin encuentro con el otro»[14].
A lo largo de su pontificado, ha desautorizado indirectamente fenómenos como los de Medjugorje (si bien permitió las peregrinaciones, siempre bajo supervisión), cuestionado revelaciones privadas no aprobadas y reiterado que la fe no puede apoyarse en signos exteriores sin discernimiento espiritual. Rechazó explícitamente el «rigorismo espiritual» y el «moralismo autorreferencial», al que considera cercano al neopelagianismo y al gnosticismo, dos tentaciones recurrentes, según su pensamiento teológico, en la Iglesia cristiana contemporánea en su conjunto[15].
Asimismo, denunció en diversas ocasiones el clericalismo (otro mal extremo que acompaña al sectarismo y el integrismo eclesial) como una de las raíces más profundas del sectarismo eclesial: «El clericalismo es una perversión de la Iglesia; genera una élite cerrada, alejada del Pueblo de Dios y autosuficiente»[16].
3.4. Conclusión: Hacia una Iglesia purificada de rigideces ideológicas
La reforma que Francisco ha llevado adelante no es meramente de estructuras, sino también de actitudes. Su combate contra lo que podemos definir como «fundamentalismo o sectarismo intraeclesial» ha tenido como finalidad liberar a la Iglesia católica de toda pretensión de pureza ideológica o elitismo espiritual, y abrirla a una vida de fe más humilde, sencilla, discernida y evangélica. Ha reafirmado con fuerza que la fidelidad al Evangelio no se identifica con la conservación rígida del pasado, sino con la docilidad al Espíritu que actúa en la historia y se hace presente a través de los «signos de los tiempos».
Al afrontar con decisión prácticas cerradas, autoritarias y excluyentes, Francisco ha querido mostrar que el verdadero cristianismo no nace del miedo, del poder ni de la imposición, sino del amor, la misericordia y el servicio desinteresado. Su legado en esta materia será recordado como un paso valiente hacia una Iglesia menos temerosa del mundo y más capaz de purificarse a sí misma.
4. La oposición interna a Francisco: integrismo, tradicionalismo beligerante y crítica al «Nuevo Paradigma»
El combate del papa Francisco contra las formas de rigidez doctrinal, autoritarismo espiritual y sectarismo institucional ha generado una respuesta crítica interna sin precedentes en las últimas décadas del catolicismo contemporáneo. Esta oposición proviene, en buena parte, de sectores tradicionalistas, neointegristas o ultraconservadores, incluyendo a los sedevacantistas, entre los cuales se encuentran cardenales, obispos, comunidades religiosas, movimientos laicales e intelectuales católicos, que acusan al pontífice de «ambigüedad doctrinal», «confusión moral» o incluso de «herejía práctica».
4.1. Críticas a Amoris laetitia y la moral conyugal
Uno de los momentos más significativos de esta oposición fue la publicación de la exhortación Amoris laetitia, fruto de los sínodos sobre la familia, en la que Francisco introdujo la posibilidad de discernimiento pastoral para el acceso a los sacramentos de personas en situación matrimonial considerada irregular[17]. Aunque nunca modificó la doctrina, abrió la puerta a soluciones caso por caso, en conciencia, bajo la guía del pastor preocupado y dedicado con «olor a oveja».
En septiembre de 2016, cuatro cardenales —Walter Brandmüller, Raymond Leo Burke, Carlo Caffarra y Joachim Meisner— publicaron los llamados Dubia, cinco preguntas dirigidas al papa en las que solicitaban aclaraciones sobre la compatibilidad de la exhortación con la enseñanza moral tradicional de la Iglesia[18]. La falta de respuesta formal del papa generó una ola de interpretaciones contradictorias que fue explotada por sectores radicales integristas para denunciar una supuesta «ruptura magisterial».
4.2. La carta acusatoria de Carlo Maria Viganò
En agosto de 2018, el exnuncio en Washington, Carlo Maria Viganò, publicó una carta abierta de once páginas en la que acusó a Francisco de haber encubierto presuntamente los abusos del excardenal Theodore McCarrick, e incluso se atrevió a pedir su renuncia al pontificado[19]. La carta fue ampliamente difundida en medios afines al catolicismo tradicionalista y recibió el respaldo de diversas figuras y asociaciones de corte restauracionista. Viganò se convirtió desde entonces en una figura de referencia del catolicismo beligerante anti-Bergoglio, alineado con teorías conspirativas, retóricas apocalípticas y posturas cercanas al sedevacantismo práctico.
Francisco, en lugar de responder directamente a las acusaciones, afirmó en su viaje de regreso de Irlanda: «He leído el documento esta mañana. No diré una sola palabra al respecto», y pidió a los periodistas que «juzgaran por sí mismos»[20]. Posteriormente, se publicaron investigaciones vaticanas que mostraron que las sanciones contra McCarrick eran privadas y que su ejecución fue limitada ya bajo Benedicto XVI[21].
4.3. Reacciones a Traditionis custodes y la defensa del Rito Tridentino
La publicación del Motu proprio Traditionis custodes, que restringió severamente la celebración de la misa tridentina, provocó una fuerte reacción de grupos y diócesis vinculadas al tradicionalismo litúrgico. Organizaciones como la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, la Fraternidad San Pedro y medios como Rorate Caeli, LifeSiteNews o The Remnant, denunciaron lo que calificaron como una persecución contra la Tradición, acusando al papa de «aniquilar el legado de Benedicto XVI» y de «despreciar la misa de los santos»[22]. Más allá de estos círculos, obispos en ejercicio también manifestaron reservas. El arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, mantuvo el permiso para el rito tridentino en su diócesis[23]. La situación generó intensas tensiones eclesiales visibles entre los que apoyan una aplicación estricta del documento y quienes interpretan que hay que suavizar sus consecuencias en clave pastoral.
4.4. Radicalización ideológica y discursos sedevacantistas
En sectores más extremos, especialmente en ámbitos digitales, ha emergido una retórica abiertamente anti papal que niega la legitimidad doctrinal, disciplinar o incluso canónica de Francisco. Aunque no mayoritarios, existen grupos sedevacantistas que sostienen que el trono de Pedro está vacante desde el concilio Vaticano II o, al menos, desde la elección de Jorge Mario Bergoglio. Otros, denominados «benevacantistas», afirman que el papa legítimo hasta su muerte fue Benedicto XVI.
Estos discursos, aunque
marginales desde el punto de vista institucional, han contribuido a erosionar
la comunión eclesial, especialmente en redes sociales y plataformas de influencia entre católicos jóvenes, tradicionalistas y
politizados. La crítica a Francisco se entrelaza con agendas ideológicas,
nacionalismos católicos,
conspiraciones antivacunas y rechazo al globalismo, dando forma a una
espiritualidad de resistencia.
4.5. El papa Francisco: ¿Un papa comunista o políticamente de izquierdas?
La acusación de que el papa Francisco habría sido comunista o al menos simpatizante de ideologías de izquierda ha circulado persistentemente a lo largo de todo su pontificado. Esta lectura, que suele provenir, en general, de sectores eclesiásticos y laicales de orientación conservadora, se ha sustentado en su crítica al sistema económico global, su insistencia en la justicia social y su cercanía pastoral a los marginados. Pero también en su «acogida especial» a no pocos líderes y personajes de izquierdas. En algunos casos, dicha acusación se ha visto acompañada del consabido cliché según el cual Jesús mismo sería, en última instancia, el primer representante de tales ideologías cuando no el creador del comunismo. Sin embargo, esta interpretación revela más un uso ideológico de la religión que un análisis serio del pensamiento y la praxis del pontífice.
Francisco fue, en efecto, uno de los papas que más énfasis puso en la denuncia del «capitalismo salvaje» y de las estructuras económicas globales generadoras de exclusión: «Esta economía mata», escribió con contundencia en Evangelii gaudium (n. 53). Su opción por los pobres y su crítica del modelo neoliberal se expresaron con fuerza también en Laudato si’, donde habló de un sistema que convierte a la tierra en un «inmenso depósito de porquería» (n. 21) y promueve una «cultura del descarte».
Estas afirmaciones le valieron calificativos como «papa marxista o comunista», ante lo cual él respondió con ironía y claridad: «Los comunistas nos han robado la bandera. La bandera de los pobres es cristiana. La pobreza está en el centro del Evangelio»[24]. Francisco sostuvo que su postura no proviene de ideologías humanas, sino del Evangelio y de la doctrina social de la Iglesia, que desde Rerum novarum (León XIII, 1891) hasta Caritas in veritate (Benedicto XVI, 2009) ha sostenido principios como el destino universal de los bienes, la primacía del trabajo sobre el capital y la dignidad de toda persona humana.
En conclusión, el papa Francisco no fue comunista ni ideológicamente de izquierdas, pero sí un pontífice radicalmente evangélico, cuya fidelidad a la doctrina social de la Iglesia y al mensaje de Jesús lo llevó a converger, en ciertos puntos, con las preocupaciones históricas de la izquierda: la justicia social, la equidad, la inclusión, la protección de la casa común. Como él mismo expresó: «No se trata de ser de izquierda o de derecha. El Evangelio no es una ideología, sino una fuerza transformadora»[25]. Su magisterio, más que político, fue profético, y su incomodidad para ciertos sectores es quizás uno de los signos más auténticos de su fidelidad al Evangelio.
4.6. Francisco, ¿un papa progresista? Comparación con sus predecesores
El papa Francisco, a lo largo de su pontificado, fue con frecuencia etiquetado como un papa «progresista», tanto por medios seculares como por voces dentro y fuera de la Iglesia. Esta calificación no responde necesariamente a una adhesión ideológica explícita, sino más bien a su estilo pastoral, su lenguaje inclusivo y su apertura al diálogo con el mundo y cultura contemporánea.
A pesar de mantener posturas doctrinales tradicionales en materias como el aborto, el matrimonio o la eutanasia, su enfoque pastoral hacia colectivos históricamente excluidos —como las personas LGTBI, los migrantes, los pueblos originarios o indígenas y los trabajadores precarizados, así como los empobrecidos y excluidos de todo tipo— generó malestar en sectores que asocian ortodoxia con rigidez normativa. Asimismo, su crítica al neoliberalismo, su cercanía a los movimientos sociales y su valoración de algunas iniciativas promovidas por gobiernos de izquierda en Hispanoamérica suscitaron simpatías en ámbitos progresistas, sin que ello se tradujera en apoyo programático o político alguno, y mucho menos seguidor a ultranza de la «cultura woke».
En este sentido cabe significar las afinidades temáticas con algunas de las preocupaciones que también aborda el movimiento woke, como:
§ La denuncia de la exclusión estructural de colectivos históricamente marginados.
§ El reconocimiento de la dignidad humana de toda persona, incluidas las minorías sexuales, raciales, religiosas y culturales.
§ La crítica a sistemas de poder que perpetúan la desigualdad, el racismo, el machismo o el abuso económico.
Sin embargo, en él no hay una adhesión ideológica a las formas militantes, a veces agresivas o identitarias, de la cultura woke. Cuando habla de inclusión, lo hace desde una óptica pastoral, espiritual y teológica, no desde la teoría crítica ni el discurso secularizado de los movimientos activistas, en especial de izquierdas.
Francisco ha sido claro en diferenciar el Evangelio de cualquier ideología, incluso de aquellas que en apariencia comparten causas con la Iglesia. En este sentido, ha denunciado el colonialismo cultural que pretende imponer una visión única del ser humano y la sociedad: «Hay colonizaciones ideológicas que destruyen lo que es natural. Hoy los niños, los jóvenes, están siendo colonizados con esta ideología del género»[26].
Del mismo modo, ha advertido contra lo que llama «pensamiento uniforme» y «dictaduras del relativismo cultural», donde la sensibilidad moral se vuelve tiránica y excluyente, sin espacio para el discernimiento ni la libertad de conciencia.
La percepción de
Francisco como «progresista» se intensificó por contraste con sus inmediatos
predecesores. Juan Pablo II ejerció un pontificado de fuerte afirmación
doctrinal frente al secularismo, la teología de la liberación y la disidencia
interna.
Benedicto XVI, teólogo de precisión conceptual, promovió una hermenéutica de la
continuidad que consolidó el perfil doctrinal del catolicismo postconciliar,
enfatizando la centralidad de la verdad frente al relativismo contemporáneo.
En cambio, Francisco optó por un cambio de tono y de prioridades: privilegió la misericordia sobre la norma, el discernimiento sobre la condena, la inclusión sobre la defensa, y la cercanía a los pobres como lugar teológico desde el cual interpretar toda la misión eclesial. Este giro no supuso una ruptura con la doctrina, sino una relectura pastoral de sus exigencias. No obstante, para muchos observadores, tanto católicos como no creyentes, el cambio de énfasis fue percibido como una transformación de fondo, y por ello su figura generó tanto entusiasmo y seguimiento, como incomodidad o rechazo, según las sensibilidades eclesiales, ideológicas y culturales.
4.7. Reacciones críticas a Fiducia supplicans: Polarización eclesial y resistencia doctrinal
La publicación del documento Fiducia supplicans sobre el sentido pastoral de las bendiciones, emitido por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe el 18 de diciembre de 2023, bajo la aprobación explícita del papa Francisco, desató una nueva ola de oposición interna, centrada esta vez en el ámbito de la pastoral moral y sexual. El documento no introduce cambios doctrinales sobre el matrimonio, pero permite bendiciones no litúrgicas y espontáneas a personas en situaciones irregulares —como parejas homosexuales o convivientes y divorciados vueltos a casar— cuando no se interpreten como aprobación o legitimación de una unión fuera del orden sacramental[27].
Aunque el documento subraya que no se trata de una bendición litúrgica ni de una validación moral, y que la finalidad es pastoral y misericordiosa, la reacción fue inmediata por parte de varios episcopados y cardenales conservadores, que vieron en el texto una ambigüedad doctrinal que puede causar escándalo o confusión en el pueblo de Dios.
El cardenal Robert Sarah, prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino, publicó una declaración en la que acusó al documento de abrir «una puerta pastoral para socavar la enseñanza perenne de la Iglesia», y advirtió que la separación entre la bendición y el juicio moral es teológicamente insostenible: «No se puede bendecir lo que contradice la ley divina, aunque se aduzcan motivos de misericordia»[28].
Otros cardenales y obispos
africanos, como el cardenal Fridolin Ambongo (presidente del SECAM), declararon
que las culturas africanas no pueden aceptar tal medida pastoral sin que se
interprete como aprobación moral, y anunciaron que Fiducia supplicans no
se aplicaría en sus territorios por motivos de contexto eclesial y
sociocultural[29].
La Conferencia Episcopal de Nigeria fue más tajante: «Ningún sacerdote en
Nigeria tiene permiso para bendecir uniones del mismo sexo»[30].
También en Europa, voces como la del cardenal Gerhard Müller, ex prefecto de Doctrina de la Fe, calificaron el documento de «ruptura práctica» con el magisterio anterior y alertaron del riesgo de relativismo moral bajo el pretexto de la acogida[31]. En el ámbito anglófono, figuras como el obispo Joseph Strickland, recientemente destituido de su diócesis, han mantenido un tono frontal: «No se puede bendecir el pecado sin tergiversar el Evangelio»[32].
Frente a estas reacciones, el Dicasterio reafirmó que el documento no cambia ni la doctrina del matrimonio ni la moral sexual, sino que responde a peticiones pastorales concretas, en la línea de una Iglesia que no cierra la puerta a nadie, una Iglesia samaritana dispuesta a acoger y sanar. El cardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio, insistió en que se trata de «un gesto de cercanía espiritual, no de aprobación moral ni jurídica»[33].
Las reacciones adversas a Fiducia supplicans han evidenciado una fractura eclesial creciente entre los sectores que apoyan una renovación pastoral de la moral católica, desde el paradigma de la misericordia y el discernimiento, y aquellos que perciben en estos gestos una erosión progresiva de la claridad doctrinal. La oposición no ha sido meramente teológica, sino eclesial, cultural y disciplinar, marcando un punto crítico de la recepción del magisterio bergogliano en diversos continentes. Pero Francisco, como en otros conflictos, ha optado por no confrontar directamente, sino por sostener la tensión eclesial dentro de un horizonte de comunión diferenciada, insistiendo en que la verdad no contradice la caridad, y que la fidelidad al Evangelio incluye la capacidad de acompañar incluso a quienes se hallan lejos de la plena conformidad con la ley eclesial.
4.8. Conclusión del apartado
La oposición interna al papa Francisco no puede reducirse a un debate teológico o disciplinar. Refleja una resistencia más profunda a la orientación eclesial inaugurada por el concilio Vaticano II, y una crisis de autoridad magisterial que interpela a la Iglesia católica entera. Francisco, lejos de responder con dureza o condenas, ha optado por el camino de la firmeza paciente, sosteniendo el rumbo del Evangelio en la Iglesia sin confrontar directamente a sus detractores. Su postura frente a estas tensiones reafirma su convicción de que la unidad eclesial no se impone por decreto, sino que se construye con testimonio, caridad y fidelidad al espíritu del Evangelio y, en este caso, también al espíritu y letra del Vaticano II.
5. Reacciones: «Hermano y constructor de puentes». El eco ecuménico mundial tras la muerte de Francisco
5.1. El Consejo Mundial de Iglesias ante el papa Francisco: Un ecumenismo del corazón
El rev. Prof. Dr. Jerry Pillay, secretario general del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), expresó tras el fallecimiento de Francisco que su papado fue «un gran don para el movimiento ecuménico», destacando su colaboración activa en favor de la unidad cristiana, la paz y la justicia global. Francisco encarnó una «Iglesia hospital de campaña», abrazando a los vulnerables, a los migrantes, a los pueblos empobrecidos, y oponiéndose con firmeza a la guerra y al capitalismo deshumanizador.
El obispo Heinrich Bedford-Strohm, moderador del Comité Central del CMI, lo describió como un «facilitador de relaciones y creador de puentes», más preocupado por el testimonio fraterno y misericordioso que por custodiar afirmaciones doctrinales abstractas. En su trato con los líderes del CMI, encarnó lo que la Asamblea de Karlsruhe[34] llamó el «ecumenismo del corazón».
Francisco fue el primer papa en participar en la conmemoración de la Reforma protestante (Lund, 2016), y en 2018 peregrinó al Centro Ecuménico de Ginebra con motivo del 70º aniversario del CMI. Allí llamó a vivir una «comunión reconciliada», orientada a la unidad visible entre los cristianos, y propuso el camino de los ministerios colaborativos y el servicio diaconal conjunto como expresión de una caridad activa y concreta. Para él, ecumenismo era también preguntarse: «¿Qué podemos hacer juntos?».
5.2. El patriarca Bartolomé y el papa Francisco: Una amistad ecuménica en favor de la unidad
El patriarca ecuménico Bartolomé de Constantinopla expresó su profundo pesar por el fallecimiento del papa Francisco, a quien describió como «un precioso hermano en Cristo» y «un verdadero amigo de la Ortodoxia». En su declaración, destacó la amistad fraterna y la colaboración que compartieron desde el inicio del pontificado de Francisco, trabajando juntos por el bien de sus iglesias y de la humanidad.
Recordó especialmente su encuentro en Jerusalén en 2014, donde oraron juntos ante el Santo Sepulcro y discutieron la posibilidad de celebrar conjuntamente el 1700º aniversario del Primer Concilio Ecuménico de Nicea. Aunque esta conmemoración conjunta no se concretó, el patriarca afirmó que el Patriarcado Ecuménico honrará esta histórica efeméride de alguna manera, dependiendo de la disposición del nuevo papa.
Bartolomé concluyó su mensaje con una oración por el descanso del alma del papa Francisco y expresó su esperanza de que su sucesor continúe su valioso legado de compasión y unidad entre las iglesias cristianas[35].
5.3. «Faro de esperanza y misericordia»: La Comunión Anglicana despide al papa
El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, primado de la Comunión Anglicana, emitió un comunicado en el que expresó su profundo pesar por la muerte del papa Francisco. Welby destacó la humildad y el compromiso del pontífice con la justicia social y el cuidado del medio ambiente. «El papa Francisco fue un faro de esperanza en tiempos de oscuridad, un defensor incansable de los pobres y un líder espiritual que nos recordó la importancia de la compasión y la misericordia en nuestra fe.»[36] Welby también recordó los encuentros ecuménicos que compartió con Francisco, subrayando la importancia del diálogo interconfesional y la unidad cristiana.
Además, el arzobispo de York, Stephen Cottrell, rindió homenaje al papa Francisco, describiéndolo como un «hombre santo de Dios»[37] y resaltando su servicio a los pobres, su amor por el prójimo, especialmente los desplazados y migrantes, y su profunda compasión por el bienestar de la tierra.
5.4. Reacción de la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos de América
Con motivo del fallecimiento del papa Francisco el 21 de abril de 2025, el obispo presidente de la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos, Sean Rowe, emitió una declaración pública en la que expresó su pesar y su reconocimiento agradecido por la vida y el ministerio del pontífice argentino. En palabras sentidas, Rowe lo definió como «nuestro hermano en Cristo», subrayando que, a lo largo de su vida y ministerio, Francisco fue un «testigo del Evangelio y campeón de los pobres y marginados».
En su mensaje, el primado anglicano puso un énfasis especial en la defensa que el papa ofreció a los migrantes y refugiados, reconociendo su cercanía humana hacia quienes viven «temerosos y solos». Citando directamente a Francisco, recordó una de sus expresiones más representativas de su magisterio moral y espiritual: «En los rostros de los hambrientos, los sedientos, los desnudos, los enfermos, los extraños y los prisioneros, estamos llamados a ver el rostro de Cristo que nos ruega que nos ayudemos.»[38]
Una
vez destacado su opción preferencial por los pobres, Rowe puso en valor otros
rasgos definitorios de su pontificado: el desarrollo de una teología ecológica
comprometida —especialmente a partir de la encíclica Laudato si’—, su
atención
pastoral a las personas LGBTQ+ dentro de la Iglesia católica y su apuesta por
un ecumenismo sincero y activo. En este sentido, subrayó que la Iglesia
Episcopal ha participado en los últimos años en espacios de colaboración y
diálogo, como la Consulta Teológica Anglicana-Católica Romana en los Estados
Unidos, una instancia que evidencia la voluntad compartida de avanzar hacia una
mayor comprensión mutua.
La declaración concluyó con un llamado a la oración por el alma del pontífice fallecido, por quienes lo amaron y por toda la Iglesia católica romana: «Que descanse en paz y se levante en gloria»[39].
5.5. Consejo Mundial Metodista: Recuerdo agradecido de un testigo del Evangelio
Entre las voces más significativas que se alzaron tras el fallecimiento del papa Francisco el 21 de abril de 2025, destaca la del Consejo Mundial Metodista (World Methodist Council), organismo que agrupa a las iglesias metodistas del mundo y que ha mantenido con la Iglesia católica un largo y fecundo diálogo teológico desde hace décadas. Desde 1967, ambas confesiones participan de una Comisión Internacional de Diálogo Católico-Metodista, cuyos frutos han ido consolidando una comunión creciente en temas como la santificación, la justificación y la misión cristiana.
El secretario general del Consejo, Jong Chun Park, expresó en su declaración oficial: «El papa Francisco fue un hermano en Cristo cuyo corazón ardía por la justicia y la reconciliación. Su testimonio evangélico, su sensibilidad pastoral y su pasión por los pobres hicieron del ecumenismo no una consigna, sino una realidad visible»[40]. Añadió que la comunidad metodista mundial se une en oración, «dando gracias a Dios por la vida de un siervo humilde, que amó la unidad con sinceridad y caminó con nosotros en fidelidad al Evangelio»[41].
Desde sus primeros encuentros como pontífice, Francisco mostró especial aprecio por el metodismo, tanto en el plano institucional como personal. En 2016, durante la audiencia a una delegación metodista mundial, afirmó: «Nuestras comunidades están llamadas a testimoniar la comunión que brota del Evangelio, con sencillez, con verdad y con amor»[42]. Esta convicción se mantuvo constante en sus intervenciones ante organismos ecuménicos, subrayando siempre la primacía del Espíritu Santo como agente de unidad y conversión mutua.
En el mismo comunicado, el Consejo
Metodista recordó con gratitud el documento conjunto La
llamada a la santidad (2016), que definió como «una de las cimas
del diálogo católico-
metodista», y que fue impulsado activamente durante el pontificado de
Francisco[43].
En este texto, ambas confesiones afirmaron que «la santidad no es una
categoría de perfección inalcanzable, sino el camino de los redimidos que
caminan juntos en Cristo», proponiendo una visión compartida de la vida
cristiana centrada en la gracia y en el seguimiento radical de Jesús.
El Consejo concluyó su mensaje evocando la dimensión pastoral del pontífice: «El papa Francisco nos mostró que el pastor es también un puente. Nos ayudó a ver que la comunión entre los cristianos es no solo posible, sino necesaria para que el mundo crea»[44]. Estas palabras resumen el sentir de muchas iglesias protestantes: más allá de las diferencias teológicas persistentes, el testimonio del papa argentino ayudó a ensanchar el horizonte de comunión, favoreciendo un ecumenismo afectivo, espiritual y práctico.
5.6. Comunión Mundial de Iglesias Reformadas: la sinodalidad como legado inspirador
Entre las expresiones ecuménicas que acompañaron el fallecimiento del papa Francisco, la de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR) destacó por su hondura teológica y resonancia espiritual. Esta organización, que agrupa a más de 230 iglesias reformadas, presbiterianas, congregacionalistas y unidas en todo el mundo, manifestó su pesar y su agradecimiento por la vida y el testimonio del pontífice argentino, valorándolo como una figura profética, cercana a los pobres y testigo de un ecumenismo práctico hecho de escucha, justicia y esperanza.
La presidenta de la CMIR, Najla Kassab, dijo en su declaración oficial: «Damos gracias por su voz profética, su humildad y su compromiso de acompañar a los marginados. Su visión de una Iglesia sinodal —una Iglesia que escucha y camina unida— seguirá inspirando»[45], añadiendo más adelante: «El Papa Francisco guio a la Iglesia con una visión arraigada en la esperanza: el sueño de un futuro mejor. Inspiró a creyentes de todo el mundo en el camino hacia una Iglesia sinodal: una que escucha, discierne y sigue la voz del Señor»[46]. En esta formulación, se recoge el núcleo de una teología eclesial compartida, que sitúa la sinodalidad no como estructura de poder, sino como dinámica espiritual de comunión.
Este reconocimiento adquiere especial significado si se
tiene en cuenta la tradición reformada, que históricamente ha mostrado
distancia respecto a la autoridad papal y a la eclesiología católica. Sin
embargo, el pontificado de Francisco fue percibido como una novedad pastoral
que relativizó las barreras confesionales, especialmente por su sensibilidad
ante la pobreza, el clamor de los pueblos oprimidos y la crisis ecológica. En
ese contexto, la CMIR recordó también su empeño por una economía de comunión y su
crítica a la indiferencia global: «El papa Francisco encarnó la voz de los
sin voz y supo expresar, con gestos proféticos, el Evangelio de la justicia»[47].
En sintonía con el espíritu de Pascua, el comunicado de la CMIR evocó el mensaje de esperanza que Francisco transmitió a un mundo atravesado por guerras, injusticias e incertidumbre. «Cristo ha resucitado, ¡aleluya!», nos recuerda la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas. A pesar de las tinieblas de la guerra, la injusticia y la desesperación, la resurrección nos asegura que la muerte no tiene la última palabra»[48]. Este eco pascual dialoga con la espiritualidad franciscana, que desde Evangelii gaudium hasta Fratelli tutti proyectó un horizonte teológico de reconciliación y ternura universal.
Por su parte, el exsecretario general de la CMIR, Setri Nyomi, vinculó el testimonio del papa con las heridas abiertas en las tierras donde Cristo resucitó: «El sufrimiento en Tierra Santa, especialmente el conflicto palestino-israelí, que ha costado unas 50.000 vidas en los últimos dieciocho meses, nos interpela profundamente. Lo mismo ocurre con la guerra en Ucrania y las injusticias económicas y climáticas que azotan al mundo»[49]. Francisco, en su magisterio y en sus viajes, no fue ajeno a esas tragedias, sino que buscó encarnarse en ellas como signo de consuelo y denuncia evangélica.
Por todo ello, el comunicado concluye elevando una oración: «Oramos para que el camino que él ayudó a trazar dé frutos duraderos y que el ecumenismo se fortalezca mediante el Espíritu de caminar juntos»[50]. Esta formulación expresa con nitidez el sentido más profundo del legado ecuménico de Francisco: haber ensanchado el horizonte de comunión, no desde la hegemonía ni desde la uniformidad, sino desde la escucha, la hospitalidad y la sinodalidad compartida.
5.7. Federación Luterana Mundial: «Peregrino de esperanza»
La Federación Luterana Mundial (FLM), que representa a más de 75 millones de fieles en casi cien países, emitió una declaración solemne tras el fallecimiento del papa Francisco, en la que reconoció su «inmenso legado al servicio de la unidad cristiana» y su «testimonio de fe viva y abierta»[51]. En particular, subrayó la impronta que dejó en el diálogo entre católicos y luteranos, un camino de reconciliación largamente trabajado desde el concilio Vaticano II, pero que durante su pontificado alcanzó una renovada visibilidad y profundidad.
La FLM destacó especialmente su participación en la conmemoración conjunta de los 500 años de la Reforma en Lund y Malmö (Suecia), el 31 de octubre de 2016, junto al entonces presidente de la federación, el obispo Munib Younan. En aquel gesto histórico, el papa Francisco expresó: «Jesús nos pide unidad; el mundo nos reclama unidad. Deseamos ser uno para que el mundo crea»[52]. En ese contexto, la expresión «peregrinos de esperanza» no fue solo un símbolo retórico, sino una fórmula que resume la voluntad compartida de caminar juntos en el seguimiento de Cristo, reconociendo las heridas del pasado y abriendo paso a una nueva etapa de colaboración pastoral y testimonio común.
Durante su pontificado, Francisco favoreció el desarrollo del diálogo bilateral entre católicos y luteranos en cuestiones claves como la justificación por la fe, el ministerio eclesial, la Eucaristía y la autoridad en la Iglesia. La FLM remarcó en su homenaje que «el papa Francisco ha sido un líder que nos ha llamado a reconocer lo que nos une, a afrontar con honestidad nuestras diferencias, y a vivir desde una esperanza compartida, alimentada por el Evangelio»[53].
No menos relevante fue el modo en que el pontífice alentó expresamente la recepción y aplicación de la Declaración conjunta sobre la Doctrina de la Justificación (1999), firmada entre la Iglesia católica y la FLM, y posteriormente asumida por metodistas, anglicanos y reformados. En palabras de la FLM, «el papa Francisco ha encarnado una espiritualidad ecuménica centrada en Cristo y orientada a la reconciliación»[54].
En definitiva, la muerte de Francisco ha sido vivida por la comunión luterana global como la despedida de un interlocutor sincero, valiente y pastoralmente cercano. Como concluyó su mensaje oficial: «Oramos para que el Espíritu Santo, que guio su camino, siga impulsando a nuestras iglesias a caminar juntas, como verdaderos peregrinos de esperanza»[55].
5.8. Alianza Evangélica Mundial y pentecostales: Reconocimiento a un testigo del Evangelio
La Alianza Evangélica Mundial (AEM), que representa a más de 600 millones de cristianos evangélicos en 143 países, manifestó su condolencia por la muerte del papa Francisco, reconociendo su compromiso con la justicia social y el diálogo interreligioso. En su declaración, la AEM destacó: «El papa Francisco fue un líder que, con humildad y convicción, promovió la dignidad humana y la paz entre las naciones»[56].
Por su parte, diversas organizaciones pentecostales, como la Fraternidad Pentecostal Mundial, expresaron su gratitud por la apertura al diálogo mostrada por Francisco. En palabras de su secretario general: «Agradecemos al papa Francisco por su disposición a tender puentes y su testimonio de amor cristiano»[57]. Estas declaraciones reflejan un reconocimiento al esfuerzo del pontífice por acercarse a comunidades cristianas no católicas, promoviendo un ecumenismo basado en el respeto y la colaboración.
5.9. Silencio institucional: Iglesias cristianas sin pronunciamiento oficial tras la muerte del papa
El fallecimiento de Francisco ha suscitado, en términos generales, una ola de mensajes de condolencia y reconocimiento desde numerosos sectores del cristianismo mundial. Es también significativo el silencio oficial de algunas iglesias y comunidades cristianas que, por razones doctrinales, organizativas o de otra índole, no han emitido declaraciones institucionales, al menos hasta la fecha de este trabajo [23/03/2025]. Por tanto, aquí se recoge, de manera ordenada, esas ausencias de voz pública, respetando el carácter propio de cada tradición.
1. Iglesias de estructura congregacionalista o sin jerarquía centralizada
Algunas comunidades, por su naturaleza descentralizada y autonomía congregacional, no suelen emitir comunicados a nivel global, incluso en eventos significativos del cristianismo mundial como es el caso:
§ Iglesias de Cristo: Fieles a su principio de restauracionismo bíblico y autogobierno local, no han pronunciado ninguna declaración oficial unificada.
§ Asambleas de Hermanos: Siguiendo una tradición de independencia y rechazo a cualquier forma de jerarquía eclesial centralizada, tampoco han emitido comunicados institucionales.
§ Comunidades evangélicas independientes: Aunque muchos pastores y creyentes han expresado a título personal su pesar o respeto, no ha habido manifestaciones oficiales conjuntas.
2. Iglesias de perfil evangélico o fundamentalista con reservas doctrinales
Estas iglesias suelen mantener posturas críticas o distantes frente a la figura del papa por cuestiones doctrinales históricas:
§ Iglesias Bautistas independientes (no afiliadas a la Alianza Mundial Bautista): Aunque se respeta la figura del papa como líder espiritual global, aunque limitado al catolicismo romano considerado anticristiano, no se ha producido una respuesta formal común.
§ Asambleas de Dios (a nivel mundial): Salvo algunas expresiones individuales en redes sociales, no se ha encontrado un pronunciamiento oficial corporativo.
§ Iglesias pentecostales no afiliadas a comuniones globales (como la IPHC o Church of God): No se han expresado oficialmente.
3. Iglesias cristianas históricamente apartadas del ecumenismo institucional
Aun siendo reconocidas dentro del ámbito
cristiano, diversas comunidades eclesiales se han mantenido históricamente al
margen del movimiento ecuménico organizado, como el Consejo Mundial de Iglesias
o la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas. En muchos casos, esta distancia
responde a posturas teológicas exclusivistas, una comprensión literalista de
las Escrituras, o a una eclesiología que rechaza todo tipo de comunión visible
con otras confesiones. Algunas de estas tradiciones han sido habitualmente clasificadas
como sectas cristianas, aunque dicho término ha ido cediendo paso a una
clasificación más matizada como grupos confesionales no ecuménicos.
Entre ellas destacan:
Testigos Cristianos de Jehová: Fieles a su posición doctrinal como es habitual en su práctica, no han emitido declaración pública alguna sobre el pontífice católico, en coherencia con su posición crítica respecto a la Iglesia católica. Esta omisión es coherente con su negativa histórica a participar en instancias religiosas interconfesionales, así como con su escatología que identifica al papado como una de las expresiones del «poder mundano» (la Santa Sede y su ocupante serán la Bestia del número 666 del libro del Apocalipsis)[58]. Señalar, por último, que esta comunidad religiosa es calificada de sectaria de tintes cristianos, con unas Sagradas Escrituras que difieren tanto del canon católico como del protestante y ortodoxo.
Iglesias Adventistas del Séptimo Día: Hasta el momento, la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día no ha hecho pública ninguna declaración oficial sobre la muerte del papa Francisco[59]. No obstante, algunos medios vinculados al ámbito adventista han publicado comentarios informativos sin carácter doctrinal. Destaca en este sentido el artículo firmado por Loren Seibold, editor de Adventist Today, quien, aunque reconoce las profundas diferencias doctrinales entre el adventismo y el catolicismo, valora en Francisco una figura humilde y pastoral, comprometida con la justicia social y la paz[60]. Estas expresiones, sin embargo, deben entenderse como apreciaciones personales y no como posicionamientos representativos de la comunidad adventista internacional. En línea con su tradición, la Iglesia Adventista mantiene una actitud de autonomía doctrinal y una distancia prudente respecto a eventos que conciernen a otras confesiones.
4. Comunidades de tradición radical o pacifista
Dentro de este grupo se encuentran iglesias caracterizadas por su espiritualidad alternativa, pacifismo activo y fuerte énfasis comunitario y exclusivo:
§ Sociedad Religiosa de los Amigos (Cuáqueros): Sin emitir declaración formal, algunos líderes han elogiado informalmente el testimonio del papa en temas de justicia y paz.
§ Iglesias Menonitas: No se ha encontrado una declaración común internacional, aunque algunas regiones han hecho mención respetuosa del deceso.
§ Hermanos en Cristo y otras ramas anabaptistas: Suelen mantenerse al margen de pronunciamientos institucionales de este tipo.
5. Iglesias de teología arminiana no vinculadas a organismos ecuménicos
Algunas iglesias de tradición arminiana, aunque teológicamente afines en ciertos aspectos con las ideas de Francisco sobre gracia y libertad, han guardado silencio institucional:
§ Iglesias metodistas no afiliadas al Consejo Metodista Mundial
§ Iglesias wesleyanas e iglesias del Nazareno: Tampoco han emitido pronunciamientos oficiales hasta la fecha.
6. Conclusión: Un silencio que habla
El silencio institucional de estas iglesias y comunidades no debe interpretarse como desinterés ni como hostilidad. En muchos casos, responde a su estructura interna, a su comprensión doctrinal del papado o al carácter no jerárquico de sus órganos de comunicación. En otros casos, se trata de una reserva prudente frente a figuras exteriores a su confesión, sin negar el respeto a la dimensión humana y espiritual del fallecido, que en todo caso presuponemos. En definitiva, el mapa de reacciones al deceso del papa Francisco también se completa con estos silencios, deseados o no, que configuran un panorama complejo, plural y digno de ser recogido en un análisis ecuménico riguroso y académico.
6. Reacciones interreligiosas al fallecimiento de Francisco: Un legado de diálogo y fraternidad
El fallecimiento del papa Francisco ha provocado una oleada de condolencias y reconocimientos desde las más diversas tradiciones religiosas, incluidas las consideradas sectarias de impronta cristiana como el mormonismo. Su estilo pastoral, su compromiso con los pobres y su apertura sincera al diálogo interreligioso fueron ampliamente reconocidos más allá del ámbito cristiano. Líderes y comunidades religiosas expresaron su pesar y agradecimiento por una figura cristiana que hizo del encuentro con el otro una forma concreta de espiritualidad.
6.1. Judaísmo: Un amigo del pueblo judío
La comunidad judía internacional recordó con respeto y afecto al papa Francisco, especialmente por su lucha contra el antisemitismo y su insistencia en la herencia común entre cristianos y judíos. El rabino David Rosen, director internacional del Comité Judío Americano, afirmó que fue «un verdadero amigo del pueblo judío», evocando su histórica visita al Muro de las Lamentaciones en 2014[61]. En España, la Federación de Comunidades Judías expresó su «profundo pesar» por la pérdida de un pontífice que «extendió una mano fraterna y sincera al pueblo de Israel»[62].
6.2. Islam: Fraternidad y testimonio compartido
Desde el islam, las reacciones
subrayaron la amistad que unió al papa con el gran imán de Al-Azhar, Ahmad
al-Tayyeb, con quien firmó en 2019 el célebre Documento sobre la Fraternidad
Humana. Al lamentar su muerte, el líder suní declaró: «Perdemos a un hermano
sabio y humilde, incansable en la construcción de la paz»[63].
La Comisión Islámica de España (CIE) destacó también su contribución a la «superación
de prejuicios mutuos y la afirmación de la dignidad del creyente musulmán en
Occidente»[64].
6.3. Fe Bahá’í: Unidad espiritual y justicia global
La Comunidad Internacional Bahá’í emitió un mensaje de condolencias en el que agradece «su esfuerzo incansable por un mundo más justo y compasivo» y su compromiso con la unidad de la humanidad[65]. En palabras del comunicado: «Su Santidad fue un ejemplo de liderazgo espiritual que promovió la armonía entre las religiones y trabajó por la justicia desde la fe»[66].
6.4. Budismo: Compasión como puente espiritual
El Dalái Lama expresó su tristeza por la muerte del papa Francisco, subrayando «su compasión y su humildad» como los lazos que unían su pontificado con la espiritualidad budista. En un comunicado oficial, lo definió como «un hermano espiritual que trabajó por la paz y el entendimiento entre religiones»[67].
6.5. Hinduismo y Sijismo: Reconocimiento a un líder espiritual universal
Líderes religiosos hindúes en la India recordaron la cercanía del papa con Asia y su mensaje de amor universal, mientras que desde el sijismo se subrayó su firme compromiso con los derechos humanos. El Consejo Mundial Sikh expresó que «el papa Francisco elevó el valor de la compasión a categoría global y defendió a los más débiles, sin distinción de credo»[68].
6.6. Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: Respeto por un testigo de esperanza
La Primera Presidencia de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días expresó su pesar mediante un comunicado oficial: «Nos unimos al mundo en lamentar el fallecimiento de Su Santidad el papa Francisco. Su liderazgo valiente y compasivo ha bendecido innumerables vidas»[69]. Destacaron, además, su influencia global como figura moral y su ejemplo de servicio.
6.7. Una espiritualidad del encuentro: Legado interreligioso del pontificado
El pontificado de Francisco será recordado, también en clave interreligiosa, como el de una espiritualidad del encuentro. A diferencia de aproximaciones meramente formales o protocolares, su estilo se caracterizó por un compromiso afectivo y efectivo con líderes de otras religiones, basado en la convicción de que toda experiencia auténtica de Dios abre al otro, no lo excluye. El papa no impuso una agenda católica, sino que suscitó espacios de escucha y colaboración, consciente de que la fe puede ser fermento de reconciliación en un mundo fragmentado.
Este enfoque se tradujo en gestos concretos: desde la firma del Documento sobre la Fraternidad Humana en Abu Dabi (2019), hasta su histórica visita a Iraq en 2021, donde rezó junto al gran ayatolá al-Sistani en defensa de la paz y la dignidad de las minorías. Fue también el pontífice que abrazó al Dalái Lama como a un hermano, que escuchó el sufrimiento de los rohingya y que alentó la cooperación con las comunidades judías, sikhs, hindúes y bahá’ís desde una ética de la misericordia.
No exento de críticas, su manera de abrir la Iglesia al diálogo sin diluir la identidad católica generó, en ocasiones, resistencias internas. Algunos sectores le acusaron de relativismo o de sincretismo impropio. Sin embargo, su insistencia en que el verdadero testimonio cristiano no teme al otro, sino que se deja interpelar por su búsqueda sincera de la verdad, devolvió al diálogo interreligioso una hondura espiritual que lo alejó de lo meramente diplomático.
En definitiva, Francisco legó a la historia de las religiones una impronta profética: la convicción de que el futuro de la humanidad no será posible sin la colaboración entre las confesiones de fe. En un mundo acosado por guerras, crisis ecológicas, desplazamientos forzados y polarización ideológica, su voz resonó con fuerza moral: «Las religiones están llamadas a ser puentes entre pueblos, no muros de separación»[70]. Ese llamado permanece como herencia abierta, semilla de esperanza y desafío para los que creen que la fe puede —y debe— transformar la historia desde abajo, en comunión fraterna con todos los que buscan la paz.
7. Algunas críticas desde las Iglesias Evangélicas
7.1. Las críticas de Leonardo De Chirico a Francisco: Universalismo teológico y pérdida de la centralidad evangélica de la conversión
El teólogo italiano Leonardo De
Chirico, pastor evangélico reformado y director del Istituto di Formazione
Evangelica e Documentazione (IFED)[71],
ha sido una de las voces más sistemáticamente críticas desde el ámbito
protestante evangélico frente al pontificado de Francisco. A través de
publicaciones en medios como Evangelical Focus, The Gospel Coalition,
Reformation21 y el español Protestante Digital, De Chirico ha sostenido que el
papa promueve una visión universalista y ambigua de la salvación, que, a su
juicio, diluye la centralidad del evangelio bíblico y oscurece la necesidad de
una conversión personal y consciente a Jesucristo como único mediador de la
salvación[72].
1. Inclusivismo teológico y confusión doctrinal
De
Chirico considera que el discurso teológico de Francisco tiende a un
inclusivismo pluralista que traiciona la afirmación neotestamentaria de que «no
hay otro nombre dado a los hombres por el cual podamos ser salvos»[73].
En sus palabras: «Francisco parece creer que todos, en el fondo, ya están
dentro del plan de salvación, independientemente de su respuesta consciente a
Cristo»[74].
Esta crítica se acentúa frente a expresiones del papa como aquella en Evangelii
gaudium donde afirma que «Dios no rechaza a nadie que se acerca a Él con
corazón sincero» (n. 113), lo que, según De Chirico, se deja abierta la
posibilidad de salvación incluso sin una fe explícita en Cristo, lo cual nos
resulta inaceptable, pues supondría una alteración del testimonio claro de la
Palabra de Dios («fides ex auditu», cf. Rm 10,17) y una relativización del
carácter único y definitivo de la revelación en Jesucristo, tal como lo afirma
el Vaticano II en Dei
Verbum, al declarar que «la economía cristiana, como alianza nueva y
definitiva, no pasará nunca» (DV, n. 4).
Se trata, más bien, de una interpretación que juzgamos desmesurada e insostenible como atribución a un papa, en cuanto que desdibuja el vínculo necesario entre fe y salvación (cf. 1 Tm 2,5; Hch 4,12), y contradice afirmaciones magisteriales explícitas como las contenidas en la declaración Dominus Iesus, donde se reafirma que la Iglesia «no puede callar ni la misión universal de salvación, ni la unicidad de la salvación en Cristo» (DI, n. 22). Nada más lejos del pensamiento y del magisterio de Francisco que ir contra la Palabra revelada o contra la doctrina católica secular, tal como ha reiterado en múltiples ocasiones al reafirmar la centralidad de Cristo como fundamento de toda teología, pastoral y misión eclesial.
Igualmente, ha cuestionado duramente la Declaración sobre la Fraternidad Humana (Abu Dabi, 2019), firmada por Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar, donde se afirma que «el pluralismo y las diversidades de religión […] son expresión de una sabia voluntad divina». Para De Chirico, esta afirmación es «teológicamente inadmisible», ya que pone al mismo nivel las religiones reveladas y no reveladas, y relativiza la unicidad salvadora de Cristo[75].
Por otro lado, el papa Francisco ha respondido a las críticas señalando que la diversidad religiosa es una «voluntad permisiva» de Dios, es decir, algo que Dios permite, pero no desea activamente. Esta distinción busca aclarar que, aunque Dios permite la diversidad religiosa, no la quiere positivamente[76].
El 4 de febrero de 2019, durante su viaje a Abu Dabi, el papa
Francisco firmó junto al gran imán Ahmad Al-Tayeb el Documento sobre la
fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común. Una frase de
dicho texto suscitó controversia teológica, especialmente entre sectores
críticos: «El pluralismo y la diversidad de
religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina».
Esta formulación generó perplejidad, al parecer sugerir que Dios quiere
positivamente la existencia de diversas religiones, lo que entraría en tensión
con la afirmación cristiana de la unicidad salvífica de Cristo y la revelación
única[77].
Monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astana, planteó directamente esta dificultad al papa Francisco durante la visita ad limina de los obispos de Asia Central. En su relato posterior, Schneider afirma que el papa fue claro al precisar que dicha frase debe entenderse según la voluntad permisiva de Dios, no como una voluntad positiva. Es decir, Dios permite la existencia de otras religiones debido al respeto a la libertad humana, pero no las quiere en el mismo sentido en que quiere, por ejemplo, la diferencia sexual entre varón y mujer, que es querida positivamente como parte del orden creacional.
El propio Francisco, en declaraciones a periodistas durante el vuelo de regreso de Abu Dabi, reconoció que la frase podía generar ambigüedad, sobre todo por la comparación directa entre diversidad de religiones y diversidad de sexos. Afirmó que incluso a él le sorprendió una frase del documento, que en realidad procedía del concilio, y añadió que el texto había sido revisado y aprobado por el teólogo pontificio.
En consecuencia, la clave de la aclaración de Francisco radica en distinguir entre la voluntad positiva de Dios (lo que Él quiere directamente, como el orden de la creación) y su voluntad permisiva (lo que permite en virtud del respeto a la libertad humana, incluso si no lo desea directamente). En el caso de las religiones no cristianas, estas deben entenderse dentro de esta segunda categoría.
Nada en las palabras o en el magisterio de Francisco puede interpretarse, por tanto, como una negación de la revelación única en Cristo ni como una ruptura con la doctrina católica. Antes bien, el papa se sitúa en continuidad hermenéutica con el Vaticano II, desarrollando el principio de apertura al diálogo interreligioso sin renunciar a la verdad revelada en Jesucristo[78]. Sin embargo, algunos teólogos han interpretado que esta aclaración no resuelve completamente las preocupaciones doctrinales planteadas.
Resumiendo, la crítica de De Chirico se basa en una interpretación doctrinal rigurosa que considera incompatible con la enseñanza católica tradicional la idea de que la diversidad religiosa sea una expresión positiva de la voluntad divina. Por su parte, Francisco ha intentado contextualizar la declaración, pero las interpretaciones varían según las configuraciones teológicas.
2. El universalismo implícito como deriva pastoral
Una de las críticas más incisivas y profundas de De Chirico apunta al universalismo teológico implícito en el lenguaje pastoral de Francisco. Si bien reconoce que el pontífice no enuncia expresamente una doctrina universalista, sostiene que su estilo discursivo y su apertura hacia otras tradiciones religiosas conducen, en la práctica, a una visión de la salvación que prescinde de la necesidad de una adhesión personal a Cristo. En este contexto, De Chirico considera que Francisco habría desplazado el núcleo del cristianismo desde la teología de la cruz hacia una ética horizontal de fraternidad, inclusión y justicia social, incurriendo, según su juicio, en un pelagianismo actualizado.
En su lectura crítica de Fratelli tutti, De Chirico afirma: «No encontramos en esta encíclica una afirmación clara de que la fe en Cristo sea necesaria para la salvación. En cambio, se ofrece una fraternidad universal donde lo cristiano se diluye en el humanismo interreligioso»[79]. Desde este enfoque, el papa habría rebajado la singularidad redentora del cristianismo a una ética inclusiva que podría ser compartida indistintamente por creyentes y no creyentes, cristianos y no cristianos, sustituyendo al mismo tiempo la teología de la cruz por una ética horizontal de inclusión y justicia social, despojando al cristianismo de su singularidad redentora.
Esta lectura resulta reduccionista y no hace justicia a la amplitud ni a la profundidad del pensamiento teológico de Francisco. Si bien es cierto que Fratelli tutti se expresa en un lenguaje intencionadamente accesible y abierto al diálogo interreligioso, no por ello se niega la centralidad de Cristo. El documento mismo remite en varias ocasiones a la inspiración cristológica que lo sustenta, como cuando se afirma: «Para los cristianos, las fuentes últimas del pensamiento y de la acción están en Jesucristo» (FT, n. 277). Aun en medio de un discurso universal, la referencia a Cristo como modelo supremo de fraternidad no desaparece, sino que opera como principio integrador (más que inclusivo, pues cabe resaltar la comunión) y no excluyente.
Además, resulta injustificado el uso del término «pelagianismo», puesto que Francisco ha sido uno de los papas que con mayor insistencia ha denunciado esta herejía antigua en sus nuevas formas contemporáneas. Así, en Evangelii gaudium, se refiere explícitamente a ello: «Una de las tentaciones más graves que sofocan el fervor y la audacia es el derrotismo, que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados […]. Otras veces se trata de un pelagianismo que nos lleva a confiar únicamente en nuestras estructuras» (EG, 85). El papa, por tanto, rechaza claramente una visión de la salvación como resultado del esfuerzo humano desligado de la gracia.
La aparente dilución de la especificidad cristiana en los
documentos recientes del magisterio pontificio solo puede sostenerse si se
omite la totalidad del corpus doctrinal de Francisco. En Lumen fidei,
encíclica que firmó al comienzo de su pontificado, se reafirma que «la fe
cristiana es confesión de Jesucristo como único Salvador del mundo» (LF,
n. 18), reiterando así el carácter esencialmente cristocéntrico de su visión
teológica. En realidad, lo que Francisco propone es una eclesiología de salida,
una evangelización que no comienza por la exclusión del otro, sino por la
construcción de puentes desde lo común hacia lo particular. En su visión, la
salvación sigue siendo un don de Dios a través de Cristo, pero ese don se
ofrece como posibilidad a todos, sin perjuicio de que la respuesta definitiva
pertenezca al misterio de la libertad humana y de la gracia divina. La apertura
interreligiosa de Fratelli tutti no debe entenderse como relativismo,
sino como fidelidad a una eclesiología conciliar que, desde Lumen gentium
y Nostra aetate, reconoce semillas de verdad y caminos de salvación
incluso fuera de los límites visibles de la Iglesia.
En consecuencia, la acusación de De Chirico revela una lectura parcial que ignora el equilibrio profundo del magisterio franciscano, donde la opción por los pobres y el diálogo con el mundo no implican la renuncia a la centralidad de Cristo, sino la forma concreta en que esa centralidad se testimonia en el mundo y hombre actuales.
3. Cuestionamiento de la misión evangelizadora
Otra crítica constante del autor evangélico es el replanteamiento de la evangelización en términos más sociales que cristocéntricos. Aunque Francisco utiliza con frecuencia el término «evangelizar», De Chirico sostiene que este se vacía de contenido cuando deja de implicar una llamada explícita a la conversión, el arrepentimiento y la fe personal en Jesucristo como Señor[80].
A juicio del autor, el paradigma de la «Iglesia en salida», central en el pontificado de Francisco, se convierte en una estrategia misionera ambigua si no se especifica cuál es el mensaje que se transmite: «Salir, sí. ¿Pero salir a decir qué? ¿A anunciar a quién? La misión pierde fuerza cuando se disuelve en testimonio ético sin proclamación del Evangelio»[81].
Si bien esta acusación, aunque legítima como advertencia teológica dentro del marco protestante clásico, no obstante, no se sostiene plenamente si se confronta con el conjunto del magisterio del papa Francisco. En su visión, la misión evangelizadora no se ha desplazado hacia lo social en sentido reductivo, sino que ha sido ampliada en clave pastoral, contextual y testimonial. Francisco no vacía el contenido de la evangelización, sino que redefine su forma, sin renunciar por ello a su sustancia.
En efecto, ya en Evangelii gaudium, documento programático de su primado, afirma con total claridad: «La misión de anunciar el Evangelio de Jesucristo no puede ser reducida a un proyecto sociológico o político» (EG, 258). La referencia constante a Cristo y al kerigma original es explícita: «En el centro del Evangelio brilla constantemente la invitación de Jesús: “Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca” (Mt 4,17)” (EG, 164). Asimismo, describe la evangelización como un proceso que implica «primero anunciar a Jesucristo a quienes no lo conocen, luego iniciarles en la vida cristiana» (EG, 165), lo cual desmiente la idea de un testimonio ético sin contenido cristológico.
Desde
una óptica académica más amplia, cabe señalar que Francisco se sitúa dentro de
una tradición posconciliar que ha buscado armonizar el anuncio explícito del
Evangelio con el testimonio de vida, la promoción de la justicia y el diálogo
ecuménico e interreligioso. Este camino, lejos de ser ambiguo, representa una
reformulación misionológica que reconoce los signos de los tiempos y busca
anunciar a Cristo en clave de proximidad, no de confrontación, ni tampoco de
superioridad. Es el modelo de atracción propuesto por el Vaticano II en
lugar del proselitismo agresivo,
condenado por el mismo Francisco: «La Iglesia crece no por proselitismo,
sino por atracción» (EG, n. 14, citando a Benedicto XVI).
Ahora bien, desde un punto de vista crítico, es legítimo preguntarse si esta estrategia comunicativa —marcada por la prudencia y la apertura dialógica— puede ser malinterpretada o resultar insuficiente en contextos donde la presencia cristiana es minoritaria o donde predomina una secularización agresiva. Algunos sectores dentro del propio catolicismo han planteado la necesidad de articular mejor la relación entre el testimonio social y el anuncio explícito del kerigma. El riesgo no está en la intención magisterial, sino en la posible ejecución pastoral donde la centralidad de Cristo quede implícita, y no suficientemente explícita, especialmente en ambientes interreligiosos.
Pero el proyecto de Francisco es coherente dentro de su lógica pastoral: el mensaje se transmite no solo con palabras, sino con gestos concretos de misericordia, justicia y fraternidad. Su óptica evangelizadora responde a una teología del encuentro, que pretende restituir credibilidad a la Palabra proclamada a través de la vida entregada desde el servicio y la bonhomía. Lejos de ser ambigua, esta propuesta se enraíza profundamente en el Evangelio y representa una actualización creativa del mandato misionero en el siglo XXI.
7.2. La lectura evangélica española del pontificado de Francisco: Cercanía, apertura y límites del diálogo
Tras el fallecimiento del papa Francisco a los 88 años, el medio Protestante Digital —principal plataforma informativa del protestantismo español en la red—, vinculado institucionalmente a la Alianza Evangélica Española (AEE), publicó, el mismo 23 de abril de 2025, un artículo titulado «Falleció Francisco, el papa latinoamericano que buscó el abrazo evangélico». Esta publicación, firmada por la redacción, se inscribe en una línea editorial históricamente caracterizada por una visión confesional exclusivista, de marcado tono anti ecuménico, en conformidad con el conjunto eclesial al que representa. En el trabajo se ofrece una valoración general de su pontificado desde la perspectiva evangélica española, destacando tanto sus gestos de apertura como los límites estructurales que impidieron una reforma de fondo en las relaciones con el protestantismo.
El texto reconoce el estilo pastoralmente cercano y humano de Francisco, caracterizado por su insistencia en que «la Iglesia es madre» y su deseo de una Iglesia católica más acogedora, compasiva y abierta al diálogo interreligioso. Entre los gestos más destacados del papa fallecido se menciona su histórica participación en la conmemoración de los 500 años de la Reforma protestante en 2017, que marcó, a su parecer, un hito en las relaciones con los evangélicos de todo el mundo, reconociéndolo como el papa que más líderes y comunidades protestantes ha recibido en el Vaticano.
Sin embargo, el artículo advierte que estos gestos no implicaron un
cambio doctrinal profundo, y que muchos observadores evangélicos perciben que,
más allá del lenguaje fraterno, persisten las diferencias esenciales entre
ambas confesiones. En ese sentido, se citan las opiniones del teólogo italiano,
muy crítico con el papado de Francisco y con la misma Iglesia católica,
Leonardo De Chirico, quien considera que las encíclicas de Francisco indican un
giro hacia un catolicismo más «católico» (inclusivo, cultural,
social), pero no más evangélico. En sus palabras, Francisco «no ha promovido
una reforma bíblica, sino una catolicidad absorbente».
Desde la óptica evangélica, el artículo también interpreta que la elección del papa argentino respondió a una estrategia pastoral para desplazar el eje de la Iglesia católica romana hacia el Sur Global —Hispanoamérica, África y Asia— como regiones emergentes del catolicismo mundial. Este énfasis se refleja en sus viajes y en los nombramientos cardenalicios, destacando, a nivel organizativo, su impulso de la sinodalidad como intento de descentralización eclesial, aunque sin ruptura con el modelo jerárquico romano, monárquico autoritario.
Finalmente, valora la sensibilidad de Francisco hacia cuestiones sociales y ambientales, especialmente en la encíclica Laudato si’, como expresión de una ética global abierta al diálogo cultural, sin que ello modifique sustancialmente las posiciones doctrinales tradicionales del magisterio católico.
En esta misma línea de respeto institucional y espíritu de reconocimiento cristiano, la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE) dirigió una carta[82] de condolencias al presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, subrayando la contribución de Francisco al diálogo interconfesional, su cercanía hacia las iglesias evangélicas y su constante llamado a la fraternidad entre pueblos y credos. La misiva expresó también el «profundo pesar» de las iglesias evangélicas españolas, que elevaban sus oraciones por consuelo y esperanza ante la pérdida del pontífice, valorando especialmente su compromiso con la justicia social y la dignidad humana.
Por último, diversas voces del protestantismo español —teólogos, pastores y representantes institucionales— han ofrecido una lectura plural de su pontificado. En conjunto, se percibe un estilo pastoral marcado por la cercanía, la misericordia y una apertura al diálogo sin precedentes con el mundo evangélico. Desde el medio Protestante Digital, a través de entrevistas y tribunas publicadas en los días posteriores a su fallecimiento, se trazó un retrato complejo, pero equilibrado, de Jorge Mario Bergoglio: pastor cordial y figura reformadora, aunque no exento de ambigüedades y límites doctrinales, especialmente para los sectores evangélicos confesionales.
El pastor evangélico español de la Misión Cristiana Moderna, Ángel Manuel Hernández, quien compartió varias audiencias privadas con el papa Francisco, lo describe en Protestante Digital como una persona cercana, sencilla y con sentido del humor, destacando su legado de una «Iglesia de puertas abiertas», su compromiso con los más necesitados y su voluntad de diálogo con los evangélicos frente al avance del secularismo. Según Hernández, Francisco fue un reformador que dio a la Iglesia un rostro más humano y menos institucional[83]
Por su parte, el teólogo José Hutter señala la simplicidad y accesibilidad de Francisco como uno de sus principales legados personales, pero advierte su escasa relevancia teológica y su falta de iniciativa diplomática en conflictos globales. Para él, los gestos hacia los evangélicos, aunque visibles, no han generado cambios estructurales ni doctrinales[84].
Más comprensivo se muestra el pastor Esteban Muñoz, presidente de FEREDE, tal vez por el cargo que ocupa, quien reconoce el impacto pastoral de su pontificado, especialmente por el énfasis en la misericordia y la cercanía a los heridos. Valora sus gestos de reconciliación con los evangélicos —como el reconocimiento de Lutero o la creación de espacios de diálogo interconfesional—, así como su preocupación por la inclusión laical, la justicia social y el papel de la mujer, aunque invita a la Iglesia católica a profundizar en la renovación espiritual a partir de las Escrituras[85].
En términos similares se expresa Jorge Pastor, pastor bautista de larga trayectoria, quien subraya la impronta ética y fraterna de Francisco, así como su voluntad ecuménica, aunque lamenta que no se hayan producido avances teológicos sustanciales respecto a pontificados anteriores. Alude también a las tensiones internas y a las resistencias eclesiológicas que pueden condicionar al próximo papa[86].
Desde una visión más crítica, el pastor y presidente de la Alianza Evangélica Española (AEE), Marcos Zapata, afirma que el pontificado de Francisco no ha dejado un legado doctrinal coherente desde una perspectiva evangélica reformada. Reconoce, no obstante, la importancia de su tono pastoral y de sus gestos de apertura, pero advierte sobre el riesgo de diluir la verdad del Evangelio en aras de una fraternidad universal sin anclaje cristológico. En este sentido, recuerda la vigencia de las cinco solas de la Reforma como base del testimonio evangélico.
Por último, Lucas Magnin, teólogo y comunicador argentino afincado en España, ofrece una lectura más favorable al destacar la capacidad de Francisco para encarnar un cristianismo dialogante, hospitalario y centrado en lo esencial. Considera que su figura fue puente entre mundos diversos, incluso en medio de la polarización ideológica, y destaca su conexión con la sensibilidad espiritual evangélica desde la experiencia vivida en Argentina[87].
En suma, aunque desde el ámbito evangélico no se percibe una continuidad teológica con la fe reformada, el reconocimiento hacia la figura de Francisco como un papa cercano, sensible a los márgenes, y dispuesto a dialogar desde la fraternidad, es generalizado. Ha sido visto como un líder capaz de humanizar el rostro de la Iglesia católica sin renunciar a su identidad, pero sin imponerla como absoluto. Como señala uno de los entrevistados: «fue un pastor con corazón», y ese rasgo, por sí solo, constituye ya un legado que trasciende las fronteras confesionales.
1. Iglesia Evangélica Española: Gratitud por una Vida de servicio
La Iglesia Evangélica Española (IEE), miembro del Consejo
Mundial de Iglesias y de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de
España (FEREDE), Iglesia perteneciente al protestantismo histórico y muy
vinculada al ecumenismo, expresó su pesar
por el fallecimiento del papa Francisco, destacando su compromiso con los
valores del Evangelio. En su comunicado, la IEE afirmó: «Damos gracias por
la vida de servicio del papa Francisco, su testimonio de humildad y su defensa
de los más vulnerables»[88].
La IEE también resaltó la importancia de continuar trabajando por la unidad de
los cristianos, siguiendo el ejemplo de diálogo y apertura promovido por
Francisco.
2. Iglesia Española Reformada Episcopal: reconocimiento a un hermano en la fe
La Iglesia Española Reformada Episcopal (IERE), parte de la Comunión Anglicana y al igual que la IEE Iglesia del protestantismo histórico español y ecumenista, se unió a las muestras de condolencia por la muerte del papa Francisco. En su declaración oficial, la IERE expresó: «Reconocemos en el papa Francisco a un hermano en la fe, cuyo ministerio estuvo marcado por la compasión y el compromiso con la justicia»[89]. La IERE destacó la importancia del legado ecuménico de Francisco, subrayando su papel en la promoción del entendimiento y la colaboración entre diferentes tradiciones cristianas.
8. El legado del papa Francisco (2013–2025): Claves teológicas y pastorales de un pontificado en salida
El pontificado de Francisco, primer papa hispanoamericano (argentino) y primer jesuita en la historia de la Iglesia, ha estado marcado por una renovación significativa del estilo pastoral, una relectura de la Tradición a la luz de los signos de los tiempos y una propuesta teológica centrada en la misericordia, la periferia y el discernimiento. Su legado se inscribe como un proceso abierto de reforma de la Iglesia en múltiples niveles, más pastoral que doctrinal, más sinodal que vertical, más espiritual que jurídico.
7.1. Teología de la misericordia y del pueblo
La categoría teológica más representativa de su magisterio es la misericordia, no como mero atributo divino, sino como principio hermenéutico de toda la acción eclesial: «el nombre propio de Dios»[90] Francisco propuso una teología del kairós, que pone en el centro a las personas concretas y sus procesos, subrayando que «el todo es superior a la parte» y que «el tiempo es superior al espacio»[91].
Su pensamiento se arraiga en la teología del pueblo, corriente argentina vinculada a Lucio Gera y Juan Carlos Scannone, que subraya la espiritualidad popular, la cultura del pueblo creyente, y la construcción de una Iglesia encarnada en la historia de los pobres. Frente a las formas más ideologizadas de la teología de la liberación, el papa optó por una liberación desde la fe vivida, no desde teorías sociológicas. En esta clave se entiende su cercanía a los movimientos populares y su insistencia en el discernimiento pastoral como ejercicio de acompañamiento y gradualidad.
7.2. Reforma eclesial y sinodalidad
Francisco impulsó un modelo de Iglesia menos clerical, más colegial y descentralizada. Aunque no introdujo reformas dogmáticas, promovió una transformación eclesiológica honda a través de la práctica de la sinodalidad, consolidada como eje de su primado. En el proceso sinodal iniciado en 2021, se propuso que la escucha del pueblo de Dios fuera constitutiva del discernimiento eclesial. La frase «una Iglesia sinodal es una Iglesia del escuchar» sintetiza este espíritu, donde el obispo de Roma ya no aparece como centro del poder, sino como garante de la comunión eclesial.
Las reformas institucionales (como la nueva constitución apostólica Praedicate evangelium), apuntaron a una Curia más al servicio de las iglesias locales, con integración de laicos y mujeres en espacios de responsabilidad. Sin modificar sustancialmente la doctrina, Francisco abrió la reflexión sobre el diaconado femenino, el acceso de hombres casados al presbiterado en contextos particulares (como el Amazonas), y la posibilidad de mayor participación del laicado en los procesos decisivos de la Iglesia.
7.3. Prioridades pastorales: Periferias, integración
La «Iglesia en salida» fue su principal consigna. Francisco reivindicó la prioridad de las periferias existenciales: pobres, migrantes, descartados, presos, pueblos indígenas, enfermos y ancianos. Este principio también se trasladó a las periferias culturales y espirituales (cultura de la exclusión y el descarte, cultura de la muerte: aborto, eutanasia), promoviendo una pastoral no rígida (autoritativa) ni normativa (jurídica), sino centrada en las realidades humanas concretas.
Destaca aquí la Amoris laetitia, donde propuso una pastoral del discernimiento en el acompañamiento a las familias, especialmente a las personas en situación irregular. Sin negar la doctrina, introdujo el principio de gradualidad y atención a las conciencias, generando intensos debates dentro y fuera del Colegio Cardenalicio. Esta postura, profundamente inspirada en la moral ignaciana, se convirtió en emblema de su aproximación teológica: fiel a la Tradición, pero en tensión con una nueva sensibilidad pastoral.
7.4. Ecumenismo y diálogo interreligioso
Uno de los logros más consistentes de su pontificado fue el impulso renovado al diálogo ecuménico e interreligioso, entendido como dimensión constitutiva de la evangelización y expresión de la catolicidad. Desde Lund (2016) con los luteranos, pasando por Ginebra (2018) con el CMI, hasta encuentros con ortodoxos e incluso evangélicos (AEM) y pentecostales, Francisco sostuvo que la unidad se construye en el camino, en la oración y en el servicio conjunto.
En el plano interreligioso, su
legado queda especialmente plasmado en la Declaración de Abu Dabi (2019) sobre
la fraternidad humana, y en la encíclica Fratelli tutti, donde defiende
la paz, la amistad social y el pluralismo religioso como parte de la voluntad
divina providente. Esta visión, sin embargo, ha sido cuestionada por las
iglesias evangélicas que la perciben como «universalismo difuso» y
relativización de la fe cristiana.
8. Cuestiones abiertas y reformas pendientes
Si bien logró cambios estructurales y de enfoque, el papa Francisco no completó algunas de las reformas más esperadas, tanto a nivel interno como doctrinal:
§ Diaconado femenino: Abrió comisiones de estudio (2016, 2020), pero sin resolución definitiva que han frustrado la esperanza de la presencia igualitaria de la mujer en la Iglesia.
§ Presbíteros casados: La propuesta del Sínodo para la Amazonía (2019) no fue implementada en la exhortación Querida Amazonía. Los sacerdotes que abandonaron su ministerio para formar una familia se han sentido defraudados.
§ Presbiterado femenino: La mujer no ha accedido aún al ministerio sacerdotal, manteniéndose en este aspecto la línea programática establecida por Juan Pablo II.
§ Reforma litúrgica más amplia: Se mantuvo el rito ordinario como forma de referencia, al tiempo que se limitaron las posibilidades de expansión del usus antiquior.
§ Participación vinculante del laicado: Aunque se promovió una integración más plena del laicado en la vida eclesial, no se avanzó en la creación de estructuras con poder decisorio real que incluyeran efectivamente su participación.
§ Iglesia sinodal, diaconal: La implementación de una Iglesia sinodal, diaconal, integradora e inclusiva, está por desarrollar. Una Iglesia centrada no en el poder y las riquezas, sino en la diaconía, en especial referenciada a los empobrecidos, a los excluidos y descartados, a los que sufren y carecen de esperanza y conocimiento del Señor, está por desarrollar.
§ Reformas institucionales: No se abordó la cuestión, aparentemente menor, de los títulos honoríficos, prebendas, privilegios y categorías —como los cardenales, prelados de honor o tratamientos—, y, lo que resulta más relevante, tampoco se promovió una reforma ni una supresión significativa de las estructuras de poder, tales como los tribunales eclesiásticos, los cuerpos de seguridad, el Estado pontificio o la banca vaticana.
§ Integración plena de los bautizados divorciados, vueltos o no a casar, y LGBT: El avance hacia la integración —más que mera inclusión— de estos colectivos ha sido favorecido por la actitud y las palabras del papa Francisco. No obstante, dicha integración no ha alcanzado aún su plenitud, sino que permanece en gran medida como una apertura simbólica más que sustancial. Cabe esperar que una Iglesia verdaderamente sinodal, centrada en la koinonía y la diaconía, llegue a acoger e igualar plenamente a estas personas en el seno de la comunidad eclesial católica.
9. Espiritualidad y estilo de gobierno: Sencillez, compasión y testamento de vida
La espiritualidad del papa Francisco se situó en la confluencia de dos grandes corrientes: la ignaciana y la franciscana. De la primera tomó el discernimiento interior, la centralidad de la conciencia ante Dios, el dinamismo pastoral y el realismo evangélico; de la segunda, la humildad radical, el amor por los pobres, la sobriedad de vida y la fraternidad con toda criatura. Esta espiritualidad encarnada se tradujo en signos concretos: residir en la Casa Santa Marta, rechazar el lujo de los palacios apostólicos, reducir la pompa de las audiencias, mirar a los interlocutores de frente —nunca por encima del hombro ni con altivez sacralizada— y mantener un estilo de cercanía, incluso cuando sus gestos parecían adustos o su lenguaje informal.
Gobernó con firmeza, pero evitando el autoritarismo. Su principio rector fue abrir procesos más que imponer reformas abruptas, priorizando el diálogo sobre el silencio, el encuentro sobre la confrontación. Esta actitud, sin embargo, lo situó en una tensión permanente: fue acusado, según los contextos, de inmovilismo o de progresismo doctrinal ambiguo. Sobre él recayeron las etiquetas recurrentes de comunismo, populismo o simpatía con la masonería, todas ellas expresiones de una incomprensión profunda hacia su estilo pastoral y sus opciones éticas, más que juicios doctrinales consistentes.
Este mismo espíritu se refleja con claridad conmovedora en su testamento espiritual, fechado en Santa Marta el 29 de junio de 2022. Se trata de un texto breve, pero denso en contenido simbólico y espiritual, que pone de relieve una triple nota: humildad, gratitud y ofrenda.
En primer lugar, el papa se confiesa consciente del «ocaso» de su vida terrena y reafirma su esperanza en la vida eterna, abriendo su testamento con una invocación trinitaria que sitúa toda su existencia bajo el signo de Dios. No formula disposiciones patrimoniales ni complejos legados institucionales: lo esencial se concentra en su deseo de sepultura.
Elige ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, santuario mariano al que acudía antes y después de cada viaje apostólico. La ubicación concreta —un nicho lateral entre las capillas Paulina y Sforza— subraya su espiritualidad mariana, vinculada especialmente a la imagen de la Salus Populi Romani. La sepultura debía estar «en la tierra», sin ornamentación ni título alguno, solo con la inscripción: Franciscus. Este gesto final concentra su elección de vida: sencillez, desapropiación, identificación con el pueblo y con todos los que sufren.
No omite el sufrimiento: lo reconoce y declara haberlo ofrecido por la paz mundial y la fraternidad entre los pueblos, en plena coherencia con su magisterio social y su insistencia en una Iglesia samaritana. Agradece, con discreción evangélica, a quienes lo han amado y seguirán rezando por él.
Este testamento, al igual que su vida y gobierno, no es solo un acto de clausura, sino una última homilía silenciosa, un compendio de sus convicciones más profundas: una espiritualidad centrada en Cristo y en los pobres, una Iglesia en salida, un gobierno de misericordia y una existencia confiada a la intercesión de María.
En suma,
Francisco no quiso dejar tras de sí un legado de palabras grandilocuentes, sino
el signo concreto de un estilo de vida evangélico, con el que pretendió
acompañar
al pueblo de Dios en medio de las heridas del mundo, sin instalarse en los
tronos del poder, sino entre los caminos del servicio y la entrega más generosa
e incondicional.
Conclusiones finales evaluativas
El legado del papa Francisco puede resumirse en tres palabras: misericordia, sinodalidad y frontera. Con él, la Iglesia católica ha redescubierto su rostro misionero, su alma evangélica y su vocación de hospital de campaña en un mundo herido de gravedad. No fue un reformador dogmático, pero sí un renovador de actitudes y comportamientos. No rediseñó doctrinas, pero transformó el modo de ejercerlas. Su gran reforma fue, y será, la del estilo evangélico, el «modo de Jesús» como criterio pastoral.
El tiempo dirá si sus propuestas germinan o si enfrentan resistencia estructural, si son de peso y fundamentales o por el contrario se pierden en la vanidad del paso del tiempo. Pero su paso por la historia eclesial quedará como una de las más audaces y proféticas tentativas de actualizar el concilio Vaticano II en clave de compasión, justicia y encuentro.
Sobre las objeciones formuladas por Leonardo De Chirico desde una
teología protestante evangélica extrema revelan una tensión sustancial entre la
visión católica contemporánea del diálogo y la salvación, y la insistencia
evangélica en la conversión individual como única vía de acceso a la redención.
Para De Chirico, el magisterio de
Francisco introduce una deriva universalista y humanista que compromete el
núcleo del mensaje cristiano cuando no lo anula.
Sin embargo, estas críticas, aunque legítimas desde su marco doctrinal, también subrayan la necesidad de diálogo teológico serio y honesto sobre la salvación en el mundo plural de hoy. Francisco ha optado por un lenguaje pastoral amplio, que privilegia la acogida, la misericordia y el respeto al otro. El desafío para el diálogo ecuménico no es ignorar las diferencias, sino abordarlas desde una teología del encuentro que no sacrifique ni la verdad ni la caridad. Nada más lejos e impropio para el ecumenismo que el simulado irenismo o la actitud dialogal impostada.
En lo que respecta al evangelismo español, resulta significativo el reconocimiento, aunque tímido y limitado, que algunos sectores, como es el caso de Protestante Digital, han manifestado hacia la figura del papa Francisco, pese a provenir de un ámbito eclesial tradicionalmente opuesto a la teología, espiritualidad y praxis del ecumenismo. Es un hecho constatable —y pastoralmente doloroso— que la mayoría del protestantismo español, identificado mayoritariamente con corrientes evangélicas de perfil conservador, radical anti-ecuménico, se mantiene reticente o abiertamente contrario a cualquier iniciativa de carácter ecuménico, sea de origen católico o cuente con participación católica, incluso cuando se trata de simples encuentros de oración, colaboración social o bien declaraciones conjuntas interconfesionales.
Es
bien significativo el hecho de que, como alternativa cerrada a la tradicional
Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, promovida por el movimiento
ecuménico internacional, estas iglesias continúan desarrollando la antigua (del
siglo XIX) Semana Unificada de Oración (SUO), de carácter
exclusivamente interno, sin apertura al diálogo ni al trabajo conjunto con
otras confesiones cristianas. Esta actitud se extiende,
lamentablemente, a ámbitos donde sería deseable una convergencia práctica, como
la defensa común de los migrantes, los pobres, los derechos
humanos o los valores evangélicos en la vida pública y personal.
La paradoja reside en que, aun en ese contexto, la figura del papa Francisco ha despertado en algunos círculos evangélicos españoles un reconocimiento, sin abandonar la crítica a su pensamiento y acción, respetuoso por su compromiso social, su sencillez evangélica y su cercanía al sufrimiento humano, aunque dicho aprecio no se haya traducido en una apertura real al diálogo ecuménico ni a la necesaria cooperación fraterna.
Con relación a nuestra vocación y trabajo el papa Francisco deja una herencia rica en el ámbito del diálogo ecuménico e interreligioso, basada no sólo en documentos y discursos, sino en un estilo pastoral preñado de Evangelio, marcado por la cercanía, la humildad y la hospitalidad espiritual. Bajo su pontificado, la Iglesia ha asumido que el diálogo con las iglesias cristianas y con las religiones del mundo no es un apéndice diplomático, sino una vocación constitutiva de su misión, un encuentro con Dios más allá de sus fronteras.
Su apuesta por una Iglesia sinodal, comunitaria y profética —como expresó en el proceso sinodal iniciado en 2021— encuentra resonancia en esta apertura hacia los otros credos y confesiones. El ecumenismo y el diálogo interreligioso, para Francisco, no se oponen a la identidad católica, sino que la realizan en plenitud. La catolicidad no se entiende ya como universalidad administrativa, sino como comunión en esa diversidad reconciliada que debe ser la Iglesia de Cristo, subsistente, en mi opinión, en todas las comunidades que le confiesan como Salvador y Señor, con independencia de su interpretación doctrinal, organización y disciplina. Sin duda que el ecumenismo ha sido un pensil acariciado por sus expertas manos de jardinero de la unidad.
Su pontificado también deja reformas pendientes que tensionan esta misma lógica de apertura. La ordenación de hombres casados en contextos específicos (como en la Amazonía), o incluso superándolo, la apertura al diaconado y presbiterado femenino, una reforma más radical de la Curia romana que la contemple también al servicio de un ministerio petrino en relación con todas las iglesias, y la expresión plena de la sinodalidad con carácter vinculante, fueron propuestas insinuadas, pero no plenamente concretadas. En algunos casos, como en el Sínodo sobre la Amazonía, la expectativa generada no tuvo el desenlace esperado, frustrando a sectores que veían en ello la continuación coherente del espíritu reformador franciscano.
Con todo, Francisco ha sembrado semillas de futuro. Ha mostrado que la reforma de la Iglesia no pasa sólo por estructuras, sino por mentalidades y espiritualidades. Su legado será recordado por haber propuesto una Iglesia creíble por dialogante, humilde por sencilla, universal por fraterna.
En un mundo profundamente
herido por el conflicto, la fragmentación y la indiferencia, el papa Francisco
se convirtió —con todas sus limitaciones humanas, simpatías discutidas y
posibles errores, y como no pecados— en voz que reconcilia, rostro que acoge y
gesto que reconcilia y unifica. Su figura, lejos de ser impecable o exenta de
críticas, ha ofrecido al hombre contemporáneo una referencia moral y espiritual
creíble, no tanto por la perfección doctrinal como por la coherencia evangélica
de su compasión, por su modo de acompañar, sanar y abrir caminos allí
donde muchos solo ven muros infranqueables y dificultades invencibles. En su
humanidad, se hizo puente de unión. En su debilidad, signo de una Iglesia que
quiere ser hospital de campaña, servidora de los más necesitados. Su balance
final, pese a sombras y resistencias, es claramente positivo para el conjunto
de las iglesias cristianas y el mundo actual.
El alma del papa Francisco, hoy, 21 de abril de 2025, llama a la puerta de la Casa del Padre, diciendo: «Siervo inútil soy; he hecho lo que tenía que hacer»[92]; y espera que su Señor lo reciba consigo, para que donde Él esté, esté también su siervo Francisco, en aquella morada prometida[93].
En su paz te encuentres, hermano Jorge Bergoglio, papa Francisco.
Nota metodológica
El presente artículo se ha elaborado siguiendo un enfoque cualitativo-descriptivo, de carácter interdisciplinar, combinando el análisis teológico, histórico y sociológico de las fuentes. La metodología empleada ha incluido el examen crítico de declaraciones oficiales, entrevistas, artículos de opinión, y estudios académicos provenientes tanto del ámbito católico como protestante y evangélico, en especial el español. Se ha privilegiado la lectura transversal de documentos del Consejo Mundial de Iglesias, de la Comunión Anglicana y del Patriarcado Ecuménico, así como la revisión de reacciones públicas de líderes evangélicos españoles y europeos, en particular en torno a las figuras de Leonardo De Chirico (añadido por su carácter crítico a lo largo de todo el ministerio petrino de Francisco y con gran autoridad en el pensamiento teológico del evangelismo español), Ángel Manuel Hernández, José Hutter, Esteban Muñoz, Jorge Pastor, Lucas Magnin y Marcos Zapata, pastores y teólogos de diversa procedencia confesional cristiana.
Las fuentes primarias han sido cotejadas con publicaciones especializadas, revistas teológicas y portales digitales institucionales de reconocido prestigio. Se ha procurado considerar cuidadosamente el contexto doctrinal y discursivo de cada intervención pontificia, evitando lecturas fragmentarias o descontextualizadas. La intención de este estudio no ha sido elaborar una apología ni un panegírico, sino ofrecer una interpretación crítica y ponderada del impacto ecuménico e interreligioso del ministerio de Francisco, particularmente en diálogo con el protestantismo contemporáneo.
Se reconoce, no obstante, que
Francisco —como todo ser humano y a la vez clérigo— ha mostrado fragilidades y
ha adoptado en ocasiones actitudes (incluso autoritarias absolutas y comportamientos
cuanto menos ásperos) o expresiones (incluso muchos le acusaron de lenguaraz) que
han suscitado desconcierto, proyectando ciertas zonas de sombra sobre su
ministerio e incluso suscitando interrogantes sobre
el porvenir inmediato de la Iglesia católica tras su fallecimiento, en un
contexto marcado por una incipiente «guerra abierta» entre sectores denominados
progresistas y conservadores, que pugnan por situar a uno de los suyos al timón
de la barca de Pedro. Sin embargo, este trabajo no se ocupa de
tales aspectos sino en la medida en que estén hondamente relacionados con su
acción ecuménica y su apertura interreligiosa, ámbito específico de la
investigación aquí desarrollada.
Todas las citas bíblicas han sido
tomadas de la Biblia de Jerusalén (última edición). Las referencias a
documentos eclesiales provienen de fuentes oficiales, en particular del sitio
web del Vaticano y del Acta Apostolicae Sedis. Igualmente, de los sitios
oficiales del Consejo Mundial de Iglesias, Comunión Anglicana, Federación
Luterana Mundial, Alianza Evangélica Mundial, etc.
[1] Ver Francisco, El jesuita. Conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio, entrevista con Francesca Ambrogetti y Sergio Rubin, Vergara, Buenos Aires: 2010, 94–102.
[2] Cf. Massimo Borghesi, Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual, BAC, Madrid: 2020, 205–220.
[3] Cf. Juan Carlos Scannone, La teología del pueblo: raíces teológicas del papa Francisco, Manantial, Buenos Aires: 2015, 13–45.
[4] Francisco, Homilía en Lund, 31 octubre 2016.
[5] Francisco, Encuentro con los Coptos Ortodoxos, El Cairo (Egipto), 28 abril 2017.
[6] Francisco, Fratelli tutti, n. 282.
[7] Francisco, Discurso en Rabat, Marruecos, 30 marzo 2019.
[8] Francisco, Discurso en la catedral siro-católica, 5 mar. 2021.
[9] Francisco, Motu proprio Traditionis custodes, 16 de julio de 2021, art. 1–2.
[10] Francisco, Carta a los obispos que acompaña Traditionis custodes, 2021, §6.
[11] Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, Carta a los Legionarios de Cristo, 2020.
[12] Congregación para los Obispos, Informe canónico sobre el Sodalicio de Vida Cristiana, Vaticano, 2018.
[13] Francisco, Motu proprio Ad charisma tuendum, 14 de julio de 2022, arts. 1–4.
[14] Francisco, Gaudete et exsultate, 2018, n. 35.
[15] Ibid., nn. 49–62.
[16] Francisco, Discurso al Consejo Presinodal de América Latina, 25 de mayo de 2018.
[17] Cf. cap. VIII.
[18] Brandmüller, Walter; Burke, Raymond L.; Caffarra, Carlo; Meisner, Joachim. Los Dubia a Su Santidad el Papa Francisco, 19 de septiembre de 2016.
[19] Carlo Maria Viganò, Testimonianza, 26 de agosto de 2018.
[20] Francisco, Conferencia de prensa en el vuelo de regreso de Irlanda, 26 de agosto de 2018.
[21] Secretaría de Estado, Informe sobre Theodore McCarrick, Vaticano, noviembre de 2020.
[22] Rorate Caeli, «Traditionis Custodes: The End of the Beginning», 17 de julio de 2021.
[23] Cordileone, Salvatore J., Carta Pastoral sobre la aplicación de Traditionis Custodes, 2021.
[24] Entrevista con La Vanguardia, 13 de junio de 2014.
[25] Entrevista con America Magazine, 28 de noviembre de 2022.
[26] Francisco, Discurso en Bratislava, 13 septiembre 2021.
[27] Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Fiducia supplicans. Sobre el sentido pastoral de las bendiciones, 18 de diciembre de 2023, nn. 30–39.
[28] Cardenal Robert Sarah, Declaración sobre Fiducia supplicans, 20 de diciembre de 2023.
[29] SECAM (Symposium of Episcopal Conferences of Africa and Madagascar), Nota sobre la aplicación de Fiducia supplicans en África, 3 de enero de 2024.
[30] Catholic Bishops Conference of Nigeria (CBCN), Statement on Fiducia supplicans, 11 de enero de 2024.
[31] Cardenal Gerhard Müller, entrevista en EWTN News, 22 de diciembre de 2023.
[32] Joseph Strickland, Carta pública sobre el estado de la fe, diciembre de 2023.
[33] Víctor Manuel Fernández, Entrevista en L’Osservatore Romano, 19 de diciembre de 2023.
[34] La 11ª Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias se llevó cabo en Karlsruhe, Alemania, del 31 de agosto al 8 de septiembre de 2022, con el tema El amor de Cristo lleva al mundo a la reconciliación y la unidad.
[35] Neos Kosmos, 22 abril 2025, Ecumenical Patriarch Bartholomew pays tribute to Pope Francis: «A true friendo f Orthodoxy and humanity».
[36] Welby, Justin, «Archbishop pays tribute to Pope Francis.», Archbishop of Canterbury, 21 de abril de 2025.
[37] En línea: https://www.archbishopofyork.org/news/latest-news/statement-following-death-pope-francis?utm_source=chatgpt.com
[38] Sean Rowe, “Statement on the Death of Pope Francis”, Episcopal Church Office of Public Affairs, 21 de abril de 2025.
[39] Ibíd.
[40] Jong Chun Park, Mensaje oficial del Consejo Mundial Metodista tras la muerte del papa Francisco, Lake Junaluska, Carolina del Norte, 21 de abril de 2025.
[41] Ibíd.
[42] Francisco, Discurso a la delegación del Consejo Metodista Mundial, Ciudad del Vaticano, 7 de abril de 2016.
[43] La llamada a la santidad: de la justificación a la santificación. Informe de la Comisión Internacional de Diálogo Católico-Metodista, 2016.
[44] Jong Chun Park, Mensaje oficial del Consejo Mundial Metodista, ibid.
[45] Najla Kassab, Declaración oficial tras el fallecimiento del papa Francisco, Comunión Mundial de Iglesias Reformadas, 21 de abril de 2025.
[46] Ibíd.
[47] FLM, Mensaje de condolencia por el fallecimiento del papa Francisco, 21 de abril de 2025.
[48] Comunicado de Pascua de la CMIR, abril de 2025.
[49] Setri Nyomi, Reflexión pascual sobre Tierra Santa, Ucrania y las injusticias globales, CMIR, abril de 2025.
[50] Najla Kassab, Declaración oficial.
[51] Federación Luterana Mundial, Declaración oficial tras la muerte del papa Francisco, Ginebra, 21 de abril de 2025.
[52] Francisco, Discurso en la conmemoración conjunta luterano-católica de la Reforma, Malmö, 31 de octubre de 2016.
[53] Federación Luterana Mundial, Mensaje de condolencia por el fallecimiento del papa Francisco, 21 de abril de 2025.
[54] Declaración conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, firmada en Augsburgo, 31 de octubre de 1999. Cf. Vaticano - FLM.
[55] Federación Luterana Mundial, La FLM da gracias por la vida y el legado del Papa Francisco, 21 de abril de 2025.
[56] Alianza Evangélica Mundial, Declaración oficial sobre el fallecimiento del papa Francisco, 21 de abril de 2025.
[57] Fraternidad Pentecostal Mundial, Comunicado de condolencia por la muerte del papa Francisco, 21 de abril de 2025.
[58] Watch Tower Bible and Tract Society, Reasoning from the Scriptures, Brooklyn: Watchtower Bible and Tract Society, 1985, pp. 132-136.
[59] Conferencia General de los Adventistas del Séptimo Día, sitio oficial www.adventist.org, consulta del 22 de abril de 2025.
[60] Loren Seibold, Of Pope Francis, Adventist Today, 21 de abril de 2025, disponible en: https://atoday.org/of-pope-francis.
[61] David Rosen, Francisco y el judaísmo: un papa amigo, American Jewish Committee, 21 de abril de 2025.
[62] Federación de Comunidades Judías de España, Comunicado oficial de condolencias, 21 de abril de 2025.
[63] Ahmad al-Tayyeb, Declaración oficial de Al-Azhar al-Sharif, El Cairo, 21 de abril de 2025.
[64] Comisión Islámica de España, Nota de prensa tras el fallecimiento del papa Francisco, 21 de abril de 2025.
[65] Comunidad Internacional Bahá’í, Mensaje de reconocimiento tras la muerte del papa Francisco, 22 de abril de 2025.
[66] Ibíd.
[67] Dalái Lama, Mensaje oficial del 14.º Dalái Lama, Oficina del Tíbet en Ginebra, 22 de abril de 2025.
[68] Sikh World Council, Declaración pública en homenaje al papa Francisco, Nueva Delhi, 22 de abril de 2025.
[69] Primera Presidencia, “The Church Expresses Condolences at the Death of Pope Francis”, The Church News, 21 de abril de 2025, https://es.thechurchnews.com.
[70] Francisco, Encuentro Interreligioso en Ur, Iraq, 6 de marzo de 2021.
[71] Entrevistado por Protestante Digital tras el fallecimiento del papa Francisco (21 de abril de 2025), el pastor y teólogo reformado Leonardo De Chirico ofreció una lectura crítica del pontificado desde una óptica evangélica. Señaló la ambigüedad doctrinal de Francisco, su enfoque inclusivo (todos, todos, todos), una fraternidad interreligiosa desligada del Evangelio, tensiones con las iglesias del Sur Global frente a ciertas aperturas pastorales, y un proceso sinodal vago e ineficaz. Aunque reconoció su cordialidad hacia los evangélicos, la juzgó más diplomática que teológicamente significativa (Daniel Hofkamp, Protestante Digital, 21 abril 2025).
[72] Francisco, Evangelii gaudium, nn. 244–246.
[73] Hechos, 4,12.
[74] Francisco, Fratelli tutti, n. 282.
[75] De Chirico, «¿Una voluntad divina pluralista?», Evangelical Focus, 12 feb. 2019.
[76] En Religión y Libertad, 9 marzo 2019.
[77] Cf. Dei Verbum, n. 2; Dominus Iesus, nn.4-5.
[78] Juan Pablo II, Dominus Iesus, n. 22.
[79] De Chirico, «Fratelli tutti: el humanismo sin Cristo», Reformation21, 15 oct. 2020.
__________, Francis: A Field Manual, 2023.
[80] De Chirico, Evangelical Theological Perspectives on Roman Catholicism, IFED Monographs, 2018, 91–94.
[81] De Chirico, «Iglesia en salida… ¿con qué mensaje?», The Gospel Coalition (edición europea), 23 sept. 2017.
[82] FEREDE, Carta institucional al Presidente de la CEE, 21 abril 2025.
[83] Entrevista en Protestante Digital, entrevista del 21 de abril de 2025.
[84] Cf. Protestante Digital, 23 abril 2025.
[85] Ibíd.
[86] Ibíd.
[87] Ibíd.
[88] Iglesia Evangélica Española, Mensaje de condolencia por el fallecimiento del papa Francisco, 21 de abril de 2025.
[89] Iglesia Española Reformada Episcopal, Declaración oficial tras la muerte del papa Francisco, 21 de abril de 2025.
[90] Cf. Francisco, Misericordiae vultus, 2015.
[91] Cf. Francisco, Evangelii gaudium, nn. 222–237.
[92] Lucas 17,10.
[93] Juan 14,1-3.
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Juan G. Biedma es Licenciado en Ciencias Religiosas por la Facultad de Teología San Dámaso (Pontificia Universidad de Salamanca), Magíster en Teología Dogmática Reformada por el Instituto Superior de Teología y Ciencias Bíblicas.CEIBI y Diplomado en Ecumenismo, Diálogo Interreligioso y Sectas/NMR por el Centro Ecuménico de Madrid. Ecumenista y Diácono de la Iglesia católica romana.
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