LA TEOLOGÍA DE LA
LIBERACIÓN EN LA ENCUCRIJADA DE LOS TIEMPOS
David A. Roldán, Revelación de Dios y acción histórica. La
crisis del paradigma histórico. Ediciones La Aurora, Bs. As. 2021
David A. Roldán es un joven teólogo evangélico argentino con una larga trayectoria editorial, autor de un buen número de artículos y ensayos de mucha enjundia teológica y filosófica, no en vano, a su doctorado en teología suma el de filosofía, lo que se transparenta en todos su escritos, ya que si en otros tiempos la filosofía era la ancilla o sierva de la teología, hoy la filosofía, remotamente más compleja en planteamientos y análisis, es la interlocutora de la teología, marcando pautas de racionalidad y mostrando nuevos acercamientos críticos a los viejos problemas ontológicos y epistemológicos.
A lo largo del último
decenio, David Roldán se ha tomado como tarea personal ahondar en el
significado y las posibilidades actuales de la Teología de la Liberación (TL), a
cuyos representantes vivos más destacados ha conocido y conversado en diversas
ocasiones. Frente a los que piensan que la TL ha pasado de moda, e incluso que
fue un fracaso en el sentido práctico; o un desvarío en el sentido doctrinal,
Roldán propone una batería de argumentos teológicos y filosóficos que va en
dirección contraria. Para él la TL ha
pasado la prueba del tiempo y considera que sigue siendo un fermento necesario
para entender la fe cristiana ante los retos del presente, que, en lo social, y
debido al deterioro de la democracia y la creciente brecha económica entre los
que más tienen y los que cada vez tienen menos, a lo que hay sumar la erosión
de los derechos humanos por un número cada vez mayor de políticos cínicos y la
hegemonía presente del pensamiento casi único neocapitalista, la TL, en cuanto
reflexión sobre la obra de Dios en relación a los esclavizados, a los
oprimidos, a los desplazados, a los fugitivos (migrantes), a las minorías
marginadas, oprimidas, victimizadas, aun tiene mucho que decir y profundizar a
la luz de la nueva situación política con el auxilio de nuevas herramientas
críticas de orden político y social.
David A. Roldán es un
veterano, y una autoridad nos atreveríamos a decir, en el estudio de la TL, a
cuyo estudio dedicó su tesis doctoral (2011)[1], y dos
últimos libros[2]. En el que aquí reseñamos, Revelación de Dios y acción histórica,
emprende un denso análisis de la TL en relación a la hermenéutica, el mito y la
historia desarrollada por el pensamiento moderno.
Quien, a jugar por el
título, se acerque a esta obra, Revelación
de Dios y acción histórica, esperando encontrar un tratado de teología
bíblica sobre la revelación de Dios en relación a la acción histórica del ser
humano, puede quedar un poco defraudado, pues lo que el autor pretende y
realiza, es asentar las bases teóricas de una teología comprometida, como es la
TL, en el contexto del debate moderno y postmoderno sobre la historia y su
aparente significado, o falta del mismo. Esta es una obra densa, donde el autor
reseña las contribuciones más importantes de los filósofos modernos sobre estas
cuestiones. El autor los invoca a decenas y nos remite a su producción
literaria. Sus treintena de páginas de bibliografía nos pueden dar una idea de
la enjundia y complejidad de su alcance.
Es común en el mundo
evangélico conservador mantener y
defender que la inspiración de la revelación dada por Dios en la Escritura no
es solamente histórica, general, sino “proposicional”, es decir, que afecta a
todos los conceptos, ideas y doctrinas que en ella se proponen y contienen. El modelo
de revelación proposicional busca enfatizar la objetividad literal
de todas y cada una de las expresiones que componen la Escritura, con ello se
quiere hacer frente a las interpretaciones consideradas liberales que no
respetan el carácter divinamente inspirado de la Escritura. Para David A.
Roldán, no podemos recurrimos a la Biblia como un manual o arsenal de
proposiciones doctrinales objetivamente consideradas. Para él, la función
primaria de la revelación es iluminar la experiencia creyente en cada nueva
situación que la iglesia debe vivir a lo largo del tiempo, con sus retos nuevos
y peculiares. La Biblia no es una cantera de textos positivos de los que
extraer aquellos que más se ajusten al sistema doctrinal de cada cual. “Cuando
llegamos a la Biblia –escribe Roldán-, lo hacemos ya en tanto que seres
encarnados, como Jesús mismo, el Verbo encarnado”. Verbo encarnado que es Dios,
del cual hablaron los profetas hebreos, pero cuyo acercamiento a la revelación
divina en el Antiguo Testamento lo hace con una libertad inusitada, que no pudo
menos que suscitar la ira de los guardianes de la revelación. Cristo se encarna
e incardina vinculándose a los pobres, los sufrientes, los excluidos, se hace
portavoz de los anhelos y de los lamentos que esperaban la aurora de una nueva
era: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para
anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los
cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos” (Lc
4,18). Es en este espíritu que se mueve la TL, escandalizada por la situación
de inhumanidad en la que se mueve, y a la cual quiere ofrecer una respuesta
responsable y comprometida (praxis) desde el núcleo más auténtico del ser y
actuar de Jesús.
Por eso,
en principio, la TL no es una teorización más de la teología, un ensayo de
doctrina o dogma, sino una preocupación angustiosa por devolver al Evangelio su
carga liberadora, del pecado personal, sí, pero también, del pecado social,
incardinado en sistemas de gobierno y economías opresoras, por eso no la
entendieron sus críticos que creyeron que la TL era una moda teológica nacida
al socaire o compás del marxismo que, en aquella época, era como un torbellino
que atraía la atención de las mentes más inquietas y que ponía patas arriba
todas las instituciones de enseñanza. “Se cree
(a mi juicio, erróneamente) –escribe Roldán-, que el único interés de la
Teología de la Liberación es proponer una síntesis entre Marx y el
cristianismo. Lo cierto es que la Teología de la Liberación excede en
intereses, de lejos, esa visión reduccionista.” El diálogo con el
marxismo se produjo porque no podía ser de otra manera, pero siempre mediado
por la fe en Cristo como aparece con claridad en figuras como José Míguez
Bonino. Hoy se sigue dando la misma situación, como afirma David Roldán, pero
teniendo toda la experiencia y crítica acumulado en estos últimos años, de modo
que la nueva generación de la TL debe avanzar, incorporando las
ciencias sociales como instrumentos necesarios para la elaboración teológica. “Si la TL deja de dialogar con teóricos marxistas pierde un instrumento clave
para su desarrollo: la vigencia de la crítica de la ideología, tal como la
continúan practicando, con sus múltiples matices, pensadores como Slavoj Žižek,
Terry Eagleton, Perry Anderson, Alex Callinicos, Frederic Jameson, Martin Jay,
Raymond Williams y Michael Löwy” (Roldán).
Respecto a aquellos
que descalifican la TL como a un proyecto fracasado, Roldán responde: “Si la TL fracasó en
su propuesta de transformación de la sociedad, también habría que revisar si
el mensaje de los profetas del Antiguo Testamento no debería ser abandonado
por la misma razón, ya que su “proyecto histórico” nunca logró plasmarse
(según Croatto, por ejemplo, el famoso “jubileo” nunca se su puso en practica).
Lo mismo podría decirse del “proyecto histórico” de Jesús de Nazaret.”
En otro orden de cosas, pero
relacionado con su tema principal, David nos recuerda que los orígenes de la teología evangélica o protestante
latinoamericana pueden remontarse a la figura clave de Juan A. Mackay (1889-1983), misionero escocés
que tuvo un importante desarrollo en Lima (Perú). Se lo suele describir como
uno de los “pioneros” de la teología evangélica latinoamericana, junto con los
mexicanos Alberto Rembao y Gonzalo Báez Camargo, en la década de 1940. Pero es
otro autor clave el que desencadena una verdadera corriente teológica que
habría de entusiasmar a los jóvenes: Richard Shaull (1919-2002), teólogo
presbiteriano que residió en Brasil, mentor de Rubem Alves (1933-2014), quien
figura como uno de los fundadores de la Teología de la Liberación. A este hay
que sumar el argentino José Míguez Bonino (1924-2012), cuya obra se ha
desarrollado siempre en la línea de una teología liberadora.
José Míguez Bonino
Para completar el
cuadro, David hace referencia a la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL),
con René Padilla y Samuel Escobar a la cabeza. Estos teólogos –escribe-
generaron un hondo impacto con sus ponencias en el Congreso de Lausana, en
1974, enfatizando la responsabilidad social de la Iglesia. Tampoco puede dejar
de mencionar al misiólogo Orlando Costas, así como Juan Stam, Pedro Arana
Quiróz y Andrés Kirk (Roldán es prolijo en referencias a autores).
En el capítulo
dedicado al concepto de historia en el siglo XIX nuestro autor nos muestra la
genealogía de todos aquellos pensadores que mantuvieran una guerra abierta
contra la metafísica y la fundamentación de la verdad religiosa en una verdad
absoluta e intemporal.
El capítulo 9 lo
dedica al postestructuralismo en cuanto representa un verdadero desafío para la
teología latinoamericana, pues su tesis radical sobre la estructura de la
realidad no puede ser más contraria al pensamiento teológico: el ser no tiene
sentido, y todo intento de “darle un sentido” estará condenado al fracaso. El significado
siempre diferirá. La objetividad histórica está bajo sospecha. La acción humana
y la racionalidad están en problemas.
Interesante es el
espacio que dedica al gnosticismo moderno, esa antigua cabeza de hidra que
reaparece en momentos significativos de la historia, especialmente en aquellos
de incertidumbre y angustia. David nos remite a los importantes estudios
realizados por el filósofo alemán Hans Jonas del gnosticismo, gnosticismo que
ya inquietó a los autores del Nuevo Testamento y tuvo en jaque la doctrina de
la iglesia durante tres siglos. Nadie como Jacob Taubes asume el
mito gnóstico como pensamiento propio, en cuanto reacción frente al
carácter tiránico y terrible del Creador de este mundo, objeto del rechazo
gnóstico. David Roldán cita a Eric Voegelin cuando afirma que lo propio del
gnosticismo es la negación del mundo, la voluntad de transformar este mundo
hostil (o de abierta transgresión dado que sus leyes obedecen a un genio del
mal). Cada capítulo de la obra de
Roldán, pese a no ser muy extensa, es una unidad merecedora de una reseña por
sí misma, dada la densidad de los temas e ideas que contienen, pero baste lo
escrito para animar a todos los interesados de entender su fe, y la naturaleza
de la revelación, a la luz del pensamiento moderno para adentrarse en su
estudio por ellos mismos, y si es posible acompañados de un buen diccionario de
filosofía, o en caso contrario, siempre podrán recurrir a la wikipedia.
[1] Interioridad y exterioridad
en la Teología de la Liberación. Un estudio con especial atención a Juan Luis
Segundo y José Míguez Bonino. Publicia, Alemania 2015.
[2] La
dimensión política del Reino de Dios (Teología
y Cultura, Bs. As. 2014); Revelación de Dios y acción histórica. La crisis del paradigma
histórico (La Aurora, Bs. As. 2021).
-------------------------------------------
Alfonso Ropero, historiador y teólogo, es doctor en Filosofía (Sant Alcuin University College, Oxford Term, Inglaterra) y máster en Teología por el CEIBI. Es autor de, entre otros libros, Filosofía y cristianismo; Introducción a la filosofía; Historia general del cristianismo (con John Fletcher); Mártires y perseguidores y La vida del cristiano centrada en Cristo.
Comentarios
Publicar un comentario