'Dios crucificado: monoteísmo y cristología en el Nuevo Testamento' de R. Bauckham. Reseña - Por Alfonso Pérez Ranchal
Dios crucificado: monoteísmo y cristología en el Nuevo Testamento. Clie, 2003.
Me concentraré en
ilustrar un modo de leer los textos que pone bajo una nueva luz el carácter de
la Cristología del Nuevo Testamento. En esta exposición, el entendimiento del
Monoteísmo judío que he propuesto servirá como clave hermenéutica de cómo los textos del Nuevo Testamento relatan que Jesucristo
es el Dios único del Monoteísmo judío. Nos permitirá ver que la intención de la
Cristología del Nuevo Testamento es incluir a Jesús en la identidad divina
única, a través de los textos, según la idea judía del tema. Los escritores lo
hacen deliberadamente y de forma generalizada, al utilizar precisamente
aquellas características de la identidad divina sobre las cuales el Monoteísmo
judío se centraba en caracterizar a Dios como único. Incluyeron a Jesús en la
soberanía divina única sobre todas las cosas, le identificaron con el nombre
divino que denota la identidad divina única, y le describieron como merecedor
de adoración que, para los monoteístas judíos, es un reconocimiento de la
identidad divina única. De esta forma desarrollaron un tipo de monoteísmo
cristológico como una continuación del anterior Monoteísmo judío, pero con la
diferencia de que ve a Jesús como intrínseco a la identidad del único Dios.
Richard Bauckham

Lo primero que le llamará la atención al lector atento es la diferencia que existe entre el título que he colocado en esta reseña y el que aparece en la foto de la portada. La divergencia estriba en la frase de comienzo: Dios crucificado. Pero es así como realmente se llama este libro, algo omitido por error en la portada del mismo (ver las páginas 1 y 2). Por ello, si al final te interesas por hacerte con él ten presente esto que apunto para no desorientarte.
Es un olvido
relevante (de hecho, en el original inglés se llama únicamente así) ya que la
frase además de atrayente es muy significativa siendo una de las claves a
desarrollar en este libro, en particular el capítulo 3 está dedicado a este
tema.
El presente
libro se trata de la adaptación de unas conferencias dadas en 1996 por el autor en el British
Isles Nazareth College en Didsbury, Manchester.
Bauckham nos informa de que el presente texto es una
versión concisa de una nueva forma de comprender la cristología del Nuevo
Testamento dentro de su contexto judío. El desarrollo más amplio de este
tema lo llevaría a cabo en el futuro con un más extenso libro.
Sostiene que
el estudio actual del judaísmo del Segundo Templo en relación al monoteísmo ha
errado cuando se han buscado precedentes en figuras intermedias
semidivinas, y desde ahí se ha encajado a Jesús. Bauckham se va a enfocar en
lo que ha llamado la «identidad» del Dios único israelita. Por ello, cuando
se considera la cristología del Nuevo Testamento se evidencia que desde
el primer momento de la experiencia postpascual, los cristianos incluyeron
a Jesús dentro de esta identidad única de Dios. Al proceder de esta forma no violentaron ni deshicieron el monoteísmo judío, sino
que en este período del Segundo Templo era posible proceder así sin salirse de sus parámetros.
Consecuentemente, se pone de relieve que desde
el comienzo podemos hablar de alta cristología. Se trata más concretamente
de cristología de la identidad divina, tal y como el autor apunta, en claro
contraste a lo perteneciente a la esencia o naturaleza divina. De
hecho, esto último no preocupaba ni era parte de la primera teología judía.
Esta Cristología –nos dice el autor- de la identidad divina no es un mero paso en el camino del desarrollo patrístico de la Cristología ontológica en el contexto de la Cristología trinitaria. Se trata ya de una Cristología completa, que mantiene que Jesucristo es intrínseco a la identidad única y eterna de Dios. Los Padres no lo desarrollaron tanto como para traspasarlo a un marco de trabajo conceptual construido sobre categorías filosóficas griegas de esencia y naturaleza (p. 10).
El otro
propósito que persigue este libro es mostrar
que con la inclusión de Jesús en la identidad única divina también se nos
muestra la identidad de Dios. Esto significa que más allá de los típicos
atributos de la deidad, y que tan bien reflejaron los Padres en la teología
nicena, es parte de Dios el Jesús humano y sufriente, humillado y colgado en
una cruz. Dios también ha revelado
su identidad en la vida y pasión de Jesús.

El autor Richard Bauckham
El presente libro se articula en un prefacio y tres capítulos a los que
le vamos a dedicar unas líneas para describirlos sucintamente.
Capítulo 1. Comprendiendo el monoteísmo
judío primitivo
En la
discusión actual de cómo Jesús llegó a ser reconocido como divino, y de la relación entre el
judaísmo del Segundo Templo y la cristología,
tenemos dos posturas principales.
La primera apunta a que este judaísmo sostenía un monoteísmo estricto sin
posibilidad alguna de que alguien más pudiera ser reconocido como Dios. Por
ello, cuando Jesús entró en el proceso de ser cada vez más reconocido como
divino esto significó un rompimiento con el judaísmo; la segunda se enfoca en que en el judaísmo existían varias figuras mediadoras que
aparecen con características divinas o son consideradas como semidivinas. Tales son los casos de ángeles principales o
seres humanos exaltados. Desde aquí, y siempre con esta categoría intermedia,
se desarrollaría la cristología en el NT todavía dentro de parámetros judíos.
Bauckham
apunta que su posición diverge de las dos anteriores. Dicho lo cual, es
correcto -como sostiene la primera posición- que el monoteísmo judío del
Segundo Templo era estricto y, en desacuerdo con la segunda, no cree que
realmente existiera esa categoría intermedia de seres y personas semidivinas.
En todo caso aparecen como sirvientes exaltados, pero con una clara y total
distinción entre Dios y sus criaturas. Por ello, Jesús no encajaría en esta
inexistente categoría, sino que se trató de una identificación total con el
único Dios verdadero del judaísmo. Tenemos textos en el NT que afirman
esto.
Los judíos,
sin duda, eran monólatras y para ellos este Dios era identificable, no era una
abstracción ni algo destinado a discusiones de tipo teórico, o sobre su esencia
y atributos (esto vendría después en el seno del cristianismo y se dio en
algunos escritores judíos con influencia griega). Por supuesto que creían en
estos atributos, pero para el judaísmo de este tiempo Dios era el que los había
escogido, les había hablado, protegido y actuado a su favor en la historia. Esta identidad-identificación era pensada
como si fuera humana, en donde Dios además tenía nombres, carácter y una
historia propia. Esta forma de proceder era analógica y ellos lo sabían, pero
se tomaban muy en serio este entendimiento de Dios. Esto se evidencia vez tras
vez en el AT y en la literatura extrabíblica judía.
El autor
apunta que el término «identidad» es suyo, y es
en este concepto en donde el judaísmo del Segundo Templo basaba su creencia en
Dios. «La identidad se refiere a quién es Dios, la naturaleza trata qué es Dios
o la divinidad» (p. 19).

Capítulo 2. Monoteísmo
cristológico en el Nuevo Testamento
En el
capítulo anterior se expuso la esencia de monoteísmo judío del Segundo Templo.
La unicidad de la identidad divina se caracterizaba especialmente por dos rasgos: que Dios es el único creador de todas las cosas y que Él es el que las gobierna. A esta identidad única le corresponde la monolatría, la adoración exclusiva del único Dios así caracterizado. La adoración, en la tradición judía, es el reconocimiento de la identidad divina única y debe ser coherente con el que creó y gobierna todas las cosas, pero puede no serlo con otros seres, todos creados y supeditados al Dios verdadero (p. 33).
Desde aquí,
y tomando también lo ya apuntado en relación a esas figuras mediadoras, es
que el autor apunta lo que colocaba como cita al inicio de esta reseña, justo bajo el título, y que no repetiré aquí para aligerar la
misma. Así que el lector hará bien que
ir allí para refrescar la memoria.
Esto es
una tesis sorprendente para la generalidad de los estudiosos de la
cristología del NT ya que implica además una alta cristología desde los mismos
inicios del cristianismo, antes de que el NT fuera escrito.
Desde
siempre, los especialistas en este campo han considerado que la alta cristología
no podía darse dentro del monoteísmo judío. Pero esto,
según Bauckham, es un error generalizado. Los escritores del NT
partieron de su herencia judía, y sin salirse de ella,
incluyeron a Jesús en la identidad divina de tal forma que concluyeron que
precisamente así se llegaba al cumplimiento de las promesas y creencias judías
escatológicas.
Los intentos
de colocar a Jesús en esas figuras intermedias y pensar que desde ahí se
desarrolló la cristología no es la línea correcta de estudio para este autor.
Esto sí que el judaísmo no lo habría aceptado al pasar estas figuras como
semidivinas.
Desde el primer
momento los textos del NT nos informan que Jesús fue exaltado por Dios tras
su muerte, y colocado consecuentemente
en el lugar más alto y en el mismo trono de Dios. Jesús así, y allí sentado
con Dios, tenía y participaba del señorío de la deidad sobre todo el universo.
Esto era algo sin ningún tipo de precedente, ni siquiera entre los ángeles más
importantes.
Capítulo 3. Dios crucificado: la
identidad divina revelada en Jesús
Hasta el momento el libro se ha centrado en el Cristo preexistente y en el
exaltado, pero no ha tocado al Jesús terrenal. Ahora lo hará y se pondrá
de manifiesto que aparecerá aplicadas a él otras características que pertenecen
a la identidad divina del monoteísmo judío.
Los aspectos más profundos de la Cristología del Nuevo Testamento tienen lugar cuando la inclusión del Cristo exaltado y la identidad divina implica la inclusión del Cristo crucificado en esa identidad, y cuando se reconoce como revelación de Dios el patrón cristológico de humillación y exaltación, como la revelación definitiva de quién es Dios (p. 50).
El
cristianismo primitivo que creía en esto buscó soporte en
las Escrituras hebreas, y desde ahí es que
escribieron los autores del NT. En este sentido había un bloque
especialmente relevante, de entre todo el AT, que abarca Isaías 40-55. El
propio vocablo «Evangelio» fue tomado de aquí, del 40:9.
El autor va
a considerar a continuación tres ejemplos de cómo el monoteísmo cristiano
«leyó» Isaías 40-55 para concluir que Jesús era la revelación final y escatológica de esta identidad de
Dios. El evangelista Juan relacionará la identidad de Dios
con la humillación de Jesús.
Bauckham nos
informa que lo contenido en este breve libro ha sido el resultado del estudio de muchos años en tres ámbitos
relacionados: el judaísmo primitivo, el Nuevo Testamento y la
Cristología a través del tiempo llegando hasta nuestros días. Sin
duda, estamos ante un especialista capaz de condensar
muchas ideas fructíferas en un libro de 80 páginas justas.
Tengo que decir que su propuesta
sobre la «identidad divina única» me parece muy brillante, y que encaja perfectamente con los datos que
tenemos tanto del judaísmo del Segundo Templo como de la cristología primitiva
contenida en el NT. Es más, creo que es indispensable que se tenga presente
en la actual
discusión cristológica lo que Bauckham sostiene. Por ello, y ante todo lo ya
expuesto, no me queda otra que recomendar este libro el cual debe ser leído de
forma atenta y con una Biblia al lado. Las abundantes citas bíblicas deben ser
consideradas a la par que se avanza en la lectura. En ocasiones hará falta una
Biblia con los libros deuterocanónicos, y en tantas otras habrá que hacer lo propio con pasajes
extrabíblicos (internet aquí es de lo más útil). Por ello, si estamos pensando
que en una tarde tenemos suficiente tiempo para su lectura es una idea errada.
Esto se traducirá en un estudio
propio muy provechoso, tanto para profundizar en lo que el autor nos aporta como
en una nueva o tal vez diferente forma de
considerar textos que podríamos dar por conocidos. ¡Buen provecho!
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Mi lectura de esta semana. Excelente material.
ResponderEliminarSin duda, un estupendo libro.
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