¿Qué
tal si de vez en cuando nos proponemos cambiar nuestros cultos acogiéndonos a
un lenguaje más inclusivo? Si Dios no tiene sexo, ¿por qué nos dirigimos
siempre a él en términos masculinos?
Es
cierto que Jesús nos enseñó a reconocer a Dios como un abba, un
padre, un papá. Sin embargo, lo que Jesús mostró sobre este Abba tiene
características opuestas al concepto paternal de aquel tiempo. De hecho, su
presentación del Padre desprende rasgos curiosamente maternales si lo
comparamos con las expectativas de género de su época. Por lo tanto, el
concepto de Dios como Abba enseñado por Jesús, rompe con el estereotipo de la
cultura patriarcal.[1] En cualquier caso, Dios está más
allá de estereotipos de género y sexo.
Muchos
teólogos y teólogas han advertido del peligro que conlleva convertir en un
valor absoluto las metáforas humanas sobre Dios, como es la proyección de
términos masculinos, aunque en principio sea bíblica y sea lícita.[2] Marga Muñiz advierte de la idolatría
que puede resultar del entendimiento extremo de la metáfora paterna concebida
como una “imagen” de Dios.[3] En el momento en que Dios queda
ajustado y sometido a las connotaciones masculinas (o también femeninas si las
usamos) determinadas por una apariencia humana, estaremos formando con dicha
imagen una idolatría, un ídolo simplemente inspirado en Dios. No obstante,
nuestro Señor, realmente ha de ser entendido como Totalmente Otro.
Tras
siglos llevando a cabo una liturgia determinada por el pensamiento masculino
que rige nuestro mundo, inseparable de la historia occidental, sería difícil y
sonaría trasgresor hablarle a Dios en femenino (lo cual tampoco sería nuevo ya
que, las referencias bíblicas sobre el Espíritu Santo, vienen en el Antiguo
Testamento en términos femeninos).[4]
Confieso que para mí esta idea es todo un reto. Es
cierto que desde hace tiempo me atrevo a cambiar los vocablos del himnario de
masculino a femenino al alabarle, ya sea en privado o en público, porque sé que
cuando él habla conmigo, no me trata como a un hombre sino como a una mujer y
como mujer me dirijo a él.
Dios
no está hecho a imagen y semejanza del ser humano, en cambio, los hombres y las
mujeres sí somos portadores de su imagen. Hay teólogos y teólogas que piensan
que en Dios se encuentran rasgos tanto masculinos como femeninos. Sin embargo
no es eso lo que creo. Creo que Dios está desprovisto de estas asignaciones
meramente humanas, lo que sí creo es que estas formas de hablar, tanto
masculinas como femeninas, son simplemente útiles en la manera en que nos
dirigimos a su divinidad. Así lo ha venido siendo con los habituales términos
masculinos, pero también en algunas referencias femeninas, por ejemplo, El Shadday que
suele traducirse como “todopoderoso”, etimológicamente alude al pecho
femenino, shad, y a su capacidad de amamantar y nutrir,
expresando rasgos maternales).[5]
Introducir
una liturgia feminista, término muy viciado de un tiempo acá, es un
buen ejercicio para comenzar a destronar el recalcitrante androcentrismo que
nos cubre. Podíamos probar, concedernos esta oportunidad de ampliar el concepto
de Dios en nuestra mente, convencernos de que el Señor es nuestra Madre y
nuestro Padre, todo a la vez, y que la idea de «hijos» que Jesús nos enseña
supera la asignación sexual de la divinidad, ya que esta no se comprende en
categorías de sexo o género. Reconocerle de manera sexuada es menguar su
magnificencia. Para ayudarnos con esto podríamos estar más atentos a las Escrituras.
Como ejemplo de lo que expreso hoy pongo esta
preciosa composición titulada «Salmo», de Janet Morley, tomada del libro
Teología Feminista, Ann Loades (Ed,) Desclée De Brouwer.
Salmo
Dios es la roca firme en la que confío,
y en ella he puesto toda mi fe.
Latente en el seno de mi madre, ya me conocía;
antes de que mis miembros estuviesen formados, ella suspiraba por mí.
Ella recuerda compasiva todos mis movimientos,
y siendo yo aún invisible, ella ya me imaginaba.
Su fuerza me sacó de lo escondido;
fue ella quien me dio a luz.
Suyas fueron las manos que me sujetaron;
ella me puso al abrigo del pecho de mi madre.
Cuando balbuceo, ella articula las palabras en mi boca,
y cuando callo, ella ya ha entendido mi pensamiento.
Cuando grito y rabio, ella escucha mis súplicas y mis dudas.
Cuando tengo miedo, ella está a mi lado,
y cuando el terror me invade, no oculta su rostro.
Si me vuelvo contra ella, me contendrá,
y cuando me oponga a ella, igualará mis fuerzas.
Pero si soy complaciente, me hace frente;
cuando me aferro a la mentira, socaba mi orgullo;
porque ella es celosa de mi integridad
y su anhelo no es otro que la verdad.
Ella es compasiva con los débiles
y levanta a los abatidos.
Pero confunde a los arrogantes y el colmo de su poder,
y tira por tierra al opresor;
desbarata los planes de los duros de corazón.
Dios se apiada de los caídos, ¿cómo no voy a quererla?:
desafía al prepotente, la deseo con todo mi corazón.
Dios es la roca en la que he puesto mi confianza,
en ella está mi razón de ser;
pues sin Dios no hay nada seguro,
y fuera de ella no hay salvación.
Notas:______________
[1] Cf. X. PIKAZA; Abbá-Immá. Historia de Dios en
la Biblia (Madrid: PPC, 2017). Asimismo puede verse en un
artículo publicado en 2014 por este especialista en periodista digital: Abba Imma (padre-madre),
itinerario de Dios. Es significativo también lo que Alberto de
Mingo expresa en su Introducción a la ética cristiana (Salamanca:
Sígueme, 2015) p.107.
[2] Cf. M. C. VENTURA CAMPUZANO; Desentrampar símbolos y
cuerpos. Un ejercicio desde las teologías feministas. Signos
de Vida. Revista del CLAI, Nº44, Junio 2007, p.11. Cf. J. A. PAREDES; El diálogo Fe-Cultura en el
siglo XXI (Málaga: Servicio de Publicaciones de la Universidad
de Málaga, 2003) p.245. Cf. J. MOLTMANN; Creo en Dios Padre ¿Lenguaje
patriarcal o maternal sobre Dios? Trad. Ramón Puig Massana
para Selecciones de Teología. (original en: Evangelische Theologie Nº43, 1983)
pp.397-415.
[3] Cf. M. MUÑIZ AGUILAR; Femenino plural. Las mujeres en
la exégesis bíblica (Terrassa: CLIE, 2000) p.182. Existe una
segunda edición por Editorial Noufront.
[4] R. BERNAL; Licencia para una pneumatología
en términos femeninos. Revista Razón y Pensamiento Cristiano. 28
enero 2015, en línea: http://www.revista-rypc.org/2015/01/licencia-para-una-pneumatologia-en.html
[5] Lo interesante aquí, especialmente para
quienes no separan las proyecciones de género sobre los sexos, es que la
alusión es sobre rasgos biológicos maternales, de modo que la conceptualización
de los términos remite aun más directamente en lo femenino.
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Isabel Pavón nació en Málaga. Trabaja en Junta de
Andalucía. Miembro del Consejo de Dirección de Tiberíades (Red Iberoamericana
de Poetas y Críticos Literarios). Durante diez años fue presidenta del Certamen
Literario González-Waris y secretaria de ADECE (Alianza de Escritores y
Comunicadores Evangélicos). Secretaria del Certamen Rey David de Poesía.
Miembro del equipo de redacción de la
revista Solera (Área de Derechos Sociales del Ayto de Málaga). Miembro del
Colectivo Literario Palabras Libres. Desde 2005 es columnista semanal en
Protestante Digital, allí coordina también la sesión POE+. Colabora en la revista Renovación desde 2012. Ha recibido más de
cincuenta premios literarios. Participa en recitales y conferencias. Es
diplomada en Religión, Género y Sexualidad por UCEL/GEMRIP.
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