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Ignacio Ellacuría, opción por los pobres | Esteban López

Recuerdo que me estremecí cuando leí en los periódicos el 16 de noviembre de 1989, la noticia del asesinato de Ignacio Ellacuría (1930-1989) junto a otros compañeros suyos en El Salvador. No podía comprender cómo se podía matar con tanta sangre fría a personas que solo procuraban aportar su perspectiva del Evangelio en un mundo en el que casi siempre perdían los más desfavorecidos. Una profunda tristeza me invadió durante varios días, sobre todo al observar cómo aquel horrible asesinato casi pasaba totalmente desapercibido en el entorno en que yo me movía.

Ignacio Ellacuría había nacido en Portugalete, provincia de Vizcaya (España), y fue un teólogo jesuita comprometido con la llamada «teología de la liberación» como opción por los pobres. Había sido profesor y rector de la Universidad Centro Americana (UCA) de El Salvador y colaborado estrechamente con Monseñor Óscar Arnulfo Romero (1917-1980), quien también había sido asesinado el 24 de marzo de 1980 por denunciar los abusos contra los más desfavorecidos de su país. Amigo personal también del pensador Xabier Zubiri, Ellacuría dirigía un seminario con su nombre comenzando la publicación sistemática de sus obras. Se aproximó críticamente también, junto con Jon Sobrino, a los movimientos de liberación de América Latina, llegando a ser una de las voces más significativas en denunciar la pobreza y opresión de que eran objeto los más pobres.

Teología de la liberación

La Teología de la Liberación fue fraguándose progresivamente tanto desde dentro de la Iglesia Católica como desde otras iglesias en la América Latina, al contemplar la extrema pobreza en la que vivían millones de personas. No solo existe una sola Teología de la Liberación, ya que desde su nacimiento a finales de los años sesenta del siglo XX, ha habido varias corrientes con diferencias en el modo de abordar la opción preferencial por los pobres. La más radical es la que aceptaba ciertos supuestos marxistas, como la llamada «lucha de clases» para el logro de sus objetivos. El ejemplo de los llamados «curas guerrilleros» es uno de los más conocidos, haciendo que se relacionara a menudo a la teología de la liberación con el comunismo. Quizá por eso, en un primer momento, ni Óscar Romero, ni Juan Pablo II comulgaban con la teología de la liberación (la llamaban corriente ideológica peligrosa), aunque más tarde cabiaran de opinión y la aceptaran. Como dijo Juan Pablo II en una carta al episcopado brasileño con fecha 9 de abril de 1986: «La teología de la liberación es, no solo oportuna, sino útil y necesaria«.

Y es que hay que reconocer la sinceridad y buena voluntad de la mayoría de los teólogos de la liberación, cuando lo único que siempre han pretendido ha sido llamar la atención sobre la pobreza y marginalidad de los más desfavorecidos. Como expresaba Hélder Câmara (1909-1999) obispo brasileño y gran defensor de los derechos humanos:

«Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista… Siempre que busqué defender a los pobres, la iglesia me acusó de hacer política… Los que tratamos de tomar la antorcha y seguir los pasos de Jesucristo, no debemos descansar hasta que los muros de la injusticia, la exclusión y la mentira caigan en nuestra preciosa tierra americana «ancha y enajenada».

Por tanto es necesario decir con claridad que esa ‘teología por los pobres’ no tiene ninguna necesidad de postulados marxistas ni de imitar sus métodos a la hora de defender su causa; para ayudar de verdad a los pobres no solo ‘dando el pescado sino enseñando a pescar‘, el cristianismo, de sobra, tiene sus propios recursos e impulsos positivos. Otra cosa es que, en ciertos entornos eclesiásticos, no se haya mostrado suficiente talla y sensibilidad para con los pobres y su marginación, algo que por otro lado es contrario al espíritu del Evangelio, tal y como se han esforzado en resaltar los teólogos de la liberación:

«Si al recoger la cosecha dejan olvidado en el campo algún manojo, no regresen por él. Déjenlo allí para los pobres, los refugiados, los huérfanos y las viudas. Y cuando corten sus aceitunas y cosechen sus uvas, harán lo mismo: no las cortarán todas, sino que dejarán algunas para ellos«.- Deuteronomio 24:19-21, TLA.

«Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? «¿Y cuándo te vimos como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?» Respondiendo el Rey, les dirá: «En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis«. – Mat. 25:35-45, BLA.

«La religión pura y sin mácula delante de nuestro Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo».- Santiago 1:27, BLA.
Monseñor Romero 

Pensamiento de Ignacio Ellacuría

Partiendo del pensamiento de Xabier Zubiri, Ellacuría entiende la historia humana como una realidad que hay que afrontar y un proceso de liberación. Su planteamiento teológico es:

Volver al Jesús histórico como principio y fuente de vida, entendiendo el cristianismo, no como teoría, sino como movimiento histórico de liberación y salvación.
Abrir un proceso de liberación a partir de los más pobres, entendiendo el reino de Dios, no como algo trascendente y separado de los hombres, sino como la construcción de condiciones sociales e históricas en favor de ellos.
La Iglesia de Jesús debe comprometerse de un modo intenso, aunque no violento ni militar, en la historia de los hombres, denunciando las injusticias del sistema y de los opresores, y promover la paz, la justicia y el amor siempre desde los más pobres. Es el compromiso histórico por parte de la Iglesia para la transformación social.
Las tres grandes preocupaciones de Ignacio Ellacuría siempre fueron: la defensa de las mayorías populares y los pueblos oprimidos, la Universidad como un instrumento al servicio de las mayorías, y la función liberadora de la Filosofía.

En sus propias palabras

«Una y otra vez hay que volver a recuperar la Iglesia de sus lacras históricas para que realmente se ponga al servicio del Reino de Dios que predicó Jesús«.

«La situación de extrema pobreza generalizada adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela. Son los rostros de los niños golpeados por la pobreza, rostros de jóvenes desorientados por no encontrar un lugar en la sociedad; rostros de indígenas y de afro-americanos; rostros de campesinos; rostros de obreros, rostros de sub-empleados y desempleados, rostros de marginados y hacinados humanos, rostros de ancianos«.

«Monseñor Romero conocía estos documentos (declaraciones en Puebla y Medellín sobre la opción por los pobres), pero solo paulatinamente entendió su sentido y se atrevió a ponerlo en práctica. Antes de llegar a San Salvador, antes de ponerse en contacto no solo con los pobres sino con la persecución que padecen los pobres y los pastores que luchan por la liberación integral, más bien veía con precaución esta línea de Medellín, que le parecía entonces proclive a una excesiva politización de la Iglesia y a un desviacionamiento hacia la lucha de clases. Pero ese contacto con los rostros humanos de los pobres y con la persecución, le abrió los ojos y le condujo a adoptar posiciones teóricas y prácticas de gran claridad teológica y de vasto alcance profético«.

– Ignacio Ellacuría, Conversión de la Iglesia al reino de Dios, pag. 88, 90, Sal Terrae, Santander, 1984.

«Hacer todo lo posible para que la libertad sea la victoria sobre la opresión, la justicia sobre la injusticia y el amor sobre el odio«.- Esfinge, 31 de mayo 2017.

«La conmemoración de la muerte de Jesús hasta que vuelva no se realiza adecuadamente en una celebración cultual y mistérica ni en una vivencia interior de la fe, sino que ha de ser celebración creyente de una vida que sigue los pasos de quien fue muerto violentamente por quienes no aceptan los caminos de Dios, tal como han sido revelados en Jesús«.

“Un análisis intelectual debe ser respondido con un análisis intelectual y no con el exilio, la cárcel, la tortura, o un tiro en la nuca…

«El estudio de las heces de nuestra civilización, que parece mostrar que esta civilización está gravemente enferma y para evitar un desenlace fatídico y fatal, es necesario intentar cambiar desde dentro de sí misma…

«Ayudar profética y utópicamente a alimentar y provocar una conciencia colectiva de cambios sustanciales es ya de por sí un primer gran paso”.

El Faro, 18 octubre, 2022.

«Si me matan durante el día, es la guerrilla y si me matan durante la noche, es el ejército«.
Reflexión

Hay que reconocer en Ignacio Ellacuría y en otros como él, su compromiso radical con respecto al mensaje de Cristo Jesús sobre el Reino de Dios. Sobre todo su entendimiento relacionado con la ‘apuesta por los más pobres’ y desfavorecidos. Eso le llevó a comprometerse muy seriamente con una realidad que en el fondo le superaba. Y es que le tocó vivir en medio de una terrible guerra en el Salvador en la que hizo de mediador entre la guerrilla y el gobierno de entonces, asumiendo todos los riesgos que ello suponía, y criticando a ambos lados cuando era necesario. Se le acusó de comunista, algo que él siempre negó, ya que siempre aludía a su firme convicción cristiana. Se le llamó soñador y utópico al ‘querer cambiar el mundo‘, por lo menos en el entorno en que él se movía. Pero hay que reconocer que se metió de lleno en una jungla de rivalidades políticas que, como en el caso de otros, acabó con su propia vida.

Respetando profundamente su sentir y su valiente labor, me hubiera gustado preguntar a Ignacio Ellacuría qué opinaba él de las palabras de Jesús cuando dijo a Poncio Pilato, «Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis servidores habrían luchado para librarme de los judíos. Pero no, mi reino no es de este mundo» (Juan 18:36, BLP). O estas otras, «Ya no puedo hablarles de otras cosas porque se está acercando el diablo, que manda en este mundo. Él no tiene poder para vencerme» (Juan 14:30, TLA). Porque si se entiende que el Reino de Dios es de carácter espiritual y que puede obrar el bien en el corazón de los hombres, pero también que el verdadero gobernante actual del mundo es el diablo, solo es de esperar que intentar cambiar de raíz el sistema y sus injusticias es una labor muy difícil si no imposible. Es verdad que existen sin duda los hombres de buena voluntad, pero hay que ser realistas y decir que tambien existen muchos otros que no lo son en absoluto y que a menudo tienen poder. Eso hace de este mundo un campo de minas y un lugar muy difícil para intentar vencer el mal con el bien. Sin embargo, Ignacio lo intentó y persistió, y si se piensa bien, ¿quién puede objetar de verdad cuando la injusticia existente en este mundo es tan ingente y a menudo hiere tan profundamente el corazón? Ahí queda por tanto su gesta y legado, su esfuerzo incansable por hacer de este mundo un mejor lugar donde vivir.


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Esteban López 






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