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Hacia una liturgia feminista - Por Isabel Pavón


¿Qué tal si de vez en cuando nos proponemos cambiar nuestros cultos acogiéndonos a un lenguaje más inclusivo? Si Dios no tiene sexo, ¿por qué nos dirigimos siempre a él en términos masculinos?

Es cierto que Jesús nos enseñó a reconocer a Dios como un abba, un padre, un papá. Sin embargo, lo que Jesús mostró sobre este Abba tiene características opuestas al concepto paternal de aquel tiempo. De hecho, su presentación del Padre desprende rasgos curiosamente maternales si lo comparamos con las expectativas de género de su época. Por lo tanto, el concepto de Dios como Abba enseñado por Jesús, rompe con el estereotipo de la cultura patriarcal.[1] En cualquier caso, Dios está más allá de estereotipos de género y sexo.

Muchos teólogos y teólogas han advertido del peligro que conlleva convertir en un valor absoluto las metáforas humanas sobre Dios, como es la proyección de términos masculinos, aunque en principio sea bíblica y sea lícita.[2] Marga Muñiz advierte de la idolatría que puede resultar del entendimiento extremo de la metáfora paterna concebida como una “imagen” de Dios.[3] En el momento en que Dios queda ajustado y sometido a las connotaciones masculinas (o también femeninas si las usamos) determinadas por una apariencia humana, estaremos formando con dicha imagen una idolatría, un ídolo simplemente inspirado en Dios. No obstante, nuestro Señor, realmente ha de ser entendido como Totalmente Otro.


Tras siglos llevando a cabo una liturgia determinada por el pensamiento masculino que rige nuestro mundo, inseparable de la historia occidental, sería difícil y sonaría trasgresor hablarle a Dios en femenino (lo cual tampoco sería nuevo ya que, las referencias bíblicas sobre el Espíritu Santo, vienen en el Antiguo Testamento en términos femeninos).[4]


Confieso que para mí esta idea es todo un reto. Es cierto que desde hace tiempo me atrevo a cambiar los vocablos del himnario de masculino a femenino al alabarle, ya sea en privado o en público, porque sé que cuando él habla conmigo, no me trata como a un hombre sino como a una mujer y como mujer me dirijo a él.

Dios no está hecho a imagen y semejanza del ser humano, en cambio, los hombres y las mujeres sí somos portadores de su imagen. Hay teólogos y teólogas que piensan que en Dios se encuentran rasgos tanto masculinos como femeninos. Sin embargo no es eso lo que creo. Creo que Dios está desprovisto de estas asignaciones meramente humanas, lo que sí creo es que estas formas de hablar, tanto masculinas como femeninas, son simplemente útiles en la manera en que nos dirigimos a su divinidad. Así lo ha venido siendo con los habituales términos masculinos, pero también en algunas referencias femeninas, por ejemplo, El Shadday que suele traducirse como “todopoderoso”, etimológicamente alude al pecho femenino, shad, y a su capacidad de amamantar y nutrir, expresando rasgos maternales).[5]



Introducir una liturgia feminista, término muy viciado de un tiempo acá, es un buen ejercicio para comenzar a destronar el recalcitrante androcentrismo que nos cubre. Podíamos probar, concedernos esta oportunidad de ampliar el concepto de Dios en nuestra mente, convencernos de que el Señor es nuestra Madre y nuestro Padre, todo a la vez, y que la idea de «hijos» que Jesús nos enseña supera la asignación sexual de la divinidad, ya que esta no se comprende en categorías de sexo o género. Reconocerle de manera sexuada es menguar su magnificencia. Para ayudarnos con esto podríamos estar más atentos a las Escrituras.


Como ejemplo de lo que expreso hoy pongo esta preciosa composición titulada «Salmo», de Janet Morley, tomada del libro Teología Feminista, Ann Loades (Ed,) Desclée De Brouwer.

 

Salmo

Dios es la roca firme en la que confío,

y en ella he puesto toda mi fe.

Latente en el seno de mi madre, ya me conocía;

antes de que mis miembros estuviesen formados, ella suspiraba por mí.

Ella recuerda compasiva todos mis movimientos,

y siendo yo aún invisible, ella ya me imaginaba.

 

Su fuerza me sacó de lo escondido;

fue ella quien me dio a luz.

Suyas fueron las manos que me sujetaron;

ella me puso al abrigo del pecho de mi madre.

 

Cuando balbuceo, ella articula las palabras en mi boca,

y cuando callo, ella ya ha entendido mi pensamiento.

Cuando grito y rabio, ella escucha mis súplicas y mis dudas.

 

Cuando tengo miedo, ella está a mi lado,

y cuando el terror me invade, no oculta su rostro.

Si me vuelvo contra ella, me contendrá,

y cuando me oponga a ella, igualará mis fuerzas.

 

Pero si soy complaciente, me hace frente;

cuando me aferro a la mentira, socaba mi orgullo;

porque ella es celosa de mi integridad

y su anhelo no es otro que la verdad.

 

Ella es compasiva con los débiles

y levanta a los abatidos.

Pero confunde a los arrogantes y el colmo de su poder,

y tira por tierra al opresor;

desbarata los planes de los duros de corazón.

 

Dios se apiada de los caídos, ¿cómo no voy a quererla?:

desafía al prepotente, la deseo con todo mi corazón.

Dios es la roca en la que he puesto mi confianza,

en ella está mi razón de ser;

pues sin Dios no hay nada seguro,

y fuera de ella no hay salvación.



Notas:______________

[1] Cf. X. PIKAZA; Abbá-Immá. Historia de Dios en la Biblia (Madrid: PPC, 2017). Asimismo puede verse en un artículo publicado en 2014 por este especialista en periodista digital: Abba Imma (padre-madre), itinerario de Dios. Es significativo también lo que Alberto de Mingo expresa en su Introducción a la ética cristiana (Salamanca: Sígueme, 2015) p.107.


[2] Cf. M. C. VENTURA CAMPUZANO; Desentrampar símbolos y cuerpos. Un ejercicio desde las teologías feministas. Signos de Vida. Revista del CLAI, Nº44, Junio 2007, p.11. Cf. J. A. PAREDES; El diálogo Fe-Cultura en el siglo XXI (Málaga: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga, 2003) p.245.  Cf. J. MOLTMANN; Creo en Dios Padre ¿Lenguaje patriarcal o maternal sobre Dios? Trad. Ramón Puig Massana para Selecciones de Teología. (original en: Evangelische Theologie Nº43, 1983) pp.397-415.


[3] Cf. M. MUÑIZ AGUILAR; Femenino plural. Las mujeres en la exégesis bíblica (Terrassa: CLIE, 2000) p.182. Existe una segunda edición por Editorial Noufront.


[4] R. BERNAL; Licencia para una pneumatología en términos femeninos. Revista Razón y Pensamiento Cristiano. 28 enero 2015, en línea: http://www.revista-rypc.org/2015/01/licencia-para-una-pneumatologia-en.html


[5] Lo interesante aquí, especialmente para quienes no separan las proyecciones de género sobre los sexos, es que la alusión es sobre rasgos biológicos maternales, de modo que la conceptualización de los términos remite aun más directamente en lo femenino.



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Isabel Pavón nació en Málaga. Trabaja en Junta de Andalucía. Miembro del Consejo de Dirección de Tiberíades (Red Iberoamericana de Poetas y Críticos Literarios). Durante diez años fue presidenta del Certamen Literario González-Waris y secretaria de ADECE (Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos). Secretaria del Certamen Rey David de Poesía. Miembro  del equipo de redacción de la revista Solera (Área de Derechos Sociales del Ayto de Málaga). Miembro del Colectivo Literario Palabras Libres. Desde 2005 es columnista semanal en Protestante Digital, allí coordina también la sesión POE+. Colabora en la revista Renovación desde 2012. Ha recibido más de cincuenta premios literarios. Participa en recitales y conferencias. Es diplomada en Religión, Género y Sexualidad por UCEL/GEMRIP.



 


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