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Viernes Santo y Domingo de Resurrección - Por José Luis Avendaño



Viernes Santo y Domingo de Resurrección. Los vacíos sempiternos del culto evangélico latinoamericano


Es muy lamentable que la liturgia de la mayoría de las iglesias evangélicas latinoamericanas durante el tiempo de Semana Santa, a mi juicio, principalmente atribuido esto al fuerte influjo del pensamiento y de la herencia del evangelicalismo estadounidense y, en no menor medida también, consecuencia de su abierto rechazo, ciertamente absurdo, al menor atisbo de lo que se suele llamar una “liturgia catolizante” que, a decir verdad, sólo viene a dar en una evidente muestra del total desconocimiento de la historia y del espíritu de la liturgia histórica, no establezcan una clara comprensión de contenidos y de sus respectivas delimitaciones entre Viernes Santo y Domingo de Resurrección.

Es decir, entre la muerte y el resurgimiento del Señor Jesucristo de entre los muertos, haciendo ya del Viernes Santo, una festividad de resurrección, con cánticos de alegría y regocijo y lecturas bíblicas relativas ya al Domingo de Resurrección, y evitando además, toda referencia a la pasión y muerte del Señor por estimar que tal alusión desvirtuaría la atención sobre lo verdaderamente importante, la "resurrección", toda vez que el mismo Cristo, versa el argumento, reina ya en el presente como el Resucitado-Glorificado y no está ya crucificado.

Sin embargo, ¿puede conservar verdadero valor y todavía sentido teológico la resurrección del Señor sin atender primero a su real y concreta muerte en la cruz, entendida esta como acontecimiento inconmensurable de su amor y entrega por todos los seres humanos, sí, pero también como un acontecimiento real y concreto acaecido efectivamente en la historia de la humanidad? Por lo demás, ¿no es en verdad únicamente cuando atendemos a la concreta y real muerte de Jesús en la ignominiosa cruz que logramos comprender que la gracia de Dios para con los seres humanos caídos y perdidos en su propio intento de autorredención, egoísmo y opresión es, precisamente, “la gracia cara de Dios”, por cuanto le ha costado nada menos que la vida de su propio Hijo?

Es cierto, dicho sea de paso, que en los evangelios Jesús aparece como la historia proclamada del Cristo viviente siempre presente, pero estos mismos evangelios se vuelven ya a la historia del Jesús crucificado, muerto y sepultado desde donde el kerygma de ese Cristo viviente y siempre presente se compenetra y hace uno con la historia de Jesús de Nazaret. Ciertamente, el culto también queda definido a través de sus símbolos, por medio de los cuales se actualizan (no repiten) los momentos fundantes de la historia de la salvación.

Ahora bien, no se trata aquí, en tal actualización de la muerte y resurrección de nuestro Señor, al contrario de lo que una crítica rayana en lo caricaturesco pretenda suponer, de la muerte y resurgimiento del Dios cristiano en el marco de una comprensión cíclica del tiempo. De lo que aquí hablamos es, más bien, de la actualización constante “de este anuncio de la muerte del Señor, hasta que él venga” (1 Cor 11, 26), como anuncio escatológico de perdón y salvación. Tampoco lo que aquí se propone es una adoración cultual de la cruz, de modo que ignoremos el claro carácter profano y abominable a la que ésta, por lo menos, desde su primer origen, estuvo siempre ligada, de suerte que por medio de su sola contemplación y adoración obtengamos, algo así como "ex opere operato", algún mérito superior. Al contrario, la cruz del Crucificado aun en el marco litúrgico siempre constituirá exigencia definitiva para abrazar el camino del seguimiento en pos de aquel que en aquella cruz se entregó hasta la muerte y por amor.


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José Luis Avendaño, es Doctor en Teología y Filosofía (PhD), por la Universidad de Toronto. Ha servido también como pastor de la ELCA (Evangelical Lutheran of Church in América). Es autor de los libros Camino de la Cruz: Análisis crítico-redaccional del evangelio de Marcos y La sombra religiosa americana.





Comentarios

  1. Muy buena reflexión, bíblica y teológicamente fundamentada. También es una reflexión ecuménica, pero eso, siendo importante, no es lo fundamental ni lo pretendido por el artículo.

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  2. Bonita reflexión, pastoralmente creo que debemos reflejar, lo que los evangelios nos muestran, la esencia del evangelio…que Cristo murió por nuestros pecados, que fue sepultado y resucitó …con gran énfasis en lo último (1 Cor. 15:1-3). Ese es el evangelio y bien haremos en no polarizarnos. Esto refleja al Cristo sufriente y victorioso.

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  3. La esencia del evangelio implica muerte, sepultura y resurrección (1 Cor. 15). Expresiones cúlticas que integren estos elementos nos ayudan a evitar polarizaciónes. Gracias José Luis por tu reflexión.

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