La pandemia del covid-19, no es la única pandemia que azota a El Salvador. El covid-19 ha evidenciado otras pandemias, no de tipo biológico, sino de tipo social, de las que no se ven o no se quieren ver, como afirmara, Víctor Hugo, en su obra, Los Miserables, «vivimos en una sociedad sombría» (Hugo, 2008). Que desvela gota a gota nuestra precaria realidad, y sale a la luz pública la violencia social, la pobreza, el desempleo, la endeble condición de los sistemas públicos de salud y justicia, el abuso psicológico, físico y sexual de niños y niñas, la violencia de género y los feminicidios. Por mencionar algunas.
Esta situación encierra una gran complejidad que abarca las dimensiones, sociales, políticas religiosas y económicas. Y hay que decirlo, estas pandemias de tipo social son progresivas, degenerativas y también cobran víctimas mortales.
Pero las pandemias y sus consecuencias no afectan por igual a las personas. Esta situación diferencial depende en mucho de las condiciones de las sociedades, que es lo que permite se acentúen en determinados grupos de personas. Y para nadie es un secreto que la configuración histórica de las sociedades está envuelta en un mandato patriarcal, cuya bandera hoy en día es la globalización y su lógica es la del mercado neoliberal. Que manda el hacer, pensar, sentir y ser de las personas; alimenta las desigualdades sociales; permite el control y asume el dominio sobre la vida y la muerte de las personas.
El contexto salvadoreño, se ha caracterizado por ser un contexto violento, probablemente porque la violencia misma ha sido la experiencia de vida desde hace mucho tiempo. En la actualidad las medidas de protección ante la crisis sanitaria del covid-19 se han convertido en un arma de doble filo especialmente para las mujeres. El confinamiento obligatorio y casi total lleva implícito un enorme riesgo y diversas desventajas. Han reforzado la probabilidad de ser víctimas de violencia en todas las dimensiones. Por ejemplo:
Violencia y familia
La violencia en el seno familiar ha cobrado innumerables víctimas a lo largo de la historia, niñas, adolescentes, mujeres golpeadas, maltratadas, abusadas sexualmente y muertas dentro de sus propias casas. En este tiempo de emergencia las denuncias por violencia hacia las mujeres han incrementado. El confinamiento ha dejado a las víctimas a merced de sus victimarios, en muchos casos de sus mismas parejas o familiares. Las estadísticas han aumentado en un 70% y hasta la fecha se registran 13 feminicidios en todo el país, cifras que van en aumento (Ramirez, 2020).
En este tiempo de emergencia las denuncias por violencia hacia las mujeres han incrementado. El confinamiento ha dejado a las víctimas a merced de sus victimarios, en muchos casos de sus mismas parejas o familiares.
Violencia, educación y trabajo
La cultura salvadoreña es heredera de un modelo pedagógico autoritario, que enfatiza la superioridad de unos sobre otros. Esta realidad marca de manera contundente desigualdades, entre ellas la de género. Al reproducir patrones culturales y sociales que justifican y les atribuyen únicamente a las mujeres las tareas domésticas, también se está educando para la violencia. El confinamiento ha incrementado al triple las actividades de la mayoría de mujeres, quienes aparte de tener responsabilidades educativas, laborales home office, en el mejor de los casos, tienen que atender las tareas domésticas, y del cuidado de los familiares, hijos, padres etc. Y en el caso de muchas madres que forman parte del sector informal, y son responsables de sus hogares, y valga decir, son la mayoría en nuestro país, han visto mermados por completo los ingresos y con ello la posibilidad de subsistencia digna para ellas y sus familiares.
Violencia e iglesia
Se ha insistido mucho en «el retorno» a la iglesia doméstica, tanto que vale la pena reflexionar si la dinámica familiar ha logrado acomodarse sin reparos a las medidas de confinamiento, favoreciendo la salud integral de todos los miembros. La transformación del culto a entornos virtuales ha solventado la necesidad de religación de muchas personas. Sin embargo, no de una forma equitativa. En el caso de la iglesia doméstica, las menos favorecidas son las mujeres, quienes tienen que encontrar el tiempo dentro de tantas actividades para ser parte de esta nueva forma de ser iglesia. Lo cual se justifica utilizando textos bíblicos fuera de contexto para legitimar la sujeción de las mujeres.

En el caso de la iglesia doméstica, las menos favorecidas son las mujeres... Lo cual se justifica utilizando textos bíblicos fuera de contexto para legitimar la sujeción de las mujeres.
Violencia y sacrificio
El confinamiento como respuesta a la crisis sanitaria, ha incrementado de gran manera las actividades de las mujeres en los hogares salvadoreños. La cultura eminentemente patriarcal enseña a las mujeres a percibir el sacrificio como un don, de esta manera se les enseña a obedecer sin condiciones, sin reclamar por reciprocidad o libertad, a resistir maltratos, abusos y violencia, a aceptar papeles secundarios de una cultura de opresión bajo el imaginario que en el sacrificio radica la dignidad de las mujeres.
Violencia y cuerpo de las mujeres
La actual pandemia ha condenado a la mayoría de la población salvadoreña a penurias y a una lucha por la sobrevivencia. El desgaste físico, emocional, el sacrificio impuesto, y hasta la muerte rondan la vida de las mujeres mientras ellas ruegan por una alternativa de vida.
Esta situación es alarmante en nuestro país, El Salvador y en la mayoría de países. Hasta la fecha las políticas públicas tomadas para enfrentar la crisis no cumplen con el protocolo que requiere el aumento de la violencia, en la situación de confinamiento. Y deja a las mujeres niños y niñas en vulnerabilidad en sus propias casas. Esta situación debe ser un llamado contundente a las autoridades, instituciones sociales y al estado mismo a adoptar medidas urgentes para garantizar la seguridad de todos/as.
Hoy más que nunca es necesario establecer protocolos de atención y seguridad intersectoriales e Inter seccionales que permitan resguardar la vida de las mujeres; mantener y fortalecer las campañas comunicacionales, los servicios de denuncia y seguridad publica para abordar este problema durante la emergencia sanitaria.
«Todas las mujeres y niñas tienen el derecho a vivir una vida libre de cualquier forma de violencia».
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Brenda García es teóloga y parte del equipo coordinador MujerEs (Comunidad de formación y acompañamiento en El Salvador).
Me gusta el blog, tiene variedad de autores
ResponderEliminarMuchas gracias desde Pensamiento Protestante.
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